El último cuento de la serie Después del Resplandor que tienes disponible en Evangélico Digital y en mi blog. Pero no es el final de la historia.
En esta octava entrega descubriremos La llave de Zacarías y Operación Éxodo. También podremos compartir con los protagonistas la experiencia de tener paz en la hora más oscura. Estoy seguro de que te gustará bajar a la mina de Los Inconformes y estar con los sesasenios unas horas.
CUENTO 8: UNA PAZ INDESCRITIBLE
Una paz indescriptible acarició los corazones de los cuarenta y cuatro sesasenios.
Se hallaban recluidos en la mina, que ahora era su cárcel particular de oscuridad, asfixia, hambre y sed. Sentados en sillas, en torno a los pastores, Paul y Serena, formaban un círculo de cuerpos debilitados y rostros macilentos, que se aferraban a su fe y a su mascarilla de oxígeno para seguir viviendo unas horas más.
A pesar de lo angustioso de la situación, tras dos semanas de encierro, sin embargo, ese salón estaba lleno de la Presencia de Dios. La sala que había sido capilla de una congregación presencial de sesasenios durante diez años, ahora estaba convertida en un barracón de ciento cincuenta metros cuadrados, con quince literas, tres mesas y cien sillas.
La sensación de claustrofobia había pasado. Eran conscientes de que se hallaban a setecientos metros de profundidad y de que si acababan escapando de allí solo encontrarían un desierto interminable e irrespirable. Por otra parte, bajo sus pies se movían unos dos mil insurgentes, distribuidos en siete niveles más, con Pirro y Séneca a la cabeza. Muchos de los cristianos sesasenios habían confesado que cuando iban al baño, custodiados por soldados a los que les brillaban los ojos en la oscuridad y que no soltaban el arma en ningún momento, hacían sus necesidades lo más rápido que podían, deseando regresar cuanto antes al seno del grupo, ya que el único lugar de la colmena en el que se sentían seguros era la capilla. Afuera estaban las tinieblas; dentro solo poca luz.
Paul y Serena no quisieron comunicar a sus compañeros sus sospechas de que en cualquier momento el ejército de Los Arcanos podría aparecer; si es que habían descubierto la ubicación de la colmena, en las pulseras de los creyentes delatores. En un enfrentamiento entre inconformes y arcanos, sin duda, los sesasenios se llevarían la peor parte, pues eran odiados por unos y otros.
A pesar de toda esta realidad, la paz incomprensible que prometió Jesús, el Príncipe de Paz, descansaba en los corazones de los cuarenta y cuatro fieles.
Después de que trataron abiertamente el tema del Infierno y de la Segunda Venida algo cambió en el ánimo de los cristianos: todos tenían la seguridad de que estaban en la perfecta voluntad de Dios. A pesar de todo; a pesar de los errores cometidos; de la trampa que se crearon involuntariamente al atraer a la colmena a los sesasenios de la península; a pesar del despotismo de Pirro y Séneca. Lo importante era que estaban allí, unidos, unánimes, listos para vivir, para luchar y, si era necesario, para morir.
Cuan diferente había sido la mañana y la tarde de ese día. Parecía un sueño: el pasar de los sollozos, lamentos o los gritos de Natividad, a tener una charla profunda, como un remanso de paz, y seguir simplemente sentados, unos cerca de otros y muy cerca de Cristo, esperando que algo sobrenatural sucediera.
Un silencio solemne había descendido como rocío que moja la hierba. Podían percibir al Santo Espíritu de Dios muy cerca de ellos, moviéndose dulcemente en las tinieblas, como se movió en el día de la creación del Planeta, cuando “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, mas el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”.
Justo en medio de ese selah, Paul se puso en pie y exclamó:
-¡La carta de Zacarías!
-¿La carta de Zacarías? -dijo Isaac extrañado.
Paul pidió que le trajeran una mesa y que la pusieran en medio del grupo. Abrió la carta de Zacarías y solicitó la Biblia de Roberto.
-Era lo que os quería contar antes de que Patricio nos sometiera su sentir sobre los tiempos del fin... Os reuní para contaros que, esta mañana, cuando oí a Isaac y a su hijo, Óscar, animando a Roberto, se iluminó mi mente con un pensamiento sublime. –Paul hablaba con una agitación interior que no era nerviosismo o sentimentalismo. Más de uno comentó después que hablaba bajo unción del Señor.
-Resulta que ellos estaban aconsejando a Roberto -proseguía Paul-, sobre cómo consolar a Natividad. Y dijeron que...
-¡Lo de las liberaciones sobrenaturales! -se adelantó Roberto.
-¡Eso mismo! -confirmó Paul-. Mencionaron varias liberaciones milagrosas, ¿os acordáis?
-A ver... -dijo Isaac buscando en su memoria- Yo mencioné la de Pedro en Hechos 12, y luego...
-Luego, cuando David se fingió loco para escapar del rey filisteo... De Aquis... Lo del Salmo 34. –Óscar ayudó a su padre a recordar-. Lo habían apresado los enemigos y David no tenía escapatoria...
-¡Sí! -remató Isaac- Y, por último, me acordé de la resurrección de Lázaro.
-¿Y tú, Óscar? -Paul se dirigió al sesasenio más joven, con sus treinta y cinco años, mas no por ello torpe en las Escrituras.
-A mí me vino el caso de Daniel, en el foso de los leones... Y las dos liberaciones de José... Cuando fue sacado del pozo -recordó Óscar-. Y luego, también cuando fue librado de la cárcel, que interpretó los sueños del copero y del panadero...
-¡Ahí está! ¡Ese es el punto! -gritó Paul.
-Dilo ya, Paul, nos tienes a todos en vilo -rogó Serena con buen sentido del humor.
-Perdonad... Son los nervios... -Paul se centró en el pensamiento que le había sido dado en la mañana-. Hay dos clases de escapes en la vida de José. El escape del pozo y el escape de la cárcel. El del pozo representa una intervención directa de Dios, valiéndose de Rubén, que se compadeció de José y propuso venderlo como esclavo antes que dejarlo morir allí. Pero la otra liberación, la de la cárcel... ¡Esa es diferente! José tuvo que hacer varias cosas para que se produjera el milagro. Fue fiel como siervo en la cárcel... Lo pusieron sobre los presos de alto rango: el panadero y el copero... Interpretó los sueños de ambos... Esperó el tiempo señalado... ¿Lo veis?
