Seis consejos para ser una familia bendecida

FAMILIA (EL REINO EN CASA) 

FAMILIAS BENDECIDAS:
SEIS CONSEJOS PARA UNA FAMILIA BENDECIDA

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JUAN CARLOS Y VANESSA


INTRODUCCIÓN

Consejos para una familia bendecida (I) 


Vamos a tratar, en este artículo, sobre buenos consejos para que tengamos una familia bendecida. Y comenzaré poniendo una base y con los dos primeros consejos.

Base para edificar una familia bendecida 


El Señor le dijo a Abraham (Génesis 12:3 y Hechos 3:25): “Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra”. Y esta promesa también se le confirma a Jacob, el nieto de Abraham: “En tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra” (Génesis 28:14). De manera que, la bendición para las familias de la tierra se anuncia desde el Génesis, desde el principio. No era solo para las tribus de Israel, no era sólo para las familias descendientes de Abraham, sino que el Señor escogió a Israel para, desde ese pueblo, bendecir a todas las naciones y llegar con su amor a todas la familias de la tierra.  

La familia siempre ha estado en el corazón de Dios, en el enfoque de su obra en la historia. Las familias de Latinoamérica, las familias de España, todas las familias de la tierra y las familias del siglo XXI, que necesitamos todavía más de Dios que en el siglo I, porque enfrentamos más maldad en el mundo.

¿Quién es esa simiente? Porque promete que “en tu simiente” serán benditas todas las familias... Gálatas 3:16 nos lo aclara: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”. Entonces, cuando dice en Génesis “y en tu simiente” hay que entender “y en Cristo serán benditas todas las familias de la tierra”. 

Tener a Cristo en el corazón es garantía de bendición para nuestras familias, para que podamos estar dentro del pacto, y ser parte de la bendición hecha a Abraham, Isaac y Jacob, que es para nosotros en Cristo. Sin embargo, puede que seamos de Cristo y no disfrutemos plenamente de su bendición en nuestra casa. El propósito de Dios es que se vea que estamos en bendición porque tenemos a Cristo. Así seremos un testimonio poderoso y llegaremos a ser bendición a otras familias que nos rodean. Pero hay algunos consejos que quiero darte (cosas muy prácticas) que son fundamentales para que la idea de nuestro Creador se materialice en nuestros hogares. 

Primer consejo:
UNA FAMILIA CON DIOS 


La primera clave es muy sencilla, pero de aquí parte todo: una familia con Dios. Dice el Salmo 127:1: “La prosperidad viene de Jehová”, y dice, “Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si el Señor no guardar la ciudad, en vano vela la guardia”. 

La familia fue creada por Dios. Que seamos familias, como la estructura primaria o nuclear de la sociedad, lo diseñó Dios. Dios no creó a un ser humano individual, sino que creó una familia; al hombre le dio una compañera, formó una familia, y ese era el plan: que aquella familia se multiplicara en más familias.

Pero hablamos de una familia diseñada por Dios y que debía permanecer en Dios para mantener su esencia y vivir en plenitud de bendición. Como el pez debía estar en el agua, las estrellas en el firmamento, los mamíferos en la tierra, los árboles enraizados, las aves surcando los aires, así también, la familia debía permanecer en Dios, porque de Dios salió.  

  1. Hay familias que hemos sido formadas en Dios

Él nos unió. Vanessa y yo empezamos un poco en forma apócrifa porque éramos muy jóvenes, nos enamoramos perdidamente, yo tuve claro “esta es la mujer de mi vida”, entonces la cortejé y... Me enamoré de ella, y ella de mí también. Pero dos años después, cuando se nos revelaron los principios del reino, entendimos que más allá del amor que nos profesábamos, debíamos pedir al Señor la confirmación de que éramos el uno para el otro. Y lo pusimos en manos del Señor quien nos confirmó que éramos el uno para el otro y finalmente nos casamos. 

Teníamos solo 21 años, pero con las cosas muy claras, eso sí. Estamos convencidos de que nos formó Dios, nos unió el Señor; pero sin Dios en medio no hubiésemos llegado a los 44 años, que tenemos ahora. Veintitrés años después, aquí seguimos enamorados, porque hemos permanecido en Dios. Jesús ha sido nuestro pegamento, y su Palabra nuestro fundamento. Dios ha sido el tercer hilo, “porque cordón de tres hilos no presto se rompe” (Eclesiastés 4:12). Por mi carácter, por su carácter, por cómo somos, probablemente, fuera del Señor, estaríamos uno en Kansas y otro en la Conchinchina. No obstante, aquí seguimos unidos por Dios, con cuatro hijos y con toda la ilusión, gracias a Quien nos unió.  

  1. Otras familias, sin embargo, como la familia, por ejemplo, de mis padres, llegaron a Cristo ya casados

Ellos no conocían a Dios. Quizás, muchos de mis lectores llegaron igual, ya casados o sencillamente juntos (como hoy en día se estila, que ni hay matrimonio de por medio). Mis padres estaban al borde de la ruptura, entonces, mi padre se convierte, le da su corazón enteramente al Señor, y mi madre se puso fatal. Creía que estaba perdiendo a su marido. Le dijo: “Mira, o dejas eso o me pierdes como esposa”. Y mi padre contestó: “Yo no voy a dejar esto, porque esto que he conocido es Dios; no es una religión, esto es lo más grande que existe y lo más importante... Yo te quiero, pero yo no voy a dejar a Jesús por nada del mundo. Nunca más voy a apartarme de Dios”. Entonces, mi madre pensó: “¡Guau! ¿Qué tiene que haber conocido mi marido? Yo sé que él me ama, y a pesar de todo está dispuesto a perderme”. Y de esa forma, por curiosidad, mi madre comenzó a leer la Biblia. Y cometió el error de seguir leyéndola. La Biblia es un libro altamente peligroso, te lava el cerebro, porque como está tan sucio te lo tiene que lavar sí o sí...  De manera que, mi madre también se convierte y le entregan su relación a Dios. Hasta hoy siguen unidos y enamorados. Sus hijos y nietos hemos sido testigos de que, si han permanecido juntos y en feliz unión tantos años, es por el Señor. 

