Ya vamos por el quinto cuento de la serie Después del Resplandor. Exactamente en la mitad de la novela corta en la que se ha convertido esta historia. En esta ocasión conoceremos el pasado de Noa, la prometida de Óscar.
CUENTO: EL DILEMA DE NOA
El dilema de Noa era el culpable de que no pudiera dormir los últimos cuatro días.
Aunque Noa era una poshumana, perteneciente al programa Pobladores de la Galaxia y su cuerpo de robot no necesitaba descansar, sin embargo, su mente humana seguía precisando del reposo de una noche de buen dormir. La única diferencia con un humano o un trashumano consistía en el hecho de que podía descansar la mente tumbada en la cama, sentada o de pie, apoyada contra una pared.
Poseer un cuerpo de robot tenía sus ventajas: nunca se cansaba físicamente; no tenía hambre; no necesitaba comer; no envejecía; nunca enfermaba; simplemente, ante cualquier avería, iba al taller que le prescribieran Los Arcanos.
Sin embargo, las desventajas eran igual de importantes: nunca podría tener un hijo de su propia sangre; sufriría al ver a Óscar, su prometido, envejecer hasta desaparecer sin poder acompañarlo en el viaje de todos los mortales. Ahora ella era una poshumana que no fallecería, a no ser que pidiera su autodestrucción a los inspectores del régimen; y, como consecuencia de todo esto, si Noa quería formar una familia duradera debía enamorarse de otro poshumano o de otro Poblador de la Galaxia, como ella; y si querían adoptar un hijo debería de ser robot.
La posibilidad de convertir a Óscar en poshumano no estaba al alcance de sus bolsillos, y por mucho que lo solicitaran a Los Arcanos sería prácticamente imposible obtener el sueño que perseguía todo mortal de finales del siglo XXI: el trasladar la mente humana a un cuerpo poshumano. Eso solo era accesible para una pequeña élite; para los demás no era más que una entelequia.
El caso de Noa había sido muy comentado en los años 50, después del Resplandor. Noa Briceño, funcionaria de Aduana al servicio de Los Arcanos había sido herida por robots policías que intentaban evitar el robo de un tubular de crystales.
El pánico se había extendido entre la población humana. Que un poshumano infalible, según el régimen, hubiese alcanzado con dos disparos a una trabajadora, en lugar de herir a los asaltantes inconformes, era difícil de justificar.
En esos tiempos, de inicios de dictadura, todavía quedaba algún periodista aislado que podía dar una versión diferente a la oficial, la de Los Arcanos. Mientras que el régimen totalitario había alegado que los proyectiles que hirieron a Noa procedían de las armas de los ladrones, la información que realmente caló en la opinión pública fue la de que se produjo un fallo en la programación del policía poshumano. Esas voces disidentes serían silenciadas en lo sucesivo, pero en los 50 la historia de Noa pasó a ser un grave perjuicio para la imagen redentora que quería proyectar el gobierno y para su agenda civil: dotar a los poshumanos de derechos similares a los de los humanos.
Lo que realmente había sucedido en aquella aduana en la que trabajaba Noa, y por qué le dispararon a ella y no a un inconforme, era un secreto que yacía en algún rincón de la memoria de la joven y que desapareció de su mente, para tranquilidad de Los Arcanos.
¿De qué manera quiso reconducir el gobierno lo sucedido? Lanzaron una campaña que inundó los medios de comunicación demostrando lo necesarios y beneficiosos que era los “hermanos poshumanos”. Limpiaron la imagen de la comunidad robot y en cuestión de meses ya nadie se acordaba de una pobre funcionaria de aduanas asesinada en dudosas circunstancias.
Pero su estrategia no quedaba ahí. Dejaron a Noa con vida, en un coma inducido, hasta que avanzó lo suficiente la ciencia como para poder trasplantar una mente humana a un cuerpo de robot. Cuando estas operaciones tuvieron éxito en un par de ocasiones en otras partes del mundo, entonces despertaron a Noa del coma y la poshumanizaron para que la joven fuese la primera Pobladora de la Galaxia de la República Ibérica. Los Pobladores podrían viajar por el espacio en busca de nuevos planetas donde habitar.
Y así fue como el 4 de noviembre de 2059 Noa volvió a nacer. Despertó en un cuerpo parecido al suyo, solo que sintético, mecánico, robótico... ¿Que si los humanos en cuerpos poshumanos conservaban el alma? Óscar opinaba que sí, y hasta lo apoyaba en las Sagradas Escrituras; pero Noa sintió que una parte de su espíritu murió en el tiroteo y que los tres años en coma la habían hecho envejecer tres siglos en su alma.
El plan de Los Arcanos con Noa era presentarla ante la sociedad como la primera mente humana en un cuerpo artificial. Volver a sacar a la luz pública su atentado, perpetrado por Los Inconformes, y mostrar la bondad infinita del Régimen al revivirla precisamente a ella como la primera Pobladora de la Galaxia de la península ibérica. Esta sería la prueba de que la inmortalidad del hombre y la conquista del Universo era posible y pronto una realidad. Noa era, en la estrategia de publicidad de Los Arcanos, un ejemplo vivo de que los hombres habían llegado a ser dioses y de que ya no necesitaban a un Creador.
