150 citas de Bounds sobre la oración (con audios)

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150 verdades de Bounds sobre la oración
Además de compartirte estas verdades en texto he introducido tres audios con 50 verdades en cada uno.
EXTRAÍDO DE LA RECOPILACIÓN DEL LIBRO ‘UN TESORO DE ORACIÓN’
El libro es un resumen de los escritos de Bounds sobre oración.
Este hombre tenía ideales mucho más elevados que los de otros hombres. ¿Se ha acabado totalmente esta raza de hombres al morirse ellos? Oremos para que no sea así.
Reseña de E. M. Bond
Edward McKendree Rounds, más conocido como E. M. Bounds, nació en Shelbyville, Missouri, el 15 de abril de 1835. Este pastor metodista episcopal, pasaría a la fama mundial gracias a sus escritos sobre la oración. rounds dejó su legado espiritual en manuscritos, que luego fueron recopilados por un pastor amigo suyo, y publicados siete años después de su muerte. Estos escritos han inspirado a multitudes de creyentes a consagrar, no una hora ni dos, sino toda una vida a la oración.
AUDIO DE LAS 50 PRIMERAS CITAS:


1. Cuanta más oración haya en el mundo, mejor será, y mayor la fuerza para contrarrestar el mal en todas partes. Es un desinfectante y un preventivo. Purifica el ambiente; controla el contagio del mal.

2. Dios modela el mundo a través de la oración. Las oraciones no mueren nunca. Los labios que las pronuncian pueden cerrarse con la muerte, pero las oraciones viven delante de Dios. Las oraciones sobreviven a aquellos que las han pronunciado; sobreviven a las generaciones, a las épocas, al mundo.

3. Es más inmortal el hombre que ha orado más y mejor. Son los héroes de Dios, sus santos, sus siervos y, los vicegerentes de Dios.

4. Pobre generación la que encuentra sus incensarios vacíos del rico incienso de la oración, la que ha tenido padres demasiado ocupados o demasiado incrédulos para orar. Afortunados aquellos cuyos padres y madres les han dejado un rico patrimonio de oración.

5. Las oraciones de los santos son el depósito de capital en el cielo con el cual Cristo lleva a cabo su gran obra en la tierra. Cuando las oraciones son más numerosas y más eficientes, la tierra se transforma y se revoluciona y el plan de Dios cobra forma.

6. Cuando la casa de Dios en la tierra es una casa de oración, entonces la casa de Dios en el cielo está ocupada y activa participando en sus planes y desplazamientos, y superará a los ejércitos mundanos

7. Dios condiciona la vida y el progreso de su causa a la oración. Para un hombre de oración, Dios está presente con toda su fuerza; en una iglesia que ora, Dios está presente con todo su glorioso poder.

8. El que se destaca en la oración hace la mayor obra para Dios.

9. El Señor estaba muy enojado, y a Moisés le dijo: “Déjame que los destruya.” Pero Moisés oró, y siguió orando; día y noche oró durante cuarenta días. Él mismo relata la lucha que mantuvo en oración: “Me postré delante de Jehová; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado.” Hombres como Moisés sabían cómo orar y cómo prevalecer en oración. Para ellos era un hecho que Dios escuchaba y contestaba, que su oído estaba abierto siempre al clamor de sus hijos. Todo era entonces, lo mismo que ahora, posible para los hombres y mujeres que sabían orar. ¡Qué rico y maravilloso poder obtenían aquellos que habían aprendido el secreto de cómo acercarse a Dios! En el caso de Moisés se salvó una nación.

10. La oración no es trabajo para un perezoso. Se precisa del fuego para liberar el incienso y hacer que su fragancia suba al trono de Dios. El fuego consumidor produce el espíritu y la vida del incienso. Sin el fuego la oración no tiene espíritu; solo sirve, como las especias muertas, para la corrupción de los gusanos.

11. “Puedes hacer algo más que orar después que has orado — decía el santo doctor A.J. Gordon —, pero no puedes hacer nada más que orar antes que hayas orado.”

12. “El mejor y más grandioso talento que Dios puede dar a un hombre o a una mujer en este mundo es el talento de la oración” — escribe el Principal Alexander Whyte. Al momento de rendir cuentas con él, al final del tiempo, es una vida de oración.

13. Sólo cuando todo el corazón está colmado de pasión por la oración desciende el fuego consumidor.

14. Con la ayuda de Dios podemos hacer todas las cosas, y podemos tener toda su ayuda si la pedimos.

15. La afirmación del filósofo bautista Jhon Foster la verdad más sencilla de Dios: “Mejor y más abundante oración producirá un triunfo más rápido y seguro a la causa de Dios; la oración débil, ritual, indiferente, trae decaimiento y muerte. La iglesia tiene su ancla mayor en la cámara secreta; su arsenal está allí.”

16. Si se informa a cualquier hombre de que sus proyectos dependen completamente de Dios, se sentirá impulsado a orar y estará ansioso por inducir a sus mejores amigos a orar. No esperaría éxito sin oración.

