CUÍDATE A TI MISMO 2
¡TEN CUIDADO!
Ten cuidado de la enseñanza
Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza...
...me pusieron a cuidar las viñas, ¡y mi propia viña descuidé!
Cantares 1:6 - DHH
Porque, evidentemente, no podremos cuidar la casa o la iglesia si hemos descuidado nuestra propia vida o la palabra.
Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios , la cual El compró con su propia sangre
Hechos 20:28 – LBLA
1. ¿Qué es un liderazgo maduro?
El que se sabe cuidar a sí mismo.
¿Qué es un liderazgo maduro? El que tiene al Señor como su fuente y sabe ir a la presencia de Dios, al trono, a beber; y ha desarrollado una total dependencia con el Espíritu Santo, que nos da el agua viva.
“¡Cuán preciosa es, oh Dios, tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
8 Se sacian de la abundancia de tu casa,
y les das a beber del río de tus delicias.
9 Porque en ti está la fuente de la vida;
en tu luz vemos la luz”. Salmo 36:7-9.
Entonces, ese liderazgo maduro sabe dar a la gente agua viva; dar de Cristo y provoca su sed. Pero nosotros no somos la fuente. Llevamos a los hombres a Jesús y les ayudamos a desarrollar una dependencia con el Espíritu Santo. Nosotros ayudamos a otros a conectarse con el Espíritu Santo que nos lleva a Cristo, que nos lleva al Padre. En definitiva, que no dependan de nosotros, sino que ellos tengan su propia relación con Dios.
2. Vamos a explicar qué significa “no tendrá sed jamás” (Juan 4:14).
Hay cátedras acerca de la sed. No es algo tan sencillo como a simple vista creemos. Podemos pasar semanas sin comer y sobrevivimos, pero en tres días sin beber morimos. En condiciones adversas, como en un desierto, podemos morir en cuestión de horas.
Al bajar el agua en la sangre, la sangre se espesa hasta el punto de la deshidratación y llega un momento en que el corazón ya no puede bombear, de manera que muere el cerebro por falta de riego sanguíneo.
Cuando perdemos líquido en nuestro cuerpo se activa un complejo sistema que alerta a nuestro cerebro de que debemos beber. En el caso del hambre llega un momento, en la debilidad, cuando perdemos hasta la sensación de hambre. En el caso de la sed no es así. Si morimos de sed tenemos la sensación de desesperación por sed hasta el fin. Por eso, en esto de la deshidratación, debemos cuidar especialmente a los niños y ancianos. Los niños están entrenando o desarrollando en su cerebro el centro de control de la sensación de sed. Mientras que los ancianos tienen ese centro de control algo desgastado. Y pueden estar deshidratándose sin darse cuenta.
También se puede morir por exceso de agua. Eso quiere decir que el agua no está fluyendo. Y es que, el agua en nosotros fluye. Es decir, me lleno y también me dreno. Eliminamos agua constantemente por el sudor, por la orina, también puede ser por hemorragias o vómitos, etc. Y ha de haber un equilibrio entre lo que bebo y lo que elimino. Ni más ni menos. El cuerpo debe mantener su proporción de agua. Porque de un exceso de agua también podemos morir. Es lo que se llama pokidipsia: una ingesta excesiva de agua que produce una inflamación cerebral. La pokidipsia es potencialmente mortal.
En lo natural debemos aprender a beber de ocho o diez vasos de agua diariamente -tengamos o no tengamos sed- para mantener el fluir o los niveles de agua. En lo espiritual debemos aprender, igualmente, a beber el agua de Dios, tengamos o no tengamos sed.
¿Qué es una vida espiritual madura y saludable? La que no espera a beber cuando tiene sed, sino que constantemente está hidratándose. Lo mejor es que no tengas sed jamás. Que, así como en lo natural, bebas el agua necesaria y no esperes a sentir sed para beber.
Lo ideal es que no tengamos sed, salvo excepciones: momentos de mayor demanda o de prueba. Después abundaré más en ello.
3. Todos tenemos cuatro tanques o depósitos que debemos cuidar: El cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu.
Hay actividades que me llenan y otras que me drenan. Y debo aprender a cuidar estos tanques o depósitos para no servir a Dios desde la sed, sino desde el equilibrio.
Le dice Pablo a Timoteo: “Cuida el depósito” (1ª Timoteo 6:20 y 2ª Timoteo 1:14). Y Pablo está convencido de que Dios lo va a ayudar a cuidar su propio depósito hasta el fin (2ª Timoteo 1:12). Guardar el depósito equivale a guardar lo depositado. Cuidar lo encomendado. Ser responsables y diligentes con lo que nos ha sido confiado.
¿Qué nos ha sido confiado? Timoteo podría contestarnos: la enseñanza; la palabra sana; el ministerio que recibí del Señor; la Iglesia; los dones que el Señor me ha dado; el Espíritu Santo… Y yo añadiré a toda esa lista: los bienes materiales; la familia; las relaciones; el propósito de Dios; y nuestra salud.