El único problema para comenzar con todo ese proyecto que les había costado millones fue que Noa cayó en una profunda depresión. Ni todo el apoyo de sus padres ni los psicólogos que la trataron durante cuatro años ni las terapias a las que acudió ni todas las comodidades provistas por el régimen lograron sacarla de aquel estado de tristeza. Probaron con motivarla a través de un ascenso en Aduanas, de funcionaria a inspectora. Pero no hubo remedio. Noa parecía una muerta en vida. Rechazaba su morada humanoide y su condición de conejillo de indias. Renegaba de su posición de primera Pobladora de la Galaxia de la República Ibérica. Solo quería recuperar su vida de antes; y enfermar; y envejecer; y llegar a ser madre; y estar segura de que, algún día, si había Cielo, ella acabaría en él.
Se negó a trabajar. Se negó a aparecer ante las cámaras de Univernet. Se negó a promocionar la suscripción al programa Lealtad que acababa de lanzar el régimen arcano en el 63; y toda la inversión hecha en Noa hasta ese momento resultó un fiasco.
La joven pasó a ser todo un quebradero de cabeza para Los Arcanos. Hasta que apareció Óscar, su cuarto terapeuta en cuatro años y, como vinieron a descubrir más tarde, un viejo amigo de la infancia, pues habían coincidido de pequeños en un colegio de Urbe Meridional, hasta que los padres de Noa se mudaron de distrito.
Óscar la trató con el mismo rigor profesional que los psicólogos anteriores. La única diferencia consistía en que él era cristiano, pues Óscar, así como Isaac y Ágata, sus padres, aún conservaban una fe sesasenia y leían la Biblia de sesenta y seis libros en la intimidad de su hogar.
Óscar devolvió la esperanza a Noa. La ayudó a entender que seguía poseyendo un alma inmortal y la invitó a creer que todo lo que le había sucedido era porque Dios tenía un plan muy especial para ella, y que por esta razón estaba aún con vida. Noa y sus padres se aferraron a esa fe que les infundió el psicólogo y se suscribieron a una iglesia por ondas, de las de Summa Biblia, aprobadas por el régimen arcano
La mejoría de Noa fue notable. Pronto Óscar pudo darle el alta. Pero para ese momento, en el 2064, el régimen arcano ya tenía a otro Poblador de la Galaxia listo para exhibir como el nuevo hombre del milenio, que fusionaba lo mejor de la naturaleza humana y poshumana. Según el juicio de Los Arcanos remover el caso de Noa solo sería volver a poner en el foco de atención de la opinión pública un error de un robot policía, once años atrás.
La joven pudo mantenerse en el anonimato y seguir con su puesto de trabajo, como inspectora de la Aduana Oeste en Urbe Meridional. Eso sí, el pago de su trabajo, de por vida, sería el cuerpo artificial que ahora poseía.
Entre Óscar y Noa nació una relación que fue más allá de lo profesional. Primero fueron amigos que se veían únicamente a través de diadema. Tres años después, surgió el amor y se convirtió en un fuego que las muchas aguas de los prejuicios y de los temores ante lo desigual de sus naturalezas no pudieron apagar.
Ahora bien, tras cinco años de relación con Óscar, en aquel 2071 tan aciago, el dilema de Noa se había convertido en la encrucijada más oscura que hasta la fecha, en sus veintitrés años de vida humana y doce de robot, hubiese tenido que enfrentar.
De un lado estaba su amor a Óscar. Del otro, el temor a las consecuencias que podían sufrir sus padres si huía con Óscar en busca de Los Inconformes. Además, para mayor complicación, si era verdad lo del tiroteo, Noa estaría llevando a Isaac, a Ágata y a su prometido a vivir con los criminales que habían matado su cuerpo humano.
Cuatro días antes, el pasado jueves, 1 de agosto, los crystales de Isaac y Ágata habían recibido un nuevo mensaje. Era una ubicación en el desierto sur de la península ibérica. Y acompañando a la ubicación una sencilla frase:
Efectivamente, a los pocos minutos se había producido el gran apagón. Todos los crystales de la República dejaron de funcionar. Fue un duro golpe para Los Arcanos; justo cuando habían conseguido volver a poner en funcionamiento a los pastores poshumanos, para que se reactivaran las iglesias arcanas, ahora Los Inconformes, en un nuevo atentado, bloqueaban los crystales.
Después de meditarlo un par de días, Isaac y Ágata resolvieron que harían todo lo posible por llegar hasta esa ubicación en el mapa, que Óscar había transferido del crystal de su padre a su pulsera vital segundos antes del apagón. Óscar no pudo conseguir que sus padres desterraran la idea de huir de Urbe Meridional, dirigiéndose a un punto perdido en el desierto. Por loca y arriesgada que resultara la decisión de Isaac y Ágata debía acompañarlos y correr la misma suerte que sus progenitores.
