Ómicron y el fin de la pandemia


ÓMICRON Y EL FINAL DE LA PANDEMIA


DIFERENCIA ENTRE ENDEMIA Y PANDEMIA


Coronavirus: ¿Qué es una endemia y cuál es la diferencia con una pandemia?

A casi dos años de la aparición del Covid-19 científicos y autoridades sanitarias comienzan a plantear la posibilidad de que la pandemia se transforme en endemia.

https://www.cronista.com/informacion-gral/coronavirus-que-es-una-endemia-y-cual-es-la-diferencia-con-una-pandemia/


En Europa aparecen las primeras voces que plantean una convivencia con el virus ante el leve impacto sobre la salud de la variante Ómicron.


Variante Ómicron del Covid-19: ¿cuál es la diferencia entre una pandemia, una endemia y una epidemia?

El coronavirus es una pandemia y eso ya es un dato conocido. Sin embargo, muchos especialistas sostienen que el virus podría transformarse en endémico. Por qué y qué significa.


Ahora, muchos científicos sostienen que el virus podría dejar de estar tan omnipresente en nuestras vidas. ¿Cómo pasaría eso? Lo que actualmente se define como una "pandemia" pasaría a ser una "endemia". Pero, ¿Cuáles son las diferencias entre estos dos conceptos?


PANDEMIA: QUÉ SIGNIFICA

Una pandemia es lo que sucede cuando un virus se expande mundialmente y no solo por países, sino también que traspasa continentes.


EPIDEMIA: QUÉ SIGNIFICA

Por otro lado, una epidemia es como se denomina a la expansión de una enfermedad inusual en una determinada región durante un determinado tiempo. Esto puede suceder cuando un virus muta y genera más contagios en la población de un lugar específico.


ENDEMIA: QUÉ ES Y POR QUÉ EL COVID-19 PODRÍA TRANSFORMARSE EN ESO

La primera vez que sostuvo la teoría que el Coronavirus podría terminar convirtiéndose en una endemia fue en mayo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Actualmente, con la irrupción de la variante Ómicron, cada vez son más los científicos que apoyan esta hipótesis.


Una endemia es una enfermedad regular en determinadas regiones. Es algo con lo que los individuos conviven. Una endemia es por ejemplo, la influenza. En un contexto endémico, las personas contagiadas se mantienen en niveles constantes pero no aumentan por picos como sucede actualmente.


Lo que terminará por suceder es que el virus no va a desaparecer sino que vamos a convivir con él como con otras enfermedades que existían anteriormente.

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Pacientes paucisintomáticos: qué son y por qué preocupan tanto a los médicos en la segunda ola de la pandemia 20/11/2020 


Son pacientes con síntomas muy similares a los de un catarro pero que sufren coronavirus y contagian igual que aquellos con tos, fiebre o dificultad respiratoria

Los médicos alertan del peligro que suponen para los colectivos especialmente vulnerables como los mayores de 65.


En el diccionario de palabros covid, en el que ya hemos aprendido qué son los asintomáticos, qué es la inmunidad de grupo o la incidencia acumulada, debemos añadir un nuevo término que preocupa y mucho a los médicos: los paucisintomáticos. Puede que no te suenen mucho y que no sepas exactamente qué son, pero suponen un grave peligro para el conjunto de la población, especialmente para los grupos de riesgo. Te contamos qué síntomas tienen este tipo de enfermos covid, por qué son tan difíciles de identificar y lo que dicen los médicos de atención primaria sobre ellos.


Ahora se abre la venta a otro tipo de enfermos, que incrementa cada vez más y que se espera que empeore con los meses de invierno y las sucesivas olas de frío que se esperan hasta la próxima primavera.


Son los paucisintomáticos, es decir gente que tiene pocos signos de enfermedad, muy leves y no les da importancia. "Son pacientes con síntomas con los que se encuentran mal pero que en ningún momento atribuyen a la covid-19", explica Lauren A. Meyers, profesora de biología de la Universidad de Texas, en Estados Unidos y una de las investigadoras que están estudiando la modelización de esta enfermedad. El problema de estas personas es que contagian igual que aquellos que sufren tos, fiebre o dificultad respiratoria, pero se siguen relacionando como si solo sufriesen un simple resfriado y no supusiesen un peligro para los que están a su alrededor.