¡Hay esperanza!


Entonces, ¿qué quiero decir con esto? ¡Que hay esperanza! Ya sea que te uniste bien o que te uniste de aquella forma en la que se hace en el mundo, hay bendición para tu familia, porque Dios ama la familia, porque Dios es el Dios de la familia, porque Dios detesta el divorcio. A menudo, solo uno en el hogar es el que le abre la puerta a Jesús, y por él o ella llega la Palabra, mantente firme, como lo hizo mi padre, no dejes a Dios por nada del mundo, pues por ti entra la Luz a la casa. A través de una sola persona, auténticamente convertida, el Señor puede abrir puede obrar y comenzar a moverse en esa familia.  


Como familias que tenemos a Dios, tomamos por fe la promesa del Salmo 127:1: en nuestras casas edifica a Dios, y por lo tanto no es en vano nuestro trabajo, nuestra espera, nuestros ayunos, invertir tiempo y esfuerzo en nuestras familias... nada de lo que hagamos es en vano, porque Jesús está en casa y Él la edifica con nosotros. ¡Hay futuro y hay esperanza! Y, estemos como estemos hoy, siempre hay margen de mejora. Todos podemos mejorar, y Dios quiere seguir edificando.  

  1. El Carpintero de la familia 


Es muy importante, recordar que aquellos que llegan al Señor casados y empiezan a pensar que se equivocaron, y que se tienen que divorciar y buscar a alguien de la iglesia, esa no es la voluntad de Dios. Dios odia el divorcio y debes seguir orando por tu pareja. Lo que Dios unió (porque las autoridades civiles son delegadas por Dios), que no lo separe el hombre. Es una unión que Dios sella. Él es experto en escribir recto en renglones torcidos. Él es experto en hacer que lo que no parece que va a vivir pueda revivir. A veces, cuando vienen mujeres y nos dicen: “Me equivoqué y me quiero separar de él”. No es así... La clave es hacer las cosas en Dios, y ganar a la manera de Dios. Otra tema es que haya motivos bíblicos para dejar a esa persona, por malos tratos o promiscuidad, etc. Pero en la mayoría de las situaciones el consejo es: “¡Tienes que luchar por tu matrimonio! ¡Tienes un pacto y debes confiar en que Dios es capaz de restaurar y de hacer que todas las cosas cooperen para bien!  


Aun cuando no andamos en su perfecta voluntad tenemos que dar un tiempo a su misericordia. Andamos en su misericordia, porque Dios tiene misericordia, y nos va llevando poco a poco a su perfecta voluntad y a que todas las cosas cooperen para bien. Él sigue siendo el carpintero y está deseando meternos en su taller y restaurar nuestras vidas. 

  

Por lo tanto, el primer consejo es que, para que seamos familias bendecidas, debemos ser una familia con Dios, y que el Señor desde el principio, o a mitad del camino, tenga cabida en nuestras vidas y sea el Rey de nuestra casa. 

Segundo consejo:
UNA FAMILIA CONECTADA A UNA CONGREGACIÓN SALUDABLE 


Esto siempre ha sido el plan de Dios. Nota cómo Israel, como nación, está compuesta por familias, casas paternas, tribus y por fin la nación de Israel. Así es la nación de Israel: dividida en 12 tribus; luego las tribus, que están divididas en casas paternas (por ejemplo, la casa de Aarón); pero entonces tenemos familias, que componen esa casa paterna. Israel es una gran familia compuesta por familias.  

  1. La Iglesia es una familia de familias 


Igual la iglesia: es una familia de familias. 1ª Timoteo 3:15 dice: “Para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”. Cada familia somos una casa, pero que pertenecemos a una casa más grande, la casa del Dios viviente. Y cada congregación somos una gran familia, formada por pequeñas familias. Y, de paso, te recuerdo, querido lector, que es imposible tener una iglesia saludable, como congregación local, si las familias están hechas un ocho, en bancarrota y llenas de problemas. Más bien, cuando las familias están fuertes, la iglesia está fuerte, porque nuestra congregación es la familia de las familias. “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19).  


Entonces, así como no nacen niños para cuidarlos en un orfanato, o para que los cuide “Papá Estado”, o para echarlos en un bosque y que crezcan solos, pues los niños deben estar conectados a una familia, y para tener vida saludable debemos estar conectados a una familia, de la misma forma, para que nuestro hogar, nuestra familia, esté bendecida hay una ley: debe estar conectada a una familia mayor, a una iglesia, a una congregación, pero, eso sí, una congregación saludable. ¿Y por qué una congregación saludable? Porque la iglesia y la familia son aliadas.  


En nuestra experiencia práctica no concebimos nuestro matrimonio sin ser parte de la Iglesia, porque nuestro matrimonio es edificado dentro de la iglesia. Servimos dentro de la iglesia, nos nutrimos o somos impartidos en nuestra congregación. Fuera de la iglesia nos enfriaríamos, o haríamos una especie de religión conformista, cómoda... Pero es que, lo que es peor aún, nuestros hijos se perderían. Hoy en día si no criamos a nuestros hijos dentro de una iglesia saludable, los perdemos.  


Las congregaciones deben tener edificación para los jóvenes y para los niños. Que los niños sepan que tienen amiguitos, que tienen un lugar donde aprenden, que se sientan felices de ir a la iglesia; y que los jóvenes digan: “Hay otros jóvenes con los que puedo hacer grupo y otros jóvenes con lo que puedo salir, entrar, lo paso bien, pero sobre todo estamos en un ambiente de Dios y somos edificados”.  

  1. Es muy importante que mis hijos aprendan a amar la casa de Dios

Entonces, para mí es muy importante que mis hijos aprendan a amar la casa de Dios. ¿Pero cómo van a aprender a amar la casa de Dios si su madre y yo no la amamos primero? Hoy en día, nosotros servimos a Cristo con nuestros cuatro hijos. Pero, para ellos no es “¡qué rollo, la iglesia!”, sino que ellos aman la congregación y están apasionados con servir a Dios. Tienen amigos en el Señor, saben que ser cristiano no es una rutina, o una monotonía... y en sus crisis de la adolescencia no han querido buscar baratijas afuera, cuando en la casa de Dios hay oro de Ofir. Yo mismo, como padre y como pastor, me hubiese cuestionado nuestra congregación si veo que mis hijos están aburridos, desencantados, no pueden hacer amigos y no tiene un ambiente de adoración donde Dios les toque, como campamentos con Presencia de Dios y reuniones semanales, etc. 

