Isaías 6:8: Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Así lo hizo Isaías y muchos otros. Fue como decir: "¿Hay un siervo a quien yo pueda enviar? ¡HAY! Aquí estoy; me muestro a ti".
Los siete ‘Heme Aquí’ de la Biblia
¿Acaso se puede encontrar una expresión de obediencia y entrega más bella que un “heme aquí”? Cuando el Señor me llame o me pida hacer algo quiero tener un “sí” y un “amén” sincero, articulados de la forma más bíblica y poética que pudiera imaginarse: “¡He aquí, Señor!”.
El origen de la expresión
Según la RAE ‘Heme Aquí’ se usa para mostrar a algo o a alguien. Señala la presencia o existencia de algo. Su origen es el árabe ha (ser) y no el latín habere (haber). De manera que por su génesis está más relacionado con el verbo ser que con el haber.
Según el Diccionario de dudas de Manuel Seco, he es un verbo defectivo (no tienen una conjugación completa) e impersonal. Expresa la mera existencia de algo en un lugar, como el impersonal hay, pero se diferencia de este en que presenta siempre esa existencia ante los ojos del oyente. Luego, equivale a decir “aquí estoy”; “yo soy”; “me muestro a ti”.
En armonía con el momento de Isaías 6:5-9, el Señor sigue preguntando: “¿Hay un siervo o una sierva a quien Yo pueda enviar?”. Si respondemos “heme aquí” le estaríamos diciendo al Señor: “¡Hay! ¡Aquí estoy! Me muestro a ti. Mírame aquí... Veme aquí”.
Se usa poco porque su uso es literario, casi poético. Es la respuesta más bella que podemos dar cuando se nos requiere. Cuando digo “heme aquí” estoy mostrando mi entrega, mi ofrecimiento. Es como decir: “¡tenme aquí!”. Por lo tanto, un ‘heme aquí’ es lo que el esposo debería decir a su amada en los votos matrimoniales, y viceversa. Demuestra una entrega incondicional, si se dice desde el corazón. Y eso le podemos decir a Jesús cuando estamos perdidamente enamorados de Él.
En la Biblia se distinguen siete ‘Heme aquí’
Son textos muy conocidos en los que alguien dijo “heme aquí” y esta respuesta cambió su vida, marcó su destino.
1. El ‘Heme aquí’ de la entrega absoluta
Después de que el profeta Isaías ha visto la gloria del Señor, escucha la conversación del Santo Consejo, es decir, lo que hablaban en el trono el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se preguntaban sobre quién sería un profeta capaz de servir a un pueblo de dura cerviz. La misión requería una entrega total. No sería algo puntual, sino de toda la vida. Y no sería nada fácil; aquel Israel corrupto había perdido su capacidad de ver y entender a su Creador.
Isaías 6:8-9
8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. 9 Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.
Me identifico con Isaías. Cuando el Señor se me reveló a los 17 años y me mostró su gloria (aún recuerdo la reunión en la que tuve aquella experiencia), habló a mi corazón con las palabras míticas, “¿a quién enviaré y quién irá?”. Yo supe instantáneamente que si respondía “heme aquí”, eso supondría una entrega total y para toda la vida. Además, que debía renunciar a mis sueños (quería ir a vivir a Madrid y estudiar Periodismo, ya que en aquel tiempo aún no se impartía en Murcia). Si decía “envíame a mí” abrazaría los planes del Cielo para mi presente y futuro. Pero el amor de Cristo ya me había conquistado, y sumado a aquella gloria excelsa que percibí en la visión, solo pude decir un rotundo “heme aquí” que cambió mi vida. No me arrepiento de lo que hice. Supe que Dios había aceptado mi entrega por lo que sucedió a continuación: un pastor invitado al culto vino con el capítulo 43 de Isaías a decirme: “suyo eres tú”. El resto es historia...
¿Querrás tú también decirle hoy ‘heme aquí’? No temas al hacerlo. Depositar plenamente tu ser en las manos de Jesús es lo mejor que puedes hacer. Y te aseguro que dejar que su plan se cumpla es infinitamente mejor que convertirte en el forjador de tu propio futuro. Es el ‘Heme aquí’ de la entrega.
2. El ‘Heme aquí’ de la salvación
A todos se nos revela el Creador en algún momento y de formas personales, por no decir originales. El Dios de nuestros padres pasa a ser nuestro Dios. El que no nos importaba llama poderosamente nuestra atención y nos atrae hacia Él mismo con sus cuerdas de amor. En el caso de Moisés usó una zarza para salvar a aquel hebreo apartado:
Éxodo 3:1-6
Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián,
llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. 2 Y se le
apareció el Ángel
de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la
zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. 3 Entonces Moisés dijo:
Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. 4 Viendo Jehová que
él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés,
Moisés! Y él
respondió: Heme aquí. 5 Y dijo: No te
acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra
santa es. 6 Y
dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de
Jacob.
3. El ‘Heme aquí’ de una misión específica
Era una misión sumamente peligrosa. Yo lo comparo con que Dios nos hablara una madrugada y nos mandase llevar un mensaje al presidente de Corea del Norte o a un terrorista de la Yihad. Saulo de Tarso era el peor perseguidor de los cristianos cuando el Señor le habla en visión a un sencillo discípulo llamado Ananías. “Ve a predicarle”. ¡Sonaba a locura! Ananías luchó con aquella misión arriesgada e ilógica. Pero la obediencia de aquel judío convertido me inspira. Sin duda, todos deberíamos estar sumamente agradecidos con el que bautizó al apóstol de los gentiles, esto es, al autor de 13 epístolas del Nuevo Testamento.