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Tras Ómicron, ¿se encamina el mundo hacia el final de la pandemia? 18/01/2022 - 02:47

https://www.france24.com/es/salud/20220118-endemia-pandemia-fin-omicron-vacunacion


Con la llegada de la variante Ómicron y tras un 2021 marcado por la vacunación contra el Covid-19 cada vez más voces apuntan a que una creciente inmunidad podría llevar al mundo al final de la pandemia. ¿Qué retos hay aún para conseguirlo?


Entre la comunidad científica cada vez resuenan más voces esperanzadoras. La llegada de la variante Ómicron, que ha traído picos de contagios exponenciales, junto al aumento de la vacunación en muchos países, ha hecho pensar que esta podría ser la ola que marque el fin de la pandemia. 


¿Y qué se necesitaría para lograrlo? Que gran parte de la población esté o vacunada o haya creado defensas contra el Sars-Cov-2 por medio de una infección, algo a lo que está contribuyendo Ómicron a gran velocidad. Se espera que en unos tres meses esta variante cope a "los posibles susceptibles" de enfermarse, según indicó a France 24 el doctor Carlos Espinal, director del Consorcio de Salud Global.


De lograr que gran parte de la población cree defensas contra el virus, el mundo saldría de la pandemia para entrar a lo que se conoce como una endemia. Es decir, cuando una enfermedad pasa a formar parte de la vida cotidiana de los ciudadanos con picos de contagios controlados o sectorizados y deja de ser una amenaza para millones de personas.


En una endemia, el Covid-19 pasaría a ser una dolencia como lo puede ser la gripe, y en ese escenario los sistemas de salud podrían concentrarse en atender a los pacientes más graves, mientras que la mayoría de los ciudadanos, aunque estarían expuestos al virus, o no se contagiarán o lo harán sin síntomas o con síntomas leves.


Para el doctor Carlos Eduardo Pérez, infectólogo de la Universidad Nacional de Colombia, la posibilidad de ese escenario se podría materializar en "el segundo semestre" de este año, según indicó a France 24. 


Espinal, por su parte, se muestra más cauto y señala que "hasta que un 80% de la población mundial no esté vacunada", la normalización podría tardar más tiempo y señala que una variante más agresiva que Ómicron podría hacer retroceder los avances logrados hasta el momento.


La vacunación, la principal arma para vencer la pandemia


Un factor determinante en el paso a la endemia es la inmunidad que han ido adquiriendo los ciudadanos, ya sea por una vacunación masiva o debido a un contagio.


Un reciente estudio sobre Ómicron realizado en Sudáfrica demostró que la variante es un 25% menos agresiva que Delta, pero los científicos a cargo indicaron que esto no se debía tanto a la composición del virus en sí, sino a la inmunidad que han ido creando los ciudadanos tanto por la vacunación como por infecciones anteriores. 


En ese sentido, Espinal hace énfasis en un llamado que ha venido haciendo la OMS por meses: 


"Tenemos que reducir y terminar la inequidad que hay en los programas de vacunación, donde hay un exceso de vacunas disponibles en muchos de los países ricos y hay una deficiencia en los países de bajos ingresos", e indica que el hecho de que haya países como Haití, que tiene menos del 1% de la población vacunada -de acuerdo al portal Our World in Data- sigue siendo un riesgo muy alto tanto para la población nacional como para el resto del mundo, ya que es en las poblaciones sin vacunar donde existe más riesgo de que surjan nuevas variantes que sean incluso más agresivas que las actuales.


¿Una nueva era de Covid-19?


Sin embargo, los retos no acaban. Para Espinal, aun en el escenario de entrar en una endemia con picos de contagio controlados, lo que marcará los avances será el control público de la enfermedad. "La vigilancia genómica del virus es un punto muy importante", apunta, en el sentido de que los sistemas de salud puedan monitorear y advertir rápidamente en el caso de detectar variantes más agresivas o de nuevas oleadas de mutaciones ya existentes.