-¡Ya sé por dónde va usted, pastor! -exclamó Pascual, el sesasenio de Urbe Occidental.
-¡Sí! -dijo Noa, la única poshumana del grupo- Hay dos clases de liberaciones: las pasivas y las activas.
-¡Muy bien! -confirmó Paul-. Situemos en esas dos categorías los ejemplos que nuestros hermanos han usado para animar a Roberto... ¡La de Pedro!
Blanca, la esposa de Fede, también de Urbe Occidental, levantó la mano y se adelantó a decir:
-Fue pasiva... Pedro no tuvo que hacer nada... Solo seguir al ángel.
-¡Así es! -proseguía Paul- En cambio, la de David con los filisteos. Fue…
-¡Activa! -gritó Fede-. David clamó desde la cárcel y también se hizo el loco.
-¡Correcto! La de Lázaro fue pasiva -afirmó Paul...
Patricio levantó la mano y Paul le dio la palabra.
-No fue pasiva... -y cuando los murmullos comenzaron a crecer, por su error, Patricio sonrió y dijo- ¡Fue súper pasiva!
-¡Por último, la de Daniel! -remató Paul- ¡También pasiva! ¿Lo veis? No siempre podemos quedarnos a la espera de un milagro, en actitud pasiva. Especialmente cuando podemos hacer algo para escapar -concluyó Paul.
-¿Estás sugiriendo que nuestro escape debe ser de los activos y no de los pasivos? -quiso aclarar Serena-. Si es así... por lo que te conozco... ya tienes alguna estrategia en mente, ¿verdad?
-La tenía... En parte... Me faltaba lo más importante. Pero hace un momento, cuando estábamos todos en silencio, me vinieron cuatro palabras: La llave de Zacarías.
-¿La llave de Zacarías? -preguntó Serena.
-¡Claro! ¡Escuchad! ¿Por qué Zacarías se tomaría la molestia de pedir a los patriarcas un último deseo, y ese deseo sería escribirnos una carta? Hay muy poco papel en la colmena... Solo los líderes tienen la posibilidad de escribir en papel... Estoy seguro de que Zacarías tuvo que insistir mucho, antes de que lo operasen, para dejarnos esta carta escrita... Así que, no sé de qué manera los convenció para que le dejaran escribir, pero lo que sí sé es que no fue un capricho... sino algo importante. No me cabe la menor duda.
-¡Tiene sentido! -dijo Roberto- ¿Y qué dice la carta?
-Os la leo -respondió Paul, tomando la misiva en sus manos y gracias a su tapetum lucidum robótico, no tuvo problema en ponerse de pie sin depender de la luz de las pulseras vitales y proceder a la lectura.
Esta era la carta:
-¡Eso escribió! ¡Solo eso! -seguía contando Paul-. Después de las breves palabras, los siete versículos que os acabo de leer. Imagino que los pudo seleccionar con un crystal no homologado, antes de hacer el apagón del 1 de agosto, porque aquí hay versos que están censurados en la Summa, como el de Apocalipsis, Zacarías o Daniel. ¿Lo veis? Él ya sabía que si no colaboraba querrían quitárselo del medio -dijo el pastor emocionado mostrando la carta a los enceguecidos ojos de sus hermanos.
-No tienen visión robótica, cariño -le recordó Serena.
-Perdonadme de nuevo... Se me olvida que estáis a ciegas sin la visión nocturna -Paul se rio de su propio despiste-. Pero ¡con más razón lo digo! Esta carta es la llave para nuestra “liberación de esta vida de oscuridad".
-Seguimos sin entender nada, Paul –dijo Serena alargando el ‘nada’ para que su esposo aclarase mejor su planteamiento.
-¡Uf!... Estoy empezando por el final... Es verdad. Gracias, cariño -Paul tomó la mano de Serena y ella notó que su esposo estaba temblando; de manera que agarró su palma con ambas manos y la besó.
-Veréis -continuó Paul-. La puerta del nivel 0 se abre con un código. Solo unos pocos guardias tienen la clave y, por supuesto, Pirro, Séneca y Ulises. Pues bien, mi teoría es que Zacarías hizo algo más que averiguar lo del mensaje del 21 de julio y enviarnos la ubicación el jueves 1 de agosto... Zacarías entendió que no sería posible tener libertad en esta colmena de inconformes, así que... -Paul se detuvo antes de decirlo-. Creo que hackeó sus fuentes de información para obtener el código de la puerta y...
-¿Tan hábil era el tal Zacarías? -interrumpió Patricio asombrado.
-¡Y capaz de hacer más que eso! -asintió Paul- Zacarías Luzón no solo fue una excelente persona y un corazón puro para Dios... ¡Fue un genio! Descubrió las posibilidades del transcato, desarrolló la tecnología crystaloide, se dejó una salvaguarda en el sistema para que no lo mataran... Así que, me lo imagino unos minutos, frente a los equipos de la colmena con los que consiguió bloquear todos los crystales de la República, y pienso: ¿No podría, una mente como la de Zacarías, encontrar para nosotros la contraseña de la puerta? Y me respondo: ¡Claro que sí!
-Toma un poco de agua, Paul -lo animó Serena, que notaba cómo su marido tenía la boca reseca por la tensión. Noa también lo vio y le acercó un vaso. Después de beber un corto trago, Paul dijo:
-Creo que cada versículo de la carta contiene un número; por lo tanto, los siete versos son la llave para “la liberación de esta vida de oscuridad". Por eso lo he llamado La llave de Zacarías.
-¡Os espero “arriba”! Dice al final... En la posdata -cayó en la cuenta Serena-. Ese arriba no es simplemente el Cielo... Es otra pista... ¡La puerta está arriba!
-¡Exacto! ¡Muy bien visto, Serena! Por favor, Isaac, con la ayuda de la luz de varias pulseras vitales, lee en voz alta los textos.
A Isaac le dio un vuelco el corazón. Como si todo el plan de Paul dependiera de que leyese bien. De manera que, con voz titubeante, comenzó:
-Lucas 2: 11. “Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”.
-¿Qué número hay ahí? -preguntó Paul.
-¿Ninguno? -dijo Soledad.
