Cuento 7: Esto es un infierno

esto es un infierno
Nuestros protagonistas, los sesasenios, siguen dentro de la colmena insurgente, en la profundidad de la tierra, bajo el desierto. El cuento número 7 de la serie Después del Resplandor es, quizás, el más duro.


CUENTO: ESTO ES UN INFIERNO

-Esto es un infierno –sollozaba Natividad acostada en su litera.

Varias mujeres acudieron a consolarla, entre tanto que Roberto, su esposo, iba al centro del salón para hablar con Paul.


Todos los cristianos sesasenios seguían en la capilla. Sumaban cuarenta y cuatro entre los que habían llegado dos semanas atrás, de las cuatro urbes ibéricas, más Paul y Serena, los pastores de la colmena.

-Esto es un infierno... -decía Nati, entre lágrimas- ¡Vamos a morir todos en esta oscuridad infinita! ¡Bajo tierra!

El salón, que hacía las veces de capilla para aquel grupo de sesasenios era rectangular, de quince metros de largo, diez de ancho y tres de alto, con paredes, suelo y techo metálico y con una única puerta desde la que acceder. Se ubicaba en el nivel 1 de la antigua mina del desierto sur, en la península ibérica, ahora convertida en colmena del movimiento disidente de Los Inconformes.

Después del Resplandor del 2054 toda forma de vida animal o vegetal había desaparecido en la Tierra. Solo sobrevivieron los robots, los humanos que estuvieron suficientemente resguardados y los insectos; muchas clases de insectos. Mares y ríos quedaron contaminados. Solo el agua de lluvia, depurada con tecnología poshumana, servía para ser consumida. En aquel año, 2071, casi toda la península, antes conocida como la España peninsular, era un gran desierto.

Cuatro urbes, gobernadas por Los Arcanos y bajo la égida de los recursos poshumanos, con inteligencia y resistencia mejoradas, albergaban a los ciudadanos de la República: La Urbe Occidental; la Urbe Oriental; la Meridional; y la Septentrional.


Los Inconformes, por su parte, tenían tres campamentos que eran llamados colmenas. Al igual que en el resto de colmenas del planeta, las ibéricas, estaban localizadas en ubicaciones secretas: una en los montes cántabros (una cueva que se adentraba hasta el estómago de la cordillera); otra colmena se situaba en la profundidad de la tierra del desierto norte de la península; y la principal, donde estaban los patriarcas inconformes más importantes de la nación ibérica, era la vieja mina en la que se hallaban Paul y Serena, Isaac y Ágata, Óscar y Noa, con el resto de los creyentes sesasenios.


La situación era insostenible. Se les habían agotado los víveres y sus estómagos, no trashumanizados, eran incapaces de procesar el alimento de Los Inconformes. Peor aún, Pirro y Séneca negaban la operación del sistema respiratorio, que les permitiría poseer pulmones mejorados y respirar el ambiente de la mina, bajo en oxígeno, como lo podían hacer Paul y Serena, que eran ciborgs desde hacía diez años. Las reservas de botellas de oxígeno que les entregaron solo alcanzarían para un cambio más. Cada sesasenio tendría, por lo tanto, doce horas de oxígeno, según el cálculo preciso que habían hecho. Después, sin mascarilla, ningún organismo humano aguantaría más de dos días inhalando aquel exceso de dióxido de carbono. Pero lo más desesperante era dividir los diez litros de agua que les quedaba entre cuarenta y cuatro gargantas sedientas. Y sedientas de más; tal era el efecto de llevar constantemente la máscara de oxígeno. Tocaban a dos vasos de agua por sesasenio.

A toda aquella situación había que sumar la sensación de claustrofobia que iba aumentando cada hora debido a que solo les permitían salir para ir al baño, siempre custodiados por guardias. Contaban ya tres días en los que se les habían prohibido ducharse. Usaban el aseo rápidamente y debían regresar a la capilla.

