Poema: Por los caminos del mundo

Poema, Por los caminos del mundo,

Poema: Por los caminos del mundo

 

Por los caminos del mundo tropecé

con un ser humano, caído, varado,

me dijo que había sido, como tantos, apaleado,

y, al fijarme bien, recordé…

 

Para salir de dudas pregunté su nombre

y pude confirmar que el pobre era mi hermano.

-Hermano, ¿quién te lo ha hecho?

¿Cuál fue tu culpa? ¿Qué mal has pagado?

 

Cuando empezó a describirme al agresor,

se me estremeció la conciencia…

Por los rasgos y las palabras, 

por el apodo y por el motivo,

comprendí que había sido 

mi otro hermano, el menor.

 

-¿Qué nos está pasando? -clamé, 

mientras lo cargaba a mi espalda-

¿Tanto hemos olvidado 

que venimos de un mismo padre?

Y aunque mi hermano pesaba

 y su sangre goteó de su cara a mi cara,

no me detuve hasta encontrar 

la casa de mi otra hermana.

 

¡Toc, toc, toc! Mas nadie abría.

-¡Socorro, ayuda! -voceé,

hasta que oí unos pasos y un suspiro.

-Del color de vuestra piel

hermanos no recibo.

-Pero yo estoy cansado -dije-

y el hermano está herido.

-¿Y si cuando entréis os quedáis dentro?

¿Y si me forzáis y todo es un cuento?

 

Aún con el moribundo cargado

seguí triste mi camino,

y vagué, llamando a puertas

silenciadas o en silencio.

Por fin, caí en un recodo, 

tragando hiel, desesperanzado.

A mi hermano, de vida, 

solo le quedaba un hilo

y, por la tristeza y el cansancio, 

los dos parias nos dormimos.

 

A la mañana siguiente, mi hermano se había ido.

Lo enterré y retomé el camino.

La sangre, el sudor, el polvo y la angustia 

me hacían parecer un apátrida perdido,

y como ya no recordaba 

a qué hogar regresar

anduve y anduve, 

comiendo lo que encontraba,

mudo, cabizbajo, solo y hastiado.

 

Un día, se unió a mi viaje un desconocido.

Yo arrastraba los pasos,

Él marchaba sereno.

-¿Qué destino persigues,

amigo, pobre viajero?

Me cuestionó el gentilhombre.

Lo pensé, aún en silencio,

me encogí de hombros

 y volví mis ojos al suelo.

 

Entonces, reparé en sus pies:

descalzos y como bruñidos,

mostraban un agujero.

Me detuve.

Él se detuvo.

Cuando le fui a mirar el rostro

me abrazó con tanto amor

que no hicieron falta palabras,

solo podía ser Él…

 

Al despertar de tan raro viaje,

la paz embargaba mi alma

y como unos ríos de gozo

fluían en mi interior.

Y, soñando un futuro nuevo,

me dije en un murmullo:

-Hermanos somos todos,

lo reconozcamos o no,

pero buenos samaritanos,

a eso nos llama Dios… 


Juan Carlos P. Valero.

En Murcia, a 9 de julio de 2023.

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