Una iglesia saludable pastorea a la familia


Una iglesia saludable es aliada con los padres para que nuestros hijos se conviertan en siervos de Dios.  


Debemos ser una familia bien integrada en una iglesia local, y en una iglesia local donde nuestros matrimonios sean cuidados y nuestros hijos también puedan crecer, servir a Dios y tener amigos. 


Nosotros hemos aprendido, en sentido muy práctico, que nuestros hijos pueden tener compañeros del instituto, del colegio, del trabajo... pero que su pandilla o grupo de amigos lo hagan en el Señor; que su grupo de referencia sea en el Señor. Porque cuando llegue el momento de crecer y tener pareja estarán en un ambiente bendecido. 


Por ejemplo, le decimos a Caleb (el menor, que tiene ahora 15 años): “Escucha esto, hijo. Hoy te vas a un cumple con los de tu clase; mañana te vas una comida; pasado mañana a un partido de fútbol; al otro a una excursión; después, es que han inaugurado una discoteca para adolescentes;  finalmente, en uno de esos cumpleaños te emborrachas por primera vez; otro día, hay una chica del grupo con el que vas que empieza a gustarte y tú a gustarle a ella... Y el cuidado que tú tenías ya lo has perdido... Poco a poco, poco a poco, empiezas a tener un compromiso con esos amigos y cuando te vienes a dar cuenta ya es tu grupo, es tu pandilla, y desconectas de la iglesia”. Y concluimos: “Caleb, puedes ir a algo puntual, pero debes diferenciar: son tus compañeros de instituto; tus amigos hazlos en la Iglesia”. En nuestra congregación tenemos grupos para ellos, para los chicos, para que lo pasen bien, que salgan, que entren, pero supervisados y en un ambiente de Dios; y el día de mañana cuando tenga edad de novia, que sea una novia en el Señor, temerosa de Dios, y que juntos van a servir a Jesús. 


Por eso es vital generar ambientes sanos dentro de la Iglesia. Luchemos por ambientes saludables, ambientes que den lugar a que nuestros hijos se lo pasen bien, pero donde haya protagonismo de la Palabra y la Presencia del Señor, que los vaya tocando y se enamoren de Jesús, como nosotros estamos también de Él enamorados.

  1. Honremos lo que se hace en la Iglesia


Otra cosa muy importante, honremos como padres lo que se hace en la Iglesia y a nuestros líderes. Nuestros hijos no van a recibir de ninguna vasija de la cual se habla o se murmura. Si tú estás hablando mal del líder de jóvenes, no va a recibir de él. Tus hijos aman lo genuino. Cuando hay presencia de Dios, ellos lo perciben. Nosotros, a veces, buscamos las formas, ellos buscan lo genuino. Y cuando lo genuino desciende de lo alto, tenemos que ser canales de bendición para nuestros hijos, traerlos a las reuniones, a la fuente, llevarlos a las reuniones y actividades. No hablar del liderazgo, por más que no estemos de acuerdo cien por cien con lo que se hace, porque hay que preservar la salud entre el grupo.  


Se ha hecho una cuenta entre adolescentes y casi todos los adolescentes, un alto tanto por ciento, tienen un buen concepto de Jesús. Tienen un interés y un respeto hacia Jesús, pero no lo conocen. No conocen la Biblia. No conocen a Jesús de verdad. ¡Mostrémosles a Jesús! La iglesia es un lugar donde podemos mostrarles a Jesús. No solo los padres, está demostrado también que mis hijos necesitan alguien que no sea yo, que se convierta en un referente, en una persona donde vean a Jesús dentro de la iglesia (diferente a papá y mamá). Eso sella la fe en sus corazones.  


Los adultos también necesitamos tener buenas amistades, aunque para ganar a la gente que no conoce a Cristo hemos de saber relacionarnos con los compañeros del trabajo, vecinos y primos y todo tipo de personas. Pero me refiero a tener amigos, como matrimonios también, y como hombres y mujeres adultos, tener cerca a esas personas que guardan nuestra espalda, que nutren nuestra fe, con las que podemos caminar, porque cómo van a caminar juntos si no están de acuerdo, soy compañero de los que le temen... Hay gente que también le teme como yo, y que, si estoy decaído, desanimado, me dice: “Hermano, no te he visto en la iglesia. ¡Ánimo, vamos! ¿Por qué no comemos juntos hoy?”. Si hay un matrimonio que nos da ánimo, quizás me llega más que la predicación, porque me está hablando con su testimonio, de su experiencia, con amor... “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmo 133:1). Somos familia, somos hermanos.

Tercer consejo:
UNA FAMILIA BIEN PASTOREADA 


Ahora quiero hablar de que los esposos somos pastores de nuestra casa. Es decir, además de que tengamos pastores en nuestra congregación que nos apacientan, nosotros somos los pastores de nuestra casa. Vanessa y yo somos pastores el uno para el otro, nos cuidamos mutuamente y cuidamos a nuestros hijos.    

  1. ¿Qué es apacentar?


Por ejemplo, el pastor se preocupa del pasto de sus ovejas; de que disfruten verdes pastos. Nosotros nos tenemos que preocupar del alimento en el hogar. ¿Qué estamos comiendo en casa? Si nuestros hijos están en la habitación, pasan horas en su cuarto y están alimentándose de cualquier youtuber o instagramer, o pasan horas en perniciosos sitios web o enganchados a quién sabe qué videojuegos, que más tarde no nos extrañe que brote rebeldía o una especie de adicción al mundo virtual.  