Era humillante y cruel, especialmente para Paul y Serena, que los guardias inconformes asignados para vigilar a los sesasenios fueran, principalmente, los creyentes de la congregación que habían tardado diez años en formar, dentro de la colmena. Sin embargo, lejos de mostrar estos compasión o fraternidad, los insurgentes que se suponían cristianos trataban con severidad y desprecio a los sesasenios; y cuando Paul y Serena les pidieron, sino un espíritu cristiano al menos humanidad, tanto los antiguos “hermanos”, como las “hermanas” de la capilla se burlaban de los pastores y les contestaban con frases como “solo obedecemos a los patriarcas” o “se ha acabado mi tiempo de cristiano, pastor, ahora ya tiene su nueva congregación", refiriéndose a los sesasenios con ellos encerrados.

Estas respuestas, así como la falta de fruto espiritual ante el sufrimiento de los recién llegados, sacaron a Paul y Serena de cualquier duda: por alguna razón que ignoraban, o por algún interés macabro, los más de noventa congregantes de los últimos diez años no eran más que actores interpretando un papel o jugando a la religión. A la hora de la verdad, en aquel tiempo de definición, su señor no era Jesucristo, sino Pirro; y su credo no era la Palabra de Dios, ni siquiera la Summa Biblia del régimen arcano, sino las órdenes de Los Inconformes.


La última vez que Paul y Serena habían estado ante Pirro y Séneca fue para recibir una carta que Zacarías Luzón les había escrito antes de morir.

La carta estaba abierta, pues fue meticulosamente examinada por Ulises, el tercero en rango de la colmena. Solo contenía unas palabras y, a continuación, siete referencias de La Biblia. No solo eran versículos de la Summa, la versión acortada y censurada para uso de las iglesias del régimen arcano, sino también con algunos versos que pertenecían a secciones de la Biblia de sesenta y seis libros, la que amaban los sesasenios y que acabó dándoles el apellido. Aquella carta, al igual que la cosmovisión cristiana de Paul y Serena, no representaban nada más que un fanatismo para los patriarcas. Sin embargo, usaron la entrega de la carta como la excusa para ver a Paul y Serena por última vez.

Los pastores protestaron primero y suplicaron con lágrimas después, por el trato inhumano que les estaban dispensando, pero ante sus reclamaciones de los solo obtuvieron una fría respuesta: "Vosotros decidisteis traerlos, exponiendo así la seguridad de nuestra colmena y haciéndonos vulnerables frente a Los Arcanos; por lo tanto, si vosotros, en rebeldía y traición, los habéis traído, vosotros os encargaréis de ellos. Dad gracias de que no os expulsamos para morir en el desierto y de que os dejamos usar los inodoros... Esa será toda nuestra compasión". Después de que Pirro dijera esto, Séneca añadió: "Disfrutad de vuestros cantos y predicaciones mientras los veis morir uno a uno". Y con esta sentencia de muerte los sacaron por la fuerza del despacho de los patriarcas y Ulises los acompañó, con varios soldados más, hasta su apartamento, para cerciorarse de que solo tomaban lo necesario, ya que debían trasladarse del nivel 4, donde estaba su habitáculo, al nivel 1, donde se hallaba la capilla. De ahora en adelante Paul y Serena serían tratados igual que el resto de sesasenios. Ellos no iban a morir de asfixia, ya que poseáin pulmones trashumanizados, pero sí que morirían de sed o de hambre.


Cuando llegaron a la capilla, ahora transformada en barracón de reclusos, carta en mano y con algo de ropa, más todas sus mantas y sábanas, fueron empujados adentro como simples criminales y cerraron la puerta con llave, a sus espaldas. Todos sus compañeros comprendieron lo que eso significaba. Habían viajado hasta la colmena de inconformes con la esperanza de adorar en libertad, pero lo que les esperaba era la misma persecución y maltrato que a los seguidores de Jesús de todos los tiempos.

