Poema: La historia de los diamantes de Dios

Poema, Diamantes de Dios,

La belleza y riqueza de una congregación son sus piedras preciosas, sus gemas, las personas que Dios va salvando y haciendo madurar en cada iglesia local. Si el pectoral de Aarón representaba a las doce tribus de Israel como piedras preciosas (Éxodo 28:15-30), en el presente seríamos su Iglesia y, por tanto, cada hijo de Dios, las gemas engastadas en su corazón. 

 

Tengo un mensaje de amor de Jesús. Lo he escrito pensando que Él mismo nos habla como si fuésemos diamantes de su pectoral, pues ahora no es Aarón nuestro sumo sacerdote, sino Jesús mismo (Hebreos 3:1). 

 

Poema: La historia de los diamantes de Dios

 

Hace miles de años, en un punto muy lejano del pretérito eterno, te creé. Una gema preciosa formada en la profundidad de mi corazón. Puse en ti mi semejanza, espíritu puro, luz tejida con mi santo pensamiento. Sin igual en cuanto a belleza y de naturaleza única, pues no hay otro semejante a ti. Misterio insondable. 

La tierra gira y gira, se despereza y orbita. Un año, un siglo, un milenio, una cantidad incalculable de lustros hasta el momento preciso en el que decidí que nacieras. Mis ojos vieron tu embrión y escondí mi gema en tu cuerpo mortal para que, cual borbotón de magma que emerge a la superficie, por fin tus ojos vieran el planeta Tierra.

El paso de un año y otro año. Lluvia, viento, latido y fuego. Tu corazón se hizo roca dura y una montaña de iniquidad ocultó el tesoro. Galaxias de ideas, ríos de emociones, sueños, dichas, lágrimas, amores... En resumen, la vida. 

Chocas con otras piedras. Ruedas ladera abajo y caes en la cantera de los que anhelan eternidad y no la encuentran. El sol abre y cierra su gran párpado. Otro mes, otro año, otra década, hasta que una explosión de misericordia te lanza cerca de un buscador de gemas. 

Hay quien solo ve en ti roca común, materia vieja. El buscador se da cuenta de que hay algo más. Puede ver con mis ojos. Te recoge, saca su martillo, golpea, te resistes... De nuevo te habla y -¡oh, maravillosa gracia!- algo divino despierta en el fondo de tu ser. 

La roca se rompe y aparece el brillo del Cielo; todavía ensuciado con el barro de Adán. 

El buscador de gemas ríe de gozo, corre hasta mi Presencia y por fin te entrega con un suspiro de satisfacción. 

Ya estás en mis manos. 

La gema preciosa, la piedra eterna, será procesada para que muestre mi gloria en esta era y por todas las edades.

Para honra y hermosura, como en el pectoral de Aarón. ¿Recuerdas? 


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Recibe esta palabra de consolación y compártela con alguien que quizás ha olvidado el gran valor que tiene para el Creador.

Y te animo a que seas un buscador de gemas, esto es, un ganador de almas que ve en cada ser humano un diamante en bruto que también puede estar el día de mañana embelleciendo a la Esposa de Cristo, la Jerusalén Celestial (Apocalipsis 21:9,10,18-21).

Juan Carlos P. Valero
En Pereira (Colombia),
el 10 de septiembre de 2023.

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