quete.
Yo debo confesar que, si hablamos de boda de cine, la nuestra fue un tanto película cómica. Ambos muy jóvenes y sin referencias, ya que fuimos la primera boda de nuestro ministerio de iglesias. Por ejemplo, fui a recibir a la novia a la puerta del edificio. Cuando Vanessa me vio, todo sonriente, con mi Biblia bajo el brazo y abriendo la puerta de su coche, me dijo entre dientes: “¿Qué haces aquí? ¡Vete para dentro!”. Recuerdo también que uno de nuestros invitados (un hermano de la iglesia, evidentemente feliz por nuestro enlace) saltaba constantemente, como los de la tribu africana de los Masai. Además, aplaudía tan fuerte que parecía recién salido de un psiquiátrico. El padre de Vanessa estuvo toda la boda en shock. Era la primera hija que se iba de casa. Y nuestros familiares inconversos no entendían el porqué de casarnos con veintiún años, de modo que nos miraban con cara de querer decirnos: “Pobrecicos... pensadlo bien”. Para colmo, el ministro que nos unía tenía un marcado acento colombiano (no tan común en España en los noventa), era de apellido Castro, y más de uno pensó que podía tener algún parentesco con Fidel y que, por alguna razón, en nuestra religión nos obligaban a casarnos jóvenes, así como en Cuba imponían otras cosas. Pero lo importante comenzó después de aquel 4 de abril de 1999. Si la boda fue algo cómica, nosotros hemos tenido que decidir qué clase de película queríamos vivir. ¿Una romántica? ¿Una comedia romántica? ¿Una tragicomedia? ¿O una tragedia sin más? Porque hay matrimonios que si se llevase su historia al cine protagonizarían una tragedia; o hasta una película de terror, con un final triste en lugar de feliz.
En este soliloquio me tomo la licencia de trazar un paralelismo con las producciones del séptimo arte, para afirmar que son seis las claves de un buen matrimonio.
1.- ¿Quién escribe el guion y quién dirige la película?
Es muy importante que los novios estén convencidos de que fue Dios quien los unió. Y que no solo los seleccionó para protagonizar esta historia, sino que tiene un plan, es decir, unos pensamientos de bendición para ellos. El guion para todo matrimonio se halla revelado en la Biblia, las Sagradas Escrituras. Si estudiamos el guion descubriremos cuál es el papel que corresponde al hombre, qué rol es para la mujer o los hijos y qué plan ha dejado el Creador para toda pareja: Jeremías 29:11-14. “Porque yo sé los planes que estoy escribiendo para vosotros declara el Señor. Planes y pensamientos de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza. Cuando oréis, yo os escucharé. Cuando me busquéis, me encontraréis. Estaré con vosotros y pondré fin a toda esclavitud”.
Dejemos que nuestro Creador lleve a cabo sus planes. ¿Cómo? Poniéndonos bajo su dirección. Que sea el director de nuestra historia. A nosotros nos ha funcionado. Cada día le pedimos: “Dirígeme, Señor”; y “enséñame cómo debo actuar en cada situación”.
2.- El presupuesto y el productor
La segunda clave para una buena película y también para un buen matrimonio: el presupuesto o los recursos. Es decir, el productor.
Seguro que los cónyuges sois dos grandes trabajadores. Pero hace falta algo más. Hay un mensaje que el Señor nos dejó en las bodas de Caná de Galilea, donde Jesús llevó a cabo su primer milagro. Cuando nos falten los recursos y no nos alcance para acabar lo que hemos iniciado, contamos con su ayuda. Nos van a sobrevenir problemas, como a todo matrimonio, pero aquella pareja de Caná de Galilea le pidió ayuda a Jesús y vieron un milagro de provisión. ¡Muchos de nosotros hemos comprobado su fidelidad y su poder en acción en medio de la necesidad! Él sigue transformando el agua en vino.
3.- Los protagonistas
Para una buena película y un buen matrimonio son claves losprotagonistas: los protagonistas sois vosotros. Nunca lo olvidemos. Es vuestra historia de amor. Vosotros la hacéis una comedia o una tragedia. Una peli de amor o una de terror. Hemos aconsejado a muchos matrimonios que han fracasado porque los protagonistas no se esforzaron lo suficiente. O uno de ellos fue egoísta. O porque han dejado de asumir cada cual su responsabilidad. Esto del amor en pareja es algo de todos los días. No es suficiente con el obrar de Dios. Ni con Dios y uno de nosotros. Es cosa de tres. Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente (Eclesiastés 4:2). Entonces, es algo nuestro, de ambos; y de Dios, que nos ayuda y que está por nosotros.
Cuando ambos tenemos voluntad de amar, de luchar el uno por el otro, de que nuestra historia tenga un feliz viaje y un buen final, nuestra familia será indestructible. El amor es más que emociones. El amor es voluntad. El amor es decisiones diarias. El amor es pacto.