Noa, por su parte, podía ayudarles en su escape; pero cualquier opción para ella era nefasta. Si los acompañaba, en su búsqueda de la colmena de inconformes, sus padres podrían ser interrogados, acusados de traición y, sin duda, perderían su amplitud de diadema y sufrirían el acoso de los inspectores para siempre. Por otra parte, si Noa se quedaba y fingía hacer una existencia normal, perdería al hombre que se había convertido en su razón de vivir. No había forma de ganar. Todo suponía una pérdida irreparable para Noa.
De manera que, aquel lunes, 5 de agosto de 2071, camino de la Aduana, en el deslizable de Óscar, Noa seguía sin saber qué es lo que debía hacer. Lo que sí tenía claro es que ayudaría a Isaac y a Ágata y, por supuesto, a su prometido, a salir de la urbe y llegar al punto de encuentro.
-Repítenos el plan, Noa –dijo Isaac, que lo había leído, escrito en la libreta de Óscar, cuando estaban en la casa, pero que creía que sería tranquilizador escucharlo a viva voz en la privacidad del deslizable de Óscar.
-Claro que sí, don Isaac -dijo Noa, sentada junto a Óscar. Y, a continuación, girando su cuello robótico ciento ochenta grados para hablar con Isaac y Ágata, quienes iban en los asientos traseros del deslizable, comenzó a explicar-. Llegaremos al aparcamiento de la Aduana; yo empezaré mi jornada como cada lunes; vosotros esperaréis escondidos en el vehículo.
-Las mascarillas de oxígeno disminuirán la sensación de agobio -aclaró Óscar-. Cuatro horas en el deslizable son muchas horas.
-¡Santo Dios! -exclamó Ágata, que era un manojo de nervios- ¿No nos verán dentro?
-Los crystales del deslizable son opacos, Ágata -le recordó Isaac-. Deja a Noa que prosiga...
Era sobrecogedor escuchar a Noa con una cara semejante a la de ellos y tan dulce, hablando con toda naturalidad, mientras que debajo de su barbilla lo que veían a través de los asientos traslúcidos era la espalda en lugar del pecho.
-Empezaremos la huida a la hora del almuerzo, en la que mis compañeros van a comer. A ninguno le extrañará que yo me quede, como muchos días lo hago pues...
-Noa no necesita comer -aclaró con retintín Óscar, recordando lo embarazoso de la comida del domingo, 21 de julio, cuando Ágata había servido un plato para Noa.
-Entiendo, hijo –dijo Ágata, que había captado la indirecta-. Sigue, querida.
-Pues bien -continuó Noa con una sonrisa-, a esa hora haré un breve corte en los sistemas de vigilancia y tendremos tres minutos exactos para ir del aparcamiento al andén del tubular de mercancía, que debe salir en la tarde en dirección norte.
-Más de tres minutos se consideraría una avería y vendrían operarios a revisar el sistema -añadió Óscar.
-Exacto... Entonces os esconderé lo mejor que pueda entre la mercancía del tubular y volveré a mi puesto de trabajo.
-¿Tú no vienes con nosotros? -interrumpió nuevamente Ágata, pues no había leído el plan de huida.
-Sí, sí... -reprochó Isaac resoplando-. Ahora viene, escucha...
-Sí, doña Ágata -dijo Noa-. Cuando mis compañeros vuelvan del almuerzo les diré que yo voy a ir a hacer una visita de inspección en alguna base del desierto aprovechando el viaje del tubular de la tarde y que retornaré con el tubular de la noche. Con ese pretexto montaré en el mismo tubular que vosotros, solo que en el vagón para funcionarios.
-¡Fantástico! -dijo Ágata, quien ya no aguantaba más la postura robótica de la cabeza de Noa-. ¿Puedes seguir contando el resto del plan mirando hacia adelante, querida, para ayudar a Óscar a llegar al aparcamiento?
-¡Mamá, tengo la dirección en mi pulsera vital! El deslizable nos lleva... -protestó Óscar avergonzado. Resultaba demasiado evidente cuál era el motivo de la sugerencia de Ágata.
-No te preocupes, Óscar -dijo Noa, e inmediatamente giró su cabeza robótica otros ciento ochenta grados, hasta dejarla en su posición habitual.
-Siempre ven mejor cuatro ojos que dos. -Isaac salía al rescate de su esposa, ya que él también estaba sintiendo nauseas por la mezcla de la tensión de la huida y lo de la cabeza de Noa-. ¿Qué haremos una vez que lleguemos a la base aduanera del desierto?
-Esa es la parte más delicada del plan -explicó Noa-. Normalmente hay tres funcionarios trabajando en cada base. Yo habré detenido el tubular con la excusa de que seguiré el trayecto en unos minutos, usando el tubular, para inspeccionar la siguiente base. Que mi inspección será rápida y rutinaria.
-Este es otro de los momentos críticos -advirtió Óscar, que conducía más lento para que diese tiempo a finalizar la explicación antes de llegar al aparcamiento.