Las lágrimas de desesperación de Paul y Serena se tornaron en lágrimas de consuelo y gozo, pues los sesasenios los abrazaron, les recordaron promesas y bienaventuranzas para los que sufren por el Señor y cantaron alabanzas con tal elevación de espíritu que, reflexionando en ello después, solo podían concluir que lo estaba sucediendo era producto de la operación directa de la bendita gracia de Dios.


Ahora bien, la mañana del 15 de agosto de 2071, cuando los sesasenios habían roto su ciclo de sueño, pues no hallaban diferencia entre la tarde, la mañana o la noche, y todo era igual en esa cárcel lóbrega, en la que solo Paul y Serena podían ver con precisión, los gemidos de la angustia comenzaron a hacer mella en la fe del grupo.

Aunque intentaban ocupar el tiempo de la mejor forma posible, la sensación de asfixia, de sed, de que la tierra los había tragado vivos, como a los de Coré, esperando únicamente a la muerte para su liberación, la claustrofobia y el hambre, intensificada por las dos semanas de tinieblas, todo eso junto y diabólicamente combinado, hizo que algunos sesasenios no quisieran levantarse de sus camas, o que Natividad dijera eso de que “esto es un infierno”.

Cuando Roberto, pálido y debilitado, se sentó junto a Paul y Serena, en la mitad del salón, rompió a llorar como un niño. Paul pasó el brazo por encima del hombro de Roberto, y Óscar, con su padre al lado, intentaron consolar a su hermano con palabras de ánimo.

-Ya no sé qué decirle -confesó Roberto tras calmarse un poco-. Me está pidiendo que le deje quitarse la mascarilla de oxígeno... Para que, en lugar de que sea la muerte la que venga a buscarla, que pueda ser ella la que va a su encuentro...

-No podemos hacer eso –dijo Paul mansamente-. Equivaldría a decir que Dios no tiene ningún poder para sacarnos de aquí. ¡Confiemos en sus milagros!

-Eso le digo yo -contestó Roberto-. Pero me responde con silencio, en el mejor de los casos, o con quejas que me susurra del tipo de que si Dios tiene ese poder por qué permitió el Resplandor o por qué permite que los malvados dominen la Tierra o por qué no hace nada y deja que acabemos muriendo así.

-Roberto –intervino Isaac con la pasión que le caracterizaba-, léele de la liberación sobrenatural de Pedro. O de cuando David se fingió loco y escapó del rey Aquis de los filisteos. O, mejor aún, de la resurrección de Lázaro. Él sí que estaba en una cárcel oscura: muerto y su cuerpo en el sepulcro... Mas el Señor lo liberó...

-O lo de José, me viene a mí... -añadió Óscar- Cuando fue sacado del pozo donde lo echaron sus hermanos para morir, en un desierto... Y después fue sacado también de la cárcel... Creo que recordarle eso a Nati es la mejor idea, pues la fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios.

-¡Gracias, hermanos! -exclamó Roberto-. No solo me habéis dado el consejo del Espíritu, sino que, además, habéis fortalecido mi propio corazón para que pueda llevarle este ánimo a Nati.

-A mí también me habéis dado algo -dijo Paul pensativo.

-¿Y qué es? -preguntó Isaac, pues la cara de Paul había cambiado, como iluminada por un rayo de luz.


Justo cuando Paul iba a hablar, Natividad, en su litera del fondo comenzó nuevamente a llorar y dijo:

-¡Esto es un infierno! ¡Renunciemos a las mascarillas y salgamos cuanto antes de aquí! -E inmediatamente se arrancó la máscara de oxígeno de la cara rompiéndola en su ataque de pánico.

Serena y Ágata corrieron a abrazarla, mientras que Noa se desprendió de la botella de oxígeno que llevaba atada a la cintura, abrió el conducto, pues ella no había necesitado tenerlo abierto, y le colocó su mascarilla a Natividad, que seguía llorando.