17. Un espíritu intenso de oración se transforma en un agente mucho más destacado en su pequeña esfera de influencia. Si todos los discípulos tuvieran el máximo esfuerzo de oración perseverante, estaríamos a las puertas de una revolución en el mundo.

18. Dejamos pasar las horas y el progreso del reino de nuestro Señor depende de la oración, resulta triste pensar que dedicamos tan poco tiempo, la descuidamos perjudicando no sólo nuestra propia vida espiritual, sino demorando y perjudicando la causa del Señor. Hacemos todo menos orar. En una congregación cincuenta contribuyen con dinero, mientras una sola alma se encierra con Dios y lucha por la liberación del mundo ateo. “Cuando la Iglesia de Dios en verdadera fe clame, tendrá lugar una verdadera revolución.”

19. No toda oración es oración. La oración induce a Dios a interesarse plenamente en su obra. “Preguntadme de las cosas por venir; acerca de mis hijos, y acerca de las obras de mis manos.” Isaías 45.11. Este es el cheque en blanco de Dios sobre la oración.

20. La fe solo es omnipotente cuando está de rodillas y sus manos extendidas tocan a Dios.

21. La oración de Lutero: Gozo, fe, esperanza en tiempos de prueba y humillación. Alimenta constantemente estas virtudes mediante el diligente estudio de la Palabra de Dios. No pasa un día en el que no dedique al menos tres de sus mejores horas a la oración. `Lo sé´ — decía— “Tú eres nuestro Padre y nuestro Dios; y, por lo tanto, estoy seguro de que tú derrotarás a los que persiguen a tus hijos. Es algo que te concierne plenamente. Sentía mi alma inflamarse en fuego dentro de mí, al escuchar al hombre dirigirse a Dios como si fuera un amigo y, sin embargo, con mucha seriedad y reverencia; también escuché insistir, en las promesas contenidas en los Salmos. Es maravilloso cómo un asunto que parecía oscuro se aclara como el agua al orar con la ayuda del Espíritu Santo.

22. Pocos cristianos tienen una ligera idea de lo que es el poder de la oración; y menos aún los que tienen una experiencia de ese poder. La Iglesia parece casi ignorar el poder que Dios ha puesto en sus manos; este cheque en blanco sobre los infinitos recursos del poder y la sabiduría de Dios rara vez se usa, si es que se usa, y nunca se llega a la medida máxima que honraría a Dios.

23. Graduarse en la escuela de la oración es haberse diplomado en todo el curso de la vida cristiana. Los primeros y los últimos peldaños de la vida de santificación están coronados por la oración. Es un oficio de por vida.

24. La oración es un oficio que debe ser aprendido. Debemos ser aprendices y dedicar tiempo a ello. Se requiere una preocupación esmerada, mucha reflexión y esfuerzo para ser un oficial diestro en la oración. La práctica ayuda a perfeccionarse.

25. La oración y la santidad de vida son una sola cosa. Se influyen mutuamente. Ninguno puede sobrevivir solo. La ausencia de uno implica la ausencia del otro. Los monjes viciaron la oración, sustituyeron la oración por la superstición, y la vida de santidad por mascaradas y rutina. Nosotros corremos el riesgo de sustituir la oración y la vida santificada por trabajo eclesiástico y una agenda interminable de actividades espectaculares.

26. Una vida santa no se vive de encierro, pero no se puede vivir SIN dedicar tiempo para orar a solas.

27. Liderazgo habituado a la oración: Solo los líderes que oran pueden tener seguidores que oran. Apóstoles que oran producirán santos que oran. Un púlpito de oración obtendrá una congregación que ora. Necesitamos con desesperación alguien que inste a los santos a orar.

28. Somos una generación de creyentes que no ora. Los creyentes que no oran son como una banda de mendigos que no tienen ni fervor ni la belleza ni el poder de los santos. Será el más grande de los reformadores y de los apósteles aquel que induzca a la Iglesia a orar.

29. La oración honra a Dios; disminuye el yo. A Dios le place que oremos.

30. La oración no se opone al trabajo; ni paraliza la actividad. La oración obra con poder; la oración misma es el trabajo más grande. Provoca la actividad, estimula el deseo y el esfuerzo.

31. La oración no es un opio sino un tónico, no adormece, sino que despierta para impulsar a la acción. Pablo la caracteriza como una lucha, una pasión. Jacob una pelea; la mujer sirofenicia una batalla.

32. La recámara no es un asilo. No es una guardería. Es el campo de batalla de la Iglesia. Lejos de ella no hay sino derrota y ruina.

33. Por la oración se adquiere y aumenta la energía para el trabajo. Las diferencias en fortaleza, experiencia y santidad se deben a sus diferencias en la oración.

34. Los cristianos eminentes han sido sobresalientes en la oración. El que ora mucho, estudia mucho, ama mucho, trabaja mucho, hace mucho por Dios y por la humanidad.

35. La oración continua no es un incidente, sino algo primordial, no es un acto único sino una pasión, no es un antojo sino una necesidad.