-Sí -confirmó Noa-. Deberéis cronometrar cinco minutos con vuestras pulseras vitales y entonces podréis salir y subir al cajón de carga del primer deslizable que veáis aparcado en el hangar. El que quede más cercano al tubular.
-Ahí tengo yo una duda -confesó Isaac-. ¿No podemos ser vistos por un trabajador o por los sistemas de vigilancia?
-De eso me habré encargado yo al salir del tubular -lo tranquilizó Noa-. Le pediré al conductor que me acompañe; reuniré a los tres funcionarios conmigo; comprobaré el estado de limpieza y cuidado de las instalaciones y, finalmente, les pediré que reinicien los sistemas de vigilancia... Eso nos dará el apagón necesario para que salgáis del tubular y entréis al deslizable -concluyó Noa.
-¿Y entonces? -preguntó Ágata intrigada- ¿Quién conducirá el deslizable?
-Noa, mamá -respondió Óscar. Ya estaba aparcando en la plaza reservada para su prometida y el corazón le comenzó a latir al galope. Todo lo ideado comenzaría a ser una realidad en breve. ¿Sería tan sencillo como lo habían imaginado?
Noa prosiguió con menos ánimo en su voz, pues una tormenta de desasosiego comenzó a asomar en su pensamiento.
-Después de reiniciar el sistema de vigilancia le pediré al conductor que siga hacia el norte sin mí... Que yo volveré a Urbe Meridional en el último tubular de la noche porque debo hacer algo más, como parte de mi inspección: probar los dos camiones deslizables que descansan en cada base del desierto y que siempre han de estar en buenas condiciones, por si un tubular se avería y hay carga urgente que debe llegar a destino. En ese hipotético caso, dos funcionarios transportan la carga en los deslizables y un tercero queda de guardia en la base. Que pruebe los camiones no les extrañará, pues es parte de mi trabajo... Me montaré en el más cercano al tubular, donde estaréis escondidos en el cajón de carga, y conduciré por el desierto hasta que Óscar pueda tomar el volante sin peligro de ser vistos. Nos apretaremos los cuatro en la cabina y solo habrá que seguir la dirección que nos marque la pulsera vital.
-¡Es un plan brillante! -afirmó Ágata-. Solo nos falta una cosa...
-¿Y qué es, mamá? -preguntó Óscar nervioso, a la vez que señalaba la hora de su pulsera para que Noa se pusiese en marcha.
-Que oremos juntos, poniendo cada paso y detalle del plan en las manos de nuestro Padre –dijo Ágata muy solemne.
-¡Amén! -confirmó Isaac, y sin pensarlo dos veces cerró sus ojos e hizo una sentida oración, en susurros, para no llamar la atención; breve, mas echando mano de toda su fe y pasión al elevarla.
-Vamos allá -dijo Noa, una vez que todos hicieron suya la oración con un amén-. Espero que no se os haga eterna la espera.
-Aguarda un momento, cariño -la detuvo Óscar-. Aún no me has dicho si te quedarás con nosotros en la colmena de Los Inconformes o... -Óscar tragó antes de completar el pensamiento, pues se había resecado su garganta-. O volverás aquí... Con tus padres.
-Todavía... Todavía no lo he decidido, Óscar.
-Pero Noa, esto es para siempre... Si salimos así de la urbe no habrá marcha atrás -le recordó Óscar.
-¿Crees que no lo sé? Es lo que me ha atormentado los últimos días -confesó Noa-. Pero mis padres llevan toda la vida sufriendo por mí... Y si me quedo con vosotros seguirán sufriendo hasta el día de su muerte.
Si Noa hubiese tenido la capacidad de llorar con su cuerpo poshumano abundantes lágrimas hubiesen mojado la despedida. Mas solo podía llorar lágrimas secretas en su humano corazón.
Óscar se dio cuenta del gran dilema que afligía a su prometida y la tomó de su mano para acercar su cuerpo al suyo y besarla.
En el momento en el que los dos enamorados se abrazaban Isaac dijo algo que sí que hizo llorar a Ágata.
-Tranquila Noa. Si te quedas con nosotros en la colmena estoy seguro de que podréis casaros allí y en cuanto a lo de vuestro hijo... Los Inconformes están muy bien organizados, quizás hasta podáis adoptar...
Sin embargo, tanto Óscar como Noa ya habían renunciado a su sueño de ser padres; y Ágata perdía la esperanza de ser abuela en el mismo momento en el que Noa salió del deslizable y se oyó el cierre de la puerta. Ese golpe seco ponía todo su plan en marcha.
-Espero que esta decisión, de dejarlo todo e ir al encuentro de los sesasenios, Los Inconformes o quien sea que ha mandado los mensajes, merezca la pena -sentenció Ágata secando las lágrimas a la vez que hablaba-. Estamos pagando un precio demasiado alto, todos... Noa la que más.
Juan Carlos P. Valero.