 

La adicción al mundo virtual produce una incapacidad para relacionarnos de forma emocional, física, mirarnos a los ojos, responder, saber escuchar, saber hablar... A menudo, los hijos de hoy miran a sus padres y contestan con un con guiño o monosílabos. Cuesta sacarles las palabras. No están acostumbrados a expresarse. Debemos enseñarles a que piensen en lo que sienten y que lo puedan expresar. Provocamos momentos y espacios para la comunicación. La mesa, por ejemplo. En el momento de la comida apagamos la televisión, dejamos fuera los smartphone. Es un tiempo de oro en familia. Nos hablamos, comunicamos, nos miramos a los ojos, preguntamos ¿cómo te ha ido hoy? Habla uno y el resto espera a que termine.  

 

La vida moderna nos está robando la capacidad de comunicarnos, de entendernos, de tocarnos, de mostrar interés. Un abrazo es muy poderoso. Necesitamos abrazar a nuestros hijos; estrecharlos en los brazos y mantener el abrazo. Como dice la psiquiatra Marian Rojas-Estapé, que se libera oxitocina, a partir de los ocho segundos de abrazo.  

 


Entonces, apacentar es saber cómo está nuestro rebaño. Dice en Proverbios 27:23: “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños”. El pastoreo es un cuidado constante. En lo natural, el pastor no llega un fin de semana cada tanto, da un montón de comida al rebaño, lanza cuatro gritos a las ovejas y se marcha hasta la próxima vez. Pastorear es llevar a cabo un cuidado diligente. Igual es el matrimonio: es cuidarnos constantemente, servirnos constantemente, ver cómo estamos. Vanessa es mi psicóloga y yo soy su psicólogo. Ella me anima cuando me ve bajo. Yo la animo. Gracias a Dios no solemos ponernos enfermos a la vez. Nos turnamos (parece mentira, pero a muchos nos sucede así). Ella ora por mí, y yo oro por ella. Nos cuidamos. Y eso también lo ven nuestros hijos. 


Nuestros hijos quieren tener un matrimonio, el día de mañana, igual o mejor que el de sus padres, porque se puede mejorar en muchas cosas, sin embargo, ellos saben que nos honramos, nos amamos y eso produce en nuestros hijos un respeto hacia lo que es una familia y un matrimonio. Apacentar a los hijos, de igual modo, es cuidarlos constantemente, saber cómo están, estar con ellos también.  

  1. La coherencia es muy importante en la casa


Creo que en este punto es muy importante hablar de la coherencia: ser coherentes; no voy a decirte una cosa y ser otra; lo que yo digo y quién digo que soy armoniza y con lo que realmente soy. La coherencia es muy importante en la casa. El marido para la esposa: no es que él afuera es de una manera y llega a casa y se transforma. O ella es tan paciente con todo el mundo, menos para su marido. Somos de una sola pieza, y lo mismo somos fuera que dentro. La túnica de Jesús era de una sola pieza y se la quisieron repartir a suertes para no rasgarla. Pues, debemos ceñirnos la vestidura de la dignidad de Jesús; eso es ser íntegros; una sola cosa.  

 

Mi esposa era rebelde de pequeña. Como hija de pastor sufrió decepciones en la iglesia, pero lo único que la mantuvo cerca de las cosas del Señor fue la integridad de su padre. Mi suegro, ya en el cielo, era un verdadero hombre de Dios y una misma persona fuera y dentro de casa. De forma que, cuando Vanessa aún no tenía temor de Dios, sin embargo, el hecho de fallarle a su padre la guardaban de no entregarse al mal camino. Ella no podía soportar la mirada de decepción de aquel santo varón de Dios. Porque él era coherente. De una sola pieza, como el vestido de Jesús.

Tener tiempo para la familia


Hemos de ser muy intencionales en el cuidado constante y en estar. Tener tiempo para la familia. Porque el nivel de estrés y de trabajo actual nos tiene a todos muy esclavos, y se nos va la semana. Empezamos el lunes y de pronto ya es sábado. Hay que ser muy intencionales a la hora de buscar tiempos. Por ejemplo, yo siempre le digo a los dos pequeños que lean su Biblia. ¿Pero si no nos ven a nosotros leer la Palabra con qué autoridad les exhorto a ellos? Entonces ¿qué hago? Me siento a la mesa, en el salón y les digo vamos a leer juntos la Biblia, y compartimos un capítulo. Por el Espíritu, de vez en cuando, compartimos ese tiempo de lectura. Les suelo preguntar: ¿qué hemos aprendido en este capítulo? Les enseño a leer la Palabra. No estoy esperando que venga un líder a hacerlo. Yo pastoreo mi casa primero. Muchos quieren ser pastores. Pues ahí tenemos nuestro rebaño y mucho trabajo, en casa.  Y si uno no cuida, no sabe apacentar su propia casa, ¿cómo va a cuidar la casa de Dios? (1 Timoteo 3:5).  

 

El otro día, por ejemplo, llevé a Rubén y a Caleb a cenar. Aunque no me sobra el dinero, invertí en ellos. Una cena sencilla, pero invertí un tiempo intencionalmente. Tampoco me puse con sermones. Hablamos de lo que a ellos les preocupa y les apasiona. Sin embargo, al rato empezaron a preguntarme, “papá ¿y tú, cuando eras joven?”; y acabamos en el espíritu. Empezamos a hablar de cualquier cosa, pero acabamos hablando acerca de los amigos, las influencias, las presiones. “Y tú, papá, ¿cómo lo hacías? ¿Cómo hiciste para vencer...?”. Yo les conté algunas experiencias y testimonios. Cuando volvimos a casa, andando, íbamos los tres llenos de gozo. Eso no se puede hacer todos los días, no obstante, cada tanto hay que sacar ese tiempo, ser intencionales para estar, para convivir... 

  1. Debemos volvernos a conquistar y a enamorarnos cada día


El otro día dábamos consejería a una pareja que llevan casados 13 años y estaban al borde de la ruptura. Los animábamos: “dejad a los niños con tu madre, o una cuidadora que paguéis; id a tomar un café; a cenar; o una noche de hotel; dale una sorpresa a tu esposa; invierte en tu matrimonio”. Parece que cesó el romanticismo, porque ya nos hemos conquistado el uno al otro. Más bien, debemos volvernos a conquistar y a enamorar cada día. A menudo, por ahorrar unas monedas o unos billetes, que no nos sacan de pobres, perdemos el cuidarnos y disfrutarnos como pareja. Y al final, acabamos gastando el dinero en psicólogos o en divorcios.  

