El ADN de APR

 ADN de APR

En este mensaje tenemos resumido (por escrito y en audio) el ADN de APR o la cultura de iglesia, que no es otra sino una cultura de reino. Además, puedes entender mejor nuestra línea ministerial en estos dos enlaces:
EL ADN DE APR (quince vídeos con predicaciones fundamentales de nuestra historia) y CONOCE A NUESTROS PASTORES (con un mensaje de cada uno de los siervos que formamos el equipo de APR).
AUDIO:

ENSEÑANZA DEL ADN DE APR:
He buscado el rostro del Señor para poder traeros algo de su corazón y quiero comenzar diciendo que percibo de parte del Señor que nos tenemos que preparar para una gran cosecha. Ha llegado un tiempo de siega como casa espiritual, y creo que muchas otras casas espirituales saludables también lo van a experimentar.

Vamos a ver venir vidas a los pies de Cristo con necesidad de más del Señor, como está pasando últimamente. Dios no solamente está añadiendo nuevos creyentes que aún no están bautizados, sino personas que, aunque lo están, se encuentran en un desierto; no se reúnen o si lo hacen sienten una gran insatisfacción en sus corazones. Se trata de personas que están buscando de Dios, que buscan su reino y que están cansadas de la religión.

Para comenzar, quiero deciros que nos preparemos, el Señor nos quiere preparar para una gran cosecha. Ha llegado el tiempo del que Jesús habla en Marcos 4:26-29.

«Decía también: «El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra y se acuesta[a] de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece; cómo, él no lo sabe. La tierra produce fruto por sí misma; primero la hoja, luego la espiga, y después el grano maduro[b] en la espiga. 29 Y cuando el fruto lo permite, él enseguida mete[c] la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega».

Por supuesto que vamos a seguir sembrando porque el reino es eso: sembrar. «El sembrador salió a sembrar», pero creo que « ha llegado el tiempo de la siega» y que esta palabra es para ahora y para los próximos meses. El señor a los segadores, labradores u obreros quiere preparar y estos tiempos de capacitación, por lo tanto, son muy importantes.

El mismo espíritu y la misma línea de pensamiento la encontramos en Juan 4:31.

Mientras tanto, los discípulos le rogaban: «Rabí], come». Pero Él les dijo: «Yo tengo para comer una comida que ustedes no saben». Entonces los discípulos se decían entre sí: «¿Le habrá traído alguien de comer?».

Jesús les dijo*: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. 35

¡Qué importante esta palabra en este tiempo! Porque cuando viene la necesidad, esta parece que acapara nuestra atención. Cuando a nuestro alrededor hay presiones, problemas, necesidades, destrucción de empleo, temores o peligros podemos desviar nuestra concentración hacia todo eso tan natural. Podemos ver entonces que los discípulos estaban preocupados por ellos mismos, es decir, por la comida; y fueron a buscarla para llevarle a Jesús. Sin embargo, Jesús estaba en otra frecuencia de la que ello aún no formaban parte, pues cuando los discípulos le dijeron: «Rabí[a], come», Jesús les responde: ¡estoy comiendo!, vosotros no sabéis la conversación que acabo de tener con una mujer. ¡Ha sido maravilloso! y ella ha ido corriendo a dar las buenas nuevas del Mesías.

Lo que quiso decir con esto es que la comida, es decir, lo que a él le llenaba era hacer la voluntad del que le envió y llevar a cabo su obra.

¿Qué tal si cada uno de nosotros no perdemos el enfoque en estos tiempos? ¿Y logramos que nuestra comida o sustento sea hacer la voluntad del que nos envió y llevar a cabo su obra? Si de verdad nos empleamos en esto no nos va a faltar tampoco el sustento material, porque el Señor Jesús cuida de sus obreros, colaboradores y discípulos.

Entonces los discípulos se decían entre sí: «¿Le habrá traído alguien de comer?».

Jesús les dijo*: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra. ¿No dicen ustedes: «¿Todavía faltan cuatro meses, y después viene la siega»? Pero Yo les digo: alcen sus ojos y vean los campos que ya están blancos para la siega.

Cuando estaba con el Señor, antes de venir, tuve una visión en la que veía gente preparada, con corazones maduros o blancos, personas listas para ser cosechadas, vidas que el Señor va a traer. Es tiempo de cosecha, es tiempo de siega y tenemos que trabajar para el Señor y prepararnos para meter la hoz. ¡Aleluya! ¡Los campos están blancos para la siega!

Ya el segador recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije junto con el que siega.

A veces es frustrante sembrar continuamente, que pasen los años y que parezca que hay muy poca cosecha, pero el Señor tiene su recompensa tanto para el sembrador, como para el segador. Ese es el tiempo que viene. ¿Lo crees?

Viene un tiempo de siega. Nos preparamos para una gran cosecha. ¡Amén!

Debemos tener esa expectativa de fe, de que va a venir mucha gente.

Desde principios de este año, el Señor nos ha hablado que este 2020 es un año de definición. Por ello, quiero empezar hablando de nuestra cultura de iglesia o el ADN de A los Pies del Rey compartiendo de manera práctica algunos versículos y utilizando los dos símiles de la cultura y el ADN.

