¡Confía! |
¿Qué cuándo me ha gritado? Sobre todo, en dos situaciones: o porque me he alejado de Él y entonces me tiene que hablar con voz fuerte; o porque hay mucho ruido a mi alrededor y en mi alma, y me grita para llamar mi atención y para que oiga con prioridad su voz, por encima de cualquier otro sonido.
Estaba yo empezando mi tiempo de oración y el Espíritu Santo
me grita, “¡Confía!”. Me habló muy fuerte y por eso lo escribo entre
exclamaciones. Y por segunda vez: “¡confía!”. ¿Qué hice entonces? Abrí mi
Biblia y comencé a buscar promesas relacionadas con confiar en el Señor. Esto
fue muy reconfortante.
Hoy quiero gritarte (de parte del Señor): ¡CONFÍA! No
hagas otra cosa sino confiar. Y después de confiar en el Señor, sigue
confiando.
Creo que Dios ha dejado una capacidad innata en el hombre de
confiar. Todos necesitamos confiar en algo o en alguien. Lo que pasa es que lo
hacemos sin meditar en que estamos ejercitando una clase de fe en algún área de la vida. Por ejemplo, los científicos confían en las leyes de la
ciencia y en la posibilidad de ampliar el campo del saber por medio del
estudio. Ellos confían en sus matemáticas, física, razón o ingenio. Y muchos de
esos científicos no ven ningún inconveniente o incompatibilidad en extender su
confianza a Dios, quien es el autor de las leyes de la ciencia y el fin último
de todo el saber. Otro ejemplo: cuando te subes a un avión y confías. Confías
en el avión; en los ingenieros que lo diseñaron y construyeron; en la compañía
que le da mantenimiento; y en los pilotos que lo conducen. Al casarnos
decidimos confiar nuestro corazón y el resto de nuestra existencia a una
persona de la que nos hemos enamorado. Estamos tan llenos de fe (a veces sin
saberlo) que confiamos en los informes meteorológicos y nos preparamos para un
día de lluvia o sol al encarar la siguiente jornada.
La decisión más importante de nuestra vida es depositar esa
capacidad de confiar en Jesucristo; una persona real, que
vino a salvarnos, que resucitó al tercer día y que está vivo. Jesús es Dios:
todopoderoso, fiel, lleno de amor, bueno, sabio, Padre compasivo, salvador,
sanador y vencedor. No es cualquier hombre. No es uno más de la historia de la Humanidad.
Confiar en Él no es como dar tu voto a tal o cual partido político; o confiar
en una empresa para invertir en ella; o comprar una marca de coche porque
confías en su calidad. Todo eso es arriesgado porque involucra muchos factores
humanos, y el hombre es voluble. En cambio, confiar en Jesús es poner tu
presente y futuro en las manos más poderosas, bondadosas y sabias del Universo.
Él es la Roca de los Siglos, en quien no hay mudanza ni sombra de variedad (Deuteronomio
32:4 y Santiago 1:17).
Otra vez te lo diré: Confía. ¡Confía en Jesús! ¡Confía en tu
Padre Celestial! Confiemos en el Espíritu Santo, nuestro ayudador.
Teresa de Jesús (s. XVI) nos dice, en verso:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda...
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza...
Al final del soliloquio te comparto el poema completo, que no tiene desperdicio. Son nueve estrofas más.
¿En qué confiar en días como estos? Los datos
oficiales del coronavirus no son fieles. Los grandes medios de comunicación
están en entredicho, y pobres de los que se fíen de ellos con candidez. Los
políticos nos dejan desesperanzados. Y el sentido común, que cabe esperar de
sociedades maduras, es sustituido por actitudes borreguiles ya que somos tan
fácilmente manipulables y tan olvidadizos… Uno ya no sabe en qué confiar. ¿La
economía mundial? ¿Los Estados? ¿Los derechos humanos? Pues la economía se
hunde. Los derechos humanos no son iguales para todos: si eres un bebé de
cuatro meses en el vientre de tu mamá, no los tienes; si vives en un país
subdesarrollado o bajo dictadura, no los tienes. Los estados democráticos se
tambalean como ebrios y buscan asideros para no caer. ¡Ay de ti si confías en
el hombre! O si solo confías en el hombre como tu todo… Confía en el
Señor y no te apoyes ni en tu propio entendimiento ni en tu propia fuerza,
porque somos demasiado débiles como para merecer nuestra ciega confianza
(Proverbios 3: 5).
Muy bien, Juan Carlos… yo ya he puesto mi confianza en
Jesús, pero en esta crisis sanitaria, económica, familiar (y democrática, añadirán mentes críticas) me siento con gran inseguridad. A todos nos pasa… Por
eso necesitamos fortalecer nuestra confianza y ahí es donde entra la bendita
Palabra de Dios.
