Por qué nos reunimos los domingos (N. C. #9)

Por qué nos reunimos los domingos
Nuevos Creyentes #9

POR QUÉ NOS REUNIMOS LOS DOMINGOS

La entrada triunfal a Jerusalén fue un domingo; la resurrección de Jesús fue en otro domingo (Juan 20:1); Jesús se aparece de nuevo a los discípulos en el día domingo (Juan 20:19), estando Tomás en el aposento, que es cuando Jesús le dice “extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”.

Estoy convencido de que el Señor quiso mostrarnos su preferencia por que nos congreguemos para adorarle en el primer día de la semana, que es el domingo. Quizás por eso mismo, porque es el primer día de la semana y es necesario que en todo el Hijo tenga la preeminencia (Colosenses 1:18). Las primicias son del Señor: Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas (Romanos 11:16).

Hace más de un siglo Archibald Alexander Hodge y John Charles Ryle escribieron un opúsculo sobre La importancia del día del Señor. He querido rescatar algunas de las ideas de este pequeño escrito con el ánimo de que reflexionemos en los beneficios de honrar al Señor los domingos, como todos los días, pero con especial dedicación. “Si le quitamos a un hombre su día de reposo, su adoración se quedará pronto en nada”, sentencia Ryle. ¿Por qué llega a tal conclusión? Para dar respuesta a esta cuestión me centraré, en mi soliloquio, especialmente en la parte del escrito que brotó de la pluma de Ryle. Nos deja perlas de razonamiento espiritual como esta:


Tanto si lo sabemos como si no, nuestro día de reposo es una de nuestras más ricas posesiones. Sé bien que hay algunas personas buenas que argumentan que “todos los días deben ser santos” para el verdadero cristiano, y sobre esta base desaprueban la santificación especial del primer día de la semana. Iría tan lejos como cualquiera en contender por “una religión de todos los días”, y en protestar contra un cristianismo de mero día de reposo. Pero estoy convencido de que, tomando la naturaleza humana como es, el intento de observar todos los días como un día del Señor nos daría como resultado el no tener un día del Señor en absoluto. Nadie sino un completo fanático, me imagino, diría que es erróneo tener tiempos asignados para la oración privada, sobre la base de que debemos “orar siempre”.

La importancia del día del Señor (J.C. Ryle)


John Charles Ryle (1816-1900) fue pastor en Liverpool y escritor cristiano. Su sucesor como obispo (F. Chavasse) lo describió como “aquel hombre de granito, con el corazón de un niño”.

“Me siento obligado a interceder en nombre del viejo domingo cristiano”, escribe el reputado ministro del evangelio. Lo que sigue es su defensa, cabal y bien fundada.

El asunto es de una importancia inmensa. No es demasiado decir que la prosperidad o el deterioro del cristianismo depende del mantenimiento del día de reposo cristiano. Derríbese la cerca que ahora rodea el domingo, y nuestras escuelas dominicales llegarán pronto a su fin. Déjese entrar la inundación de mundanalidad y búsqueda de placer en el día del Señor, sin obstáculo o impedimento, y nuestras congregaciones menguarán pronto hasta desaparecer. No hay demasiada piedad en la sociedad ahora. Destrúyase la santidad del día de reposo, y pronto habrá mucha menos.

La Escritura, la Historia y la experiencia se combinan todas para enseñarnos que deleitarse en la Palabra del Señor, en el servicio del Señor, en el pueblo del Señor y en el día del Señor van siempre juntos.

Hay cuatro puntos en relación con el día de reposo que requieren examen. Sobre cada uno de éstos deseo ofrecer unos pocos comentarios.


1. LA AUTORIDAD DEL DÍA DE REPOSO


La observancia de un día de reposo a la semana es parte de la Ley eterna de Dios. No es una mera ordenanza judía por un tiempo.

Hay cinco cosas que se dieron al padre de la raza humana el día en que fue formado. Dios le dio una morada, una obra que hacer, un mandato que observar, una ayuda idónea para ser su compañera y un día de reposo que guardar.

Tenemos un mandamiento entero entre los diez dedicado al día de reposo, y que es el más largo, el más completo, y el más detallado de todos (Éxodo 20:8- 11). Veo una distinción clara y amplia entre estos Diez Mandamientos y cualquier otra parte de la Ley de Moisés. Después de que el Señor la hubiera hablado (los Diez Mandamientos), el libro de Deuteronomio dice: “y no añadió más” (Deuteronomio 5:22). Encuentro la ley del día de reposo al lado de la ley sobre la idolatría, el asesinato, el adulterio, el robo y cosas parecidas. Soy totalmente incapaz de creer que estuviera destinada a ser la única que fuera obligatoria sólo por un tiempo.