 

Los maridos tenemos la capacidad de estar en casa con el cuerpo presente y la mente ausente. En nuestro propio mundo o en la cajita de no pensar en nada. Pero ¿de qué te sirve estar con tus hijos todo el día si no tienes la capacidad de tener una conversación, de mirarlos a los ojos, amarlos, hablarles de corazón a corazón? Dejando en negro sobre blanco que no somos amigos de nuestros hijos. Amigos tienen en muchos lugares; padre y madre solo tienen dos; o quizás, uno, por ser mamá soltera. Mi hija tiene mil amigas, pero a mi esposa le toca ser su madre. Hemos de ocupar el lugar que nos corresponde, tanto el padre como la madre. Somos los que los apacentamos, y nuestros hijos necesitan saber que estamos ahí, para darles ese cuidado de forma incondicional




CONTINUACIÓN

Consejos para una familia bendecida (II) 


Vamos a recapitular lo que hemos tratado hasta aquí:  

  • Una familia con Dios. 

  • Una familia conectada a una congregación saludable.  

  • Una familia bien pastoreada.  

Concluimos con tres consejos más


Esta es la segunda parte de este documento en el que te comparto un total de seis consejos para poder ser familias bendecidas. Al principio del estudio llegamos a la conclusión de que esa es la voluntad de Dios para todas las familias de la tierra. Solo que su bendición es “en Cristo”, es decir, por tener a Cristo como el rey de nuestros corazones y hogares (Gálatas 3:16 y Génesis 12:3). 

 

De manera que, el primer consejo es la base de todo, que seamos familias con Dios y en Dios, y sin esta realidad todo lo demás es prácticamente trabajo ímprobo. Pero ahora meditaremos en tres consejos más que serán sumamente prácticos.

Cuarto consejo:
UNA FAMILIA QUE VENCE  


En Zacarías 1:18-21, dice el profeta que vio cuatro cuernos y cuatro artesanos. Descubrimos que contra Israel vinieron cuatro poderes. Cuernos son poderes que destruyen, que dispersan. ¿Y qué es lo que el Señor provee para contrarrestar a esos cuatro cuernos? Cuatro artesanos.  

 

Me encanta la palabra artesano, porque la comunicación es un arte, llevar bien la economía, otro arte, y el sexo es un arte... Debemos convertirnos, no en artistas (suena un poco a farándula), pero sí en artesanos, esto es, en personas que saben manejar la comunicación, o las finanzas, y manejar la sexualidad, etcétera. 

 

Hay cuatro cuernos contra la familia, cuatro poderes: uno es la mala economía; otro es la comunicación deficiente; otro es la sexualidad dañada; y otro cuerno es la mala influencia de terceros. Pero hay cuatro artesanos que necesitamos en cada familia. Cuatro artesanos que contrarrestan: para la mala economía, la sabia mayordomía; contra la comunicación deficiente, convirtámonos en artesanos de la comunicación; para una sexualidad dañada, una sexualidad sin mancilla y según Dios; y frente a malas influencias de terceros, el artesano se llama tener aliados, y, al mismo tiempo, ser un huerto cerrado. 


  1. TIPS DE ECONOMÍA 


No podemos detenernos mucho, pero algunos tips que sí podemos dar en cuanto, por ejemplo, la economía. Vanessa tiene un don de administración maravilloso, mejor que el que tengo yo, pero eso no quiere decir que lleve la economía en solitario. Es muy importante la unidad. Quizás ella no me va a preguntar si compra la leche de tal o cual marca. Ahora bien, si se va a hacer un seguro privado de salud lo ponemos en común. Miramos juntos nuestro presupuesto. Estamos llevando la economía en comunicación, en unidad y por supuesto compartida: porque “ya no son dos, sino uno”. 

 

Si llevas la economía por separado, hay una brecha de desconfianza: la puerta del divorcio está abierta. Es como si pensaras: “si esto no sale bien, hay que tener a salvo las habichuelas”. En Cristo no debe ser así. Somos uno hasta que la muerte nos separe. Y hay que tener unidad: hablar las cosas y poner en común las decisiones.  



Otro tip de economía: Estamos en un tiempo donde hay que revisar los gastos. A menudo es difícil que entre más dinero, pero sí que es fácil que salga menos. Y hay muchas partidas que se pueden reducir en nuestros gastos. Por ejemplo, revisa el seguro del coche, revisa la factura de la electricidad, busca un mejor contrato de gas, consigue la membresía que te da el descuento de combustible... Revisa tus suscripciones mensuales a plataformas de streaming y otros servicios. Evidentemente, quizás puede mejorar la economía en casa por un trabajo nuevo, donde ganamos más. Pero también podemos ver que salga menos, revisar los gastos...  



  1. TIPS DE COMUNICACIÓN 


La comunicación es la base del matrimonio. Debemos convertirnos en artesanos de la comunicación, porque las relaciones son un arte.  

 

Muchas veces tenemos una película en nuestra cabeza, estamos viviendo una historia irreal y nos damos cuenta de que la otra persona no tiene ni idea de lo que pensamos. Nos hemos construido una idea en la mente y no tiene nada que ver con lo que está sucediendo realmente o con lo piensa nuestra pareja. Por eso, es muy importante hablarlo todo. El Señor me ha enseñado a conocerme y a entenderme. Y también mi pareja: ¿Quién nos va a conocer mejor que la persona que tenemos al lado? Y, a veces, vivimos el matrimonio con una coraza: que no vea mis debilidades; que yo no dependa de mi cónyuge; que si me deja no me haga daño... Así no se puede caminar. Hemos de andar con un corazón desnudo para el otro y con una verdadera entrega.  