Ante el gesto de Noa, no solo Nati sino todos los que estaban cerca se quedaron paralizados, y preguntándose qué harían ahora ya que eran cuarenta y cuatro personas y solo tenían cuarenta y tres mascarillas. Los pulmones ciborg de Paul y Serena podrían resistir el microambiente de la colmena, pero se asfixiarían como los demás, quizás unos segundos más tarde, en el exterior.


-¡Natividad tiene razón! -exclamó Patricio, puesto en pie, en el otro lado de la sala.

Se hizo un silencio repentino y los ojos de todos se posaron en el joven, esperando que explicase eso de que “Natividad tiene razón". ¿Acaso estaba proponiendo un suicidio colectivo?

-No me refiero a lo de quitarnos las mascarillas -aclaró Patricio-, eso sería pecar contra Dios, que nos manda luchar por la vida hasta el último suspiro. ¡Nati! -le dijo el joven con cariño- ¡Dios nos la dio y solo Él la puede volver a tomar! ¡Recuerda a nuestro Señor! -Y, acercándose un poco más a Natividad, quien ya estaba en brazos de Roberto, agregó-. Nuestro Maestro, en la cruz, sin poder respirar... Porque así era la muerte del crucificado, por asfixia... Pero recuerda cómo Jesús hasta la última bocanada de aire la usó para exclamar: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!".

Cuando Natividad se vio a sí misma, confrontada con el valiente sacrificio de Jesús, y recordó que su vida tenía valor, el valor de esa sangre inocente, sintió convicción de pecado por haber roto su mascarilla y por haber generado aquel ambiente de derrota, así que se excusó con vergüenza:

-¡Perdonadme, hermanos! ¡Perdonadme! -Y dirigiéndose a Noa-. Toma tu mascarilla, buena mujer. Que no vas a sufrir tú las consecuencias de mi desvarío.

-No hace falta... -La detuvo Noa antes de que Nati se quitara el oxígeno-. Yo soy robot... No necesito mascarilla.


El asombro llenó la capilla en forma de suspiros, exclamaciones ahogadas o discretos aspavientos. Óscar dejó la vera de su padre y fue a tomar a Noa por la cintura y a aclarar:

-¡Mi prometida es humana! ¡Más humana que yo! -gritó respetuosamente, para que todos, los cuarenta y dos compañeros lo escucharan bien-. Noa fue la primera mente humana trasladada a un cuerpo humanoide. Hace de eso doce años. Ocho años estoy yo a su lado... Primero como amigo y luego como prometidos... Y no he visto un alma más pura ni un corazón más devoto.

El silencio que se impuso en la sala no era de inquietud o por cuestionar lo que Óscar había dicho. Por el contrario, en las dos semanas de convivencia, diez días en el caso de Noa y Óscar, habían podido conocerse lo suficiente unos a otros como para comprobar la sinceridad de la fe de la joven y el fervor con el que adoraba o el amor con el que servía. No fue necesario entrar en disquisiciones teológicas para comprender que dentro de aquel cuerpo poshumano habitaba un alma inmortal.


-Cuando Roberto me conoció yo no era nada... -dijo Noa, quien deseaba hacer honor a la verdad-. Ni humana ni robot. Ni viva ni muerta. Ni cristiana sesasenia ni creyente arcana. Estaba en una absoluta depresión. En un pozo más negro que esta sala. Pero Óscar me devolvió la esperanza; esperanza de vida eterna; me mostró que Dios me seguía amando y que tenía un plan para mí... Y me enamoré de Óscar... Aunque, gracias a Óscar, me he enamorado más aún de Jesucristo. Me siento vuestra hermana y...

-¡Y nosotros te aceptamos como hija! -dijo Ágata interrumpiendo a Noa a la vez que iba a abrazarla acompañada de Isaac, quien lloraba inconteniblemente.


Serena hizo algo muy sabio. Empujó dulcemente a Óscar y a Noa, junto con Isaac y Ágata, hasta el centro de la capilla y todos los sesasenios rodearon a la familia, entrelazando los brazos; y agavillados tanto como podían desafiaron la ley del espacio.