A los Pies del Rey es una iglesia fundada en 1998, aunque comenzamos con unas pocas familias en 1995. Sin embargo, nuestro primer local o el momento de nuestra fundación como iglesia legal fue en el año 1998.

Después de más de dos décadas de vida, es necesario poder definir la esencia de nuestra cultura ministerial, pues después de más de veinte años tenemos una personalidad. Somos una iglesia que ya tiene un carácter, un ADN y a pesar de que siempre estaremos en formación o en desarrollo, hay ciertas características que nos identifican y con las que tenemos que identificarnos cada uno de nosotros.

¿Qué características definen la personalidad o la forma de ser de las congregaciones de A los Pies del Rey?

Todas las iglesias tienen una cultura. Teniendo en cuenta esto, es necesario conocer qué se entiende por cultura.

El término «cultura» se define como el conjunto de bienes materiales o espirituales de un grupo social que se transmite de generación en generación a fin de orientar las practicas individuales y colectivas. Estos bienes incluyen la lengua, los procesos, los medios de vida, las costumbres, los hábitos, los valores, los patrones, las herramientas y el conocimiento. Cada cultura encarna una visión del mundo como respuesta a la realidad que vive un grupo social, es decir, la cultura determina la visión del mundo y la respuesta a una realidad.

Para nosotros, como iglesia, la cultura son los valores y hábitos que rigen nuestra actividad. Para entenderlo, tomamos como ejemplo las dos formas en las que Jesús enseñó la cultura, la vida, el pensamiento, lo hábitos y los valores del reino.

1. Con su ejemplo

12 Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó Su manto, y sentándose[d] a la mesa otra vez, les dijo: «¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón[e], porque lo soy. 14 Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 15 Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan.16 »En verdad les digo, que un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que lo envió. 17 Si saben esto, serán felices si lo practican. (Juan 13: 12)

Con su ejemplo y con toda su vida Jesús modeló el reino y su cultura, pues aun siendo judío vivió según los diseños, patrones y principios del cielo. Él mismo decía: «todo lo que yo hago es conforme al padre», «sigo el ejemplo del padre […]», «como el padre me dice así hago». Por tanto, en su ejemplo tenemos la cultura del reino y nuestra cultura son los valores y hábitos que rigen nuestra actividad.

2. Con sus palabras

A estos también, después de su padecimiento, se presentó vivo con muchas pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo relacionado con el reino de Dios. (Hechos 1:3)

Por el contexto sabemos que cuando Jesús habló a los discípulos del reino de Dios no se refería a cuándo Israel iba a ser la nación que reinara o a cuándo iba a ser restaurado el trono de David, Jesús no les estaba hablando de temas escatológicos. ¿Por qué lo sabemos? Porque en los siguientes versículos los discípulos se lo preguntaron. Por tanto, no tiene sentido que después de haber estado cuarenta días con él, le hicieran esa pregunta: ¿cuándo restaurarás el reino de Israel? O ¿qué nos dices de los tiempos del fin? Si después de estos cuarenta días acabas hablando del reino en una forma futura, escatológica o que tiene que ver con las profecías de Israel, entonces esa pregunta no tiene lugar, no tiene sentido.

Entonces, ¿de qué les estuvo hablando por cuarenta días? De lo mismo que les enseñó por tres años y medio. Jesús les explicaba que el reino de los cielos no es como el de los hombres.

- El reino de los cielos es semejante a […].

- En el reino de los cielos el grande es el que es como un niño.

- En el reino de los cielos el grande es el que sirve.

La cultura se debe cultivar. De hecho, el término cultura viene del latín cultus que significa cultivo o cultivado. Mantener una cultura de reino o de cielo debe ser una aspiración o un esfuerzo diario para nosotros. ¿Por qué? Porque somos una contracultura.

Hemos sido educados en una cultura occidental, con unos hábitos, costumbres, modos de pensamiento que lo impregnan todo. Sin embargo, cuando viene el Señor a nuestra vida renueva nuestro entendimiento, nos formatea y comienza a enseñarnos su cultura, la cultura del cielo, la cultura del reino. Así, nuestra parte o lo que nos corresponde es cultivar esos principios y valores. Debido a que somos una contracultura, tenemos una forma diferente de ver y vivir la vida y que, por tanto, difiere de los valores y prácticas, contrarias a Dios, que predominan en el mundo. Sin embargo, en el contexto de las iglesias cristianas se ha introducido mucho del hombre y del mundo.

En el mundo la cultura se basa en que al grande es al que se le sirve, mientras que en el reino de Dios el grande es el que sirve; en el mundo es mejor recibir, en el reino de Dios aprendemos que es mejor dar; en el mundo el que la hace la paga, en el reino perdonamos setenta veces siete.

Por ello, debemos esforzarnos y determinarnos por vivir el reino y no acabar realizando las prácticas del mundo simplemente por imitación, porque es lo que hemos visto o porque está de moda. Al contrario, debemos preguntarnos cómo se hace en el cielo, cuál fue el ejemplo de Jesús, cómo nos enseñó o cómo lo hicieron los discípulos. En definitiva, esta es la cultura que se cultiva de generación en generación.