36. La oración en su forma más elevada asume la actitud de una lucha con Dios. Es un enfrentamiento, una prueba y una victoria de fe.

37. Cesamos justo cuando deberíamos asirnos con más fuerza. Nuestras oraciones son débiles porque no están inflamadas por una voluntad fuerte y resistente.

38. Dios ama al suplicante que insiste; y le da respuestas que nunca hubieran sido otorgadas si no fuera por la persistencia que se niega a dejarlo ir hasta que la petición presentada sea concedida.

39. Nunca conoceremos a Dios en la forma que tenemos el privilegio de llegar a conocerle, mediante intercesiones breves, fragmentarias, irreflexivas y repetitivas que no son otra cosa que requerimientos personales.

40. Lutero: “Orar bien es estudiar bien.” Pasaba las tres mejores horas del día en oración; Jhon Welch oraba siete y ocho horas al día. Se levantaba de noche a orar. Su mujer lo encontraba de bruces sobre el piso sollozando. “Mujer, tengo que responder por tres mil almas y no sé que pasa con muchas de ellas.” “En dos cosas persistió sin cesar en el cultivo de la santidad personal y en el incansable esfuerzo por ganar almas,”

41. La escasez de oración es la característica de una época de apostasía y de una iglesia apóstata. Cada vez que hay poca oración en el púlpito o en la congregación, la bancarrota espiritual es inminente e inevitable.

42. Hay una sola época de oro, la época de la oración.

43. Se requieren hombres que puedan inflamar a la iglesia para el Señor, con una llama intensa y silenciosa que derrite y mueve todas las cosas para Dios.

44. La cámara de oración protege nuestra relación con Dios.

45. Pablo, Lutero, Wesley; fueron líderes de Dios porque eran poderosos en la oración. Hablar de hombres de oración es mucho más que hablar de un hábito de oración. Son hombres para los cuales la oración es un arma poderosa, una energía que mueve los cielos y trae tesoros sin número a la tierra.

46. Estamos buscando hombres santos, hombres que oren. El hombre impuro manchó todas las instituciones sagradas de Dios y las contaminó. Volviendo su rostro de esas ofrendas costosas y profanas, dice: “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” Isaías 66.2.

47. “Una sola noche de oración —dice Spurgeon— puede transformarnos en hombres nuevos, hacernos pasar de la pobreza de alma a la riqueza espiritual, del temblor al triunfo.” ¿No podríamos nosotros, al menos de vez en cuando, en estos años de mundanalidad agobiante, velar siquiera una noche para obtener tal relación enriquecedora con los cielos? Por la riqueza y por la ciencia los hombres son capaces de abandonar el abrigo de las camas, ¿y no podemos nosotros hacerlo de vez en cuando por amor a Dios y por el bien de las almas? Ojalá nos quedemos a menudo en Peniel y exclamemos como Jacob, mientras se asía del ángel: Toda la noche he de permanecer y lucharé contigo hasta el amanecer.

48. Hubo un tiempo en que dedicábamos noches eternas a la lujuria, a la jarana del mundo. ¿Por qué nos cansamos cuando se nos pide que velemos con el Señor? ¡Arriba, corazones perezosos, Jesús os llama! ¡Levantaos para encontraros con el Amigo en el lugar en que Él se manifiesta!

49. Un avivamiento que trajera verdadera oración produciría una revolución espiritual.

50. ¿Puede haber un santo perezoso? ¿Puede haber un santo que no ore? ¿Puede haber un soldado cobarde? ¿Puede haber inmoralidad virtuosa?

AUDIO DE LAS SEGUNDAS 50 CITAS:


51. Orar verdaderamente: orar hasta que el infierno sienta el golpe que se le está asestando, orar hasta que las puertas de hierro de las dificultades se abran, hasta que las montañas de obstáculos desaparezcan, hasta que se disipe la neblina y se levanten las nubes. Esto sí es un trabajo duro, pero es la mejor obra de Dios y el mejor oficio del hombre.

52. Orar bien es hacer todas las cosas bien.

53. El que está demasiado ocupado para orar está demasiado ocupado para vivir una vida de santidad.

54. “Muerte por asfixia” sería el veredicto del médico forense en muchos casos de oración extinguida.

55. Lo que más le interesa a Satanás es que la hierba crezca en el camino que conduce a nuestra cámara de oración. Un aposento cerrado implica exceso de trabajo religioso.

56. Uno de los trucos más astutos de Satanás es destruir lo mejor con lo bueno. El trabajo y otras obligaciones son buenos, pero estamos tan sumidos en ellas que desplazan y destruyen lo mejor.

57. Debemos cuidar la oración como el centinela leal monta guardia sin desmayo. No debemos mantenerla medio hambrienta y débil como un bebé, sino con la fortaleza de un gigante.

58. La oración no es un don popular y fácil de obtener. Es el producto de la fe, la santidad y el carácter profundamente espiritual.

