Dios no puede forzar la voluntad del hombre o decidir por el hombre.
Un límite que es muy importante. Es un principio de Dios; una ley. Hemos hablado de que Dios es verdad. Este es su carácter. Aquí, en cambio, se nos revela un principio que Dios estableció. Esta ley está basada, por ejemplo, en el Salmo 115:16. “Los cielos son los cielos del Señor. Pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. ¿Qué quiere decir eso? Que Dios le ha dado autoridad al hombre en la Tierra, y que hay cosas que Él no va a hacer por los hombres.
Pensad un momento conmigo. Hay un sinvergüenza que está abusando de un niño. Si yo fuera Dios lo fulminaría al instante. Si yo fuera Dios mandaría a un ángel que acabaría con ese criminal al instante, porque es terrible lo que está haciendo. Pero Dios es justo. Si Dios lo hace así y detiene ese acto de maldad, impidiendo el sufrimiento de este niño, ¿por qué, entonces, no impide que Paco, que está en la barra del bar, y se está emborrachando, y que va a llegar a casa y va a maltratar a María, por qué no impide el sufrimiento en el caso de Paco igualmente? Se me ocurre que Paco, de repente, tenga asco por el alcohol; o que le fulmine un rayo. Y seguimos... Entonces, si actúa así a favor del niño y lo hace a favor de esta familia, impidiendo que Paco beba, ¿por qué no manda un ángel que se ponga delante de los terroristas que van a estrellar su furgón contra un grupo de personas en Francia? Y, en adelante, Dios lo hace en un caso y en otro caso... Por esta regla, de no hacer acepción de personas, ya lo tendría que seguir haciendo en todos los incidentes trágicos; debe impedir el sufrimiento en el mundo, para todos los hombres. De manera que, lo que Dios está logrando, realmente, es limitar la voluntad del hombre. Impedir que el hombre sea libre y decida por sí mismo. El hombre, por lo tanto, sería una especie de marioneta o de esclavo en manos de Dios. Quizás, tengo libertad para algunas cosas, pero en cualquier momento, si voy a hacer algo incorrecto, que me daña a mí o a otros, el Señor me lo prohibiría. Yo ya no sería completamente libre ni plenamente responsable de mi propia vida. Podría pensar: “Voy a ir con mi coche a 150 Km/h, porque si tengo un accidente Dios va a mandar un ángel que me salvará o va a hacer algo para salvar a otros de mi exceso de velocidad”. Pero lo que Dios dice es: “No, no... Para un momento, Juan Carlos. Yo tengo que establecer unos principios. Por cómo Yo soy... Y por respetar la voluntad del hombre. Tengo que establecer unos principios”, dice Dios. “Los Cielos son míos. La tierra se la he dado a los hijos de los hombres. Vosotros decidís qué vais a hacer con vuestra libertad; cómo usaréis vuestra voluntad... Debéis tomar, cada uno, responsabilidad”.
Ahora bien, eso no implica que Dios no obra. Claro que obra. Por ejemplo, Él constantemente llama a los hombres a actuar con sabiduría. Cada día ayuda a las personas que sufren. Constantemente intenta que su creación más amada, los seres humanos, se vuelva a Él.
Todo el mal de la Humanidad comenzó, precisamente, porque respetó la voluntad del hombre, pues cuando creó al hombre y a la mujer puso un árbol y les dijo que si en algún momento querían romper la relación con Él solo tenían que comer del árbol. Además, lo colocó en el centro de Edén, junto al árbol de la vida. ¿Qué era eso? Le estaba diciendo al hombre: “A pesar de que Yo te he hecho sin pecado, perfecto, si lo deseas puedes escoger pecar”.
Es lo que la Biblia llama, en 2ª Tesalonicenses 2:7, “el misterio de la iniquidad”. ¿Cómo puede ser que, en un cielo perfecto, en uno de los ángeles más preciosos y más sabios, la iniquidad fue hallada? Lucifer corrompió su sabiduría. Y si Dios sabía que Lucifer se iba a revelar, ¿por qué no hizo que desapareciera Lucifer, sin dejar rastro? Además, dado que es omnipotente, hubiese podido borrar de la memoria de los otros ángeles lo de la existencia de Luzbel; así, el problemita de Lucifer hubiese quedado como un error en el sistema, que se elimina, y nunca hubiésemos sabido nada más del asunto.
No fue así. Dios tiene límites en su proceder. Más bien, les dio libertad a todos los ángeles; y dejó que Lucifer murmurara y pusiese duda en los ángeles, para que decidieran si querían rebelarse o querían seguir siendo fieles. El misterio de la iniquidad: Dios no detuvo el pecado. Por el contrario, en esto del pecado mostró el colmo de su amor, de su misericordia, el colmo de su paciencia y bondad. Esto que parece para mal, lo usa para darse a conocer como Salvador y Dios de amor. Preparó a Jesús como el redentor y lo entregó para sanar la fractura ocasionada por el pecado.
En el Edén vemos de nuevo el misterio de la iniquidad, ya que el hombre caminaba con Dios, paseaba con Dios; un hombre y una mujer que eran amigos de Dios; sin embargo, se dejaron engañar por una serpiente. Y Dios lo sabía. Pero Dios les deja la puerta abierta, como diciendo, “si en algún momento quieres comer de ese árbol y tomar otro camino, ahí tienes el árbol”. Tal es el amor que Dios le ha dado al hombre que Él se limitó a sí mismo y no hizo un ser que solamente puede ser bueno, siempre bueno, y que no tiene otra opción. Hizo un hombre y mujer capaces de decidir, de ser libres, de elegir si querían ir por el buen camino o por el mal camino.
Igual sucedió con Caín. En el momento en el que iba a matar a su hermano, el Señor no apareció para detener su mano. Simplemente, le advirtió de que el pecado estaba a la puerta y lo codiciaba. “Tú debes dominarlo” (Génesis 4:7). Es como si le hubiese dicho: “Yo no puedo tomar la decisión por ti... Tú tienes que ver qué haces con el pecado”. Y, tristemente, se produjo el primer homicidio en la tierra. En ese caso fratricidio.
Entonces, Dios, en lugar de impedir, como nosotros pensamos, el sufrimiento, lo que hace es llamar a los hombres a que se reconcilien, para que ya no haya muerte ni abusos de niños ni más injusticia. Él nos va a ayudar a escoger el bien, pero nunca tomará la decisión por nosotros.
Salmo 115:16: “Los cielos son los cielos del Señor. Pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. Así que, Dios respeta las decisiones de los gobiernos y las decisiones de las familias y de cada uno de nosotros. Si explotan o no explotan esa bomba. Si quieren entrar o no quieren entrar en guerra. Si acaban divorciándose o van a luchar por su matrimonio... Por supuesto, hay ángeles que están ayudándonos. Y Dios siempre se ocupa en sanar a personas que han sido dañadas, y desea vendar las heridas del sufrimiento.
Estamos ante un quebradero de cabeza para muchos. ¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Pero las implicaciones de la respuesta son profundas. ¿Y si impidiera el sufrimiento? ¿Querríamos un mundo donde no hay opción de hacer otra cosa que no sea el bien? Entonces diríamos que Dios es un tirano y que, realmente, no somos libres.
Comentarios
Publicar un comentario