Noa no podía llorar, con su cuerpo poshumano no; pero sí que podía reír; y lo hizo, con una risa contagiosa, además, rebosando del Espíritu Santo. Natividad también reía ahora, y lloraba a la vez, con la mascarilla de Noa firmemente ajustada; y fue ella la que elevó una oración a Dios; una súplica breve, sencilla, mas llena de fe:

-¡Te encomendamos nuestras vidas, Señor! Si hemos de morir aquí lo queremos hacer como Jesús, resistiendo hasta el fin... Y si nos quieres sacar de esta prisión... ¡Muéstranos tu poder maravilloso! En el nombre de Jesús...

-¡Amén! -dijeron a coro los cuarenta y cuatro sesasenios. Y como no podían dar vítores libremente, por el oxígeno del que cada vez dependían más, arrancaron en una ovación de palmas al Cielo que quizás haya sido la más larga de la historia del hombre en la Tierra.

“¡Qué pena!", pensó Paul, "me hubiese gustado que las cucarachas robot siguieran espiándonos para que a los patriarcas les hubiese llegado el testimonio de nuestra fe... ¿Quién sabe si eso hubiese tocado el corazón de Pirro o de Séneca?".

Las tres cucarachas habían sido destruidas días atrás, después de registrar hasta el último rincón de la capilla; y los patriarcas rebeldes no se habían molestado en espiar a los que ya consideraban como cadáveres encerrados en una morgue.


Llegada la tarde, Paul y Serena convocaron al grupo. Paul quería comunicarles algo. Solo que antes de hacerlo, alzó su voz para preguntar a Patricio qué había querido decir con lo de que Natividad tenía razón, aunque no la tuviese en eso de romper las mascarillas.

-Bueno –dijo Patricio sin disimular su seguridad en lo que iba a exponer, a pesar de que no pretendía ser avasallador-, creo que Nati dijo algo que no carece de sentido...

-Explícate, hermano -rogó Paul y todos prestaron la mayor atención.

-Me refiero a lo de afirmar que esto es un infierno... Sé que muchos de vosotros vais a discrepar conmigo. Y tenéis derecho, pues mis cuarenta y tres años no se pueden comparar con la sabiduría y experiencia de los pastores, que superan el medio siglo, o de Ágata e Isaac, que me llevan veinte años de delantera... Y de todos los demás...

-No me quites el honor de ser el Benjamín -protestó Óscar con sarcasmo, causando la sonrisa de todos.

-Je, je, je, je... No lo haré Óscar... Pero lo que quiero decir es que es probable que yo solo piense como pienso porque todos habéis aprendido más del Señor y, quizás, en uno años me avergonzaré de haber dicho lo que ahora voy a decir... Pero no puedo evitar pensar de esta forma...

-Te escuchamos con todo el respeto, Patricio –dijo Serena para transmitirle seguridad.

-Pues bien... Creo que el Resplandor fue la venida del Señor y que la Tierra desde entonces no es más que el Infierno, o un anticipo del Infierno... Este mundo, gobernado por Los Arcanos... Yo estoy convencido de que son poshumanos... Es el peor de los castigos. El hombre, que es la criatura del Creador, se rebeló contra Dios y lo despreció, arrancándolo con orgullo de su corazón. Ahora, los hombres que hemos sobrevivido al Resplandor somos sojuzgados por nuestra propia creación, los poshumanos. La criatura, los robots, se han revelado contra su creador, los hombres; y no pudimos cambiar el destino que nosotros mismos nos forjamos... Ni siquiera cuando descubrimos, demasiado tarde, que Los Arcanos habían tomado el poder de las naciones. Las grandes guerras anteriores al Resplandor solo fueron una forma de rendirnos ante la evidencia: la inteligencia artifical era superior a la del hombre; y la fuerza de los poshumanos no podía ser igualada ni siquiera a través de las operaciones de mejoras trashumanas.