«Haced discípulos de todas las naciones, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he dicho y enseñado».

Asimismo, la palabra «cultura» está relacionada con culto. Anteriormente, los términos culto y cultura eran sinónimos, pues comparten la misma raíz cultus y se solía decir «hacer una cultura a Dios» refiriéndose a llevar a cabo un culto o una adoración religiosa. Sin embargo, ahora está en desuso y suena raro que la palabra cultura esté relacionada con el culto a Dios.

Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes (Romanos 12: 1).

En otros cuatro lugares más se usa la palabra «latría» que quiere decir adoración, servicio o culto a Dios.

De este modo, nuestra cultura de iglesia acaba permeando y afectando todo lo que hacemos y finalmente el culto, la latría o la adoración que le entregamos a Dios será un reflejo de nuestra cultura personal o de iglesia y la cultura de nuestra vida va a determinar nuestra adoración a Dios. Adoración no es solamente lo que cantamos los domingos por treinta minutos, sino que adoración es nuestra entrega; tal y como encontramos en Romanos 12:1.

Por tanto, todo nuestro estilo de vida se convierte en nuestro culto y nuestro culto está relacionado con nuestra cultura o con lo que cultivamos. Luego, «tal es el pensamiento del hombre así es el hombre».

Cuando Jesús les lavo los pies a los discípulos les dijo que si él, siendo el maestro, lo había hecho, también ellos tenían que hacerlo y, así, serían felices y bienaventurados. Él les estaba enseñando una cultura para saber vivir. Quien sabe ceñirse y lavar los pies le da una latría, un culto, una adoración a Dios.

En un esfuerzo de síntesis he reducido nuestro estilo de vida o la cultura de nuestras iglesias de A los Pies del Rey a veinte características utilizando para la explicación el ejemplo del ADN.

Las instrucciones que determinan todas las características y las funciones de un organismo se encuentran en su ADN o material genético. La iglesia, por tanto, se puede comparar con un organismo vivo, no una organización, que tiene su propio ADN.

Entonces, ¿cuál es el material genético espiritual que compone el ADN de A los Pies del Rey y que determina nuestras características y funcionamiento?

Lo podemos resumir en cinco genes que tienen que ver con Dios y quince que tienen que ver con los hombres o con nuestra misión en la tierra.

Es preciso que como iglesia tengamos claro y conozcamos estos veinte genes para que podamos cultivar cada uno de ellos en nuestras vidas. Estos veinte genes determinan nuestras características y esencia; además, este ADN es el que tenemos que reproducir. Este material genético es lo que somos y lo que somos es fruto de lo que Dios ha hecho; y lo que Dios ha hecho lo tenemos que amar, valorar y apreciar.

GENES QUE TIENEN QUE VER CON DIOS

1. El gen de la devoción a Cristo


Ojalá que me soportarais un poco de insensatez; y en verdad me soportáis[a]. 2 Porque celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo para presentaros como virgen pura a Cristo. 3 Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas[b] de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo. 4 Porque si alguien viene y predica a otro Jesús, a quien no hemos predicado, o recibís un espíritu diferente, que no habéis recibido, o aceptáis un evangelio distinto, que no habéis aceptado, bien lo toleráis.

(2 Corintios 11: 1-4)

En el versículo 4 podríamos decir que el término «espíritu» se refiere a una cultura o un ADN diferente y el vocablo «evangelio» a la palabra que los corintios bien toleraban. Por eso, Pablo expresa el celo que siente ante esta situación cuando expresa que, así como la serpiente engañó a Eva, así los corintios iban a ser engañados.

No obstante, Pablo habla de la iglesia como la esposa o la novia del amado cuando dice «yo os desposé a un esposo para presentaros como virgen pura a Cristo».

Este gen de la devoción a Cristo el primer gen y el principal. Estamos enamorados de Cristo, él es el centro, el todo, la piedra angular. Cristo es el ejemplo, nuestra referencia. Cuando tengamos dudas o lo veamos todo complicado, debemos mirar a Cristo y su sencillez. Quizá nos pueden discutir mil ideas, pero nuestra experiencia con Dios, nadie nos la puede quitar.

Por tanto, nuestra misión es llevar a los hombres a que se enamoren de Cristo y le conozcan, que practiquen la sencillez de la devoción a él. Nunca podemos llevar a las personas al hombre, a la iglesia o a los pastores, sino solo a Cristo.

2. El gen del amor por la Palabra

Es muy agradable ver a la iglesia atenta a la palabra de Dios o que un predicador que nos visite exprese su satisfacción al predicar porque la iglesia bebe la palabra.

Durante el aniversario de nuestra iglesia en Granada, tuvimos alabanza y adoración con una palabra profética que presentaba una bandera, la ofrenda, etc., yo recibí una instrucción de que tomáramos la cena del Señor. Sin embargo, teniendo en cuenta el uso de la mascarilla y que el culto podría prologarse más de lo habitual, pensaba dentro de mí qué partes de la palabra compartiría y qué partes no para así reducirla, pero cuando estaba compartiendo la palabra, ¡el pueblo me la sacaba de la boca! La gente no estaba preocupada del reloj o de la hora, no estaba nerviosa por el tiempo de reunión y, aunque el factor visita también influye, sé que, si hubiera predicado el doble, la gente hubiera estado conectada. Este es el ADN de A los Pies del Rey. Amamos la palabra, valoramos la palabra, respetamos la palabra. No queremos coaching o filosofías, sino la palabra, el mensaje de Dios.