59. Debemos vivir para Dios fuera de la recámara si queremos encontrarnos con Dios en la recámara. Si Dios nos posee fuera de nuestro aposento, podremos poseerle dentro de él. No hay otra forma de orar a Dios que viviendo para él.

60. Las personas que están en relación con Dios y que saben orar, no se extrañan al recibir la respuesta.

61. Todos los avivamientos de los que tenemos noticia han sido ungidos por la oración. El asombroso avivamiento en Shorts (Escocia), en 1630. Sabiendo que varios ministros habían pasado la noche orando aceptó predicar. Hubieron quinientas conversiones con ese solo sermón, al que precedió la oración.

62. Nadie puede alcanzar el éxito ni convertirse en un verdadero hombre de oración a menos que se aplique intensamente a ello. Perseverancia y determinación invencible de triunfar o morir en el intento. Homero W. Dodge

63. Cierto predicador, cuyos sermones producían muchas conversiones, recibió una revelación de Dios haciéndole saber que no eran sus sermones ni todo su trabajo, sino las oraciones de un hermano analfabeto, que se sentaba en los escalones del púlpito, suplicando por el éxito de los sermones. Lo mismo puede llegar a ocurrir con nosotros el día que se manifiesten todas las cosas. No es extraño que, después de trabajar fuerte y agobiantemente, todo el honor pertenezca a otro constructor cuyas oraciones eran de oro, plata y piedras preciosas, mientras nuestros sermones sin oración no eran más que paja y rastrojo. Charles Haddon Spurgeon

64. Muchos están empeñados en encontrar nuevos métodos, nuevos planes para hacer avanzar la iglesia y asegurar la difusión y la eficiencia del Evangelio. Los hombres son el método de Dios. La Iglesia está buscando mejores métodos, pero Dios está buscando mejores hombres.

65. Lo que la iglesia necesita hoy no son más y mejores recursos, nuevas organizaciones o métodos mejores y nuevos, sino hombres poderosos en oración. El Espíritu Santo no fluye a través de los métodos, sino de los hombres. No viene a las instituciones sino a los hombres. No unge planes sino hombres — hombres de oración.

66. El hombre hace al predicador, pero Dios debe hacer al hombre. El predicador es más que un sermón, ya que el predicador hace el sermón. Así como la leche vital que brota del pecho de la madre que da de mamar no es otra cosa que el fluir de su propia vida, así también todo lo que el predicador dice está teñido, impregnado, de lo que el predicador es.

67. Predicar no es dar una conferencia de una hora, es el fluir de una vida. Lleva veinte años hacer un sermón, porque lleva veinte años hacer un hombre. El sermón tiene fuerza porque el hombre tiene fuerza. El sermón es santo porque el hombre es santo. El sermón está lleno de la divina unción porque el hombre está lleno de la divina unción.

68. Los hombres muertos producen sermones muertos, y los sermones muertos matan.

69. Jonathan Edwards dijo: “Continué con mi búsqueda ansiosa, buscando más santidad y más semejanza a Cristo. El cielo que deseaba era el cielo de la santidad.”

70. El poder del amor debe constreñir al predicador como una fuerza excéntrica, dominante, que lo impulsa y lo hace olvidarse de sí mismo. La energía de la autonegación debe ser su esencia, su corazón, su sangre y sus huesos. Debe andar como un hombre entre los hombres, vestido de humildad, permaneciendo en mansedumbre, sabio como serpiente y manso como paloma; con la actitud del siervo y el espíritu de un rey, como un rey de andar elevado, majestuoso e independiente, y con una sencillez y dulzura de un niño.

71. El predicador debe entregarse a la labor de salvar hombres. Sinceros heroicos, compasivos, mártires valientes — así deben ser los hombres que se ocupan de modelar una generación para Dios. Si buscan la aprobación de los hombres o temen a los hombres; si su fe no está fuertemente asentada en Dios y en su Palabra; si la negación de sí mismos se quiebra por cualquier contacto con el yo o con el mundo, no puede alcanzar a la iglesia ni al mundo para Dios.

72. La predicación más severa y fuerte del predicador debe ser para sí mismo. Su labor más difícil, delicada, laboriosa y completa debe ser consigo mismo. No son grandes talentos ni gran aprendizaje ni grandes predicadores, Dios necesita hombres grandes en santidad, grandes en fe, grandes en amor, grandes en fidelidad, grandes para Dios — hombres que estén siempre predicando con sermones santos en el púlpito y con vidas santas fuera de él. Estos son los que pueden modelar una generación para Dios.

73. El verdadero sermón se prepara en la recámara. El hombre— el hombre de Dios— se hace en la recámara. Su vida y sus más profundas convicciones nacieron en la comunión secreta con Dios. La agonía sollozante y pesada de su espíritu y los mensajes más llenos y más dulces los obtuvo estando a solas con Dios.

74. La oración modela al hombre; la oración modela al predicador; la oración modela al pastor.

75. Todo predicador que no haga de la oración un factor poderoso en su propia vida y ministerio es débil en la obra de Dios y carece de poder para difundir la causa de Dios al mundo.