Vaso más frágil


Entonces, tener una comunicación donde no nos ofendemos, donde no nos herimos, y no es necesario levantar un escudo protector o mecanismos de defensa el uno frente al otro, sino que, por el contrario, nos honramos. Nosotros nos tratamos como un vaso frágil. La mujer también tiene que tratar a su marido con ese cuidado, como si fuese un vaso frágil. Hablamos de nuestras cosas con sensibilidad, en un momento adecuado, y hablamos de cómo nos sentimos, de qué nos pasa... eso es sanador. Pidamos a Dios sabiduría. Tener una persona que te abraza y que te comprende es maravilloso.


Por otra parte, hay parejas que esperan la explosión de la convivencia para solucionar sus diferencias, cuando una conversación a tiempo, es decir, dedicarnos un tiempo para hablar de un problema, de lo que nos pasa, a tiempo, nos libra de la Tercera Guerra Mundial en casa. Pero aguantamos, aguantamos y, de pronto, todo estalla. Cuando todo se hubiese arreglado sincerándonos el uno con el otro. “Oye, me está fastidiando esto”. “Estoy mal por aquello”. “Necesito que hablemos de lo otro”. “¿Qué piensas tú de lo de más allá?”. Y, entonces, en lugar de ir acumulando problemas, vamos solucionando nuestras diferencias.

  1. TIPS DE SEXUALIDAD 


Un tip de sexualidad. Por ejemplo, algo tan sencillo como que a veces nos hemos descuidado el uno para el otro. Me refiero a mantenernos guapos, aseados, sin pelos en la nariz (estoy bromeando). Hay que cuidarse. Y hay mujeres u hombres que se descuidan, y se pierde el atraernos, esa química...  

 

Debemos cuidar con esmero nuestra vida íntima, y todo es sexualidad, porque si está bien la comunicación o si está bien la economía, eso repercute en tener un buen lecho. Por lo tanto, a menudo, la forma de sanar la sexualidad es sanar la comunicación o es sanar los problemas que tenemos de economía o las preocupaciones que tenemos con los hijos.  

 

El lecho sin mancilla, dice Hebreos 13:4, es el lecho sin contaminación. Pero el lecho en Dios, nuestra unión en el Señor, es satisfactoria, es plena, es precioso, es aprender a amarnos sin necesidad de la porquería del mundo, simplemente con la bendición de Dios, siendo el uno para el otro. ¿Pero cómo vamos a tener un buen lecho si solo somos compañeros de piso y nuestras relaciones son frías? Estamos en las antípodas, no nos arreglamos el uno para el otro y, por arte de magia, vamos a querer tener una buena intimidad. No es posible. 


La pornografía es terrible en el matrimonio, porque te hace ver la sexualidad de una forma fantasiosa, equivocada y deformada. Debemos manejar la sexualidad de una forma muy personal. La sexualidad no es sota, caballo y rey. Es un arte. Dios creó esta intimidad y, por lo tanto, tiene un origen puro: mutuo disfrute, sin mancilla. Pero lo que hace el mundo es distorsionarlo. La pornografía distorsiona la sexualidad. La pornografía es como si hubiera una tercera persona en la cama. Ensucia el lecho, porque trae fornicación a la relación y dice: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Hemos de aprender cómo es el diseño original para nuestro matrimonio, eso nos va a liberar de una mala sexualidad. 



  1. TIPS SOBRE LA INFLUENCIA DE TERCEROS 


Finalmente, malas influencias de terceros. El matrimonio es huerto cerrado (Cantares 4:12). Nuestros problemas no podemos abrirlos a cualquier persona. Si quieres hablar con tu pastor, o un consejero, está bien, anímate a pedir una ayuda externa. Pero lo de estar aireando los trapos sucios de tu esposo, o de tu esposa, y que lo sepa media iglesia, o tus amigas, los amigos, familiares, eso es destructivo. Profana el huerto y contamina la fuente. Más tarde, Dios restaura tu matrimonio, pero a los demás siempre se les quedará en mente lo que decías de tu esposo o de tu esposa. 

 

Entonces, debemos ser cuidadosos, no contar a cualquiera nuestras intimidades. Dios cela nuestra familia, y es algo íntimo y sagrado, es algo de dos. A veces, tenemos problemas en la familia y es porque la puerta está demasiado abierta y hay gente dice que hace o que dice y no construye. El que abre demasiado la puerta de su casa, dice un proverbio, busca su ruina (Proverbios 17:19). Hay que saber abrir y cerrar. Hay tiempo de cerrar la puerta y arreglar nuestras cosas; hay tiempo de recibir visitas, hay tiempo de no recibir visitas. Hay que abrir la puerta con sabiduría incluso para nuestros familiares, porque es común que seres queridos estén muy metidos en casa: los padres, los hermanos, los abuelos... ¿Vivimos en clan? ¿Un poquito, en tribu? ¿Y qué pasa? Que nos falta nuestro propio espacio.  


Nuestro hogar es un santuario, y hay gente que profana el santuario. Demos lugar a aquellos que saben respetar la santidad de nuestra familia. Debemos buscar aliados, es decir, gente que de verdad nos ayuda, suma, y que no daña el huerto, sino que nos ayuda a cuidar el huerto. ¿Hay alguien que está entrando en la casa y que está ensuciando la fuente? ¿Quizás afectando a los hijos, como una mala amistad? ¿O que está dividiendo a los esposos? Hay que saber cerrar la puerta y cuidar el huerto. Tú tienes que proteger a tus hijos hoy, porque mañana será un ahorro de dolor de cabeza.  

 

La casa debe ser un lugar donde llegamos y somos nosotros mismos. Y respiramos y descansamos y nos quitamos los zapatos. Y la casa debe ser ese lugar donde los hijos quieren regresar. Pero ese clima, ese ambiente, lo producimos entre todos. Claro que hay que saber recibir visitas y hospedar. Es bíblico, pero ¡cuidado! Cuando en casa tenemos niños pequeños, mucho cuidado, que en el primer huerto se coló una serpiente y nos engañó. ¿Qué hubiese sido de Adán y Eva si mandan a la serpiente fuera de su huerto? 