-No, no, cariño -la corrigió su marido-. "Un Salvador”. Es el número 1.
-¡Ya tenemos el primero! -gritó Paul.
La emoción del pastor se fue contagiando al resto y, poco a poco, todos se pusieron de pie, deseando descubrir el resto de los números de La llave de Zacarías.
-Hebreos 4:4 -siguió leyendo Isaac, con voz entrecortada-. "Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y Dios reposó en el séptimo día de todas sus obras".
-¡El siete! -exclamó Natividad.
-Ahí está el segundo número -dijo Paul mostrando dos dedos al grupo-. Id memorizando la clave...
-Hechos 27:33 -leía Isaac, un poco más seguro de sí mismo-: “Y hasta que estaba a punto de amanecer, Pablo exhortaba a todos a que tomaran alimento, diciendo: hace ya catorce días que, velando continuamente, estáis en ayunas, sin tomar ningún alimento".
-Catorce días, como nosotros… ¡Qué grande eres, Zacarías! -gritó Paul mirando al techo y enviando un beso imaginario con la mano, como si Zacarías lo pudiese recibir en el Cielo-. ¿Os estáis dando cuenta? Son versículos que traen un consuelo y un mensaje para nosotros. Lo del Euroclidón de Pablo, en Hechos 27, fue otra liberación milagrosa.
-Por otra parte, Paul –aportó Serena-, si los patriarcas los hubiesen querido examinar, todos los versos tienen un sentido que descartaría cualquier sospecha... Zacarías ha sido como un profeta para nosotros...
-¡Y ahí tenemos el tercer número! ¡El catorce! -exclamó Paul.
-Paul, baja la voz... ¿Los guardias de la puerta pueden oírte? -advirtió Serena.
-No creo… Esa puerta, y toda la sala es una especie de cajón hermético -explicó el pastor-. Así lo diseñaron, para impedir que los cantos y las oraciones salieran de aquí y molestaran a la colmena. Pero voy a bajar el volumen, cariño... Vamos con el cuarto, Isaac...
-Apocalipsis 4:10: “Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono”.
-¡El veinticuatro! -dijo Óscar.
-Muy bien, ya tenemos cuatro... ¡Vamos! ¡Recordad conmigo! El uno, el siete, el catorce y el veinticuatro... Seguimos, Isaac –rogó Paul, e Isaac buscó en Zacarías 4:10, con la ayuda de la luz de las pulseras de Ágata, Óscar y Noa.
-“¿Pues quién ha menospreciado el día de las pequeñeces? Estos siete se alegrarán cuando vean la plomada en la mano de Zorobabel; estos son los ojos del Señor que recorren toda la tierra". -Y, tras leer el verso, Isaac gritó- ¡Aleluya! Me hubiese gustado conocer al tal Zacarías... Los ojos del Señor recorren todo el mundo; también esta pequeña capilla en el interior de la tierra...
-¡Amén! ¡Lo conocerás, Isaac, lo conocerás! -afirmó Serena con una sonrisa cariñosa.
-Faltan dos más... Lee tú ahora, Patricio -dijo Paul- Lo has hecho muy bien, Isaac.
Isaac pasó la Biblia a Patricio, quien se adelantó para leer en el mismo lugar en el que lo había hecho Isaac. El joven se fijó en la carta que estaba en la mesa y vio que el siguiente versículo era Daniel 1:15.
-“Al cabo de los diez días su aspecto parecía mejor y estaban más rollizos que todos los jóvenes que habían estado comiendo los manjares del rey” -leyó Patricio-. Es uno de mis pasajes favoritos...
Los ‘amenes’ y ‘los gloria a Dios’ se repartieron entre los sesasenios, pues cada versículo los estaba alimentando espiritualmente.
-¡Ahí está el diez! -señaló Federico.
-Falta uno, Patricio. Completemos la clave -pidió Paul.
-Es 1 Corintios 15:4: “Que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" -dijo Patricio y se le escapó una carcajada de alegría exultante y contagiosa- ¡Al tercer día resucitó!
De forma espontánea, los cuarenta y cuatro cristianos estallaron en un aplauso sentido, como si aquel texto hablase también de la resurrección de ellos mismos. Varios se abrazaron y hasta alguno llegó a pensar que, si toda la penuria de esas dos semanas acababa en mitad de ese aplauso, bien había merecido la pena el sufrimiento.
-Ya tenemos la llave de nuestra libertad. Zacarías pagó un alto precio para entregárnosla:
-¿Es correcto? -preguntó Paul mirando a Patricio.
-Correcto -confirmó el joven.
-Muy bien, hermanos, pues ahora os ruego que toméis asiento y que me escuchéis con toda solicitud -Paul bajó el volumen lo suficiente como para que lo escuchasen en el salón, mas sin llamar la atención de los guardias de afuera.
-Estamos en el nivel 1. Muy cerca del 0. Pero llegar a la puerta no será tan fácil como nos gustaría. Debemos hacerlo en la madrugada ya que están dejando a un solo guardia en la puerta de la capilla. ¿Alguno de vosotros tiene nociones de combate o defensa personal?
-¡Yo! -dijo Federico, el conductor del deslizable de mercancías-. Mi trabajo es peligroso... Nos entrenan para defendernos de atracos en la urbe o de asaltantes en los caminos de los desiertos. De hecho, hemos sido atacados por Los Inconformes en más de una ocasión.
-¡Pues tú vendrás conmigo, Fede! -exclamó Paul con alegría contenida. No esperaba la buena noticia de tener a un hermano capacitado para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Ahora podía entender mejor lo musculoso que era Federico; su trabajo le exigía estar en forma-. Le pediremos al soldado que nos guíe hasta el aseo; y él lo hará confiado, pues será uno de los falsos hermanos, de los que han estado viniendo a la capilla, y nos tienen subestimados en cuanto a la voluntad de usar la fuerza... Ya sabéis: "al que te hiera en una ponle también la otra”. -Risas nerviosas se oyeron en el oscuro salón-. Ese versículo no se aplicará en esta ocasión, ¿de acuerdo, Federico?
-Ningún problema, pastor –dijo el transportista sonriendo.