Además de ello, el director del Consorcio de Salud Global también advierte que el mundo y los sistemas sanitarios mundiales tienen ahora el enorme desafío de volver a recuperar los avances que se habían hecho en otras enfermedades, como el sarampión o la tuberculosis, que han vuelto a repuntar en medio de dos años de destinar todos o casi todos los recursos a vencer al Covid-19.


Entre tanto, Ómicron no deja de significar un gran reto para los gobiernos y sistemas sanitarios de todo el mundo, puesto que a medida que aumentan los contagios, también lo hacen -aunque en menor medida- las hospitalizaciones. Por ello, y aunque ya lejos del inicio de la pandemia, los expertos siguen recomendando las pautas de distancia social, al menos hasta que la vacunación contra el Covid-19 sea generalizada y esta se haya convertido en una enfermedad endémica.


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https://www.ideal.es/sociedad/salud/oms-pandemia-lejos-acabar-20220118181330-nt.html

La OMS ve lejos el final de la pandemia a pesar del aumento de inmunidad con ómicron

La Agencia europea de medicamentos (EMA) consideró que la propagación de la variante ómicron transformará al coronavirus en una enfermedad endémica

AFPMartes, 18 enero 2022, 21:41

La pandemia de coronavirus «está lejos de haber terminado», advirtió el martes el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien descartó terminantemente que la variante ómicron, que se propaga velozmente en todo el mundo, sea benigna.


El primer descenso de contagios apunta al tope de la sexta ola

A. TORICES / Madrid

«Omicron está provocando hospitalizaciones y muertes. E incluso los casos de menor gravedad desbordan los centros de salud», dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus a periodistas.

«Esta pandemia está lejos de terminar y teniendo en cuenta el increíble crecimiento de ómicron en el mundo, es probable que nuevas variantes aparecerán», agregó.

El 11 de enero, la Agencia europea de medicamentos (EMA) había considerado que aunque la enfermedad siga en fase pandemia, la propagación de la variante ómicron transformará al Covid-19 en una enfermedad endémica con la que la humanidad tendrá que aprender a vivir.

«Con el aumento de la inmunidad en la población y con ómicron, habrá mucha inmunidad natural además de la vacunación y avanzaremos rápidamente hacia un escenario que será más cercano a la endemia», había declarado Marco Cavaleri, jefe de estrategia de vacunación en la EMA, con sede en Ámsterdam.

En Suiza, el ministro de Salud Alain Berset también consideró la semana pasada que la variante ómicron podría ser «el inicio del fin de la pandemia».

Pero el jefe de la OMS se muestra más prudente y subrayó de nuevo que la variante ómicron no es benigna.

«En algunos países, los casos de Covid parecen haber alcanzado un límite, lo que deja esperar que lo peor de esta última ola pasó, pero ningún país ha salido totalmente del problema», dijo el martes a los medios.

Se mostró muy preocupado porque muchos países tienen bajas tasas de vacunación contra el Covid: «la población puede tener más riesgos de sufrir formas graves de la enfermedad o de morir si no se vacunan».

«Omicron es tal vez menos grave en promedio, pero decir que se trata de una enfermedad benigna es inexacto, afecta a la respuesta global y cuesta más vidas», señaló Tedros.

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La razón biológica para que Ómicron represente el final de la pandemia

Los expertos reconocen que según la teoría deber ser el fin, pero hay factores que pueden cambiar la predicción 14 ene 2022.


https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/la-razon-biologica-para-que-omicron-represente-el-final-de-la-pandemia--2425#:~:text=Desde%20el%20punto%20de%20vista,variante%20con%20s%C3%ADntomas%20m%C3%A1s%20graves.

Las características de sintomatología leve de la variante covid Ómicron junto con el alto grado de inmunidad -tanto por infección como por vacuna-, que se está adquiriendo en esta sexta ola del covid han llenado de esperanza a los expertos. De manera que muchos ven en esta nueva mutación las circunstancias perfectas para pensar que estamos ante el principio del fin de la pandemia, mientras que los más prudentes creen que aún es pronto para asegurarlo y debemos estar atentos a que pueda aparecer otra nueva variante del covid.