Como parte de la responsabilidad de cuidar la salud es necesario aprender a cuidar estos cuatro tanques o depósitos: el corporal, el mental, el emocional y el espiritual. Por cierto, estos depósitos están conectados entre sí. Cómo está uno afecta a los otros.
¿Qué es servir con equilibrio? Que haya un fluir del agua de Dios en mí. Mantengo los niveles. Hay un desgaste o me dreno, me vacío… Pero, diariamente, me cuido, bebo, me lleno… Eso es lo que hacía Jesús. Ahora veremos el ejemplo de Jesús.
Pero también hay un peligro: ministrar desde la sed y que entremos en un desequilibrio.
-Que corporalmente estemos cansados, enfermos.
-Que mentalmente estemos bloqueados, desgastados.
-Que emocionalmente estemos sensibles, colapsados.
-Que espiritualmente estemos débiles, sedientos.
Si ministro desde la sed entro en una deshidratación espiritual y puede ser mortal para cualquiera de nosotros: que enfermemos por esa debilidad y ya no podamos continuar sirviendo al Señor.
4. Nuestro ejemplo es Jesús.
Jesús, en el tiempo final de su ministerio, cuando más demanda había más buscaba al Padre. Iba al Monte de los Olivos a descansar y a orar. Y también iba a Betania a renovarse con buenos amigos, como Marta, María y Lázaro.
Jesús nos da ejemplo en todo, también en lo de cuidar el depósito, esto es, la salud integral: los cuatro tanques del cuerpo, las emociones, la mente y el espíritu.
El único momento de colapso, de sed angustiosa, fue la noche en la que iba a ser apresado. “Mi alma está muy angustiada hasta el borde de la muerte”. En ese preciso momento Jesús estaba siendo drenado violentamente y hubiera podido llegar a “morir deshidratado”. Pero fue al monte a reposar; a orar fervientemente; a resolver su conflicto mental en soledad; y necesitó amigos cerca, orando con él. Se llenó, se fortaleció y pudo cumplir con su misión.
5. Hoy nos debemos preguntar: ¿Qué me drena incorrectamente?
Hay un vaciarnos sano y necesario. Jesús dijo: “Virtud ha salido de mí” (Lucas 8:46). Nos debemos desgastar. Nos debemos cansar correctamente. Aquí vemos un ejemplo: virtud salió de Jesús. Y, además, esto nos muestra cuán consciente estaba Jesús de sus niveles de virtud, de ‘dunamis’.
‘Dunamis’ es la palabra griega para poder, energía, potencia o fuerza. Jesús sabía mantener su energía porque se renovaba en el Padre; se renovaba en la presencia de Dios.
Hay tres ejemplos de cosas que nos pueden drenar incorrectamente.
1. Abarcar más de lo que puedo: El mismo Jesús tuvo doce discípulos principales, en los que se centró; tres de ellos más cercanos. Y él, en su ministerio, no fue a los gentiles, solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel. No abarcó más.
2. Querer hacer lo que Dios no me llama a hacer o no tengo la habilidad de hacer: En 1ª Corintios 1:17 vemos que Pablo estaba muy consciente de a qué le había enviado Cristo. Dice, “Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el Evangelio”. Entonces, Pablo no quería desgastarse innecesariamente en aquello a lo que Dios no le había enviado.
3. Relaciones incorrectas: Pueden ser personas que me quieren hacer su fuente y, por lo tanto, me drenan. O que abren una brecha en mi fe o en mi integridad. Hay relaciones tóxicas, viciadas, que traen un desequilibrio a nuestras vidas. Cuidado con ellas.
6. Y, para terminar, ¿Qué es lo que me llena?
En lo natural debemos beber ocho o diez vasos de agua al día, dos litros, si estamos en modo inactivo. De 12 a 15 vasos de agua, 3 litros, en modo activo. Especialmente, si voy a practicar un deporte o hacer una actividad que sea exigente, como un trabajo duro, necesitaré un litro extra -500 mililitros antes de la actividad y 500 después- e incluso 150 durante el esfuerzo.
Igualmente, debo tener un cuidado constante de mi vida espiritual, mental, emocional y corporal. Y, sobre todo, en periodos más exigentes. En esos tiempos, como en la recta final del ministerio de nuestro Salvador, cuando hay más oposición o más demanda, debo beber más de la fuente.
¿Qué es lo que me llena? En los cuatro tanques:
-En lo espiritual: la oración, la palabra, la soledad con Dios, la vida de Iglesia…
-En mi mente: el entretenimiento sano, buena música, buena lectura, formación constante…
-En mis emociones: las buenas relaciones, practicar deporte, tener con quién desahogarme…
-En mi cuerpo: el descanso, alimentarme bien dormir suficiente…
En nuestra administración madura y responsable de los fosos y las fuentes está el secreto de un liderazgo que se mantendrá vigoroso hasta que el Señor nos llame a su presencia.
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