-Una vez que dejemos inconsciente al guardia volveremos con la llave de la capilla -proseguía Paul con el plan-. ¡Debemos tenerlo todo preparado! Vamos a quedarnos en ropa interior, camisetas y camisones, porque todo lo que sea combustible lo necesitaremos.
-¿Paul, es necesario? El desierto en las noches es frío; también en agosto -le recordó Serena.
-Sí, mi amor. Es muy importante. Escuchad mi idea… Debemos hacer bultos en las literas que imiten a nuestros cuerpos. Lo haremos con la ropa y mochilas, o bolsos; los cubriremos con mantas y sábanas. Rociaremos todo lo que nos quede de alcohol de los botiquines o colonias; y haremos la chispa con los cables del baño para encender una antorcha. Entonces prenderemos fuego a esos bultos con nuestra forma.
“El fuego arde más lento aquí -explicaba Paul-, por la falta de oxígeno... Pero eso nos beneficiará, hará que las telas aguanten más tiempo encendidas. Tendremos pocos minutos...
“Entonces debemos subir al nivel 0, con sigilo. Reduciremos al guardia de la puerta, que probablemente esté relajado o dormido... Recordad que el factor sorpresa es nuestra mejor baza... Nadie imaginará nuestra huida ya que la puerta sin la clave es infranqueable y no saben que Zacarías nos dejó la llave encriptada en la carta.
-¡Gloria a Dios! -se le escapó a Basilio, que sentía cómo rejuvenecía por momentos para tener, a sus ochenta y cuatro años, no la debilidad de su edad, agravada por el hambre y la sed, sino la fuerza de otro octogenario, Caleb.
-Sí, Basilio... -dijo Paul-. Saldremos al aire libre y tendremos doce horas de oxígeno, cada uno, para alejarnos tanto como podamos.
-¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que descubran que hemos escapado? -preguntó Óscar.
-Hasta que cualquiera de los dos guardias despierte... Entrarán en la capilla y despejarán la duda de lo que están viendo, porque les parecerá que es un suicidio colectivo; y, cuando descubran que hemos hecho arder las ropas y mantas, Ulises mandará a sus soldados con deslizables y nos perseguirán...
-¡Les daremos duro, pastor! -dijo Federico haciéndose crujir los nudillos-. Que se despierten mañana, como pronto.
-Pero no los mates, Fede -suplicó Blanca, su esposa, temiendo que se excediera en fuerza.
-Tranquila, Blanca. -Era Natividad la que hablaba, con una actitud totalmente opuesta a la de la mañana-. Dios está con nosotros... Como en las liberaciones sobrenaturales que hemos recordado...
-¡Amén, Nati! Así va a ser. Oremos por la ayuda del Señor en todo esto -confirmó Paul-. No quiero engañaros... Nuestra única posibilidad de salir vivos es que encontremos un deslizable escondido por algún lugar del desierto. Las doce horas de oxígeno no nos abastecerán para llegar a Urbe Meridional. Y, por otra parte, Los Inconformes saldrán detrás de nosotros como salió Faraón tras Israel.
-¡Llamemos a la operación, Éxodo! -dijo Patricio-. Será en el desierto, y nosotros también necesitaremos un milagro como el del Mar Rojo.
Nuevamente, unos minutos de silencio se impusieron en la capilla. Todos estaban sentados. El que más y el que menos veía lo imposible de la huida. Tener éxito estaba en proporción de uno frente a noventa y nueve. Sin embargo, quedarse en la capilla convertida en barracón o, mejor dicho, en ataúd, supondría el mismo fin. Era preferible intentarlo.
-¡Yo puedo correr sin cansarme! -dijo Noa-. Y no preciso de oxígeno... Ni dependo de comer ni beber... El frío no me afecta... Si me dejáis, mientras que vosotros corréis tanto como podáis, yo pondré a prueba este cuerpo humanoide... A ver de qué es capaz. Y si la publicidad del régimen es real, de que mentes humanas seríamos los nuevos Pobladores de la Galaxia gracias a un cuerpo poshumano, y que podríamos hacer cosas extraordinarias, lo sabremos mañana... Espero que no sea otra mentira de Los Arcanos.
-¿Nunca has puesto tu cuerpo robótico a prueba, Noa? -preguntó Serena.
-Nunca... Siempre rechacé esta carcasa. Siempre quise ser, simplemente, como antes. Una humana común y corriente -dijo Noa.
-Intentaría correr hasta la base aduanera en el desierto... En donde robamos el primer camión deslizable... ¿Quién sabe si puedo hacerme del otro vehículo y volver a por vosotros?
Paul calló y miró a Óscar. El gesto de dolor en el prometido de Noa era inconfundible.
-Yo correré a tu lado, Noa... Todo lo que pueda aguantar -suplicó Óscar.
Noa abrazó a su prometido y le susurró al oído.
-Ni siquiera podrías llevar mi ritmo, cariño. ¿No ves que para eso estoy aquí, con este cuerpo?
Unas lágrimas discretas, escondidas en la penumbra de la capilla, brotaron de Óscar. Sabía que el ofrecimiento de su prometida podría significar un adiós. Miró a Paul y a Serena. Paul asintió con la cabeza y apoyó la propuesta con estas palabras:
-Es la mejor opción que tenemos. Contar con una robot, con mente humana y corazón de sesasenia, es un regalo de la Providencia.
-¡Admiramos tu valentía, Noa! -dijo Soledad.
-¡Eres un ejemplo para todos nosotros, hermana! -la felicitó Roberto. Y Natividad se quitó la mascarilla fugazmente para besarla y abrazarla.
-Pongámonos manos a la obra para dejarlo todo listo. Nos vendría bien descansar, al menos, dos o tres horas. A mitad de la madrugada comenzará Operación Éxodo.
En esta octava entrega descubriremos La llave de Zacarías y Operación Éxodo. También podremos compartir con los protagonistas la experiencia de tener paz en la hora más oscura. Estoy seguro de que te gustará bajar a la mina de Los Inconformes y estar con los sesasenios unas horas.
CUENTO 8: UNA PAZ INDESCRITIBLE
Una paz indescriptible acarició los corazones de los cuarenta y cuatro sesasenios.
Se hallaban recluidos en la mina, que ahora era su cárcel particular de oscuridad, asfixia, hambre y sed. Sentados en sillas, en torno a los pastores, Paul y Serena, formaban un círculo de cuerpos debilitados y rostros macilentos, que se aferraban a su fe y a su mascarilla de oxígeno para seguir viviendo unas horas más.