76. La predicación que mata es la predicación que no es espiritual. La predicación que mata es la letra; puede tener buena forma y buen orden, pero sigue siendo letra seca y fría. Son semillas de invierno, duras como el suelo en invierno, frías como el aire de invierno, que no se deshielan ni germinan por sí mismas. La verdad que no está vitalizada por el Espíritu de Dios mata igual o mucho más que el error. Puede haber lágrimas, pero las lágrimas no hacen funcionar la maquinaria de Dios; nada más que una pintura superficial. La emoción del actor y la sinceridad del abogado; el catedrático puede usurpar el lugar e imitar el fuego del apóstol; el cerebro y los nervios pueden hacerse cargo y fingir la obra del Espíritu. Como un campo que se siembra con perlas.

77. El gran obstáculo está en el mismo predicador, que no tiene en sí mismo las poderosas fuerzas que producen la vida. Todo puede estar bien en cuanto a su ortodoxia, honestidad, limpieza, sinceridad; pero de alguna forma el hombre interior, no ha sido quebrantado en secreto y humillado ante Dios y su vida interior no es una avenida abierta a la transmisión del mensaje de Dios, del poder de Dios. Su ser interior nunca ha sentido la total bancarrota espiritual, su absoluta falta de poder; no ha aprendido a clamar con una inefable exclamación de desesperación e impotencia hasta que el poder de Dios y el fuego de Dios entre y lo llene, lo purifique, lo fortalezca.

78. Para hacer una predicación que produzca vida el predicador debe morir a sí mismo, crucificarse al mundo, trabajar sobre su propia alma. Sólo una predicación basada en la autocrucifixión puede dar vida.

79. La predicación que mata puede ser, y a menudo lo es, ortodoxa. Enseñanza limpia y bien recortada, puede no ser más que la letra bien conformada, bien pronunciada, bien aprendida, la letra que mata. Nada es tan muerto como la ortodoxia muerta.

80. La predicación que mata puede tener sentido académico y crítico, etimología y gramática; la letra hasta la perfección como Platón o Cicerón; como abogado estudia para hacer la presentación con que va a defender su caso; y sin embargo no ser más que un trozo de hielo mortal. Puede ser elocuente, esmaltada con lírica y retórica, iluminada por el genio y no ser más que las bellas y exóticas flores con que se rodea a un cadáver. ¡Qué desolación produce esa predicación!

81. La predicación que mata es una predicación sin oración. El predicador débil en la oración es débil para producir vida. Puede haber oración profesional, solo contribuye a hacer más mortífera la predicación. Gran parte de las actitudes irreverentes y de la falta de devoción en la oración congregacional se debe a la oración profesional hecha desde el púlpito.

82. Es necesario rogar que en el púlpito haya oraciones hechas en el Espíritu Santo, ardientes, sencillas y ungidas.

83. Una escuela que enseñara a los ministros a orar como Dios quiere que oremos, beneficiaría más a la verdadera piedad, la verdadera adoración y la verdadera predicación que todas las escuelas teológicas.

84. Spurgeon dice: “El predicador se distingue sobre los demás como hombre de oración. Debe orar como un cristiano común, de lo contrario sería un hipócrita. Debe orar más que un cristiano común, de lo contrario no será apto para el oficio que ha asumido. Todas nuestras bibliotecas y nuestros estudios no son nada comparado al aposento de la oración.”

85. La oración es un trabajo serio de nuestros años más serios. El carácter de nuestra oración determinará el carácter de nuestra predicación.

86. Quien no haya aprendido bien cómo hablar a Dios acerca de los hombres, nunca hablará bien ni con verdadero éxito a los hombres acerca de Dios.

87. En la vida del predicador, en su estudio, en su púlpito, la oración debe ser una fuerza destacada que todo lo impregne. No debe ser un simple barniz. A él se le da la posibilidad de estar con su Señor “toda la noche en oración”. Predicador mire a su Señor “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, allí oraba.” La oficina del predicador debiera ser una recámara, un Betel, un altar, una visión, una escalera por la que todo pensamiento pudiera subir al cielo antes de salir a los hombres; que cada parte del sermón fuera aromatizado por el aire del cielo y conformado seriamente ante la presencia de Dios.

88. Del mismo modo que la máquina no se mueve hasta que se la arranca, así la predicación, con toda su maquinaria, su perfección y su brillo, está tan inmóvil como si estuviera muerta en lo que se refiere a sus resultados espirituales, hasta que la oración no enciende el motor y cree movimiento.

89. Mediante la oración, el predicador debe lograr colocar a Dios en el sermón. Debe movilizar a Dios hacia la gente antes de movilizar a la gente hacia Dios. Debe haber tenido audiencia y acceso a Dios antes de poder tener acceso a la gente. Un camino abierto hacia Dios es la mejor garantía de tener el camino abierto a la gente.