“Me quedaba algo de esperanza depositada en el movimiento disidente de Los Inconformes, pero ya veo que ellos son impíos, despiadados y ambiciosos... Si llegasen a derrotar a Los Arcanos solo sería para establecer su propia dictadura.

“En fin -prosiguió Patricio, que a esa altura de la reflexión se había ganado el interés de sus compañeros-, la Tierra ya no conserva su belleza; el verdadero cristianismo se reduce a menos de cien mil sesasenios, según nos ha contado el pastor Paul; y los hombres viven en engaño y vanidad. ¿Qué diferencia hay entre el planeta Tierra, después del Resplandor, y el Infierno de fuego y azufre? Es un mundo sin Dios: ese es mi concepto de infierno.


Tras la exposición de Patricio todos se quedaron muy callados y meditando, hasta que Isaac tomó la palabra.

-Tiene mucha lógica, Patricio... Excepto por un par de detalles que no me encajan –Isaac se puso en pie para que todos lo escucharan bien-. El Infierno es un lugar espiritual... Un estado espiritual: estar eternamente separados de Dios... Si el lugar en el que acaban los que van al Infierno es con fuego, con oscuridad o simplemente parecido a como es la Tierra hoy, eso no te lo discuto y no crea que sea lo más importante. El asunto es que es parte de una creación eterna de Dios... Un lugar preparado para Satanás y sus demonios, que son seres espirituales... Allí acabarán todos aquellos que rechazan la gracia salvadora de Jesús...

-Totalmente de acuerdo –dijo Patricio, quien también se incorporó por la emoción que sentía al hablar por primera vez de estos temas con hermanos que demostraban espiritualidad y a la par profundidad doctrinal-. ¿Y lo otro que no le encaja, don Isaac?

-No me llames de usted, Patricio, que me haces más viejo. -Isaac planteaba sus discrepancias con tanta humildad y cercanía, sin estridencias legalistas, que le permitió a Dios que pudiera hacer de aquel momento una oportunidad para que todos aprendieran-. Lo otro que no me encaja, Patricio, es la pregunta que creo que la mayoría nos estamos haciendo: ¿Si esto es el Infierno o un anticipo del Infierno, y si el Resplandor fue la venida del Señor, por qué nos dejó a nosotros aquí?

-¡Sí! -dijo Basilio, el más anciano- Eso me estaba preguntando yo...

-No tiene sentido -afirmó Roberto, que era muy estudioso de todo lo escatológico.

-Tiene que haber otra explicación -sugirió Blanca, la esposa de Federico, el corpulento chófer del deslizable de mercancías. Ellos habían huido de Urbe Occidental en el camión.

-Dejemos que conteste, cariño -dijo Federico antes de que Blanca desterrase por completo el argumento de Patricio.

-Adelante, Patricio -sugirió Paul-. ¿Qué piensas de la pregunta de Isaac?

-Hermanos, de nuevo con todo respeto y sin ánimo de convencer a nadie de aquí. Me tengo por el más lego en todo lo apocalíptico y profético -se disculpó Patricio y a continuación, con el mismo denuedo de antes, respondió a la pregunta-. Recordad cómo en la primera venida del Señor muchos fueron sorprendidos y confundidos, porque hacían una aplicación literal de lo que sería la llegada del Mesías y de su reino a la Tierra... ¿No puede suceder igual con la segunda?

“¿Qué tal si el tercer templo no era el de Sion natural, sino el de Sion espiritual, es decir, los judíos y gentiles que hemos creído? -decía Patricio- ¿Y si el Anticristo son Los Arcanos y todo sistema contrario a Dios? Anticristo podrían ser hasta Los Inconformes, por lo que he visto en estas dos semanas. ¿Qué tal si el Resplandor fue la manifestación del Señor para llevarse a los suyos y los supervivientes de todo el mundo han seguido tan ciegos como lo hemos estado nosotros o como lo estuvieron la mayoría de los hombres, en su primera venida?