Desde el punto de vista biológico, la teoría de la evolución de los virus da argumentos sustentados de que estamos ante el fin de la pandemia: “Por experiencia previa en otros virus, es poco probable que tras Ómicron llegue una variante con síntomas más graves. A medida que los virus se adaptan al ser humano se transmiten mejor, pero atenúan su gravedad”, detalla Tomàs Pumarola, jefe de Microbiología del Hospital Vall d'Hebron, uno de los centros españoles encargados de secuenciar el genotipo de los casos positivos.

Un punto de vista que comparte con su compañera Magda Campis, jefa del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología y responsable del ensayo en España de la vacuna de Janssen. “Si miramos la biología de los virus respiratorios, a medida que pasa el tiempo el virus necesitan infectar células. Entonces por pura supervivencia si va adaptando al huésped para no matarlo y se vuelve más trasmisible. Esto hace que se pueda convertir en un virus endémico y mueran una cantidad de personas 'tolerables' por nuestros sistemas sanitarios”, explica Campis.

La teoría está clara, pero la dificultad está en averiguar si hemos llegado a este punto. Por su parte, Campis tiene que claro que aún no estamos en este escenario. “Hemos dado un paso muy importante con esta variante, pero no sabremos si vendrán otras, ahí es dónde está el problema”, detalla.

Un sentir que también comparte el miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), Joan Caylà: “El fin no ha llegado, pero cada día que pasa está más cerca. Ahora mismo a escala mundial y en España hay más casos que nunca. Entonces, el gran problema es que el virus se está reproduciendo en millones de personas y con eso estamos dando juego para que aparezcan nuevas variantes y puede aparecer una que escape a las vacunas, lo cual supondría un problema mayor. O que, de alguna forma, fuera más severa que la variante Ómicron”.

¿El covid se está volviendo estacional?


Una teoría que, sin embargo, el microbiólogo Pumarola reconoce, pero que no termina de compartir. “El virus nos puede sorprender, pero yo creo que sí estamos ante el final de la pandemia”, asegura el especiallista, quien cree que el fin viene marcado porque el virus ahora encuentra una dificultad de transmisión debido a que la población tiene más anticuerpos, bien por infección o por vacunación, y porque la gravedad es menor.

“El año pasado no tuvimos gripe y este año sí, ¿qué significa? Esa ocupación del espacio no la está haciendo, es decir, está encontrando dificultades para poder mantenerse. La consecuencia lógica de todo esto es que solo nos infectaremos durante una temporada determinada, que probablemente será en invierno. Por lo tanto, pasaremos de tener un virus pandémico de todo el año a un virus estacional. Veremos si tras la sexta ola continuamos en primavera o verano o nos espera ya la estacionalidad”, detalla el microbiólogo.

¿Qué nivel de covid estamos dispuestos a aceptar?


Otro de los factores que determinará el final de la pandemia no será clínico ni biológico sino meramente ético. “Otro gran aspecto es qué nivel de carga de enfermedad estamos dispuestos a aceptar. Con la gripe hemos aceptado que nos tenemos que vacunar cada año, que hay personas vulnerables y que la gran mayoría de la población puede contraer una gripe leve. Actualmente, en las UCI está ingresando gente no vacunada o bien gente con factores de riesgo, exactamente lo mismo que vemos con la gripe. Poco a poco iremos hacia ahí”, detalla Pumarola.

En ese sentido, Caylà recuerda que debemos ser conscientes de que la pandemia continúa: “Tenemos que procurar que las personas no vacunadas se vacunen, que todo el mundo se vaya poniendo rápidamente la tercera dosis y controlar mucho la interacción social. Hay que evitar contagios porque si no los evitamos tendremos la covid de forma crónica y la salud y la economía irían muy mal”.

Por su parte, Campis cree que lo lógico sería acabar llegando a ese escenario de normalización de la enfermedad, pero advierte que se debe estar “muy seguro” de que se ha superado la sexta ola covid para pensar que comienza el principio del fin. “Sí llegara esta situación, durante el próximo año deberíamos proteger a las personas más vulnerables y no pasaría nada si el resto contrae la enfermedad. Aunque creo que si dentro de unos meses estamos mejor, no podemos pasar de golpe a esta situación de normalización porque debemos estar preparados para la aparición de nuevas variantes. Esto ya lo hemos visto y no debemos tomar decisiones precipitadas”, asegura la epidemióloga.