3. El gen de la búsqueda del reino

Creemos en el gobierno de Dios, creemos en la Teocracia.

Por eso, a los más nuevos de la congregación les he compartido un mensaje que compartí con la iglesia del sur de Francia, ahora pastoreada por los hermanos de Vida Nueva en Camprodon, en el que les relaté la historia de nuestro ministerio; desde el año 1994 hasta el presente. Con este mensaje quise expresar que somos una iglesia de santidad, de llenura del Espíritu Santo y de gobierno de Dios. Además, les expliqué cómo el Señor nos llevó, como iglesia, a amar la santidad, a buscar la llenura del Espíritu Santo, pues el reino no es algo futuro o algo que solo tiene que ver con el cielo; el reino tiene que ver con que él nos gobierna y que él es el rey de nuestro corazón, familia e iglesia.

Creía que el buscar la voluntad de Dios era algo de por sí sabido, pero me he dado cuenta de que no es así. Los que consultamos a Dios nuestras decisiones hemos llegado a ser raros. Hoy en día, en algunos lugares, se cree que el buscar la voluntad de Dios en nuestra vida es de la época de la vida de Jesús y que el cristiano de a pie no tiene que consultar en cada momento la voluntad ni el gobierno de Dios.

Al final, practicar activamente la búsqueda de la voluntad de Dios se ha convertido en algo bizarro, incluso místico. Entonces, ¿dónde queda ese versículo que dice que los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios? (Romanos 8:14) o la historia de la iglesia con multitud de cristianos anónimos y sencillos, pero que han sido obedientes de corazón a la guía y a la voluntad del Señor.

Nosotros como iglesia creemos en el gobierno de Dios; en nuestro ADN se encuentra ese «venga tu reino y hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo».

Asimismo, el gen de la búsqueda del reino nos impulsa a querer agradar al rey. Todo lo que hacemos tiene este enfoque. Todo es para él y queremos que él sea el todo en todos. La esencia de nuestro evangelismo no es llenar nuestras iglesias o ganar miles de almas, sino que busca llevar a las personas como un trofeo u ofrenda a Dios y para Dios. Se trata de darle sentido que el sacrificio de la cruz merece y que, por tanto, él sea el todo, lo llene todo y le agrade cada cosa que hacemos.

A veces, cuando somos tan pesados con los chicos de la radio, y les instamos a poner bien los títulos, la luz y a cuidar cómo contestamos el teléfono, es porque todo lo que hacemos es para agradar a Dios. Parece sencillo, pero hermanos míos esto es la esencia. De esta manera vivió Jesús y le fue bien, pues como dice en Juan 8:29 «Y El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago lo que le agrada». La comida de Jesús era hacer la voluntad de Dios. Pablo en 2 de corintios 5:9 dice: «[…] ambicionamos serle agradables».

4. El gen de la santidad con gracia

¿Por qué hablamos de gracia?

Porque, a veces, cuando hablamos de santidad se entiende como un legalismo. En ocasiones, cuando llegan vidas nuevas a la iglesia de otros ministerios y nos cuentan a los pastores sus luchas o pecados parecen asustados; parece que esperan ver cuándo llegará la piedra, pero, las vidas deben saber que todos somos pecadores y que todos estamos hechos del mismo barro.

Amamos la santidad, pero la gracia te habilita para vivir en santidad. La gracia nos capacita no como una demanda o legalismo, creyendo que en nuestras fuerzas podremos conquistar, sino que el Señor nos lleva a querer vivir en santidad y querer agradarlo. El mismo Dios no va a dar la gracia para vivir en santidad.

Sin embargo, cuando fallamos encontramos en él gracia y perdón. Si hoy hemos fallado, no nos levantemos mañana diciendo que hemos fracasado y que todo lo que hemos hecho no ha valido la pena, ¡no!, porque esa es la voz del enemigo, las mentiras del diablo que traen condenación. ¡Levantémonos y digamos!: «son nuevas sus misericordias cada mañana» (Lamentaciones 3:23). Por tanto, si ayer lo hicimos mal, hoy lo podemos hacer bien porque el Señor nos da una nueva oportunidad. ¡Hay un nuevo día! Dios nos ama y nunca deja de amarnos, aunque le fallemos. Amamos la santidad por el Espíritu. Y esa santidad es la que enseñamos y la que impartimos como un regalo de Dios que se puede vivir en el Espíritu y que no es un imposible.

5. El gen del hambre y la dependencia del Espíritu Santo

Como iglesia siempre queremos y buscamos más del Espíritu Santo, buscamos su llenura.

Pero ¿qué es dependencia? Dependencia es saber que todo lo que hacemos no es por nuestra capacidad; sino por el Espíritu.

Cuando estamos liderando, realizando un trabajo técnico o haciendo cualquier otra labor en el ministerio, dependemos del Espíritu Santo, hacemos lo que hacemos por él, pues somos instrumentos que el usa.

