Programa de Cosas de ayer y hoy con la oración desde Monteagudo

MONTEAGUDO
En este interesante programa de Cosas de ayer y hoy vamos a conocer un poco de la historia del castillo de Monteagudo. Y analizaremos el coronavirus desde una perspectiva totalmente diferente.

VÍDEO DE LA ORACIÓN EN MONTEAGUDO:

VÍDEO DEL PROGRAMA DE COSAS DE AYER Y HOY:

AUDIO:

EL REY LOBO

Muḥammad ibn Sa‘d ibn Mardanīš, más conocido como “el Rey Lobo”, convirtió la antigua provincia de Tudmir en un estado independiente entre 1147 y 1172, siendo la ciudad de Murcia su capital. El territorio de Tudmir vivió uno de sus momentos de mayor desarrollo cultural y la ciudad de Murcia, se convirtió en una de las más importantes urbes del Occidente musulmán. Consiguió englobar un extenso territorio que incluía amplias zonas del Levante y Andalucía y frenar el avance de los almohades, presentes en la península Ibé- rica desde mediados del siglo XII.

El rey lobo Ibn Mardanis de Murcia

Cuando tenía unos 20 años Mohamed ibn Mardanis —descendiente de una prestigiosa familia muladí (cuyos antepasados cristianos se habían convertido al Islam)— heredó de su padre el puesto de gobernador de la ciudad de Fraga (Huesca), en la frontera norte del decadente Imperio Almorávide. A su vez, Fraga estaba en frontera entre los gobiernos taifa de Zaragoza y de Lleida. La astucia del joven le permitió mantener su gobierno independiente de los reyezuelos de ambas ciudades, unas habilidades por las que los habitantes de Fraga le apodaron “El Lobo”. El ya llamado Rey Lobo se autoproclamó emir independiente, aceptando solo la autoridad del lejano califa de Damasco. se proclamó emir independiente de Mursiyya y Balansiyya, convirtiéndose en dominador efectivo de toda Xarq al-Ándalus hasta 1172. Figura capital de los Segundos reinos de taifas, se opuso a la invasión de los almohades, los cuales no consiguieron conquistar por completo sus dominios hasta su muerte.

Ibn Mardanix dejó el gobierno de Valencia a su hermano, Yúsuf ibn Mardanix, y estableció su capital en Murcia.

Con el apoyo de su suegro Ibrahim ibn Hamushk de Jaén, Mardanís extendió sus dominios a Jaén (1159), Baza y Guadix, conquistó Écija y Carmona (1158-1160), amenazó Córdoba y puso cerco a Sevilla, causando estragos al nuevo imperio africano que quería unificar la península desde el oeste: el Imperio almohade.

Durante el emirato del Rey Lobo, la ciudad de Murcia lograría un esplendor inmenso, tanto que su moneda se convirtió en referente en Europa, los morabetinos lupinos.

La prosperidad de la ciudad se basó en la agricultura, potenciando el aprovechamiento del curso del río Segura a través de la compleja red hidrológica (acequias, azudes, norias, acueductos) que ya funcionaba desde hacía siglos en la zona.

La artesanía también consiguió un gran desarrollo y prestigio, tanto que la cerámica murciana comenzó a exportarse a las repúblicas italianas. A lo que habría que añadir las numerosas construcciones palaciales o militares que se levantaron como símbolo de su poder estatal, como el palacio del Castillejo de Monteagudo así como el palacio de Al-Dar al-Sugra (sobre el que se levantó a partir de 1228 el Alcázar Seguir).

Para defender su capital de los ataques almohades, mandó perfeccionar y ampliar la muralla que acabó defendiendo la ciudad durante toda la Edad Media y parte de la Moderna.

A consecuencia de intentar tomar Córdoba, en 1165 se pone en marcha en Sevilla, con dirección a Murcia, un formidable ejército almohade venido de allende el Estrecho y reforzado en la Península. Los almohades vencieron a las huestes de Ibn Mardanís en el castillo de Luque y el 8 de septiembre le arrebataron Andújar.

Unos días después, el Rey Lobo y su ejército sufrieron una aplastante derrota en el lugar donde el valle del Guadalentín se une a la vega murciana. Las inexpugnables murallas de la ciudad de Murcia protegieron al emir, a los restos de su ejército y a la población civil, pero la rica huerta y las suntuosas mansiones de recreo de los nobles murcianos quedaron a merced de los invasores, que destruyeron y saquearon cuanto quisieron. La residencia de Ibn Mardanís fue asolada.




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