A pesar de lo angustioso de la situación, tras dos semanas de encierro, sin embargo, ese salón estaba lleno de la Presencia de Dios. La sala que había sido capilla de una congregación presencial de sesasenios durante diez años, ahora estaba convertida en un barracón de ciento cincuenta metros cuadrados, con quince literas, tres mesas y cien sillas.
La sensación de claustrofobia había pasado. Eran conscientes de que se hallaban a setecientos metros de profundidad y de que si acababan escapando de allí solo encontrarían un desierto interminable e irrespirable. Por otra parte, bajo sus pies se movían unos dos mil insurgentes, distribuidos en siete niveles más, con Pirro y Séneca a la cabeza. Muchos de los cristianos sesasenios habían confesado que cuando iban al baño, custodiados por soldados a los que les brillaban los ojos en la oscuridad y que no soltaban el arma en ningún momento, hacían sus necesidades lo más rápido que podían, deseando regresar cuanto antes al seno del grupo, ya que el único lugar de la colmena en el que se sentían seguros era la capilla. Afuera estaban las tinieblas; dentro solo poca luz.
Paul y Serena no quisieron comunicar a sus compañeros sus sospechas de que en cualquier momento el ejército de Los Arcanos podría aparecer; si es que habían descubierto la ubicación de la colmena, en las pulseras de los creyentes delatores. En un enfrentamiento entre inconformes y arcanos, sin duda, los sesasenios se llevarían la peor parte, pues eran odiados por unos y otros.
A pesar de toda esta realidad, la paz incomprensible que prometió Jesús, el Príncipe de Paz, descansaba en los corazones de los cuarenta y cuatro fieles.
Después de que trataron abiertamente el tema del Infierno y de la Segunda Venida algo cambió en el ánimo de los cristianos: todos tenían la seguridad de que estaban en la perfecta voluntad de Dios. A pesar de todo; a pesar de los errores cometidos; de la trampa que se crearon involuntariamente al atraer a la colmena a los sesasenios de la península; a pesar del despotismo de Pirro y Séneca. Lo importante era que estaban allí, unidos, unánimes, listos para vivir, para luchar y, si era necesario, para morir.
Cuan diferente había sido la mañana y la tarde de ese día. Parecía un sueño: el pasar de los sollozos, lamentos o los gritos de Natividad, a tener una charla profunda, como un remanso de paz, y seguir simplemente sentados, unos cerca de otros y muy cerca de Cristo, esperando que algo sobrenatural sucediera.
Un silencio solemne había descendido como rocío que moja la hierba. Podían percibir al Santo Espíritu de Dios muy cerca de ellos, moviéndose dulcemente en las tinieblas, como se movió en el día de la creación del Planeta, cuando “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, mas el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”.
Justo en medio de ese selah, Paul se puso en pie y exclamó:
-¡La carta de Zacarías!
-¿La carta de Zacarías? -dijo Isaac extrañado.
Paul pidió que le trajeran una mesa y que la pusieran en medio del grupo. Abrió la carta de Zacarías y solicitó la Biblia de Roberto.
-Era lo que os quería contar antes de que Patricio nos sometiera su sentir sobre los tiempos del fin... Os reuní para contaros que, esta mañana, cuando oí a Isaac y a su hijo, Óscar, animando a Roberto, se iluminó mi mente con un pensamiento sublime. –Paul hablaba con una agitación interior que no era nerviosismo o sentimentalismo. Más de uno comentó después que hablaba bajo unción del Señor.
-Resulta que ellos estaban aconsejando a Roberto -proseguía Paul-, sobre cómo consolar a Natividad. Y dijeron que...
-¡Lo de las liberaciones sobrenaturales! -se adelantó Roberto.
-¡Eso mismo! -confirmó Paul-. Mencionaron varias liberaciones milagrosas, ¿os acordáis?
-A ver... -dijo Isaac buscando en su memoria- Yo mencioné la de Pedro en Hechos 12, y luego...
-Luego, cuando David se fingió loco para escapar del rey filisteo... De Aquis... Lo del Salmo 34. –Óscar ayudó a su padre a recordar-. Lo habían apresado los enemigos y David no tenía escapatoria...
-¡Sí! -remató Isaac- Y, por último, me acordé de la resurrección de Lázaro.
-¿Y tú, Óscar? -Paul se dirigió al sesasenio más joven, con sus treinta y cinco años, mas no por ello torpe en las Escrituras.
-A mí me vino el caso de Daniel, en el foso de los leones... Y las dos liberaciones de José... Cuando fue sacado del pozo -recordó Óscar-. Y luego, también cuando fue librado de la cárcel, que interpretó los sueños del copero y del panadero...
-¡Ahí está! ¡Ese es el punto! -gritó Paul.
-Dilo ya, Paul, nos tienes a todos en vilo -rogó Serena con buen sentido del humor.
-Perdonad... Son los nervios... -Paul se centró en el pensamiento que le había sido dado en la mañana-. Hay dos clases de escapes en la vida de José. El escape del pozo y el escape de la cárcel. El del pozo representa una intervención directa de Dios, valiéndose de Rubén, que se compadeció de José y propuso venderlo como esclavo antes que dejarlo morir allí. Pero la otra liberación, la de la cárcel... ¡Esa es diferente! José tuvo que hacer varias cosas para que se produjera el milagro. Fue fiel como siervo en la cárcel... Lo pusieron sobre los presos de alto rango: el panadero y el copero... Interpretó los sueños de ambos... Esperó el tiempo señalado... ¿Lo veis?
-¡Ya sé por dónde va usted, pastor! -exclamó Pascual, el sesasenio de Urbe Occidental.
-¡Sí! -dijo Noa, la única poshumana del grupo- Hay dos clases de liberaciones: las pasivas y las activas.
-¡Muy bien! -confirmó Paul-. Situemos en esas dos categorías los ejemplos que nuestros hermanos han usado para animar a Roberto... ¡La de Pedro!
Blanca, la esposa de Fede, también de Urbe Occidental, levantó la mano y se adelantó a decir:
-Fue pasiva... Pedro no tuvo que hacer nada... Solo seguir al ángel.
