Poema: Lágrimas

Poema, Lágrimas,
Las lágrimas del mundo

Lágrimas del mundo, que llenáis los mares de siete tierras.

Lágrimas robadas al corazón tierno, que descubre pronto que se nace llorando y se muere con ojos mojados.

Lágrimas de pura tristeza, de rabia, de impotencia, de desamparo...

Gritos silenciados que claman más fuerte que un millón de torrentes.

¡Cómo quisiera veros enjugadas, y que fueseis cambiadas por lágrimas de sorpresa, de alegría, de alivio, de “mereció la pena”!

 

Os contemplo en el silencio, porque llorar avergüenza, casi siempre, y me pregunto:

¿Quién te ha golpeado el alma?

¿A quién le diste tu confianza y resultó ser traidor?

¿Por qué lloras, madre? ¿Por qué contienes el llanto, padre?

¿Qué te ha desbordado, rudo luchador, que ya no puedes seguir hablando y se amontonan las palabras, y enrojecen tus mejillas?

¿Tendrá Dios una redoma gigantesca?

¿Llevará la cuenta de tantas desgracias, de los eternos suspiros, de los aullidos de rabia?

 

Las peores lágrimas, las que más escuecen, las que más corroen y envejecen, son las que nunca nacen, las que la cuenca no humedecen, porque se abortan y quedan dentro, cansadas y apagadas antes de tiempo, y se acumulan, amargando las entrañas y enloqueciendo el seso.

 

“Bienaventurados los que lloran”, dijo el Maestro de las Lágrimas, “su desahogo podrá ser consolado”. Que no hay nadie más cercano al corazón del que sufre que Aquel que bebió las tristezas del hombre sin queja, sin abrir su boca, sin llevarse ofensa a la tumba, para disminuir los ríos de lágrimas de aquí, y regalar océanos de dicha allá.

 

Pero ahora miro, con el Predicador, “todas las violencias que se hacen debajo del sol... y las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele”, y grito:

-¿Hasta cuándo, Dios mío? ¿Cuánto más gemirá esta Humanidad enferma? ¿Habrá fin a tamaña miseria? ¿Por qué te tardas en venir y nos dejas llorando nuestra suerte caída o, lo que es peor, riendo nuestra comedia vana?

”¡Ven, Buen Samaritano! Venda el corazón vacío, llénalo de aceite y vino, conviértelo en otro servidor dispuesto a ser tus ojos y tus manos...

 

Que las lágrimas de guerra den paso a las de paz.

Que el llanto de los celos se pierda en la sonrisa del perdón.

Que las pepitas de oro, que manan de los ojos vírgenes de niños y niñas de este mundo podrido, sean valoradas más que el papel timbrado o que la sangre negra, que voraz maquinaria mueve.

Y se vuelva el corazón a ellos, a los desvalidos, a los asfixiados por el absurdo mal de la raza violenta, los que lloran lágrimas enormes, que ya no hay forma de esquivar ni con túneles ni con puentes ni con embriaguez o ceguera.

 

Al final, las lágrimas ahogarán nuestra Historia e inundarán el planeta con más furia que el Diluvio, y solo nos salvará del desastre el llorar nuestro pecado y abrazar al que esté cerca, reconociéndolo “mi hermano”.


En Murcia, a 18 de diciembre de 2022.

Juan Carlos P. Valero.

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