Cuento: La chica más lista de clase

Cuento, La chica más lista de clase

 Un cuento para el que no se necesita mucha imaginación, pues plantea escenarios que perfectamente se podrían dar en la vida real”. Esta “vida real, alucinante, ridícula, por lo estrambótica, ilógica, por querer burlar hasta las leyes naturales, pero, de cualquier forma, el mundo que nos está tocando presenciar. 

 

La chica más lista de clase

Era la más lista de la clase, de eso no había ninguna duda. Merche destacaba por su inteligencia, su personalidad arrolladora y un sarcasmo, poco común en jóvenes de su edad, que solía usar como espada certera cada vez que quería ridiculizar a alguna compañera. A compañeras o a profesoras. Odiaba de tal forma el colegio María Concepción, donde estudiaba desde infantil, que en más de una ocasión había terminado en el despacho de sor Marta, la directora, acusada de irreverente. 
 

Explíqueme una cosa, sor Teresa dijo Merche un día, en clase de Ciencias Naturales-. Si Dios solamente creó a un hombre y una mujer... 
 

Sí, niña, Adán y Eva... –confirmó la profesora con resignación, ya que veía nuevamente la astucia de Merche desenvainada y lista para herir.

¡Eva y Adán, por supuesto! –retomó la palabra la alumna¿Para que Eva y Adán tuvieran nietos, a la fuerza, sus hijos, practicaron incesto? 
 

Merche, ese no es el tema hoy, no nos metamos ahí. Solo quiero que comprendáis cómo ciertos factores genéticos... 
 

¡Perdone, sor Teresa! Merche volvía a la carga y un murmullo mezclado con risas se apoderó de la clase. 
 

¡Silencio, niñas! ¡Pooor favoooor! exclamó la monja dando golpes con la regla en su mesa. 
 

Entonces, ¿mi hermano y yo podríamos formar una familia? preguntó Merche con sorna.  

 
¡Merche! ¡Ya está bien! ¡Tú sabes que no! ¡Y no pienso hablar hoy de Adán y Eva! explotó sor Teresa.

Profesora, solo quería aplicar lo de los genes a los primeros humanos... Quizás no es necesario preguntárnoslo ya que la Biblia no es más que un cuento para mentes simples y por eso usted no quiere contestar a mi duda La joven ponía de nuevo a la pobre maestra contra las cuerdas.  

 

Tras otro cuchicheo generalizado, las miradas de curiosidad se dirigieron hacia sor Teresa, quien caía cansada en su silla, haciéndose a la idea de que las lecciones de herencia genética podían esperar y que aquella mañana tendría que responder al desafío de Merche 

 

Si su padre no hubiese sido íntimo amigo de monseñor Gómez, el obispo, Merche Carrilero habría acabado bachillerato en el instituto público del pueblo donde se crio, 

Tres Cantos. 

 

A la universidad llegó becada y con matrícula de honor, como era de esperar en la chica más lista de clase, y acabó Derecho casi sin esfuerzo. Fue en esa época cuando Merche despreció la fe de sus padres y centró mucho de su tiempo libre en crear y hacer popular una asociación estudiantil que promovía el orgullo de ser ateos bajo el lema: No te lo creas, piensa 

 

¿Qué quieres hacer cuando nos graduemos? le preguntó Sonia, su compañera de pupitre, de habitación y con quien Merche estaba, además, manteniendo una relación sentimental.  

Creo que lo mío es la Política... Cambiar las leyes, avanzar en derechos para que niñas como tú o como yo no tengan que sufrir la imposición de la moral del mundo judeocristiano. Sí... Eso es lo que me gustaría hacer. 

 

Merche Carrilero llegó a ser consejera del gobierno de la nación y luchó con todo su ingenio, entre otras cosas, para ayudar a la OMS en su estrategia de que, de una vez por todas, se superase la visión binaria del género y el sexo. 