Como iglesia debemos buscar incesantemente y de manera inconformista más del Espíritu Santo. Como consecuencia, este gen implica que debemos tener una fe en lo sobrenatural de Dios y que la obra del Espíritu Santo sigue llevándose a cabo en plenitud: sus milagros, señales y prodigios. El Espíritu Santo no ha cambiado, los que hemos cambiado hemos sido los hombres, pero él quiere seguir manifestándose como en el tiempo de Jesús o de los hechos de los apóstoles.

Si creemos que el Espíritu Santo sigue actuando en plenitud, entonces debemos tener hambre de milagros, de poder, de prodigios, de su unción y guía, y, así, poder depender de su persona y ministerio.

GENES QUE TIENEN QUE VER CON LA IGLESIA Y CON NUESTRA MISIÓN EN LA TIERRA

6. El gen de los altares de adoración

Como iglesia amamos los altares de Dios, somos un pueblo de altar en el que aún nuestra emisora se llama Altar 7.24. La reunión de los jóvenes es el altar de jóvenes y en la iglesia y hogares levantamos un altar a Dios.

El gen de los altares de Dios implica que cuidamos y amamos los altares, somos los guardianes de los altares y sabemos que, si los altares son fuertes, todo lo demás también lo es. El altar representa nuestra entrega, nuestra pasión y nuestra adoración a Dios.

7. El gen de la oración y la intercesión

Para desarrollar este gen, tomamos como ejemplo el versículo de 1 de Timoteo 2:1.

Exhorto, pues, ante todo que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los que están en autoridad,[…]

La oración y la intercesión es parte de nuestra práctica y genética, la cual tiene una atención prioritaria. En nosotros no pude faltar la intercesión. Somos una casa y una iglesia de oración. Hemos sido llamados casa de oración: «mi casa será llamada casa de oración». (Mateo 21:13).

8. El gen de la generosidad como estilo de vida

Como iglesia tenemos una serie de mensajes tituladas «almas de bendición» en la que el Señor nos habló de que no debemos buscar cómo recibir, sino cómo bendecir; no debemos pensar en cómo acumular, sino en cómo sembrar porque «Mas bienaventurado es dar que recibir». (Hechos 20:35)

No es que damos puntualmente, pues todo el mundo puede ser puntualmente generoso; sino que damos o sembramos como un estilo de vida, pues queremos ser generosos. Cuando llegamos a este punto es cuando podemos incluir en nosotros la caridad y el responder a los llamados de las necesidades del pueblo de Dios en las naciones. Nos gozamos en dar la ofrenda, pues es parte de nuestra latría, de nuestra adoración a Dios.

Todo lo que hacemos lo hacemos noblemente, sin manipulación, no entendiendo la iglesia como un negocio donde se venden milagros o donde se presiona a la gente en lo que a las ofrendas se refiere; pues eso es algo absolutamente vergonzoso.

La ofrenda es nuestra adoración a Dios, es algo santísimo y consagrado para el Señor, por eso, queremos ser esa iglesia que es solidaria y que responde a la necesidad. Queremos ser esa iglesia que tiene la mano abierta. La mano cerrada la teníamos antes y esa mano golpeaba y guardaba.

Mas ahora, nos hemos convertido a Cristo, quien abrió las manos para que lo clavaran en la cruz, y desde ese momento nuestras manos están abiertas para ayudar y para dar.

9. El gen de la identidad de siervos

En algunas ocasiones nos han criticado por llamarnos los unos a los otros «siervos», pero en realidad eso es lo que somos. No existe un honor más grande que alguien nos diga que somos siervos de Dios. Y lo somos porque no le huimos al servicio, porque amamos servir. ¡Qué bonito es vivir en una comunidad en la que hay una cultura de servicio!

Somos reyes, pero en la Biblia reinar es servir y todo lo que hemos recibido es para servir a los demás. Todo esto requiere que tengamos astucia, debido a que cuando las vidas tienen un espíritu de servicio hay personas que se pueden aprovechar dando lugar a abusos. Por eso, debemos tener el discernimiento y sabiduría suficiente como para identificar este tipo de situaciones y actuar. El celo debe ir acompañarlo de sabiduría. Nuestra genética es «si sabéis estas cosas, bienaventurados sois».

En cuanto al servicio, nosotros nos ceñimos la toalla. Algunos buscan manto, nosotros buscamos toalla y lebrillo. ¡Aleluya! Muchas veces cuando oro, me imagino siendo la toalla del Señor que él toma y usa sin tener que felicitarme ni darme las gracias, porque soy del Señor y para eso él me ha salvado, para ser su toalla. Mi esposa y yo somos ese lebrillo y esa toalla.

10. El gen del compromiso con el discipulado

Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos de[h] todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin[i] del mundo[j]. (Mateo 28: 18)

El Señor nos insta a hacer discípulos de todas las naciones y los grupos de bendición son el lugar perfecto para hacerlo. Resulta muy difícil hacer discípulos en un diseño de venir los domingos, sentarse, recibir una palabra y luego irse. El discipulado es relación y, por tanto, requiere contacto. Se trata de que alguien está cuidándote y tú a la vez sabes rendir cuentas. El discipulado es, por ello, que tú estás siguiendo a Jesús, que eres su seguidor.