-¡Así es! -proseguía Paul- En cambio, la de David con los filisteos. Fue…
-¡Activa! -gritó Fede-. David clamó desde la cárcel y también se hizo el loco.
-¡Correcto! La de Lázaro fue pasiva -afirmó Paul...
Patricio levantó la mano y Paul le dio la palabra.
-No fue pasiva... -y cuando los murmullos comenzaron a crecer, por su error, Patricio sonrió y dijo- ¡Fue súper pasiva!
-¡Por último, la de Daniel! -remató Paul- ¡También pasiva! ¿Lo veis? No siempre podemos quedarnos a la espera de un milagro, en actitud pasiva. Especialmente cuando podemos hacer algo para escapar -concluyó Paul.
-¿Estás sugiriendo que nuestro escape debe ser de los activos y no de los pasivos? -quiso aclarar Serena-. Si es así... por lo que te conozco... ya tienes alguna estrategia en mente, ¿verdad?
-La tenía... En parte... Me faltaba lo más importante. Pero hace un momento, cuando estábamos todos en silencio, me vinieron cuatro palabras: La llave de Zacarías.
-¿La llave de Zacarías? -preguntó Serena.
-¡Claro! ¡Escuchad! ¿Por qué Zacarías se tomaría la molestia de pedir a los patriarcas un último deseo, y ese deseo sería escribirnos una carta? Hay muy poco papel en la colmena... Solo los líderes tienen la posibilidad de escribir en papel... Estoy seguro de que Zacarías tuvo que insistir mucho, antes de que lo operasen, para dejarnos esta carta escrita... Así que, no sé de qué manera los convenció para que le dejaran escribir, pero lo que sí sé es que no fue un capricho... sino algo importante. No me cabe la menor duda.
-¡Tiene sentido! -dijo Roberto- ¿Y qué dice la carta?
-Os la leo -respondió Paul, tomando la misiva en sus manos y gracias a su tapetum lucidum robótico, no tuvo problema en ponerse de pie sin depender de la luz de las pulseras vitales y proceder a la lectura.
Esta era la carta:
Espero que en el deleite de las Escrituras
halléis el consuelo y la liberación
de esta vida de oscuridad.
Con cariño, para Paul y Serena, de vuestro
hermano, Zacarías Luzón.
PD: Os espero “arriba”.
Lucas 2:11
Hebreos 4:4
Hechos 27:33
Apocalipsis 4:10
Zacarías 4:10
Daniel 1:15
1 Corintios 15:4
-¡Eso escribió! ¡Solo eso! -seguía contando Paul-. Después de las breves palabras, los siete versículos que os acabo de leer. Imagino que los pudo seleccionar con un crystal no homologado, antes de hacer el apagón del 1 de agosto, porque aquí hay versos que están censurados en la Summa, como el de Apocalipsis, Zacarías o Daniel. ¿Lo veis? Él ya sabía que si no colaboraba querrían quitárselo del medio -dijo el pastor emocionado mostrando la carta a los enceguecidos ojos de sus hermanos.
-No tienen visión robótica, cariño -le recordó Serena.
-Perdonadme de nuevo... Se me olvida que estáis a ciegas sin la visión nocturna -Paul se rio de su propio despiste-. Pero ¡con más razón lo digo! Esta carta es la llave para nuestra “liberación de esta vida de oscuridad".
-Seguimos sin entender nada, Paul –dijo Serena alargando el ‘nada’ para que su esposo aclarase mejor su planteamiento.
-¡Uf!... Estoy empezando por el final... Es verdad. Gracias, cariño -Paul tomó la mano de Serena y ella notó que su esposo estaba temblando; de manera que agarró su palma con ambas manos y la besó.
-Veréis -continuó Paul-. La puerta del nivel 0 se abre con un código. Solo unos pocos guardias tienen la clave y, por supuesto, Pirro, Séneca y Ulises. Pues bien, mi teoría es que Zacarías hizo algo más que averiguar lo del mensaje del 21 de julio y enviarnos la ubicación el jueves 1 de agosto... Zacarías entendió que no sería posible tener libertad en esta colmena de inconformes, así que... -Paul se detuvo antes de decirlo-. Creo que hackeó sus fuentes de información para obtener el código de la puerta y...
-¿Tan hábil era el tal Zacarías? -interrumpió Patricio asombrado.
-¡Y capaz de hacer más que eso! -asintió Paul- Zacarías Luzón no solo fue una excelente persona y un corazón puro para Dios... ¡Fue un genio! Descubrió las posibilidades del transcato, desarrolló la tecnología crystaloide, se dejó una salvaguarda en el sistema para que no lo mataran... Así que, me lo imagino unos minutos, frente a los equipos de la colmena con los que consiguió bloquear todos los crystales de la República, y pienso: ¿No podría, una mente como la de Zacarías, encontrar para nosotros la contraseña de la puerta? Y me respondo: ¡Claro que sí!
-Toma un poco de agua, Paul -lo animó Serena, que notaba cómo su marido tenía la boca reseca por la tensión. Noa también lo vio y le acercó un vaso. Después de beber un corto trago, Paul dijo:
-Creo que cada versículo de la carta contiene un número; por lo tanto, los siete versos son la llave para “la liberación de esta vida de oscuridad". Por eso lo he llamado La llave de Zacarías.
-¡Os espero “arriba”! Dice al final... En la posdata -cayó en la cuenta Serena-. Ese arriba no es simplemente el Cielo... Es otra pista... ¡La puerta está arriba!
-¡Exacto! ¡Muy bien visto, Serena! Por favor, Isaac, con la ayuda de la luz de varias pulseras vitales, lee en voz alta los textos.
A Isaac le dio un vuelco el corazón. Como si todo el plan de Paul dependiera de que leyese bien. De manera que, con voz titubeante, comenzó:
-Lucas 2: 11. “Porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”.
-¿Qué número hay ahí? -preguntó Paul.
-¿Ninguno? -dijo Soledad.
-No, no, cariño -la corrigió su marido-. "Un Salvador”. Es el número 1.
-¡Ya tenemos el primero! -gritó Paul.
La emoción del pastor se fue contagiando al resto y, poco a poco, todos se pusieron de pie, deseando descubrir el resto de los números de La llave de Zacarías.