En las próximas líneas te recordaré algunos versículos que
son combustible para nuestra fe. Los voy a englobar en dos categorías: por una
parte, historias bíblicas en las que aprendemos confianza; y, en segundo lugar,
promesas maravillosas que son un ánimo para seguir creyendo al Señor y
esperando en Él. ¿Te animas a alimentar tu espíritu con este manjar?
TRES HISTORIAS DE CONFIANZA:
1) Josafat y el pueblo de Judá: enfrentaban a
una coalición de tres reinos y se declararon impotentes para poder vencer. Cuando
buscan al Señor reciben la instrucción de que no peleen en esa batalla, sino
que salgan con alabanzas y vean cómo Dios mismo se encarga de derrotar a los
enemigos. Yo me pongo en el lugar de Josafat y de los líderes y tiemblo. Si nos
equivocamos en guiar al pueblo será una masacre y una vergüenza. Pero Josafat
anima al pueblo con esta mítica frase: “Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén, confiad
en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros. Confiad en sus profetas y
triunfaréis”. 2 Crónicas 20:20.
¿Resultado? La victoria es una de las más
sorprendentes de la Biblia: mientras ellos alababan el Señor hizo que los tres
ejércitos pelearan entre ellos y se derrotaron solitos. Los hebreos solo
tuvieron que recoger el botín.
2) Una de mis favoritas: la invasión de Senaquerib.
El poderoso rey Asirio rodeó la ciudad de Jerusalén y los dejó sitiados muchos
días. Amenazó al rey Ezequías con estas palabras: “Así dice Senaquerib, rey de
Asiria, ¿En qué estáis confiando para que permanezcáis bajo sitio en
Jerusalén?”. “Así dice el rey: Que no os engañe Ezequías, porque él no os podrá
librar; ni que Ezequías os haga confiar en el Señor, diciendo: Ciertamente
el Señor nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de
Asiria”. 2 Crónicas 32:10 e Isaías 36:14-15. Merece la pena leer la historia
completa porque es portentoso. Ezequías, con el profeta Isaías llevan al Señor
el desafío del rey Senaquerib y Jehová les dijo que confiaran, que Él se
encargaría del asunto.
De Peter Paul Rubens - The Yorck Project (2002) |
Resultado: El Señor le profetiza a Senaquerib, por medio del profeta Isaías, su caída:
“¿A quién has injuriado y blasfemado? ¿Y contra quién has alzado la voz y
levantado con altivez tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! Por mano de tus
siervos has injuriado al Señor…” Isaías 37:23-24. Entonces, el Señor se indignó
y actuó, los ejércitos no tuvieron que pelear; como Rubens pintó
magistralmente, fueron los ángeles mismos los que vencieron: “Y salió el ángel
del Señor e hirió a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios;
cuando los demás se levantaron por la mañana, he aquí, todos eran cadáveres”
Isaías 37:36. Y en cuanto a Senaquerib, murió asesinado por sus propios hijos: “Entonces
Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó a su tierra, y habitó en Nínive. Y
sucedió que mientras él adoraba en la casa de su dios Nisroc, sus hijos
Adramelec y Sarezaer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat”
Isaías 37:37-38.
Lord Byron describió esta escena así: “Bajaron los asirios
como al redil el lobo: brillaban sus cohortes con el oro y la púrpura; sus
lanzas fulguraban como en el mar luceros, como en tu onda azul, Galilea
escondida… Pues voló entre las ráfagas el Ángel de la Muerte y tocó con su
aliento, pasando, al enemigo: los ojos del durmiente fríos, yertos, quedaron, palpitó
el corazón, quedó inmóvil ya siempre… Y las viudas de Asur con gran voz se
lamentan y el templo de Baal ve quebrarse sus ídolos, y el poder del Gentil,
que no abatió la espada, al mirarle el Señor se fundió como nieve” (La
destrucción de Senaquerib, de Lord Byron).
3) Daniel y sus compañeros: los unos fueron
librados del horno porque confiaron; y Daniel, del foso de leones, por lo
mismo. Dos versículos lo confirman:
Daniel 3.28: “Habló Nabucodonosor y dijo: Bendito sea el
Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego que ha enviado a su ángel y ha librado a sus
siervos que, confiando en Él, desobedecieron la orden del rey y
entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a ningún otro dios excepto a su
Dios”. Notemos que la fe de los jóvenes es admirada por Nabucodonosor. Porque
la confianza es algo que puede verse. El diablo la detecta (tal y como los perros
huelen el temor) y los hombres la pueden observar. En los apóstoles también reconocieron
esa confianza absoluta en el Señor: “Al ver la confianza de Pedro y de
Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se
maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús” Hechos 4:13.