El discipulado no es una universidad ni es teoría, es mirar cómo hace el otro las cosas y de dar ejemplo. Enseñamos con el ejemplo.

Todos tenemos que hacer discípulos, no solo los lideres o los pastores, pues a eso el Señor nos mandó. Y debemos tener en cuenta que el asistir a la iglesia no significa ser discípulo porque mucha gente lo hace, pero todavía no saben lo que es tomar la cruz y seguir a Cristo. Es por eso por lo que en algunos lugares bajan el nivel de demanda para congregar a más gente, sin embargo, Jesús nunca bajó el nivel de demanda; al contrario, Jesús dejó claro que seguirle nos costaría todo, pero que la recompensa sería para vida eterna.

Seguir a Cristo es de valientes y el reino de Dios lo arrebatan los violentos, los valientes. Entonces, como iglesia nunca vamos a sacrificar la calidad por la cantidad. No estamos pensando en más, sino en mejores porque si somos mejores el Señor va a convertir a más y nos vamos a reproducir con este espíritu y esta cultura.

11. El gen del respeto al sacerdocio universal

Todos somos sacerdotes. Los jóvenes, las mujeres y los niños pueden ministrar, pues todos tenemos un don y el efod y Jesús mismo dijo que en la boca de los pequeños se ha perfeccionado la alabanza (Mateo 21:16). Todos tenemos algo que decir y qué hacer en el reino de Dios. ¡Se acabó el sacerdocio de unos pocos! No somos un ministerio de consumistas donde hay unos profesionales de la alabanza o del pulpito. Al grupo de alabanza les llamamos facilitadores, pero todos somos de grupos de alabanza y todos somos sacerdotes. No somos un ministerio con un pastor monologuista que nos predica el mensaje a modo de restaurante al cual volvemos cada domingo, sino que servimos la palabra a otros.

Entonces, ¿Por qué nos reunimos?

Porque ministramos a Dios. El culto no es para la gente ni para que esta se goce; el culto es para Dios, danzamos para el rey y nos gozamos en él. Lo importante no es que nos guste la canción, sino que le guste a Dios.

Teniendo en cuenta que todos somos sacerdotes y podemos ministrar, nosotros tenemos que transmitirle a los jóvenes y a los niños que ellos pueden orar, testificar, que tienen dones y que todos podemos tener al Espíritu Santo.

En cuanto a la mujer, creemos en el sacerdocio universal y en que el Señor puede levantar pastoras que ministren al Señor, prediquen o profeticen; siempre y cuando la mujer tenga velo, es decir, esté en sujeción y en orden.

Dios puede usar a cualquiera tanto al pequeño como al grande, incluso al recién convertido, por tanto, respetamos la obra del Espíritu Santo en las vidas.

12. El gen del resurgir de lo apostólico y profético

Creemos en los cinco ministerios.

En ocasiones, el Señor no mueve a tocar al shofar como un acto profético, aunque para algunos es ridículo. En otras ocasiones, el Señor nos ha llevado a ondear las banderas, no como un acto emocional, sino guiados por el Espíritu Santo porque hemos entendido el mover profético y apostólico.

Evidentemente, los apóstoles del cordero, quienes conocieron y caminaron con Jesús y dieron ese testigo directo, sí acabaron; pero, los apóstoles y el movimiento apostólico de fundar iglesias, de reproducirse en pastores sigue existiendo entre nosotros. Es más, nosotros mismos, como ministerio A los Pies del Rey, somos una iglesia apostólica con varias congregaciones y con un manto apostólico, que primero cayó sobre el pastor Fernando Vergara y luego sobre mí.

Ahora bien, no necesitamos que se nos otorgue el título de «apóstol» o «profeta» porque lo que necesitamos es servir y ser profetas y apóstoles.

En mi caso, puedes llamarme Juan Carlos, siervo o pastor, pero nunca se exige la honra, porque lo importante no es el título, lo importante es serlo.

13. El gen del carácter misionero

Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hechos 1:8)

De hecho, cuando este versículo cita «los confines de la tierra o el fin de la tierra» se refiere a España, a Finisterre. Por esa razón, Pablo quiso llegar a España, a este país de piel de toro. Y nosotros ahora queremos ir hasta lo último de la tierra.

Ahora tomando como ejemplo a Mateo 24:14

Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo[i] como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.

En este versículo el término «naciones» en el original es «etnias». En realidad, dentro de España encontramos distintas etnias o grupos culturales; sin irnos más lejos, son claras las diferencias entre un catalán y un extremeño, entre un gitano y un payo o entre un gallego y un murciano. Por tanto, el Señor quiere llegar a todas las etnias y culturas.

Otro texto que resulta imprescindible para proseguir con este mismo gen es el de Marcos 16: 15-16:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura[e]. 16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.