-Hebreos 4:4 -siguió leyendo Isaac, con voz entrecortada-. "Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y Dios reposó en el séptimo día de todas sus obras".
-¡El siete! -exclamó Natividad.
-Ahí está el segundo número -dijo Paul mostrando dos dedos al grupo-. Id memorizando la clave...
-Hechos 27:33 -leía Isaac, un poco más seguro de sí mismo-: “Y hasta que estaba a punto de amanecer, Pablo exhortaba a todos a que tomaran alimento, diciendo: hace ya catorce días que, velando continuamente, estáis en ayunas, sin tomar ningún alimento".
-Catorce días, como nosotros… ¡Qué grande eres, Zacarías! -gritó Paul mirando al techo y enviando un beso imaginario con la mano, como si Zacarías lo pudiese recibir en el Cielo-. ¿Os estáis dando cuenta? Son versículos que traen un consuelo y un mensaje para nosotros. Lo del Euroclidón de Pablo, en Hechos 27, fue otra liberación milagrosa.
-Por otra parte, Paul –aportó Serena-, si los patriarcas los hubiesen querido examinar, todos los versos tienen un sentido que descartaría cualquier sospecha... Zacarías ha sido como un profeta para nosotros...
-¡Y ahí tenemos el tercer número! ¡El catorce! -exclamó Paul.
-Paul, baja la voz... ¿Los guardias de la puerta pueden oírte? -advirtió Serena.
-No creo… Esa puerta, y toda la sala es una especie de cajón hermético -explicó el pastor-. Así lo diseñaron, para impedir que los cantos y las oraciones salieran de aquí y molestaran a la colmena. Pero voy a bajar el volumen, cariño... Vamos con el cuarto, Isaac...
-Apocalipsis 4:10: “Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono”.
-¡El veinticuatro! -dijo Óscar.
-Muy bien, ya tenemos cuatro... ¡Vamos! ¡Recordad conmigo! El uno, el siete, el catorce y el veinticuatro... Seguimos, Isaac –rogó Paul, e Isaac buscó en Zacarías 4:10, con la ayuda de la luz de las pulseras de Ágata, Óscar y Noa.
-“¿Pues quién ha menospreciado el día de las pequeñeces? Estos siete se alegrarán cuando vean la plomada en la mano de Zorobabel; estos son los ojos del Señor que recorren toda la tierra". -Y, tras leer el verso, Isaac gritó- ¡Aleluya! Me hubiese gustado conocer al tal Zacarías... Los ojos del Señor recorren todo el mundo; también esta pequeña capilla en el interior de la tierra...
-¡Amén! ¡Lo conocerás, Isaac, lo conocerás! -afirmó Serena con una sonrisa cariñosa.
-Faltan dos más... Lee tú ahora, Patricio -dijo Paul- Lo has hecho muy bien, Isaac.
Isaac pasó la Biblia a Patricio, quien se adelantó para leer en el mismo lugar en el que lo había hecho Isaac. El joven se fijó en la carta que estaba en la mesa y vio que el siguiente versículo era Daniel 1:15.
-“Al cabo de los diez días su aspecto parecía mejor y estaban más rollizos que todos los jóvenes que habían estado comiendo los manjares del rey” -leyó Patricio-. Es uno de mis pasajes favoritos...
Los ‘amenes’ y ‘los gloria a Dios’ se repartieron entre los sesasenios, pues cada versículo los estaba alimentando espiritualmente.
-¡Ahí está el diez! -señaló Federico.
-Falta uno, Patricio. Completemos la clave -pidió Paul.
-Es 1 Corintios 15:4: “Que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" -dijo Patricio y se le escapó una carcajada de alegría exultante y contagiosa- ¡Al tercer día resucitó!
De forma espontánea, los cuarenta y cuatro cristianos estallaron en un aplauso sentido, como si aquel texto hablase también de la resurrección de ellos mismos. Varios se abrazaron y hasta alguno llegó a pensar que, si toda la penuria de esas dos semanas acababa en mitad de ese aplauso, bien había merecido la pena el sufrimiento.
-Ya tenemos la llave de nuestra libertad. Zacarías pagó un alto precio para entregárnosla:
1 – 7 – 14 – 24 – 7 – 10 – 3
-¿Es correcto? -preguntó Paul mirando a Patricio.
-Correcto -confirmó el joven.
-Muy bien, hermanos, pues ahora os ruego que toméis asiento y que me escuchéis con toda solicitud -Paul bajó el volumen lo suficiente como para que lo escuchasen en el salón, mas sin llamar la atención de los guardias de afuera.
-Estamos en el nivel 1. Muy cerca del 0. Pero llegar a la puerta no será tan fácil como nos gustaría. Debemos hacerlo en la madrugada ya que están dejando a un solo guardia en la puerta de la capilla. ¿Alguno de vosotros tiene nociones de combate o defensa personal?
-¡Yo! -dijo Federico, el conductor del deslizable de mercancías-. Mi trabajo es peligroso... Nos entrenan para defendernos de atracos en la urbe o de asaltantes en los caminos de los desiertos. De hecho, hemos sido atacados por Los Inconformes en más de una ocasión.
-¡Pues tú vendrás conmigo, Fede! -exclamó Paul con alegría contenida. No esperaba la buena noticia de tener a un hermano capacitado para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Ahora podía entender mejor lo musculoso que era Federico; su trabajo le exigía estar en forma-. Le pediremos al soldado que nos guíe hasta el aseo; y él lo hará confiado, pues será uno de los falsos hermanos, de los que han estado viniendo a la capilla, y nos tienen subestimados en cuanto a la voluntad de usar la fuerza... Ya sabéis: "al que te hiera en una ponle también la otra”. -Risas nerviosas se oyeron en el oscuro salón-. Ese versículo no se aplicará en esta ocasión, ¿de acuerdo, Federico?
-Ningún problema, pastor –dijo el transportista sonriendo.
-Una vez que dejemos inconsciente al guardia volveremos con la llave de la capilla -proseguía Paul con el plan-. ¡Debemos tenerlo todo preparado! Vamos a quedarnos en ropa interior, camisetas y camisones, porque todo lo que sea combustible lo necesitaremos.
-¿Paul, es necesario? El desierto en las noches es frío; también en agosto -le recordó Serena.