Hechos 9 :10-12
10 Había entonces en
Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión:
Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. 11 Y el Señor le
dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas
a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, 12 y
ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos
encima para que recobre la vista.
El Señor me confrontó con este ‘Heme aquí’ cuando nos mandó dejarlo todo en España y embarcarnos en misión a una Bolivia que se nos antojaba mucho menos necesitada que nuestra propia tierra. No lo entendíamos. No nos parecía lógico que nos moviese a los seis, con mis hijos adolescentes, y dejando una obra floreciente en el levante de España. Pero nos habló tan claro que al final, algo perplejos aún, dijimos “heme aquí”. Más tarde vimos el fruto de la misión de Dios, tanto en Bolivia como a nivel personal y de nuestro ministerio. ¡Qué sabio y bueno es nuestro Dios!
El pasado mes de marzo me dijo: “Preparaos, Juan Carlos, que en pocos años os volveré a encomendar una nueva misión. Prepara a la iglesia y a los discípulos”. No se me ocurriría cuestionarle a estas alturas.
4. El ‘Heme aquí’ de la honra a la paternidad
De igual manera que le decimos “heme aquí” al Señor debemos aprender a decir “heme aquí” a nuestros padres, que merecen honra, y a nuestros mentores en el Señor. Por supuesto, con el balance de la sana honra y sujeción: primero nos debemos a la Palabra de Dios y al Señor mismo. Pero, si no hay contradicción en nuestras conciencias, decir “aquí estoy” a nuestros padres naturales y espirituales asegura la bendición y largura de días.
Es de recibo, porque si no sabemos honrar a la paternidad y cuidarles ¿qué clase de hijos de Dios somos”? Lo dice implícitamente en 1 Timoteo 6: 4, 7-8: ... aprendan estos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios... Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles; porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
Tal es el ejemplo de José hacia Jacob en Génesis 37:13:
Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí.
También lo encontramos en Samuel hacia su tutor en el Señor, Elí:
1 Samuel 3:15-18. 15 Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. 16 Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
5. El ‘Heme aquí’ de la prueba
Génesis 22:1, 11-13: Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí... 11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.
Cuando llegue el día de la prueba de nuestra fe, que nosotros también podamos decir “heme aquí”. No somos distintos de aquellos hombres y mujeres de Dios que han sido probados, tanto en la Biblia, como en la historia. A todos, antes o después, y en más de una ocasión, el Señor nos pide nuestro Isaac. O nos toca la salud, como a Job. Quizás nos traiciona alguien muy amado (es el caso de David o de Jesús). De alguna forma Dios permite que la prueba llame a nuestra puerta. Lo fácil sería dejarla cerrada y autoengañarnos con un evangelio a la medida de nuestro confort, y decir: “¡Ese no puede ser Dios! ¡Te reprendo, Adversario!”. Sin embargo, el Señor quiso probar a Abraham y el patriarca contestó “heme aquí”. Esos días grises, angustiosos, llenos de dolor y confusión, engendraron una nueva relación con Dios y alumbraron propósitos que no son materia de discusión en este artículo, aunque nos ayudan a creer que si Dios nos prueba hay algo bueno y grande, hay un buen plan detrás de todo lo desagradable y misterioso de dicha prueba.
6. El ‘Heme aquí’ a nuestros hijos, nietos y discípulos
Me parece
muy importante, que sepamos decir “heme aquí” a las necesidades de aquellos
que dependen de nosotros. Quizás no llegan a verbalizar su necesidad (a diferencia
de los ejemplos que cito más abajo), pero un padre sabio, un pastor
apercibido, una madre, una abuela, un maestro con la suficiente madurez sabrá leer
el clamor de los hijos a los padres.
Nuestros discípulos, nuestros alumnos, nuestros hijos o nietos necesitan de una autoridad que pelee por ellos, que los eduque con palabras y ejemplos, que les deje el camino preparado para su propia travesía, en fin, que encuentren en nosotros un “tenme aquí”.
Ejemplos:
Abraham a Isaac, en el ‘heme aquí’ de los padres a los hijos: Génesis
22:7
7 Entonces habló Isaac
a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme
aquí, mi hijo.
Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el
holocausto?
Igual de Isaac a Jacob: Génesis 27:18
Entonces éste fue a su padre y dijo: Padre mío. E Isaac respondió: Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío?
7. El ‘Heme aquí’ de Dios a los hombres
Terminamos este breve estudio con el mejor ‘heme aquí’. Se trata de aquel que Dios nos dice y nos demuestra.
Nos lo dice (a los hechos me remito, pues las citas son tres) y nos lo demostró al dar a su Hijo por nosotros. Los hombres necesitábamos un Dios Redentor y Él dijo “heme aquí”. Y cada vez que le buscamos con necesidad podemos leer en las páginas de la Biblia, así como en lo hondo de su corazón: “aquí estoy”; “Yo Soy”; “me muestro a ti”; “tenme aquí”.
Isaías 58:9: Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él:
Heme
aquí.
Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad...
Isaías 65:1: Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.
Isaías
52:5-6: 5 Y ahora, ¿qué
hago yo aquí —declara el Señor— viendo que se llevan a mi pueblo
sin causa? También declara el Señor: Sus dominadores dan gritos, y sin
cesar mi nombre es blasfemado todo el día. 6 Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre;
así que en aquel día comprenderán que yo soy el que dice: «Heme aquí».
De manera que, si Dios nos pide un ‘heme aquí’ a cada uno de nosotros es poque Él fue el primero en decírnoslo.
¿Lo oyes hoy en la cruz gritando “¡heme aquí!”?
Comentarios
Publicar un comentario