Daniel 6.23: “El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar
a Daniel del foso. Cuando Daniel fue sacado del foso, no se encontró en él
lesión alguna, porque había confiado en su Dios”.
¿Pueden ver los hombres y los demonios que tú y yo estamos
llenos de confianza en Dios? Ese testimonio es más necesario que nunca en estos
días, y brillará como un faro para muchos corazones que están buscando
seguridad presente y eterna.
Termino este soliloquio con las promesas que a mí me
consolaron y fortalecieron cuando el Señor me gritó: “¡CONFÍA!”. Después de los
versículos hallarás el poema de Teresa de Ávila.
DOCE PROMESAS A LOS QUE CONFÍAN:
Algunos confían en carros, y otros en caballos;
mas nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos.
Ellos se doblegaron y cayeron;
pero nosotros nos hemos levantado
y nos mantenemos en pie.
Salmo 20:7-8.
…porque Él mismo ha dicho: Nunca te dejare ni te desamparare,
de manera que decimos confiadamente:
El Señor es
el que me ayuda; no temeré.
¿Qué podrá hacerme el hombre?
¿Qué podrá hacerme el hombre?
Hebreos 13:5-6
En ti confiaron nuestros padres;
confiaron, y tú los libraste.
A ti clamaron, y fueron librados;
en ti confiaron, y no fueron decepcionados.
Salmo 22:4-5.
El que pone atención a la palabra hallará el bien,
y el que confía en el Señor es bienaventurado.
Proverbios 16:20
Los que confían en el Señor
son como el monte Sion,
que es inconmovible,
que permanece para siempre.
Salmo 125:1
He aquí, Dios es mi salvador,
confiaré y no temeré;
porque mi fortaleza y mi canción es el Señor Dios,
Él ha sido mi salvación.
confiaré y no temeré;
porque mi fortaleza y mi canción es el Señor Dios,
Él ha sido mi salvación.
Isaías 12:2
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
en Él confía mi corazón, y soy socorrido;
por tanto, mi corazón se regocija,
y le daré gracias con mi cántico.
en Él confía mi corazón, y soy socorrido;
por tanto, mi corazón se regocija,
y le daré gracias con mi cántico.
Salmo 28:7
El impío huye sin que nadie lo persiga,
mas los justos están confiados como un león.
mas los justos están confiados como un león.
Proverbios 28:1
Al de firme propósito guardarás en perfecta paz,
porque en ti confía.
Confiad en el Señor para siempre,
porque en Dios el Señor, tenemos una Roca eterna.
porque en ti confía.
Confiad en el Señor para siempre,
porque en Dios el Señor, tenemos una Roca eterna.
Isaías 26:3-4.
Así dice el Señor:
Maldito el
hombre que en el hombre confía,
y hace de la carne su fortaleza,
y del Señor se aparta su corazón.
Será como arbusto en el yermo
y no verá el bien cuando venga;
habitará en pedregales en el desierto,
tierra salada y sin habitantes.
Bendito es el hombre que confía en el Señor,
cuya confianza es el Señor.
Será como árbol plantado junto al agua,
que extiende sus raíces junto a la corriente;
no temerá cuando venga el calor,
y sus hojas estarán verdes;
en año de sequía no se angustiará
ni cesará de dar fruto.
y hace de la carne su fortaleza,
y del Señor se aparta su corazón.
Será como arbusto en el yermo
y no verá el bien cuando venga;
habitará en pedregales en el desierto,
tierra salada y sin habitantes.
Bendito es el hombre que confía en el Señor,
cuya confianza es el Señor.
Será como árbol plantado junto al agua,
que extiende sus raíces junto a la corriente;
no temerá cuando venga el calor,
y sus hojas estarán verdes;
en año de sequía no se angustiará
ni cesará de dar fruto.
Jeremías 17:5-8
Confiad en Él en todo tiempo, oh pueblo;
derramad vuestro corazón delante de Él;
Dios es nuestro refugio.
Salmo 62:8
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tenéis tribulación;
pero confiad, yo he vencido al mundo.
Juan 16:33
Completo mi selección con treinta textos más, por si queréis abundar más en la palabra
“¡Confía!”.
Treinta textos bíblicos de confianza: Salmo 9:10; 27:3; 28:7;
31:7; 32:10; 33:21; 37:3,5,7; 56:4,11; 65:5; 84:12; 112:7; 115:9-11; 118:8-9; Proverbios
3:5,26; 11:28; 14:26; 28:25; 29:25; Isaías 30:15; Hechos 14:3, 2 Corintios 1:9;
3:4-5; Filipenses 1:14; 1 Tesalonicenses 2:2; Hebreos 2:13; 3:6; 4:16; 10:19;
10:35; 1 Juan 5:14-15.
POEMA DE TERESA DE JESÚS:
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.
Amén,Aleluya.
ResponderEliminarAmén,Aleluya.
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