CUENTO: EL DILEMA DE NOA
El dilema de Noa era el culpable de que no pudiera dormir los últimos cuatro días.
Aunque Noa era una poshumana, perteneciente al programa Pobladores de la Galaxia y su cuerpo de robot no necesitaba descansar, sin embargo, su mente humana seguía precisando del reposo de una noche de buen dormir. La única diferencia con un humano o un trashumano consistía en el hecho de que podía descansar la mente tumbada en la cama, sentada o de pie, apoyada contra una pared.
Poseer un cuerpo de robot tenía sus ventajas: nunca se cansaba físicamente; no tenía hambre; no necesitaba comer; no envejecía; nunca enfermaba; simplemente, ante cualquier avería, iba al taller que le prescribieran Los Arcanos.
Sin embargo, las desventajas eran igual de importantes: nunca podría tener un hijo de su propia sangre; sufriría al ver a Óscar, su prometido, envejecer hasta desaparecer sin poder acompañarlo en el viaje de todos los mortales. Ahora ella era una poshumana que no fallecería, a no ser que pidiera su autodestrucción a los inspectores del régimen; y, como consecuencia de todo esto, si Noa quería formar una familia duradera debía enamorarse de otro poshumano o de otro Poblador de la Galaxia, como ella; y si querían adoptar un hijo debería de ser robot.
La posibilidad de convertir a Óscar en poshumano no estaba al alcance de sus bolsillos, y por mucho que lo solicitaran a Los Arcanos sería prácticamente imposible obtener el sueño que perseguía todo mortal de finales del siglo XXI: el trasladar la mente humana a un cuerpo poshumano. Eso solo era accesible para una pequeña élite; para los demás no era más que una entelequia.
El caso de Noa había sido muy comentado en los años 50, después del Resplandor. Noa Briceño, funcionaria de Aduana al servicio de Los Arcanos había sido herida por robots policías que intentaban evitar el robo de un tubular de crystales.
El pánico se había extendido entre la población humana. Que un poshumano infalible, según el régimen, hubiese alcanzado con dos disparos a una trabajadora, en lugar de herir a los asaltantes inconformes, era difícil de justificar.
En esos tiempos, de inicios de dictadura, todavía quedaba algún periodista aislado que podía dar una versión diferente a la oficial, la de Los Arcanos. Mientras que el régimen totalitario había alegado que los proyectiles que hirieron a Noa procedían de las armas de los ladrones, la información que realmente caló en la opinión pública fue la de que se produjo un fallo en la programación del policía poshumano. Esas voces disidentes serían silenciadas en lo sucesivo, pero en los 50 la historia de Noa pasó a ser un grave perjuicio para la imagen redentora que quería proyectar el gobierno y para su agenda civil: dotar a los poshumanos de derechos similares a los de los humanos.
Lo que realmente había sucedido en aquella aduana en la que trabajaba Noa, y por qué le dispararon a ella y no a un inconforme, era un secreto que yacía en algún rincón de la memoria de la joven y que desapareció de su mente, para tranquilidad de Los Arcanos.
¿De qué manera quiso reconducir el gobierno lo sucedido? Lanzaron una campaña que inundó los medios de comunicación demostrando lo necesarios y beneficiosos que era los “hermanos poshumanos”. Limpiaron la imagen de la comunidad robot y en cuestión de meses ya nadie se acordaba de una pobre funcionaria de aduanas asesinada en dudosas circunstancias.
Pero su estrategia no quedaba ahí. Dejaron a Noa con vida, en un coma inducido, hasta que avanzó lo suficiente la ciencia como para poder trasplantar una mente humana a un cuerpo de robot. Cuando estas operaciones tuvieron éxito en un par de ocasiones en otras partes del mundo, entonces despertaron a Noa del coma y la poshumanizaron para que la joven fuese la primera Pobladora de la Galaxia de la República Ibérica. Los Pobladores podrían viajar por el espacio en busca de nuevos planetas donde habitar.
Y así fue como el 4 de noviembre de 2059 Noa volvió a nacer. Despertó en un cuerpo parecido al suyo, solo que sintético, mecánico, robótico... ¿Que si los humanos en cuerpos poshumanos conservaban el alma? Óscar opinaba que sí, y hasta lo apoyaba en las Sagradas Escrituras; pero Noa sintió que una parte de su espíritu murió en el tiroteo y que los tres años en coma la habían hecho envejecer tres siglos en su alma.
El plan de Los Arcanos con Noa era presentarla ante la sociedad como la primera mente humana en un cuerpo artificial. Volver a sacar a la luz pública su atentado, perpetrado por Los Inconformes, y mostrar la bondad infinita del Régimen al revivirla precisamente a ella como la primera Pobladora de la Galaxia de la península ibérica. Esta sería la prueba de que la inmortalidad del hombre y la conquista del Universo era posible y pronto una realidad. Noa era, en la estrategia de publicidad de Los Arcanos, un ejemplo vivo de que los hombres habían llegado a ser dioses y de que ya no necesitaban a un Creador.
