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Soliloquios
Consejos para vivir mejor
En Alcantarilla, localidad de Murcia en la que me he criado, hace pocos días, una señora de 54 años se lanzó al vacío desde un octavo piso. La noticia fue doblemente llamativa: por lo doloroso del hecho en sí; y porque la mujer que decidió quitarse la vida vino a chocar, no contra el pavimento, sino contra otra damaque estaba en la calle. ¿Cómo iba a imaginar Aurora, profesora del pueblo, que dejaba a su niño en catequesis, que esa tarde le caería el cuerpo de la pobre suicida encima? La maltrecha accidentada confiesa, en una entrevista que ha concedido a El Español: “el Señor me cuida”.
Aurora tiene 43 años y es la segunda vez que salva la vida: “Hace cuatro años me diagnosticaron un cáncer de útero y logré superarlo”. Sin embargo, en esta ocasión, no solo tendrá que superar las secuelas físicas, como cuenta al diario, “tengo problemas de equilibrio al caminar y sufro mareos"; lo que es, si cabe, más difícil de curar serán las secuelas psicológicas: "Estoy un poco llorona, intentando afrontar lo que me ha pasado".
Imagina conmigo, estar parado en la acera, a punto de cruzar la calle con tu hijo de la mano, y que te caiga encima el peso de una mujer que ha saltado desde una terraza. A nadie se nos ocurriría estar preocupados por mirar hacia arriba. Quizás, desde el pasado diez de noviembre, Aurora lo hará inconscientemente. Y, es paradójico, mirar arriba, será la mejor medicina para la salud mental de esta docente de Alcantarilla. Mirar hacia el trono de Dios para dar las gracias por su milagro, y para pedir fortaleza y ayuda.
Mi soliloquio de esta semana versa, precisamente, sobre salud mental. Y es que la ansiedad y la depresión, según Unicef, son las enfermedades mentales más comunes, y los problemas relacionados con el bienestar emocional han aumentado a raíz de la pandemia.
España es el país europeo en el que los adolescentes sufren mayores problemas de salud mental. El informe de Unicef, Estado Mundial de la Infancia 2021, destaca la ansiedad y la depresión, presentes en el 55% de la población entre 10 y 19 años; y en el 70%, si solo analizamos a las chicas. Uno de cada siete adolescentes en el planeta, de entre 10 y 19 años, tiene problemas de salud mental diagnosticados. Serían 166 millones de niños y jóvenes.
Se calcula que, cada año, cerca de 46 000 adolescentes se suicidan en todo el mundo. Es una de las cinco principales causas de muerte entre jóvenes. Por ejemplo, en España, el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre los jóvenes, en el año 2019.
Cada vez más psiquiatras advierten de que los jóvenes sufren una ola de trastornos mentales: los desajustes en la conducta alimentaria o las autolesiones han aumentado con la pandemia.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se quitan la vida unos 700 000 seres humanos. Eso quiere decir que, cada 40 segundos se suicida una persona. Además, por cada suicidio consumado hay muchas tentativas de suicidio detrás. Es terrible. La ciudad en la que vivo (Murcia) cuenta con unos 450 000 habitantes. Es como si cada año, dos Murcias desaparecen de la Tierra. ¿Acaso no es, el suicidio, una pandemia con la que nos hemos acostumbrado a convivir? En el origen de esta tragedia hallamos los problemas de salud mental.
La salud mental incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social; y afecta a la forma en la que pensamos, sentimos, actuamos o nos relacionamos. ¿Cuándo deberíamos acudir a un profesional y buscar consejo para nuestro bienestar mental? Los síntomas son claros. Si experimentamos cambios en la alimentación y en los horarios del sueño. Si sufrimos una incapacidad para afrontar problemas o las actividades de la vida diaria. Cuando notamos cambios extremos de humor, ira intensa, hostilidad o violencia. Si percibimos una sensación de desconexión hacia lo que nos rodea. O, simplemente, si padecemos ansiedad excesiva, tristeza, depresión o apatía prolongadas. Y qué decir sobre pensamientos o declaraciones de suicidio o autolesión; en dichos supuestos no hay tiempo que perder para acudir a nuestro médico de cabecera y a un especialista.
La pregunta oportuna hoy sería, ¿cómo mantener una buena salud mental? Me ha gustado un decálogo de enfermeras especialistas en salud mental, que nos recomiendan:
1- Planifica tu día: organiza las tareas con momentos de descanso y desconexión.
2- Procura tener una dieta saludable: sin olvidar el darte algún caprichito.
3- Mantén horarios de sueño estructurados: el sueño nos ayuda a la restauración metabólica y psíquica.
4- Practica ejercicio.
5- Incorpora actividades de ocio: juegos de mesa, puzles, cocinar, lectura o escritura…
6- Des-infórmate: el exceso de información aumenta la ansiedad y el estrés.