90. Los hombres que son más poderosos ante Dios, en sus oraciones, son los más poderosos en el púlpito ante los hombres.

91. La oración es una tarea espiritual y a la naturaleza humana no le agrada el trabajo espiritual exigente. La oración es un trabajo que humilla, que derriba el orgullo y el intelecto, crucifica la vanagloria, confirma nuestra bancarrota espiritual, y todas estas cosas son duras de sobrellevar para la carne y la sangre. Es más fácil no orar. Ya así encontramos una de las faltas terribles de nuestra época y quizás de todas las épocas —la escasez o la falta de oración. Quizás la escasez de oración sea peor que la falta de ella. Una forma de mitigar la conciencia, una farsa y un engaño.

92. El predicador ha recibido la comisión de orar, así como de predicar y su misión no está completa si no hace ambas cosas bien. “Metal que resuena o címbalo que retiñe” en cuanto a salvar almas y honrar a Dios de modo permanente.

93. Nuestras oraciones breves deben su precisión y eficiencia a las largas oraciones que las han precedido. El secreto de conocer a Dios y de tener influencia en Él es estar mucho tiempo solos con Él.

94. Charles Simeon — consagraba de 4 a 8 de la mañana su tiempo a Dios.

95. Jhon Wesley — dos horas diarias en oración. “Consideraba la oración como su tarea principal, salir de su habitación con una serenidad en el rostro que se aproximaba al resplandor.”

96. Jhon Fletcher — A veces oraba toda la noche; siempre lo hacía abundantemente y con gran sinceridad.

97. Martin Lutero — dijo: “si no paso dos horas en oración cada mañana, el diablo obtiene victoria durante el día. Tengo tanto trabajo que no puedo salir adelante si no paso tres horas diarias en oración.” Tenía un lema: “El que ha orado bien, ha estudiado bien.”

98. Arzobispo Leighton —“La oración y la alabanza eran su tarea y su deleite”

99. Obispo Ken — Se encontraba con Dios antes que el reloj diera las tres de la madrugada todos los días.

100. El Obispo Asbury — dijo: “Me propongo levantarme a las cuatro de la mañana tan a menudo como pueda y pasar dos horas en oración y meditación.”

AUDIO DE LAS ÚLTIMAS 50 VERDADES:


101. Samuel Rutherford — se levantaba a las tres de la mañana para encontrarse con Dios en oración.

102. Joseph Alleine — se levantaba a las cuatro para orar hasta las ocho. Si escuchaba otros vendedores gritando su mercancía antes que él se hubiera levantado, exclamaba “¡Qué vergüenza! ¿No merece mi Señor más que el de ellos?”

103. Jhon Welch — pensaba que había desperdiciado el día si no pasaba ocho a diez horas en oración.

104. Obispo Wilson — dice: “En el diario de Henry Martyn, lo que más me impresiona es el espíritu de oración, el tiempo que le consagraba y el fervor con lo que lo hacía.”

105. Edward Payson — gastaba las duras maderas del suelo sobre el que se arrodillaba tan a menudo y tan largamente. Su biógrafo dice: “Su constancia en la oración, es el hecho más notable en su vida”.

106. El marqués DeRenty — para quien Cristo era lo más precioso, dijo que media hora le resultaba demasiado corta cuando estaba en comunión con Cristo.

107. David Brainerd —dijo: Me encanta estar solo en mi cabaña, donde puedo pasar mucho tiempo orando.

108. William Bramwell — famoso en los anales metodistas por su santidad y el éxito maravilloso en la predicación. Prácticamente vivía sobre sus rodillas. Como una llama de fuego. Esa llama se avivaba gracias al tiempo en oración. Hasta cuatro horas continuadas en retiro, dedicado a la oración.

109. Sir Henry Havelock — siempre pasaba las dos primeras horas del día con Dios.

110. Earl Cairns —se levantaba a las seis para asegurarse una hora y media de estudio de la Biblia y oración.

111. Adoniram Judson —“Arregla tus asuntos de modo que puedas dedicar libremente dos o tres horas diarias, a la verdadera oración secreta y a la comunión con Dios”. “Haz todos los sacrificios necesarios para mantenerlo”. Fue un hombre que tuvo éxito, que difundió a Cristo en el mundo como pocos lo han hecho.

112. El espíritu de Brainerd estaba encendido para Dios, encendido por las almas. No había nada terrenal, mundano o egoísta que pudiera disminuir esta fuerza que todo lo impulsaba y consumía. Las oraciones nunca mueren. Toda la vida de Brainerd fue una vida de oración. Oraba día y noche. Temprano en la mañana y tarde por la noche, estaba orando y ayunando, intercediendo, teniendo comunión con Dios. Él estaba poderosamente con Dios en oración y Dios estaba poderosamente con él. Jonathan Edwards dice de él: “Su vida muestra la forma correcta de triunfar en la obra del ministerio. Por el amor a Cristo y a las almas, ¿cómo trabajaba? Siempre fervientemente. No sólo en palabras sino en oración día y noche, como en un trabajo de parto con gemidos y agonías, hasta que Cristo se formara en el corazón de la gente a quienes le enviaba.