El único problema para comenzar con todo ese proyecto que les había costado millones fue que Noa cayó en una profunda depresión. Ni todo el apoyo de sus padres ni los psicólogos que la trataron durante cuatro años ni las terapias a las que acudió ni todas las comodidades provistas por el régimen lograron sacarla de aquel estado de tristeza. Probaron con motivarla a través de un ascenso en Aduanas, de funcionaria a inspectora. Pero no hubo remedio. Noa parecía una muerta en vida. Rechazaba su morada humanoide y su condición de conejillo de indias. Renegaba de su posición de primera Pobladora de la Galaxia de la República Ibérica. Solo quería recuperar su vida de antes; y enfermar; y envejecer; y llegar a ser madre; y estar segura de que, algún día, si había Cielo, ella acabaría en él.
Se negó a trabajar. Se negó a aparecer ante las cámaras de Univernet. Se negó a promocionar la suscripción al programa Lealtad que acababa de lanzar el régimen arcano en el 63; y toda la inversión hecha en Noa hasta ese momento resultó un fiasco.
La joven pasó a ser todo un quebradero de cabeza para Los Arcanos. Hasta que apareció Óscar, su cuarto terapeuta en cuatro años y, como vinieron a descubrir más tarde, un viejo amigo de la infancia, pues habían coincidido de pequeños en un colegio de Urbe Meridional, hasta que los padres de Noa se mudaron de distrito.
Óscar la trató con el mismo rigor profesional que los psicólogos anteriores. La única diferencia consistía en que él era cristiano, pues Óscar, así como Isaac y Ágata, sus padres, aún conservaban una fe sesasenia y leían la Biblia de sesenta y seis libros en la intimidad de su hogar.
Óscar devolvió la esperanza a Noa. La ayudó a entender que seguía poseyendo un alma inmortal y la invitó a creer que todo lo que le había sucedido era porque Dios tenía un plan muy especial para ella, y que por esta razón estaba aún con vida. Noa y sus padres se aferraron a esa fe que les infundió el psicólogo y se suscribieron a una iglesia por ondas, de las de Summa Biblia, aprobadas por el régimen arcano
La mejoría de Noa fue notable. Pronto Óscar pudo darle el alta. Pero para ese momento, en el 2064, el régimen arcano ya tenía a otro Poblador de la Galaxia listo para exhibir como el nuevo hombre del milenio, que fusionaba lo mejor de la naturaleza humana y poshumana. Según el juicio de Los Arcanos remover el caso de Noa solo sería volver a poner en el foco de atención de la opinión pública un error de un robot policía, once años atrás.
La joven pudo mantenerse en el anonimato y seguir con su puesto de trabajo, como inspectora de la Aduana Oeste en Urbe Meridional. Eso sí, el pago de su trabajo, de por vida, sería el cuerpo artificial que ahora poseía.
Entre Óscar y Noa nació una relación que fue más allá de lo profesional. Primero fueron amigos que se veían únicamente a través de diadema. Tres años después, surgió el amor y se convirtió en un fuego que las muchas aguas de los prejuicios y de los temores ante lo desigual de sus naturalezas no pudieron apagar.
Ahora bien, tras cinco años de relación con Óscar, en aquel 2071 tan aciago, el dilema de Noa se había convertido en la encrucijada más oscura que hasta la fecha, en sus veintitrés años de vida humana y doce de robot, hubiese tenido que enfrentar.
De un lado estaba su amor a Óscar. Del otro, el temor a las consecuencias que podían sufrir sus padres si huía con Óscar en busca de Los Inconformes. Además, para mayor complicación, si era verdad lo del tiroteo, Noa estaría llevando a Isaac, a Ágata y a su prometido a vivir con los criminales que habían matado su cuerpo humano.
Cuatro días antes, el pasado jueves, 1 de agosto, los crystales de Isaac y Ágata habían recibido un nuevo mensaje. Era una ubicación en el desierto sur de la península ibérica. Y acompañando a la ubicación una sencilla frase:
PUNTO DE ENCUENTRO SOLO PARA SESASENIOS DE VERDAD.¡ATENCION!PASA LA UBICACIÓN A TU PULSERA VITAL URGENTEMENTE.DESAPARECERÁ EN POCOS SEGUNDOS DE TU CRYSTAL.
Efectivamente, a los pocos minutos se había producido el gran apagón. Todos los crystales de la República dejaron de funcionar. Fue un duro golpe para Los Arcanos; justo cuando habían conseguido volver a poner en funcionamiento a los pastores poshumanos, para que se reactivaran las iglesias arcanas, ahora Los Inconformes, en un nuevo atentado, bloqueaban los crystales.
Después de meditarlo un par de días, Isaac y Ágata resolvieron que harían todo lo posible por llegar hasta esa ubicación en el mapa, que Óscar había transferido del crystal de su padre a su pulsera vital segundos antes del apagón. Óscar no pudo conseguir que sus padres desterraran la idea de huir de Urbe Meridional, dirigiéndose a un punto perdido en el desierto. Por loca y arriesgada que resultara la decisión de Isaac y Ágata debía acompañarlos y correr la misma suerte que sus progenitores.