 

La ciencia, casi siempre, va por delante de nosotros y acaba dando la razón al sentido común dijo en rueda de prensa. Los conceptos de masculino y femenino, hombre y mujer, niño o niña, han hundido al género humano en un enfrentamiento de unos contra otros, discriminando casi siempre a la mujer y limitando lo que la persona es en base a simples diferencias exteriores. Pero nuestra sexualidad y la identidad de género son mucho más ricos y variables que lo que esa fotografía en blanco y negro nos ha presentado. El mundo de los hombres se acabó: un mundo diseñado por hombres, para la hegemonía de los hombres. Y es la hora del mundo de todos: mujeres, hombres, trans, queer, no binarios, pangénero, género fluido, andróginos o como quieran definirse... 

 

 Un año después, la recién nombrada ministra, Merche Carrilero, defendió la no diferencia entre hombres y mujeres desde su Ministerio de Equiparación, invirtiendo millones en campañas de divulgación, de reeducación, visibilización, así como en investigación. Su gran meta: el implante de útero en un varón para que pueda gestar vida humana, de manera que, del propio hombre, nazca un ser que, cuando tenga el deseo, decidirá qué quiere ser: hombre, mujer, las dos cosas, o, más adelante, todo lo contrario.  

Sin embargo, la que fue la chica más lista de clase comenzó a quedarse ciega a los cuarenta y cinco años. ¿La causa? Una enfermedad autoinmune llamada síndrome de Sjögren, que ataca a las glándulas lagrimales y que le comenzó a producir úlceras en las córneas. Algo sumamente doloroso.  

 

Señora Carrilero, si quiere mantener su vista deberá tratar sus ojos diariamente con este suero hecho específicamente a partir de sangre masculina explicó el doctor Menárguez con cierta ironía asomando por encima de su rigor profesional.  

 

¿Suero de sangre masculina? protestó la ministra ¿Es una broma? Sangre, plasma, han donado siempre, tanto hombres como mujeres.  

 

Pero no es igual la sangre de los unos que la de las otras repuso el doctor.  

 

¿Cómo que no? ¿Me quiere hacer creer que la sangre masculina es mejor? Los ojos de Merche, además de rojos por las úlceras, ardieron de indignación.  

 

Yo no le quiero hacer creer nada, doña Carrilero Ahora el especialista echó mano de toda su paciencia, sin dejar de hablar con la autoridad de su cargo. Debe usted saber que la sangre de los hombres contiene más hierro que la de las mujeres. Además, las mujeres producen anticuerpos en el embarazo y su sangre no sirve para hacer estos sueros ni para transfusiones especializadas. Es la sangre de un varón la que puede, por ejemplo, salvar la vida de un recién nacido que necesite una transfusión completa. No de una donante femenina, que en estos casos se descarta, así como para el suero que vamos a administrarle.  

La ministra se quedó pensando en el decreto ley que se estaba preparando para imponer en cualquier cuestionario la opción de no especificar el género. Por lo visto, tendrían que hacer una excepción en los centros de donación de sangre. 

 

Y... ¿Entonces? ¿Debo usar estas gotas cada día? dijo finalmente, tras un minuto de silencio.  

 

Si quiere seguir disfrutando de la vista, señora ministra, deberá hacerlo así, y dar las gracias a los donantes masculinos concluía el doctor Menárguez, y añadió. Por cierto, debe usted saber que fue por la sangre de un varón que fui sanado, yo también, de mi ceguera.  

 

¿Usted también tuvo esta enfermedad? Sintió curiosidad Merche. 

 

No, no... Una peor explicó el doctor, cerrando el expediente de su paciente. Mi enfermedad era el orgullo y el pecado de soberbia y creerme más sabio que otros, y muchas cosas más... Hasta que conocí personalmente a Jesús, el Cristo, y comprendí que su sangre se había derramado por mí, para salvarme. Creer en lo que representa ese sacrificio me pudo sanar de mi ceguera.  

 

¡Ya conozco esa historia, doctor! advirtió Merche Carrilero. Ahórrese el sermón...  

 

Solo quería darle la otra receta”. Por si algún día la necesita dijo el doctor Menárguez tranquilamente, mientras firmaba el informe con el que la paciente podría ir a la farmacia. Ha sido un honor llevar su caso.   Y así fue como la chica más lista de clase salió de la consulta pensando: Espero que nadie sepa esto... ¡Dar gracias a los hombres por seguir con mi vista! Pero ¿qué se habrá creído este doctorzucho? ¡Mañana mismo busco una segunda valoración!”.  FIN

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