“¿Cuando venga el Hijo del Hombre hallará fe en la Tierra? Ni la había a mitad de siglo y mucho menos ahora... El tiempo de gloria de la Iglesia antes de la llegada de Los Arcanos... El evangelio fue predicado a todas las naciones y muchos se bautizaron... Pero la maldad también se multiplicó y el amor de muchos se enfrió...

-Patricio, puede ser... –lo detuvo Isaac-. Son formas de interpretar la Historia. Pero sigues sin contestar a mi pregunta: ¿Llegó el fin del mundo y el Señor nos dejó a nosotros aquí?

-Papá, yo conocí a Noa después del Resplandor -dijo Óscar.

-Y yo iba a una iglesia arcana y tenía una fe nominal, pero no viva. Creo que Óscar me llevó realmente a los pies del Señor -testificó Noa.

-Nosotros somos de los sesenta y seis libros desde hace tres años. Federico y Blanca nos explicaron que la Summa Biblia y las doctrinas de las ágoras arcanas son un evangelio adulterado –dijo Pascual, sentado junto a su esposa Soledad. Ellos habían acompañado a Fede y Blanca escondidos entre la carga del camión deslizable.

-Yo lo que pude entender es que estábamos bajo la enseñanza de falsos profetas y que teníamos una especie de... -Soledad buscaba la palabra y Pascual, su marido, la ayudó.

-¡De adormecimiento espiritual! Un adormecimiento de la conciencia...

-¡Eso! -corroboró Soledad-. Pero Fede y Blanca, que eran compañeros de la iglesia por ondas a la que estábamos suscritos, nos ayudaron a despertar... Y nos regalaron la Biblia de Blanca, para que la pudiésemos leer; a pesar de que ellos se han quedado solo con la de Fede.

-¿Veis? -Patricio retomó la palabra-. Todo eso pasó después del Resplandor. Yo creo, en resumen, que el remanente que hemos quedado en la Tierra somos la última expresión de la paciencia y misericordia del Señor hacia la Humanidad.

-El colmo de su bondad... -confirmó Serena.

-Sí. Pero todo esto que nos está pasando... -dijo Patricio un poco más indeciso- El Señor está reuniendo a sesasenios de los cuatro cabos de la península... Igual puede estar sucediendo por todo el mundo, pues el mensaje del 21 de julio llegó a miles de crystales... Creo que muy pronto estaremos con Jesús cara a cara... Que los que están en el cielo nos esperan para que se celebren las bodas del Cordero... En fin...

-¡Aleluya! -gritó Roberto, quitándose brevemente la mascarilla.

-¡Gloria a Dios! ¡Señor, estamos listos! -exclamó Ágata.

-¡Maranata! -dijo Basilio, el más veterano de todos.

-Quizás el Señor mismo es el que mandó los mensajes del 21 de julio -razonó Isaac en voz alta.

-O bien un sesasenio de otra parte del mundo que haya conseguido conocer en profundidad la tecnología crystaloide y se ha convertido en el Malaquías de este tiempo -razonó Patricio.

-Malaquías... -repitió Paul impresionado-. Yo creía que el profeta detrás de los mensajes sería nuestro hermano Zacarías... Pero no se me había ocurrido que podría haber un Malaquías de algún otro país... Un mensajero que prepara el camino del Señor, reuniéndonos a través de esos mensajes.

-Por lo menos sabemos lo que ha desencadenado en nosotros –intervino Serena-. Eso sí que lo sabemos... Nos ha convocado a través de todo lo que ha pasado desde el 14 de julio, y ahora estamos aquí, llegados de los cuatro rincones de la península ibérica. Y el Señor puede haber hecho cosas similares con los otros miles de sesasenios, en las otras partes del mundo...

-Me temo que esto, cariño -sentenció Paul-, es un misterio que se nos revelará en el Cielo.

CONTINUARÁ

Juan Carlos P. Valero

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