Noa, por su parte, podía ayudarles en su escape; pero cualquier opción para ella era nefasta. Si los acompañaba, en su búsqueda de la colmena de inconformes, sus padres podrían ser interrogados, acusados de traición y, sin duda, perderían su amplitud de diadema y sufrirían el acoso de los inspectores para siempre. Por otra parte, si Noa se quedaba y fingía hacer una existencia normal, perdería al hombre que se había convertido en su razón de vivir. No había forma de ganar. Todo suponía una pérdida irreparable para Noa.
De manera que, aquel lunes, 5 de agosto de 2071, camino de la Aduana, en el deslizable de Óscar, Noa seguía sin saber qué es lo que debía hacer. Lo que sí tenía claro es que ayudaría a Isaac y a Ágata y, por supuesto, a su prometido, a salir de la urbe y llegar al punto de encuentro.
-Repítenos el plan, Noa –dijo Isaac, que lo había leído, escrito en la libreta de Óscar, cuando estaban en la casa, pero que creía que sería tranquilizador escucharlo a viva voz en la privacidad del deslizable de Óscar.
-Claro que sí, don Isaac -dijo Noa, sentada junto a Óscar. Y, a continuación, girando su cuello robótico ciento ochenta grados para hablar con Isaac y Ágata, quienes iban en los asientos traseros del deslizable, comenzó a explicar-. Llegaremos al aparcamiento de la Aduana; yo empezaré mi jornada como cada lunes; vosotros esperaréis escondidos en el vehículo.
-Las mascarillas de oxígeno disminuirán la sensación de agobio -aclaró Óscar-. Cuatro horas en el deslizable son muchas horas.
-¡Santo Dios! -exclamó Ágata, que era un manojo de nervios- ¿No nos verán dentro?
-Los crystales del deslizable son opacos, Ágata -le recordó Isaac-. Deja a Noa que prosiga...
Era sobrecogedor escuchar a Noa con una cara semejante a la de ellos y tan dulce, hablando con toda naturalidad, mientras que debajo de su barbilla lo que veían a través de los asientos traslúcidos era la espalda en lugar del pecho.
-Empezaremos la huida a la hora del almuerzo, en la que mis compañeros van a comer. A ninguno le extrañará que yo me quede, como muchos días lo hago pues...
-Noa no necesita comer -aclaró con retintín Óscar, recordando lo embarazoso de la comida del domingo, 21 de julio, cuando Ágata había servido un plato para Noa.
-Entiendo, hijo –dijo Ágata, que había captado la indirecta-. Sigue, querida.
-Pues bien -continuó Noa con una sonrisa-, a esa hora haré un breve corte en los sistemas de vigilancia y tendremos tres minutos exactos para ir del aparcamiento al andén del tubular de mercancía, que debe salir en la tarde en dirección norte.
-Más de tres minutos se consideraría una avería y vendrían operarios a revisar el sistema -añadió Óscar.
-Exacto... Entonces os esconderé lo mejor que pueda entre la mercancía del tubular y volveré a mi puesto de trabajo.
-¿Tú no vienes con nosotros? -interrumpió nuevamente Ágata, pues no había leído el plan de huida.
-Sí, sí... -reprochó Isaac resoplando-. Ahora viene, escucha...
-Sí, doña Ágata -dijo Noa-. Cuando mis compañeros vuelvan del almuerzo les diré que yo voy a ir a hacer una visita de inspección en alguna base del desierto aprovechando el viaje del tubular de la tarde y que retornaré con el tubular de la noche. Con ese pretexto montaré en el mismo tubular que vosotros, solo que en el vagón para funcionarios.
-¡Fantástico! -dijo Ágata, quien ya no aguantaba más la postura robótica de la cabeza de Noa-. ¿Puedes seguir contando el resto del plan mirando hacia adelante, querida, para ayudar a Óscar a llegar al aparcamiento?
-¡Mamá, tengo la dirección en mi pulsera vital! El deslizable nos lleva... -protestó Óscar avergonzado. Resultaba demasiado evidente cuál era el motivo de la sugerencia de Ágata.
-No te preocupes, Óscar -dijo Noa, e inmediatamente giró su cabeza robótica otros ciento ochenta grados, hasta dejarla en su posición habitual.
-Siempre ven mejor cuatro ojos que dos. -Isaac salía al rescate de su esposa, ya que él también estaba sintiendo nauseas por la mezcla de la tensión de la huida y lo de la cabeza de Noa-. ¿Qué haremos una vez que lleguemos a la base aduanera del desierto?
-Esa es la parte más delicada del plan -explicó Noa-. Normalmente hay tres funcionarios trabajando en cada base. Yo habré detenido el tubular con la excusa de que seguiré el trayecto en unos minutos, usando el tubular, para inspeccionar la siguiente base. Que mi inspección será rápida y rutinaria.