7- Practica algún tipo de relajación: para los hijos de Dios, sería la oración, la alabanza o el meditar en las Escrituras.
8- Mantén contacto con amigos y seres queridos.
9- Gestiona adecuadamente tus pensamientos: saber manejar las preocupaciones excesivas y los pensamientos negativos es vital.
10- Busca ayuda: ¿No puedes cuidar solo o sola de tu salud mental? Encuentra el apoyo necesario.
Y, para terminar, ahí van mis cinco consejos de cara a vivir mejor. Serán una guía para la gestión de nuestra salud mental.
1. Pon a Dios primero en todo:
“Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Una receta que no falla ni deja de ser pertinente. En todo lo que hacemos, si ponemos al Señor en el lugar de preeminencia, el resto de las cosas se ordenan y son provistas. Es una medicina preventiva y, por qué no, curativa, contra la ansiedad o el afán (Mateo 6:25-32).
2. Trae orden a tu mundo interior:
¿Puedes estar bien en una casa, habitación o lugar de trabajo desordenado? Claro que no. De igual forma, nuestros pensamientos deben estar bien aseados y ordenados. Jesús nos enseñó a vivir intensamente el presente y a no acumular ansiedad de cara al futuro: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34).
¿Qué hacemos con aquellas cosas que nos preocupan? Hay temas e ideas que deberemos sacar fuera de la mente, desechándolos; y otros, directamente, entregarlos al Señor en oración. Llévaselas a Dios, aferrándote a esta promesa de Pablo: Filipenses 4:6-7. Por cierto, el apóstol tiene autoridad moral para darnos un consejo así, ya que escribió la epístola desde la cárcel y, a pesar de todo, no dejaba de gozarse.
“Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios . Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento , guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
3. No solo los eventos, saborea también el viaje:
Podemos ir de evento en evento, pero ¿y qué haremos en el camino? Me refiero a lo que dijo John Lennon en la mítica canción, Beatiful Boy: “La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”.
Te pongo el ejemplo de mis vacaciones. Como familia, los seis, planeábamos nuestros eventos; una tarde en la playa; la visita a un castillo; conocer una ciudad; ir a cenar en tal o cual restaurante… Pero, igual de especiales y deliciosos que los eventos eran los viajes en el automóvil. Esas horas dentro de la cabina de nuestro vehículo nos permitían hablar de temas interesantes, escuchar música, cantar, contar chistes, en definitiva, disfrutarnos como familia. A tal punto, que no sabría decirte si tengo mejor recuerdo de los eventos o de los desplazamientos.
¿Cómo aplicar esto en tu día a día? Muy simple. Estrenar una nueva casa es un evento, pero ¿y la mudanza? ¿Es un fastidio? ¡No! Intenta saborear la mudanza. Propóntelo. Dios te ayudará. De igual forma, una boda; es otro importante evento; sin embargo, a menudo, los preparativos nos ocasionan tensión o hasta angustia. ¿Qué tal si procuramos disfrutar de cada preparativo, al igual que de la boda en sí? Hazlo una regla: voy a disfrutar no solo los eventos, también el viaje.
4. Mantén el equilibrio o la buena medida:
Una persona que ha perdido la salud mental ha entrado en un desequilibrio. Es cierto que mantener el balance es complicado; no caer en excesos. Por ejemplo, un balance entre lo interno y lo externo: cuidar nuestra vida interior y saber administrar las relaciones o la demanda exterior. Otro ejemplo: como una bicicleta, no podemos estancarnos, debemos estar en movimiento continuo; no obstante, sin prisas. El equilibrio entre descanso y trabajo. Dice en Eclesiastés: “Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 4:6). ¡Qué interesante! Es mejor un puño lleno de trabajo y otro lleno de descanso, que dos puños llenos de trabajo, sufriendo aflicción de espíritu. De nuevo, aquí hay un balance.
5. Para terminar. ¿Qué nos aconsejaría Nabucodonosor?
Él fue el rey más grande de su momento, quien, por su soberbia, enloqueció hasta convertirse en una especie de bestia del campo (la historia está en Daniel capítulo 4).
Nabucodonosor recuperó la razón, es decir, la salud mental, cuando dio gloria a Dios y reconoció que por encima de su autoridad estaba el gobierno del Cielo. Al hilo de su historia, mi consejo es este: da gloria, gracias y alabanzas al Señor, pues Él te creó; y reconoce su autoridad en todas las áreas de tu vida. Hay un gran descanso al confesar que “suyo es el reino y el poder y la gloria” (Mateo 6:13).
En definitiva, hagamos lo que Aurora debería comenzar a hacer desde que ha vuelto a nacer, tras su accidente al ser golpeada por el cuerpo de una suicida: miremos arriba, hacia el trono de Dios, para dar las gracias y pedir su oportuno socorro (Hebreos 4:16).
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