Quinto consejo:
UNA FAMILIA QUE SIRVE A DIOS 


¿Para qué fue creada la familia? Todo lo que es de Dios tiene un propósito. La familia fue creada para servir a Dios. Adán y Eva debían señorear, sojuzgar la tierra, ejercer dominio... Noé con su casa, construir un arca. También sirvieron a Dios Abraham, Isaac y Jacob. El plan de Dios con Israel comenzó así: no era una gran nación, sino un clan de setenta y dos personas, los que entraron a Egipto. Eran una familia, un pueblo pequeño. Sin embargo, familias que le servían a Dios: Abraham y sus descendientes serían una familia para guardar los caminos del Señor y servirle de generación en generación (Génesis 18:19).  

 

El propósito de Dios para todos nosotros es que nuestras familias sirvan al Creador, y si todavía tu familia no le sirve y solamente tú eres fiel a Dios quiero que sepas que a través tuyo se irán contagiando los otros. 

 

En el Nuevo Testamento tenemos a José y María: otra familia que servía a Dios. Jesús fue el primogénito, pero todos los hermanos de Jesús acabaron también sirviendo a Dios. Aquila y Priscila fueron un matrimonio apostólico. Y hay muchos ejemplos más. Vemos el diseño de Dios: que como familia le sirvamos a nuestro Dios y Creador, y que seamos de bendición a otras familias. Familias bendecidas que son bendición para otras familias. Nosotros somos, no solamente bendecidos para disfrutar, somos bendecidos para bendecir.  

  1. “Yo y mi casa serviremos al Señor”


Debemos decir como Josué, “yo y mi casa serviremos al Señor” (Josué 24:15) y hay que inculcar a los hijos (Deuteronomio 4:9-19): “Somos una familia que le sirve a Dios; podemos ser doctores, podemos ser mecánicos, podemos ser dependientas de supermercado, podemos ser limpiadores, podemos ser albañiles... Lo que sea. Pero ante todo vuestro padre es un siervo de Dios, vuestra madre es una sierva del Señor. Vosotros sois siervos de Dios. Vivimos para Jesús. El Señor nos creó, nos formó como familia y nuestro propósito es honrar y servir a Dios”. 

 

No hay nada más poderoso que familias que le sirven al Señor. Dios llama a las familias, y nuestro deseo debe ser el que nuestros hijos sean mejores que nosotros. Que se enamoren de servir a Dios. Vanessa y yo hemos tenido cuidado cuando nos hemos llenado un poquito de frustración; debimos parar y replantear nuestro ministerio preguntándonos, ¿qué estamos haciendo mal? Porque el ministerio tiene su carga, su peso y su precio. Pero queremos que nuestros hijos nos vean felices, no amargados, para que ellos también quieran servir a Dios. Si estamos siempre mal nuestros hijos, que no son tontos, dirán: “Yo no quiero esto para mí”. Como padres, hay problemas que podemos tener o diferencias entre nosotros, pero siempre hemos de cuidar y proteger el corazón de nuestros hijos, porque deben vernos servir a Dios con gozo y estar en la iglesia con alegría.  

  1. Esperar el tiempo de Dios


Uno de los problemas que tuve fue que, por mi celo, yo quería servir al Señor con mucha religiosidad, quizás también a una velocidad que mi esposa y mis hijos no podían seguir. Estaba arruinando mi propia casa. Curioso, queriendo servir a Dios estaba perdiendo mi casa. Entonces dije: “Vamos a hacer un acuerdo, Señor; yo te cuido tu casa, pero Tú me tienes que cuidar la mía. Quiero servirte, pero yo y mi casa; que entren conmigo en el arca”. Y me di cuenta de que Vanessa llevaba su proceso y que tenía que respetar el proceso de Dios con ella. Y nuestros hijos igual, ellos llevan su ritmo. Si tú le metes demasiada presión, más de lo que pueden sobrellevar, los dañas. Indudablemente, se trata de actuar con sabiduría. Si corro mucho, he de bajar mi velocidad, o si ella corre mucho, bajar un poco, con tal de ir juntos, avanzando a la par. 

 

Tiene mucho que ver con esperar el tiempo de Dios. El Señor tiene un tiempo para cada miembro de nuestra familia. Ahora tengo cuarenta y cuatro años; no soy el mismo de cuando tenía veintiuno, veintiocho o treinta y cinco. He vivido un proceso y no puedo pretender meter en la cabeza de mi hijo o de mi hija toda mi sabiduría. No sucede así. Debo esperar que ellos también vean y entiendan. Y mientras, no los juzgo; si tengo que dar un consejo se lo daré; y, poco a poco, con la madurez, nos van a ir preguntando: “Papá, ¿qué pasó en tu vida?” “Y ¿qué hiciste para superar esto o aquello?”. 

Contar nuestra historia


A menudo, Vanessa y yo les contamos nuestro camino y muchas cosas que hemos vivido, porque tenemos que aprender a narrar nuestra historia. Es algo muy poderoso. ¿Qué le aconteció a Josué, después de la conquista? ¡Que no contaron su historia! Y surge una generación que “no conocía al Señor, ni la obra que él había hecho por Israel” (Jueces 2:10). Tienes que contar tu testimonio a tus hijos. Tus hijos han de conocer cuál es tu historia. Tienen que saber de los milagros que Dios ha hecho por nosotros. Porque, a veces, damos por sentadas tantas cosas... ¡Vamos a contarlo, de corazón a corazón! Yo le digo a Rubén: “Hijo, yo también he sido muy inconstante. He luchado contra la inconstancia. Siempre peleaba contra el doble ánimo y me ha costado mucho vencer, pero ¿sabes? Dios me ha ayudado y me ha dado constancia. Y te entiendo perfectamente, Rubén, que tienes un día bien, otro mal... No te preocupes, poco a poco vas a madurar”.  

  1. Afirmemos lo de Dios y acompañemos en el proceso


El afirmar lo de Dios unos a otros es algo fundamental: cuando confesamos lo que Dios es y puede hacer en nuestro corazón. Declara que tu mujer va a ser una sierva de Dios. Dile: “Yo sé que Dios va a hacer grandes cosas contigo. Tienes mucho para dar”. A veces es llamar a las cosas que no son como si fueran. Y a nuestros hijos: “Tú eres un profeta”. O “eres una sierva de Dios”. “¡Tú eres tan especial, hijo mío!”. Al afirmar su identidad en casa no buscarán la afirmación fuera. En casa debemos sentirnos valorados.  