-Este es otro de los momentos críticos -advirtió Óscar, que conducía más lento para que diese tiempo a finalizar la explicación antes de llegar al aparcamiento.
-Sí -confirmó Noa-. Deberéis cronometrar cinco minutos con vuestras pulseras vitales y entonces podréis salir y subir al cajón de carga del primer deslizable que veáis aparcado en el hangar. El que quede más cercano al tubular.
-Ahí tengo yo una duda -confesó Isaac-. ¿No podemos ser vistos por un trabajador o por los sistemas de vigilancia?
-De eso me habré encargado yo al salir del tubular -lo tranquilizó Noa-. Le pediré al conductor que me acompañe; reuniré a los tres funcionarios conmigo; comprobaré el estado de limpieza y cuidado de las instalaciones y, finalmente, les pediré que reinicien los sistemas de vigilancia... Eso nos dará el apagón necesario para que salgáis del tubular y entréis al deslizable -concluyó Noa.
-¿Y entonces? -preguntó Ágata intrigada- ¿Quién conducirá el deslizable?
-Noa, mamá -respondió Óscar. Ya estaba aparcando en la plaza reservada para su prometida y el corazón le comenzó a latir al galope. Todo lo ideado comenzaría a ser una realidad en breve. ¿Sería tan sencillo como lo habían imaginado?
Noa prosiguió con menos ánimo en su voz, pues una tormenta de desasosiego comenzó a asomar en su pensamiento.
-Después de reiniciar el sistema de vigilancia le pediré al conductor que siga hacia el norte sin mí... Que yo volveré a Urbe Meridional en el último tubular de la noche porque debo hacer algo más, como parte de mi inspección: probar los dos camiones deslizables que descansan en cada base del desierto y que siempre han de estar en buenas condiciones, por si un tubular se avería y hay carga urgente que debe llegar a destino. En ese hipotético caso, dos funcionarios transportan la carga en los deslizables y un tercero queda de guardia en la base. Que pruebe los camiones no les extrañará, pues es parte de mi trabajo... Me montaré en el más cercano al tubular, donde estaréis escondidos en el cajón de carga, y conduciré por el desierto hasta que Óscar pueda tomar el volante sin peligro de ser vistos. Nos apretaremos los cuatro en la cabina y solo habrá que seguir la dirección que nos marque la pulsera vital.
-¡Es un plan brillante! -afirmó Ágata-. Solo nos falta una cosa...
-¿Y qué es, mamá? -preguntó Óscar nervioso, a la vez que señalaba la hora de su pulsera para que Noa se pusiese en marcha.
-Que oremos juntos, poniendo cada paso y detalle del plan en las manos de nuestro Padre –dijo Ágata muy solemne.
-¡Amén! -confirmó Isaac, y sin pensarlo dos veces cerró sus ojos e hizo una sentida oración, en susurros, para no llamar la atención; breve, mas echando mano de toda su fe y pasión al elevarla.
-Vamos allá -dijo Noa, una vez que todos hicieron suya la oración con un amén-. Espero que no se os haga eterna la espera.
-Aguarda un momento, cariño -la detuvo Óscar-. Aún no me has dicho si te quedarás con nosotros en la colmena de Los Inconformes o... -Óscar tragó antes de completar el pensamiento, pues se había resecado su garganta-. O volverás aquí... Con tus padres.
-Todavía... Todavía no lo he decidido, Óscar.
-Pero Noa, esto es para siempre... Si salimos así de la urbe no habrá marcha atrás -le recordó Óscar.
-¿Crees que no lo sé? Es lo que me ha atormentado los últimos días -confesó Noa-. Pero mis padres llevan toda la vida sufriendo por mí... Y si me quedo con vosotros seguirán sufriendo hasta el día de su muerte.
Si Noa hubiese tenido la capacidad de llorar con su cuerpo poshumano abundantes lágrimas hubiesen mojado la despedida. Mas solo podía llorar lágrimas secretas en su humano corazón.
Óscar se dio cuenta del gran dilema que afligía a su prometida y la tomó de su mano para acercar su cuerpo al suyo y besarla.
En el momento en el que los dos enamorados se abrazaban Isaac dijo algo que sí que hizo llorar a Ágata.
-Tranquila Noa. Si te quedas con nosotros en la colmena estoy seguro de que podréis casaros allí y en cuanto a lo de vuestro hijo... Los Inconformes están muy bien organizados, quizás hasta podáis adoptar...
Sin embargo, tanto Óscar como Noa ya habían renunciado a su sueño de ser padres; y Ágata perdía la esperanza de ser abuela en el mismo momento en el que Noa salió del deslizable y se oyó el cierre de la puerta. Ese golpe seco ponía todo su plan en marcha.
-Espero que esta decisión, de dejarlo todo e ir al encuentro de los sesasenios, Los Inconformes o quien sea que ha mandado los mensajes, merezca la pena -sentenció Ágata secando las lágrimas a la vez que hablaba-. Estamos pagando un precio demasiado alto, todos... Noa la que más.
CONTINUARÁ.
Juan Carlos P. Valero.
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