El gen del carácter misionero implica predicar el evangelio a toda nación, etnia y a toda criatura. Por eso, tenemos que evangelizar, no solamente en Murcia, sino en todas partes. Desde España podemos ser una iglesia con ese carácter misionero que piensa en Bolivia, que tenemos corazón para los países de oriente, de África o de Asia, pues toda criatura es valiosa ante los ojos de Dios. Recordemos que estos mismos versículos, pronunciados por Jesús, fueron los que grandes hombres de Dios como Hudson Tylor, William Carey o John Paton emplearon para ir a muchas más naciones del mundo durante los grandes avivamientos evangelísticos.

14. El gen de la pasión por los perdidos

Este gen lo hemos heredado de nuestro pastor Fernando, «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego». (Romanos 1:16).

Pablo también tuvo este mismo gen evangelizador y en 1 de Corintios 9:16-23 él mismo menciona:

Porque si predico[j] el evangelio, no tengo nada de qué gloriarme, pues estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mí si no predico[k] el evangelio! 17 Porque si hago esto voluntariamente, tengo recompensa; pero si lo hago en contra de mi voluntad, un encargo[l] se me ha confiado. 18 ¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Que al predicar[m] el evangelio, pueda ofrecerlo[n] gratuitamente sin hacer pleno uso de mi derecho en el evangelio. 19 Porque aunque soy libre de todos, de todos me he hecho esclavo para ganar al mayor número posible. 20 A los judíos me hice como judío, para ganar a los judíos; a los que están bajo la ley, como bajo la ley (aunque yo no estoy bajo la ley) para ganar a los que están bajo la ley; 21 a los que están sin ley, como sin ley (aunque no estoy[o] sin la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo) para ganar a los que están sin ley. 22 A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos. 23 Y todo lo hago por amor del evangelio, para ser partícipe de él.

Nosotros como iglesia tenemos la misma pasión por los perdidos que Pablo tenía, y aunque nuestro enfoque es vertical, porque levantamos altares a Dios y buscamos siempre agradarle, eso no nos debilita, al contrario, nos fortalece para salir a ganar a los perdidos ya sea en el trabajo, la universidad, mediante las redes sociales, etc.

No obstante, cualquier acción que emprendamos tiene que ir acompañada del yelmo de la salvación y del apresto del evangelio de la paz.

15. El gen de la vocación de amor y restauración

La iglesia es un hospital y un mesón de buenos samaritanos. Tenemos una vocación de amar a todos los hombres y de restaurar vidas.

A mí, personalmente, me encanta ver las vidas restauradas. Cuando cuento mi testimonio o el de muchos de mis compañeros pastores la gente no se puede creer de dónde Dios nos ha sacado. Quizá nos ven tan santos o predicando, pero Dios nos restauró y, por lo tanto, nunca se nos puede olvidar cómo Dios nos ha cambiado para que no miremos al pecador como el fariseo al publicano cuando dijo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano» (Lucas 18:11).

En la iglesia, como hospital, tiene que haber gracia, misericordia, amor, sensibilidad con el que sufre, compasión, hambre de justicia. Tenemos que ser buenos samaritanos y no pasar de largo ante la necesidad.

16. El gen de la aspiración de la excelencia

Este gen permite que todo lo que hagamos lo hagamos con excelencia para la Gloria de Dios, pues Dios merece lo mejor. ¿Cómo vamos a tener casas artesonadas y la casa del Señor de cualquier forma?

Debemos trabajar con excelencia porque la misma palabra de Dios nos insta a hacer todo como para el Señor. Por eso, cuando hacemos las cosas no nos conformamos con lo mediocre o con lo que sale mal cuando podría salir mejor. Queremos ir hacia la excelencia porque todo lo que hacemos es para el rey y él merece lo mejor; sin caer en el error del perfeccionismo, pues es una atadura de esclavitud.

17. El gen del enfoque de la honra

Somos una iglesia de honra y como Romanos 12:10 menciona:

[…] en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.


El otro día, un joven me compartía que una de las cosas que más le había impactado cuando llegó a la iglesia era la honra que notaba que le damos a la palabra, a lo de Dios, a los pastores y que tenemos entre nosotros, pues venía de una iglesia en la que siempre escuchaba críticas hacia los pastores cuando hablaba con los hermanos.

No olvidemos que solo lo que honramos nos bendice y nos puede edificar. Nosotros honramos el púlpito y lo que Dios ha hecho en nuestro ministerio. La crítica debe ser siempre constructiva, pero sin murmuración porque esta impide que seamos edificados y, por tanto, cortamos el canal de la bendición. Esto es lo que debemos enseñar a las vidas. Con todo, vamos a poder captar cuando alguien venga con un espíritu correcto o con uno de deshonra.

Todo ministro o servidor que ha pasado por nuestro ministerio y que no ha podido valorar u honrar la obra del Espíritu Santo en este lugar, Dios lo ha cortado. En varias ocasiones el Señor me habló severamente en el secreto y me dijo que detesta la balanza injusta. ¿Por qué? porque a veces pesamos más lo negativo que lo positivo; y eso es lo que ofende al Señor, pues la obra es de él. En ese momento pude ver a Dios celoso de su obra.