¿Y la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo cuando Él estuvo sobre la Tierra? No puedo descubrir que nuestro Salvador jamás pronunciara una sola palabra para desacreditar ninguno de los Diez Mandamientos. Por el contrario, le encuentro declarando al comienzo de su ministerio que Él no vino para abolir la Ley sino para cumplirla. Le encuentro hablando once veces sobre el asunto del día de reposo, pero es siempre para corregir las añadiduras supersticiosas que los fariseos habían hecho a la Ley de Moisés en cuanto a su observancia, y nunca para negar la santidad del día. Él no deroga el día de reposo más que un hombre destruye una casa cuando elimina el musgo o las malas hierbas de su tejado.

En los escritos de los apóstoles no puedo encontrar ni una sílaba que enseñe que ninguno de los Diez Mandamientos haya sido desechado. Soy totalmente incapaz de creer que cuando los apóstoles hablaron de la Ley, únicamente se referían a nueve mandamientos, y no a diez.

Me dirijo a la práctica de los apóstoles, cuando se ocupaban de fundar la Iglesia de Cristo. Encuentro una mención especial de su observancia de un día de la semana como un día santo (Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2). Encuentro que uno de ellos habla del día como “el día del Señor” (Apocalipsis 1:10). Indudablemente, el día se cambió: se hizo el primer día de la semana en memoria de la resurrección de nuestro Señor, en vez del séptimo, pero creo que los apóstoles fueron divinamente inspirados para hacer dicho cambio, y al mismo tiempo sabiamente dirigidos para no hacer un decreto público sobre ello. El decreto sólo habría suscitado agitación en la mente judía, y ocasionado una ofensa inútil. Era mejor que el cambio se efectuara gradualmente. El día del Señor, en el primer día de la semana, era exactamente igual que un día de descanso después de seis días de trabajo, como el día de reposo en el séptimo día lo había sido.

Me dirijo, en el último lugar, a las páginas de la profecía incumplida. Encuentro allí un sencillo pronóstico de que, en los últimos días, cuando el conocimiento del Señor llenará la Tierra, allí habrá aún un día de reposo. “De día de reposo en día de reposo, todo mortal vendrá a postrarse delante de mí —dice el SEÑOR” (Isaías 66:23). Y cuando veo esto, soy totalmente incapaz de creer que Dios quiso que el día de reposo cesara entre la primera venida de Cristo y la segunda. Creo que Él quiso que fuera una ordenanza eterna en su Iglesia.

Mi firme convicción es que una Iglesia sin un día de reposo no sería una Iglesia según el modelo de la Escritura.

2. EL PROPÓSITO DEL DÍA DE REPOSO

El segundo punto que me propongo examinar es el propósito para el que se estableció el día de reposo.

El día de reposo es el mandato misericordioso de Dios para el beneficio común de toda la Humanidad. Fue “hecho para el hombre” (Marcos 2:27). No es un yugo, sino una bendición. No es una carga, sino algo misericordioso. Es buena para el cuerpo y la mente del hombre. Es buena para las naciones. Sobre todo, es buena para las almas.

El día de reposo es bueno para el cuerpo del hombre. Todos necesitan un día de descanso. Sobre este punto, en cualquier caso, todos los médicos están de acuerdo.

¡Los primeros buscadores de oro de California lo descubrieron pronto! Temerarios y profanos, como muchos probablemente eran; apremiados como estaban, sin duda, por la poderosa influencia de la esperanza de ganancia, aun así, descubrieron que un séptimo día de descanso era absolutamente necesario para mantenerse vivos. Sin él, descubrieron que al cavar en busca de oro sólo cavaban sus propias tumbas. Estoy seguro de que, si el cuerpo nos pudiera decir lo que quiere, gritaría en voz alta: “Acuérdate del día de reposo”.

El famoso filántropo Wilberforce declaró que solo podía atribuir su propia capacidad de resistencia a su observancia regular del día de reposo.

Un pueblo que regularmente descansa un día entre siete trabajará más y hará un mejor trabajo en un año que un pueblo que nunca descansa en absoluto.

