Laos, donde la fe trabaja en silencio

Laos, Visita a WV,

Crónica de mi visita a World Vision en Laos

 

Por Juan Carlos Parra — Agosto de 2025

 

Una tierra detenida entre la selva y la historia

 

Laos es un país que parece ir a contracorriente del tiempo. Tierra inhóspita y primitiva, de nobles gentes y rústicas aldeas desperdigadas entre montañas y arrozales, que se conectan por caminos de tierra y carreteras frágiles. Quien viaja por este territorio —en barca, todoterreno o avioneta— aprende pronto que la distancia aquí se mide en paciencia. Pero al final del camino, siempre aguarda una sorpresa. 

 

Entre la calma de los laosianos, cualquier occidental destaca. En mi caso, en el vuelo de Pakse a Vientiane, una mujer de aspecto germánico llamó mi atención: falda y camisa impecables, cartera en mano, aire decidido. ¿Diplomática? ¿Doctora? ¿Empresaria? No imaginaba que era Terry Ferrari, directora regional de World Vision para el Este de Asia, a quien saludaría al día siguiente en su propia oficina.

 

Rumbo a la sede de World Vision

 

Aquella mañana, Ted Blake, Vanessa y yo dejábamos el hotel a las 9:30. Nuestra particular Hermes para la fugaz visita fue Teaunechai Sayaboun, empleada de World Vision, de sonrisa generosa y un inglés atropellado que bastaba para entendernos gracias a su entusiasmo. Su labor, nos explicó, consistía en gestionar la logística y el apoyo administrativo desde Vientiane. 

 

Veinte minutos bastaron para llegar a la sede: una casa amplia y bien equipada, rodeada por una flota de vehículos que ya hablaban del esfuerzo sobre el terreno. Las oficinas desprendían orden, propósito y una serenidad contagiosa. Allí nos recibió Viraj Abeysekera, filipino de trato afable, director de Operaciones e Impacto. Nos ofreció café y nos invitó a tomar asiento en una larga mesa capaz de albergar reuniones de hasta veinte integrantes. Sin rodeos, comenzó su exposición: mapas, cifras, fotografías y testimonios que resumían cuatro décadas de trabajo de World Vision en Laos.

 

Niños en el centro, familias como prioridad

 

Viraj explicó que el Gobierno comunista había prohibido años atrás los programas de apadrinamiento infantil, temeroso de cualquier rastro de proselitismo religioso. Sin embargo, tras lustros de transparencia y resultados, se abría una nueva oportunidad de diálogo. “La reunión de esta mañana podría marcar un nuevo comienzo”, nos confió con esperanza. 

 

El propósito de World Vision es claro: proteger la infancia fortaleciendo a las familias. Nada de adopciones ni casas de acogida. El objetivo es formar a los padres y líderes locales —budistas, animistas, cristianos o comunistas— para prevenir la desnutrición, el abuso o el analfabetismo. “Queremos que cada familia sea el mejor hogar posible para sus hijos”, resumió Viraj. Los programas abarcan educación, salud, infraestructuras y desarrollo agrícola. Pero lo esencial —repetía— es la educación integral, la que enseña a gestionar recursos, a prevenir enfermedades y a construir comunidad. “De poco sirve levantar una escuela si no llega la educación al corazón”, añadió con tono reflexivo.

 

Fe con las manos, silencio en los labios

 

La paradoja es evidente: World Vision actúa movida por valores cristianos —compasión, justicia, servicio— pero no puede mencionarlos. En Laos, cualquier alusión a Jesús o a la Biblia podría cerrar puertas. “Tienen las manos libres para servir, pero la boca sellada para predicar”, pensé al escucharle. Los cooperantes viven bajo supervisión constante; un error, un gesto mal interpretado, y todo el trabajo de años podría desaparecer. Aun así, la luz del Evangelio se filtra sin palabras. Está en los pozos que se cavan, en las aulas que se levantan, en los niños que sonríen.

 

Tres peticiones y una promesa

 

Antes de despedirnos, preguntamos cómo ayudar desde España. Viraj lo resumió en tres gestos: “Oren por nosotros. Apoyen a World Vision. Cuenten lo que han visto”. En el vestíbulo, Terry Ferrari añadió una cuarta, en un español aprendido en sus años en Perú: “Respondan siempre ante la emergencia —una epidemia, un monzón, una guerra—. La delegación de España les informará cómo”.

 

De los niños es el Reino

 

Si alguien me preguntara si los hijos de Dios hacen algo por los laosianos, respondería sin dudar: “Sí, en la House 340, Rue Nongbone, distrito Saysettha, en Vientiane. Allí se construye futuro a golpe de fe y trabajo silencioso”. 

 

De cómo Teaunechai nos llevó a probar los sabores picantes de la cocina laosiana hablaré quizá en otra crónica. Esta termina con las palabras que dan sentido al trabajo de World Vision en Laos: “Dejad a los niños venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mateo 19:14)

Comida, Laos, Chai

Con Teaunechai Sayaboun, compartiendo comida laosiana en Vientiane.

 

Sobre el autor

Juan Carlos Parra es escritor y comunicador cristiano. Colabora en proyectos de cooperación internacional y desarrolla iniciativas de formación y liderazgo como pastor global de las Iglesias A los Pies del Rey. Ha participado en misiones y programas de impacto social en Asia, América y Europa, siempre con el propósito de inspirar fe práctica y compromiso con los más vulnerables.


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