113. El carro de nuestro Dios es un carro de fuego y sólo fuerzas fogosas pueden moverlo.

114. El predicador debe estar entregado a Dios en la más sagrada devoción. No es un profesional.

115. El predicador, sobre todas las cosas, debe estar consagrado a Dios. Es la insignia y las credenciales de su ministerio. Si no predica por su vida, su carácter, su conducta, no predica en absoluto.

116. Una época que carezca de oración tendrá escasos modelos de poder divino.

117. Los corazones carentes de oración jamás subirán hasta las alturas.

118. La religión farisaica: en su edad de oro crucificó a Cristo. Nunca hubo tanta adoración de labios y poca adoración de corazón (adoraban a Dios con los labios y crucificaron al Hijo de Dios con el corazón y las manos); nunca hubo tantos pietistas y tan pocos santos.

119. Las personas santas se modelan por el poder de la verdadera oración.

120. Una boca santa se forja a través de la oración, con mucha oración; una boca valiente se hace a través de la oración. La iglesia y el mundo le deben mucho a la boca de Pablo; la boca de Pablo debía su poder a la oración.

121. La oración ayuda al corazón, hace que el predicador ponga su corazón en su sermón; pone el sermón en el corazón del predicador.

122. Un corazón preparado es mucho mejor que un sermón preparado. Hemos cultivado un gusto viciado en la congregación y hemos fomentado la exigencia de talento en lugar de la gracia, de elocuencia en lugar de la piedad, de la retórica en lugar de la revelación, de reputación y brillo en lugar de la santidad. Por ello hemos perdido el poder de la predicación, la mordaz convicción de pecado, la autoridad sobre las conciencias y las vidas, que siempre resulta de una predicación genuina.



123. Nuestro grave defecto no es la falta de conocimiento, sino la falta de santidad. No meditamos en su Palabra, no esperamos, ni ayunamos, ni oramos suficiente. Este es el gran obstáculo de nuestra predicación.

124. ¿Puede la ambición, predicar el Evangelio de Aquel que se negó a sí mismo y tomó la forma de siervo? ¿Puede el hombre orgulloso, vano, predicar el Evangelio de Aquel que era manso y humilde? ¿Puede el de mal carácter, impulsivo, egoísta, duro, mundano, predicar el mensaje que concuerda con la paciencia, la negación, de sí mismo, la ternura?

125. El predicador que ha perdido la unción ha perdido el arte de la predicación. Por la unción la verdad de Dios resulta poderosa, interesante, mueve y atrae, edifica, convierte y salva. Hasta la verdad de Dios, pronunciada sin esta unción, es luz muerta. Spurgeon dice: “El que predica reconoce su presencia y el que escucha advierte su ausencia. El misterio de la unción espiritual: La conocemos, pero no podemos decirles a otros qué es. La unción no es algo que puede fabricarse, y sus falsificaciones valen menos que nada. La unción no tiene precio, y es totalmente necesaria si pretendemos edificar creyentes y traer pecadores a Cristo”.

126. Es esta unción la que le da precisión, agudeza y poder a las palabras del predicador y que produce movilización y quebranto en muchas congregaciones muertas. Las mismas verdades se han dicho con toda exactitud de la letra; con toda la suavidad; pero no hubo señales de vida. El mismo predicador recibe el bautismo de la unción. La unción penetra y convence la conciencia y quebranta el corazón. La unción inspira y aclara su intelecto, le da intuición y perspicacia y poder protector; le da ternura, pureza y fuerza nacidas del corazón. Amplitud, libertad, plenitud de pensamiento, precisión y simplicidad en la expresión. La sinceridad puede sustituirse o confundirse con la unción. La honestidad puede ser sincera, seria, ardiente. Pero todas estas fuerzas no se elevan más allá del hombre. Puede haber muy poco de Dios en ello, porque hay demasiado del hombre. ¿Pero qué hay de la unción? Es lo que distingue y separa a la predicación de todo discurso humano. Es lo divino en la predicación. Una espada de dos filos: Muerte al pecado y vida. Enciende y apacigua; hace la guerra y trae la paz.

127. Esta unción no viene al predicador en su oficina, sino en su recámara. Es lo que el cielo destila en respuesta a la oración. Hace de la Palabra un consolador, un defensor, un revelador, un buscador; hace del que oye un reo o un santo, le hace llorar y vivir como un gigante; abre su corazón y bolsillo.

128. La unción no es el don del genio. Es el don de Dios, la señal para sus propios mensajeros. Es la marca real dada a los elegidos, a los leales y valientes que han buscado el honor de esta unción a través de muchas horas de oración.

129. Para quebrantar el pecado, ganar a los apartados y a los corazones depravados, para hacer volver a la iglesia a sus viejos hábitos de pureza y poder. Sólo la unción sagrada puede lograrlo.

130. La unción es el Espíritu Santo, separando obreros para la obra de Dios y capacitándolos para ella. La unción es la capacitación especial. Sin esta unción no se obtienen verdaderos resultados espirituales.

