"¡Ah, Señor Dios! He aquí, tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido; nada es imposible para ti".
Después de que Jeremías ora así (Jer. 32:17) el mismo Señor le pregunta:
He aquí, yo soy el Señor, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para mí? (Jer. 32:27).
¿Por qué el Señor le pregunta a su profeta lo mismo que este acaba de confesar? Simplemente porque no es lo mismo saber y confesar una verdad que descansar confiadamente en ella. De esta forma el Señor estaba reforzando la fe de Jeremías y mostrándole que después de la destrucción de Jerusalén, y para sorpresa de cualquier observador atento, la ciudad sería de nuevo reedificada. ¡Porque nada es imposible para Él!
Después de que Jeremías ora así (Jer. 32:17) el mismo Señor le pregunta:
He aquí, yo soy el Señor, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para mí? (Jer. 32:27).
¿Por qué el Señor le pregunta a su profeta lo mismo que este acaba de confesar? Simplemente porque no es lo mismo saber y confesar una verdad que descansar confiadamente en ella. De esta forma el Señor estaba reforzando la fe de Jeremías y mostrándole que después de la destrucción de Jerusalén, y para sorpresa de cualquier observador atento, la ciudad sería de nuevo reedificada. ¡Porque nada es imposible para Él!
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