 

Eso sí, yo no soy el padre de Vanessa ni ella es mi madre. Aunque nos podemos dar un consejo, pero debemos dejar a Dios que haga su obra de paternidad, y nosotros simplemente acompañar. Esta semana hablaba con una parejita en la que la esposa esperaba en su marido el summum del romanticismo, pero ella era como la señorita Rottenmeier, todo el día encima de él para corregirle. Así es imposible que él actúe hacia ella como un esposo que la hace sentir una mujer amada y cuidada. Porque parece que está casado con su madre. Y puede suceder igual en la otra dirección. Entonces, tú no eres su madre ni él es tu padre. ¡Es Dios! Y todos estamos en un proceso de madurar y ser mejores, en el que nos podemos ayudar unos a otros. 

Sexto consejo:
UNA FAMILIA QUE TOMA BUENAS DECISIONES 


Necesitamos sabiduría. Podemos perturbar nuestra propia casa cuando tomamos malas decisiones; y nuestros hijos pagan las consecuencias. Se trata de que consultemos juntos al Señor. Que busquemos la guía de Dios. Cuando queremos hacer la voluntad de Dios, Él nos ayuda.  

  1. Decisiones ganadoras


Hay decisiones ganadoras y hay decisiones que suponen un retroceso. Por ejemplo, recuerdo cuando estábamos como misioneros en Bolivia y Vanessa me decía: “Juan Carlos, tenemos que cambiar de casa...”. Y Dios me dijo: “Escucha a tu mujer en lo que dice, ella está velando del bien de la casa y su consejo es el sabio”. Yo no lo veía, porque ya estábamos acomodados,  y nos costó encontrar estabilidad. Ella me decía: “necesitamos dar este paso, es estratégico”. Finalmente dimos el paso y supuso un antes y un después. Fue una decisión ganadora.

  1. Decisiones que son un retroceso

 

Pero también hemos tomado decisiones que han sido un retroceso; decisiones por las que hemos empezado empresas o hemos caído en deudas, y nos hemos metido en donde Dios no nos ha llamado. Resultado: nosotros y nuestros hijos hemos pagado las consecuencias... Hemos perturbado nuestra propia casa. 

 

Proverbios 9:1 dice: “La sabiduría ha edificado su casa”. Proverbios 11:29: “El que turba su casa heredará viento, y el necio será siervo del sabio de corazón”. Proverbios 14:1: “La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba”. Proverbios 15:27: “Perturba su casa el que tiene ganancias ilícitas, pero el que aborrece el soborno vivirá”.  

 

Quizás aceptas un trabajo y parece que vas a ganar más, pero es algo ilícito, o es una esclavitud. Has ganado más dinero, no obstante, ¿para qué? Para desaparecer y ser un esclavo moderno. Proverbios 31:27 dice de la mujer virtuosa: “Ella vigila la marcha de su casa y no come el pan de la ociosidad”. Eso es sabiduría. 

  1. Decisiones marcan destino


Juntos, tomemos buenas decisiones. Las prisas son un problema. Debemos pararnos y comprender que, a menudo, un cambio de instituto puede salvar a nuestros hijos. O, quizás, una decisión de movernos de congregación, o no movernos de congregación, también marca un antes y un después. Puede ser que, yendo bien, de repente, un desvío nos trae desdicha. Hay que arrepentirse y regresar al camino. En otros casos, es el momento de hacer algo y estamos postergando una decisión, porque no queremos movernos, y ¡sí! ¡hay que salir de ese mal barrio! ¡o cambiar de trabajo!  

 

Decisiones marcan destino. Una familia que toma buenas decisiones, buscando la guía y la sabiduría de Dios será una familia bendecida, que progresa y avanza.

 

CONCLUSIÓN


Hemos comenzado esta enseñanza con el salmo que reza: “si el Señor no edifica la casa todo es en vano” (Salmo 127:1). Y tenemos el honor de contar con el Señor como el arquitecto y constructor, que edifica nuestras familias. Por ese motivo, Él está invirtiendo muchos recursos en nosotros, para enseñarnos y edificar nuestras casas. Ya sea que Dios comenzase la edificación desde el primer momento o que le hemos dicho “ven” a mitad del camino, para restaurar una familia que se desmorona, que está dañada, de cualquier forma, Él es el Dios que bendice a las familias de la tierra. A través de su simiente, que es Cristo, serán bendecidas las familias de sus hijos. 

 

En este documento te he transmitido seis buenos consejos. Los repasamos: ¿Cómo ser familias bendecidas? Solo así, siendo... 

 

  • Una familia actuando con Dios.  

  • Una familia conectada a una congregación saludable.  

  • Una familia bien pastoreada.  

  • Una familia que vence.  

  • Una familia que sirve a Dios.  

  • Y una familia que toma buenas decisiones.  

 




Terminemos con una oración (si puedes hacerla con tu cónyuge, pareja o toda la familia mucho mejor):


“Señor, te damos gracias. El hogar y las familias no son invención del hombre, ni es un producto de la religión o de los políticos. Es creación del Creador. Porque Tú eres un Dios que ha vivido eternamente en familia: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y creaste a las familias para relacionarnos, para servirte y para ser felices. Sana todo matrimonio debilitado. Restaura la comunicación, la sexualidad, la salud económica... No hay problema tan grande que con tu gracia no podamos vencer. No hay un poder destructivo que el Artesano de los artesanos,  el Carpintero, no pueda neutralizar, porque Tú amas el hogar. Gracias, Señor, porque nos has hablado de muchas cosas y todas ellas son importantes. Las guardamos en el corazón y te pedimos la gracia para vivirlas. En el nombre de Jesús. Amén”. 


Consejos para una familia bendecida

Juan Carlos Parra y Vanessa Vergara

Tienes más información en el blog:

https://www.pastorjuancarlosparra.com/


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