Finalmente, pero no menos importante, el día de reposo es puro bien para el alma de hombre. El alma tiene sus necesidades tanto como la mente y el cuerpo. Está en medio de un mundo apresurado, bullicioso, en que sus intereses están constantemente en peligro de ser quitados de en medio. Para atender a esos intereses adecuadamente, debe haber un día especial apartado de los demás; debe haber tiempo regularmente para examinar el estado de nuestras almas.

Por regla general, hay un tramo de escalones que va desde “ningún día de reposo” a “ningún Dios”.

3. CÓMO SE DEBE GUARDAR

Hay dos reglas generales establecidas para nuestra guía en el Cuarto Mandamiento, y por ellas, todas las cuestiones deben ser decididas.

Una regla sencilla sobre el día de reposo es que debe guardarse como un día de descanso.

La otra gran regla sobre el día de reposo es que debe santificarse. No ha de ser un descanso sensual, carnal. Es vital que sea un descanso santo.

Ha de ser un descanso en que, en lo posible, los asuntos del alma sean atendidos, los asuntos del otro mundo considerados, y la comunión con Dios y con Cristo guardada. En suma, no se debe olvidar nunca que es “día de reposo para el SEÑOR tu Dios” (Éxodo 20:10).

Le digo claramente que, si no puede disfrutar de un domingo “santo”, el error no está en el día, sino en su propia alma.

4. LAS FORMAS EN QUE SE PROFANA

La última cosa que me propongo hacer es demostrar algunas de las formas en que se profana el día de reposo: de forma privada y de forma pública.

Cuando hablo de la profanación privada del día de reposo: Cuántos hacen del día del Señor un día para dar banquetes; un día para mirar sus cuentas y poner al día sus libros; un día para hacer viajes innecesarios y gestionar calladamente negocios mundanos; un día para leer periódicos o novelas; un día para hablar de política y chismes ociosos; un día, en suma, para cualquier cosa más bien que para las cosas de Dios.

Cuando hablo de la profanación pública del día de reposo me refiero a esas prácticas públicas y descaradas que saltan a la vista los domingos en el vecindario de las grandes ciudades. He visto con mis propios ojos cómo el día del Señor es convertido por las multitudes en un día de mundanalidad, un día de impiedad, un día de regocijo carnal y, con demasiada frecuencia, un día de pecado. Muestran claramente que están en la actualidad “sin Dios en el mundo”. Cada semana están declarando en la práctica: “No queremos a Dios: no queremos que reine sobre nosotros”.

ALGUNOS TESTIMONIOS AUTORIZADOS:

OIGAMOS LO QUE DICE BAXTER: “Ha sido la práctica constante de todas las iglesias de Cristo en el mundo entero, siempre, desde los días de los apóstoles hasta este día, reunirse para la adoración pública en el día del Señor, como un día apartado para ello por los apóstoles. Baxter sobre la institución divina del día del Señor, 1680.

OIGAMOS A CONTINUACIÓN A LIGHTFOOT:
“El primer día de la semana se celebraba en todas partes como el día de reposo cristiano”.

EL FAMOSO BLACKSTONE DICE:
“El santificar un día entre siete, como tiempo de relajación y refrigerio, así como también para la adoración pública, es de un servicio admirable al Estado, considerado meramente como una institución civil”. Blackstone’s Commentaries (Los Comentarios de Blackstone), vol. 4, p. 63.

UN LLAMAMIENTO FINAL

Organiza tu domingo de modo que tengas tiempo libre para meditar tranquila y sosegadamente en las cosas eternas. Evita la compañía que te lleva a hablar sólo de este mundo. Toma la Biblia que durante tanto tiempo has descuidado, y estudia sus páginas. ¡Hazlo, hazlo sin demorarlo una sola semana!

Me temo que el mundo se introduce, mucho más de lo que debiera, en los domingos de muchas familias respetables que van a la iglesia.

La pura verdad es que el quebrantamiento del día de reposo en la actualidad es una entre muchas demostraciones del bajo estado en que se encuentra la Iglesia.

Y yo digo para terminar: Jesús resucitó en domingo... ¡Adorémosle! Adorémosle siempre; solos, en familia y como congregaciones; pero, especialmente, el primer día de la semana. Honremos al Señor con las primicias. Las primicias de nuestra fuerza, nuestros bienes y nuestro tiempo (Proverbios 3:9).

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