Esto no quiere decir que no veamos lo negativo, lo vemos, sin embargo, no lo desbalanceamos y, por tanto, con esta actitud, dejamos que entre la crítica constructiva hacia lo de Dios, porque, en definitiva, por medio de la crítica constructiva nos honramos los unos a los otros, honramos a nuestras autoridades, a nuestros ancianos, etc.

Como iglesia, una manera de mostrar honra es que tengamos el sentido de acogida u hospitalidad cuando un ministro o líder viene a nuestra congregación. Cada visita es enviada por Dios para nosotros y es como si el mismo Jesús nos trajera una palabra. Por eso, «bendito el que viene en el nombre del Señor». Jesús mismo al no ser honrado en algunas casas a las que fue no volvió. Sin embargo, no debemos caer en la adulación que hace que los pastores parezcan una elite.

Honramos a las autoridades delegadas y a veces no tomamos tanto como referencia cómo la gente trata a los pastores, pues el pastor afecta positivamente tu vida y te conviene llevarte bien, sino que observamos cómo las vidas tratan al igual, al que creen inferior o cómo tratan u honran al que no tiene nada que ofrecer.

18. El gen de la visión de cuerpo y familia

Respecto al cuerpo, tenemos una visión de cuerpo porque somos un cuerpo y si el hermano sufre, todos sufrimos. Como cuerpo debemos servir al hermano que está en necesidad, procurar la unidad y ayudar al que es débil.

No debemos tener indiferencia ni alegrarnos de la desgracia de nuestros hermanos, pues somos un cuerpo, nos necesitamos los unos a los otros y cada miembro es importante.

Sin embargo, a veces, algunas partes del cuerpo se enferman, las intentamos curar y si no se dejan curar quizá no son parte de nuestro cuerpo, por tanto, a veces tenemos que aprender a ejercer disciplina y autoridad y separar del cuerpo a personas que son gangrena o que lo dañan. No podemos tener más misericordia que Dios.

En cuanto a la visión de familia, hay iglesias que son iglesias show: luces, cámaras y acción. Son iglesias en las que se consume un espectáculo, que suelen tener un monólogo como predicación con un pastor que hace de cómico y en las que te hacen sentir bien. En ellas nunca te dicen algo que te haga sentir mal y, obviamente, son lugares a los que la gente quiere volver.

Por otro lado, existen las iglesias universidad en las que hay un magisterio, una enseñanza. Son iglesias campus en los que te dan una formación.

No obstante, la iglesia del Nuevo Testamento, con la que nos identificamos nosotros, es una iglesia que es familia. Por tanto, como familia, seguimos el modelo de discipulado en el que Dios nos brinda una paternidad o mentor para que aprendamos a ser hijos y nos formemos bajo un manto. Por eso es tan importante que tengamos contacto los unos con los otros. Un instrumento muy útil para ello son las reuniones de grupos de bendición, pues allí estamos pendientes de nuestros hermanos, les servimos y cuidamos de otras vidas.

En lo natural, si tenemos la visión de padre y criamos hijos para que se hagan adultos esperamos que se independicen. Lo mismo ocurre en la iglesia, criamos vidas para que crezcan y que, a su debido tiempo, no dependan de nosotros. Queremos criar hijos para que ellos a su vez sean padres y se desarrollen y cumplan su propósito. Esto quiere decir que en nuestra familia o ministerio nadie va a tener un pastorado, un llamado misionero o un ministerio frustrado. Nuestro gozo, como pastores, es veros a vosotros multiplicar las casas de bendición o veros como profetas, evangelistas, pastores, apóstoles, líderes, listos para ser enviados. Queremos que tengáis una carga para ser enviados y salgáis de nuestras alas, pero bien, en honra, en bendición y formados.

19. El gen del corazón por la nueva generación

Somos una iglesia que tiene un corazón para los niños y los jóvenes. Sabemos que es muy difícil ser cristiano en un basurero moral y espiritual como es Europa, no desconocemos el bombardeo, la presión, las influencias y la cultura en la que se encuentran. Por tanto, nuestra labor es enseñarles la contracultura de Dios, que no se dejen llevar, que tengan identidad y sepan quienes son, que tengan valores, en definitiva, que tengan un ADN del reino.

Los jóvenes y los niños son una prioridad para nosotros. No se trata de entretenerlos para que vengan los padres porque el enemigo se centra en destruir a la nueva generación y, desafortunadamente, lo hemos visto. El diablo da a los mayores por perdidos, pero a los pequeños intenta dañarlos. Por eso, el Señor hace volver el corazón de los padres a los hijos y de los hijos a los padres. Así pues, nuestro esfuerzo es tener una una buena escuela dominical y buenos cultos con los jóvenes.

20. El gen de la centralidad de la familia

Hay iglesias que dinamitan las familias, donde las vidas entran en un activismo de iglesia y ya no tienen tiempo de ser familia.

Para nosotros la prioridad es cuidar de nuestra familia. Y esto lo hacemos con enseñanzas para familias e intentamos no la iglesia de reuniones para que las familias o los conyugues estén juntos.

Nos preocupamos por la salud de la familia porque, finalmente la familia es la salud de la iglesia. La iglesia es una familia de familias y la iglesia del mundo es como Israel, un pueblo de tribus que tienen familias.

En Murcia, a 26 de septiembre de 2020.

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