131. Cuando la unción divina está sobre el predicador genera a través de la Palabra de Dios los resultados espirituales que fluyen desde el evangelio; y sin esta unción, no se obtienen estos resultados.

132. La unción divina es la característica básica que distingue la predicación de cualquier otro método. Por ella la verdad está respaldada e imbuida de toda la fuerza de Dios.

133. No es un don inalienable. Es un don condicional: se perpetúa y se acrecienta mediante la oración, por el deseo apasionado de llegar a Dios; buscándolo, considerando todo como perdida y fracaso si no se la posee. ¿Cómo y cuándo llega esta unción? Directamente de Dios, en respuesta a la oración.

134. Oración, mucha oración, es el precio de la predicación ungida; oración, mucha oración, es la única condición para conservar esta unción. La unción, igual que el maná que se pretendía guardar, cría gusanos.

135. Los apóstoles conocían el valor y la necesidad de la oración en su ministerio. Ponían extremado celo en evitar que otro trabajo importante pudiera agotar su tiempo e impedirles orar, “persistir en la oración y el ministerio de la Palabra.” Colocada en primer lugar, y que “persistieran”, haciendo de ella una tarea. Consagraban al trabajo de la oración. “Orando día y noche abundantemente” — dice Pablo. “Nos entregamos constantemente a la oración”, es el consenso de la actitud apostólica. ¡Conquistaban el poder de Dios para sus iglesias por medio de la oración!

136. La oración apostólica preserva la época apostólica de pureza y poder en la iglesia.

137. Líderes dan forma a las épocas. La iglesia de Dios es hecha por sus líderes. Será lo que los líderes son; será espiritual si ellos lo son; mundana si ellos lo son. Los reyes de Israel daban el carácter a la piedad de Israel.

138. El predicador debe orar; se debe orar por el predicador. Para enfrentar las temibles responsabilidades que tiene. Requiere toda la oración que pueda hacer y toda la que logre que otros hagan por él.

139. Pablo es un ejemplo de que el predicador debe ser un hombre entregado a la oración. También un ejemplo del apoyo de las oraciones de otros santos. Pide, suspira, ruega la ayuda de todos los santos. La unión hace la fuerza; la concentración y la suma de fe, anhelo y oración aumenta el volumen de la fuerza espiritual. La combinación de las oraciones, como las gotas de agua, forman un océano que desafía toda la resistencia. Pablo se propuso hacer que su ministerio fuera irresistible reuniendo las oraciones.

140. Las oraciones públicas son de poco valor si no están fundadas o continuadas por la oración privada.

141. Nuestras devociones no se miden con el reloj. Pero el tiempo es esencial. La capacidad de esperar y continuar insistiendo. Los devocionales breves son la ruina de la piedad profunda.

142. Las oraciones de la Biblia son breves pero los hombres de oración ganaban con pocas palabras, pero con largas esperas. Moisés oró cuarenta días y cuarenta noches. Elías, pasó muchas horas en fiera lucha y elevada relación con Dios. Pablo “oraba sin cesar día y noche.” Cristo Hombre oró muchas noches completas, sus devociones constantes dieron a su obra su terminación y su perfección, y a su carácter la plenitud y la gloria de su divinidad.

143. La verdadera oración exige una seria dedicación de tiempo que la carne y la sangre no disfrutan.

144. Ser pequeño con Dios es ser pequeño para Dios. William Wilberforce, dijo: “Debo obtener más tiempo para mis devociones privadas. He estado viviendo demasiado públicamente. El acortar las devociones privadas hace padecer al alma; la hace debilitarse y ser pobre. He estado desperdiciando muchas horas.”

145. Debemos aprender de nuevo el valor de la oración, entrar otra vez en la escuela de la oración. Aferrar con mano de hierro las mejores horas del día para Dios y la oración. ¿Quién ora como lo hizo Jacob, hasta ser coronado? ¿Quién ora como oró Elías, hasta desatar las fuerzas de la naturaleza? ¿Quién ora como oró Jesucristo?

146. Los apósteles se entregaban a la oración — lo que más cuesta lograr que hagan los hombres y aun los predicadores.

147. Muchos predicadores que dirigen grandiosas y elocuentes conferencias sobre la necesidad del avivamiento y de la difusión del reino.

148. La oración está pasada de moda, y el mayor benefactor que podría tener esta época es aquel hombre que lograse que los predicadores y la Iglesia volviesen a orar.

149. Existe la sensación de que cuando un hombre ora no está haciendo nada. ¿No nos apoyamos demasiado en esta época en el poder de la carne? ¿No pueden hacerse hoy los mismos milagros que antaño?

150. ¡Oh, que Dios me diese una fe más práctica en El! ¿Dónde está hoy el Dios de Elías? ¡ESTA ESPERANDO QUE ELIAS LE LLAME!

EXTRAÍDO DE LA RECOPILACIÓN DEL LIBRO ‘UN TESORO DE ORACIÓN’


El libro es un resumen de los escritos de Bounds sobre oración.

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