-Sí, mi amor. Es muy importante. Escuchad mi idea… Debemos hacer bultos en las literas que imiten a nuestros cuerpos. Lo haremos con la ropa y mochilas, o bolsos; los cubriremos con mantas y sábanas. Rociaremos todo lo que nos quede de alcohol de los botiquines o colonias; y haremos la chispa con los cables del baño para encender una antorcha. Entonces prenderemos fuego a esos bultos con nuestra forma.
“El fuego arde más lento aquí -explicaba Paul-, por la falta de oxígeno... Pero eso nos beneficiará, hará que las telas aguanten más tiempo encendidas. Tendremos pocos minutos...
“Entonces debemos subir al nivel 0, con sigilo. Reduciremos al guardia de la puerta, que probablemente esté relajado o dormido... Recordad que el factor sorpresa es nuestra mejor baza... Nadie imaginará nuestra huida ya que la puerta sin la clave es infranqueable y no saben que Zacarías nos dejó la llave encriptada en la carta.
-¡Gloria a Dios! -se le escapó a Basilio, que sentía cómo rejuvenecía por momentos para tener, a sus ochenta y cuatro años, no la debilidad de su edad, agravada por el hambre y la sed, sino la fuerza de otro octogenario, Caleb.
-Sí, Basilio... -dijo Paul-. Saldremos al aire libre y tendremos doce horas de oxígeno, cada uno, para alejarnos tanto como podamos.
-¿Cuánto tiempo puede pasar hasta que descubran que hemos escapado? -preguntó Óscar.
-Hasta que cualquiera de los dos guardias despierte... Entrarán en la capilla y despejarán la duda de lo que están viendo, porque les parecerá que es un suicidio colectivo; y, cuando descubran que hemos hecho arder las ropas y mantas, Ulises mandará a sus soldados con deslizables y nos perseguirán...
-¡Les daremos duro, pastor! -dijo Federico haciéndose crujir los nudillos-. Que se despierten mañana, como pronto.
-Pero no los mates, Fede -suplicó Blanca, su esposa, temiendo que se excediera en fuerza.
-Tranquila, Blanca. -Era Natividad la que hablaba, con una actitud totalmente opuesta a la de la mañana-. Dios está con nosotros... Como en las liberaciones sobrenaturales que hemos recordado...
-¡Amén, Nati! Así va a ser. Oremos por la ayuda del Señor en todo esto -confirmó Paul-. No quiero engañaros... Nuestra única posibilidad de salir vivos es que encontremos un deslizable escondido por algún lugar del desierto. Las doce horas de oxígeno no nos abastecerán para llegar a Urbe Meridional. Y, por otra parte, Los Inconformes saldrán detrás de nosotros como salió Faraón tras Israel.
-¡Llamemos a la operación, Éxodo! -dijo Patricio-. Será en el desierto, y nosotros también necesitaremos un milagro como el del Mar Rojo.
Nuevamente, unos minutos de silencio se impusieron en la capilla. Todos estaban sentados. El que más y el que menos veía lo imposible de la huida. Tener éxito estaba en proporción de uno frente a noventa y nueve. Sin embargo, quedarse en la capilla convertida en barracón o, mejor dicho, en ataúd, supondría el mismo fin. Era preferible intentarlo.
-¡Yo puedo correr sin cansarme! -dijo Noa-. Y no preciso de oxígeno... Ni dependo de comer ni beber... El frío no me afecta... Si me dejáis, mientras que vosotros corréis tanto como podáis, yo pondré a prueba este cuerpo humanoide... A ver de qué es capaz. Y si la publicidad del régimen es real, de que mentes humanas seríamos los nuevos Pobladores de la Galaxia gracias a un cuerpo poshumano, y que podríamos hacer cosas extraordinarias, lo sabremos mañana... Espero que no sea otra mentira de Los Arcanos.
-¿Nunca has puesto tu cuerpo robótico a prueba, Noa? -preguntó Serena.
-Nunca... Siempre rechacé esta carcasa. Siempre quise ser, simplemente, como antes. Una humana común y corriente -dijo Noa.
-Intentaría correr hasta la base aduanera en el desierto... En donde robamos el primer camión deslizable... ¿Quién sabe si puedo hacerme del otro vehículo y volver a por vosotros?
Paul calló y miró a Óscar. El gesto de dolor en el prometido de Noa era inconfundible.
-Yo correré a tu lado, Noa... Todo lo que pueda aguantar -suplicó Óscar.
Noa abrazó a su prometido y le susurró al oído.
-Ni siquiera podrías llevar mi ritmo, cariño. ¿No ves que para eso estoy aquí, con este cuerpo?
Unas lágrimas discretas, escondidas en la penumbra de la capilla, brotaron de Óscar. Sabía que el ofrecimiento de su prometida podría significar un adiós. Miró a Paul y a Serena. Paul asintió con la cabeza y apoyó la propuesta con estas palabras:
-Es la mejor opción que tenemos. Contar con una robot, con mente humana y corazón de sesasenia, es un regalo de la Providencia.
-¡Admiramos tu valentía, Noa! -dijo Soledad.
-¡Eres un ejemplo para todos nosotros, hermana! -la felicitó Roberto. Y Natividad se quitó la mascarilla fugazmente para besarla y abrazarla.
-Pongámonos manos a la obra para dejarlo todo listo. Nos vendría bien descansar, al menos, dos o tres horas. A mitad de la madrugada comenzará Operación Éxodo.
Juan Carlos P. Valero
CAPÍTULO 9: NADIE VOLVERÁ A DORMIR.
CAPÍTULO 10: EN LA SECCIÓN QUINTA.
----------------------------------------
La serie de cuentos para Evangélico Digital y para mi blog termina con esta octava entrega. Espero que hayas disfrutado con esta publicación semanal que nos ha ocupado dos meses.
Déjame cualquier comentario en el correo: sagamartinvera@gmail.com
El desenlace de la historia lo puedes encontrar en el capítulo 9 y 10 de la novela Después del Resplandor que está disponible en libro de tapa blanda y en ebook.
Busca Después del Resplandor o Juan Carlos Valero en Amazon, para saber qué les sucederá a los sesasenios y desvelar el resto de misterios sobre Los Inconformes, Los Arcanos, los mensajes del 21 de julio de 2071 y más...
CONTINÚA CON...
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