Consagración Absoluta
Dios no puede hacer nada en nosotros si nos reservamos el derecho de posesión de nuestra vida o incluso de algunas áreas.
Casi todos los días paso por unos terrenos donde hay dúplex a medio construir. Son más de veinte y sólo tienen la estructura hecha. Llevan así muchísimo tiempo para perjuicio del constructor y de los pobres compradores. Adelantaron su dinero y llevan años esperando una vivienda que no llega, a pesar de sus protestas y reclamaciones.
Seguro que cuando se terminen serán preciosos dúplex, en una zona muy bonita de la ciudad, y con una utilidad más que justificada. Sin embargo ahora son sólo un triste cuadro de algo incompleto, gris y feo, en un descampado mal aprovechado. No sé si algún día se terminarán o si siempre serán la imagen de lo que pudo ser y no fue. Pero la verdad es que encierran una gran enseñanza.
La causa de este problema es el derecho de posesión. A mitad de la construcción apareció un señor que decía que el solar era suyo y lo justificaba con papeles. El constructor tenía una escritura de propiedad porque se lo había comprado, al que era aparentemente, el dueño. Ambos alegaban, defendían y probaban que el terreno y lo que había dentro era suyo.
El caso lleva años en los tribunales y hasta que no se decida formalmente, allí seguirán esos dúplex inconclusos y ese triste cuadro.
Mientras en nuestras vidas no esté claro quién tiene el derecho de posesión de todo tendremos también muchos problemas.
Dios está edificándonos como casas espirituales (1 Pedro 2:5). Ni que decir tiene lo precioso y bello que queda todo lo que Dios edifica. Tampoco podemos dudar de la utilidad y valía de nuestras vidas en sus manos. ¡Qué provechosos podemos ser cada uno de nosotros como siervos de Dios! Pero Dios no puede completar su obra a menos que quede bien claro de quién son los derechos de posesión.
Yo me entristezco mucho viendo a cientos de cristianos que prometen, que tienen un potencial grandísimo y que son preciosos en el Señor, pero que tristemente están paralizados en su proceso de construcción. Se han quedado estancados por meses y años y se ven como ese cuadro anterior:
grises, inconclusos y desperdiciados. Y aquí no vale, querido hermano, lo que digamos, sino la realidad de lo que vivimos. Porque a veces oramos o cantamos: "Soy todo tuyo Jesús" o "Sin reservas ni condiciones". Pero la realidad es otra. Tenemos áreas reservadas o seguimos considerando nuestro cuerpo, nuestro tiempo, nuestras posesiones, etc. como nuestras.
¿De quién es el derecho de posesión de tu vida? ¿Ha quedado ese asunto ya sentenciado? El Dios justo lo tiene claro, porque te compró y no se le puede olvidar el precio que pagó: la sangre preciosa de su Hijo Amado (1ª Pedro 1:18-19).
El Tribunal Supremo para juzgar todos los casos, La Palabra de Dios, ya ha dado sentencia y ha dejado el caso resuelto: ¿o no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". 1ª Corintios 6: 19 y 20.
Sólo faltas tú por convencerte, y en gratitud y amor, consagrarte absolutamente con todo lo que tienes y todo lo que eres, al que Ya es tu Dueño.
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