4.- Entender quién es el villano
El villano no es mi pareja. Nos atrevemos a dar el paso de casarnos a pesar de que ya nos conocemos. Sabemos perfectamente que ninguno de los dos somos un villano. Que nunca se nos olvide. Yo tengo que recordar que Vanessa es un regalo de Dios, no mi enemigo; y que yo soy para ella una bendición. Debe haber una mutua admiración. Ella es mi heroína. Es fácil llegar a esta conclusión cuando he visto cómo me cuida, se esfuerza, me soporta, es fiel, etcétera. Pero también hay héroes que han acabado como el malo de la película, porque han escogido el camino fácil, de la desidia o de egoísmo.
En esta película hay un villano, pero no somos el marido o la mujer. Vemos al villano, desde Génesis capítulo tres, disfrazado de serpiente, atacando al primer matrimonio. Ese es nuestro enemigo en común. Nuestra lucha es contra Satanás. Él es quien quiere dividir y destruir. No se lo pongamos fácil. Una casa unida es invencible, pero una dividida no puede permanecer.
5.- La importancia de los secundarios
¿A quién le damos los papeles secundarios? Este sería el quinto consejo. La penúltima clave.
Nuestros hijos, cuando nacen, no tienen un papel secundario. Son coprotagonistas de nuestra historia. Pero, ojo, tampoco pueden relegar a los esposos a un plano secundario. No debemos descuidar nuestro amor ni olvidarnos de lo que representamos el uno para el otro.
Dicho esto, a quién damos los papeles secundarios es determinante. Los padres son apoyo, pero no pueden robar el protagonismo. Los amigos, hermanos y consejeros tienen un lugar importante y hemos de dar cabida a aquellas personas que fortalecen y que aportan belleza a nuestra historia.
De la misma forma, ser muy intencionales en alejarnos de aquellos que nos destruyen o, tal vez, no debilitan. Mejor que se queden fuera de nuestra película. Recuerdo un par de atentados contra mi matrimonio que, en lugar de terminar en tragedia o pesadilla, acabaron haciéndonos reír o uniéndonos más.
Uno fue cuando una antigua novia me escribió. Vanessa y yo le predicamos de Cristo. Obviamente no insistió en su deseo de saber qué tal estoy. En otra ocasión, una compañera de universidad me invitó a ir con ella un fin de semana a Barcelona. Me propuso un affaire (una infidelidad) poniendo la excusa de un seminario de Periodismo. Así está el mundo: ella casada y con hijos, y sabía que yo también tenía esposa y cuatro hijos. Ni siquiera contesté a su email y la borré de mis contactos. Inmediatamente se lo conté a Vanessa y se convirtió en una anécdota que, simplemente, nos unió más frente al villano.
El villano puede venir disfrazado de falso amigo en las redes sociales o de compañero de trabajo demasiado amable y atento. Esos personajes extraños no tienen lugar en nuestra historia. El matrimonio es la posesión más valiosa después de la salvación y junto a nuestros hijos. Cantares 4:12 lo llama un “huerto cerrado” y una “fuente sellada”. Si Adán y Eva le hubiesen dicho a la serpiente, que apareció en su huerto para destruir sus vidas y estropear su matrimonio, “¡Fuera de aquí! ¡No pintas nada en esta película!”, hoy la historia sería muy diferente. Ese es el celo (que no los celos) con el que debemos preservar nuestra familia.
6.- No confundir ficción con realidad
Por último, y para concluir con el símil, no cambies lo auténtico por ficción. Nuestro matrimonio no es ficción, es realidad. Realidad donde formar una familia cuesta mucho. Si nos herimos con palabras ofensivas, no es ningún juego. A menudo, ese daño tarda mucho en sanar. Nuestro matrimonio no es ficción; es una realidad en la que los problemas no desaparecen por arte de magia o con una frase bonita; hay que enfrentarlos. Pero hagamos el esfuerzo de que la realidad supere a la ficción.
Que sea mejor nuestra historia matrimonial que la boda de ensueño que deseamos tener o que tuvimos el día de nuestra unión. Que sea una de esas comedias románticas que nos gustan tanto, con amor genuino, buen humor y un final bonito. La vida es dura de por sí. No la hagamos nosotros más amarga al estar empeñados en protagonizar una tragedia. Quizás la razón por la que muchos se refugian en la ficción es porque su realidad es cruda y desabrida. Pero si tenemos al Señor en nuestras vidas, la historia en la tierra puede ser como una película a todo color, interesante, con sorpresas, giros celestiales y donde ganan los buenos y pierde el villano. Ese es mi deseo para tu matrimonio.
Recuerda: En la Biblia tenemos el guion, y lo más importante es que el Gran Director, Jesucristo, reine por siempre en nuestros corazones.
Comentarios
Publicar un comentario