Una poesía que pretende ser un guiño a mi tierra, con cosas que podían haberse vivido en cualquier barraca de Murcia en el siglo XIX.
Costumbrismo de la huerta con notas trágicas y alegres.
No apta para legalistas (amigos de fariseos).
POEMA: DE LA BARRACA AL RÍO
Llevando su carga andaba
un pobre labradorcico.
Por no tener no tenía
ni un triste borriquito.
Patatas, puerros, bajocas
en una saca metidos
y el lomo doblado de peso
con el pan para sus hijos.
Llegando el hombre a su puerta
le sale a recibir la Lola
y como pronto ya anochece
lo abraza y no abre su boca.
Recoge la poca siega
y se mete dentro de casa,
el agua hierve en la leña
el hambre ruge en la panza.
Los cinco hijos esperan
cerca del hogar tapados,
el de cuna desespera
porque no lo amamantaron.
Los mayores pelan habas,
el padre, mientras, se asea,
la Lola calma al pequeño
y los otros ponen la mesa.
-Ay, virgencica nuestra
-reza el Paco ya sentados-,
que abran pronto la escuela;
Padre, que das la lluvia,
gracias por la cosecha;
Jesusico de la huerta,
quita el dolor de la abuela.
Comen y Lola lleva
un plato de sopa a su suegra.
La Mari está en un ‘ay’,
pues el cáncer no la deja.
-Coma algo, doña Mari.
Verá que mañana mejora.
-¡Ay, hija, eso quisiera!
Pero no me pías que coma.
El dolor de mi barriga
me la tiene bien cerrá...
-Haga el esfuerzo, suegra,
una miaja bastará.
Después de acostarse todos,
entre suspiros y quejidos,
el Paco abraza a la Lola
y cuando duermen los críos...
-Nene, para ya con las manos,
¿es que te quedan fuerzas?
¿Te paecen pocas ocho bocas?
-Lola, no seas estrecha...
Madruga el sol con sus rayos,
pero Paco no se mueve,
soñando con nuevas tierras
cual mordido por la muerte.
-¡Paco! ¿Cómo te has ido?
-gritó Lola por la pena-
¿Cómo me dejas jodía?
¡Cinco hijos y una suegra!
Del susto el marido reacciona.
-¡Mujer, qué susto mas dao!
¡No me fui pa la faena
porque estaba mu cansao!
-¡Tía ara mismo pa el río!
¡Sinvergüenza! ¡Malnacío!
Que yo te daba por muerto
¡y está descansando el tío!
El labrador se viste deprisa
y agarra el saco vacío,
besa a su madre e hijos
y anda de nuevo al río.
Ahí tenía su huerta
lejos de la barraca
por si venía crecida
que no dañara la casa.
Llevando su azada andaba
el feliz labradorcico
un día más de fatiga,
pero sintiéndose rico.
Así son las gentes de Murcia: trabajadoras, humildes, alegres, luchadoras... Nos tachan de bastos, pero digamos mejor sinceros, o directos. Eso sí, con ganas de vivir, como el que más.
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