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https://amf-semfyc.com/web/article/3063


Hacia el fin de la excepcionalidad

COMITÉ DE REDACCIÓN DE AMF

Actualización

en Medicina

de Familia


semFYC

Sociedad Española de Medicina

de Familia y Comunitaria


El cambio de año viene marcado por el sexto período epidémico de COVID-19 en España. Esta ola ha sido distinta a todas las demás: la llegada de ómicron está dejando una gran cantidad de infecciones con niveles máximos de incidencia, pero con pocos casos graves en términos relativos. Según datos del Instituto de Salud Carlos III, actualmente la mitad de las infecciones detectadas son asintomáticas y los indicadores de hospitalización y muerte están en mínimos históricos1. Esto se debe en parte a la menor patogenicidad intrínseca de ómicron respecto a variantes previas, y también a su mayor facilidad para infectar a personas con inmunidad previa (por infección o por vacuna) y que, por tanto, presentan un riesgo bajo de enfermedad grave.

La baja frecuencia de enfermedad grave, junto a la saturación tanto de la Atención Primaria como de Salud Pública por casos leves, nos debe llevar a replantearnos cómo afrontar la pandemia a partir de este momento. Desde el Comité de Redacción de AMF (Actualización en Medicina de Familia) queremos contribuir a este debate a partir de cinco ideas clave.

El virus no va a desaparecer

El escenario más probable es que el SARS-CoV-2 conviva con nosotros durante muchos años. Hasta el momento se ha presentado en forma de períodos epidémicos con alta concentración de infecciones durante un período corto de tiempo (8-10 semanas). No sabemos si en el futuro seguirán existiendo este tipo de olas ni con qué cadencia (por ejemplo, la gripe o el virus respiratorio sincitial (VRS) se presentan en una única epidemia anual) o si entrará en una endemia estacional con una circulación más o menos constante durante los meses fríos (como hacen muchos otros virus respiratorios, entre ellos los cuatro coronavirus catarrales que afectan a los humanos). Tampoco es descartable, aunque resulta poco probable, que acabe desapareciendo como sucedió con el SARS-CoV-1, que circuló entre 2002 y 2004.


https://www.cronista.com/informacion-gral/coronavirus-que-es-una-endemia-y-cual-es-la-diferencia-con-una-pandemia/


PANDEMIA: QUÉ SIGNIFICA

Una pandemia es lo que sucede cuando un virus se expande mundialmente y no solo por países, sino también que traspasa continentes.


EPIDEMIA: QUÉ SIGNIFICA

Por otro lado, una epidemia es como se denomina a la expansión de una enfermedad inusual en una determinada región durante un determinado tiempo.Esto puede suceder cuando un virus muta y genera más contagios en la población de un lugar específico.


ENDEMIA: QUÉ ES Y POR QUÉ EL COVID-19 PODRÍA TRANSFORMARSE EN ESO


Una endemia es una enfermedad regular en determinadas regiones. Es algo con lo que los individuos conviven. Una endemia es, por ejemplo, la influenza. En un contexto endémico, las personas contagiadas se mantienen en niveles constantes, pero no aumentan por picos como sucede actualmente.


Lo que terminaría por suceder es que el virus no va a desaparecer, sino que vamos a convivir con él como con otras enfermedades que existían anteriormente.



Hay cuatro factores que determinan el nivel de circulación de un virus respiratorio en cada momento: factores del propio microrganismo (aparición de mutaciones que lo hacen más contagioso, por ejemplo), la inmunidad desarrollada por la población (ya sea por infección previa o por vacunación), la estacionalidad (cada virus tiene sus meses predilectos) y el comportamiento humano (factores no solo individuales, sino también sociales y culturales). Del equilibrio de estos factores dependerá el futuro de la epidemia.

Los virus mutan constantemente y la selección natural favorece aquellas mutaciones que devienen en una mayor contagiosidad (y, en menor medida, aquellas que provocan menos gravedad). La variante ómicron cumple ambas condiciones, y podría representar un paso en la evolución de SARS-CoV-2 hacia un coronavirus catarral; solo el tiempo dirá si es así. En sentido inverso, los humanos nos infectamos (o más recientemente nos vacunamos) y en este proceso desarrollamos una respuesta inmunológica que nos protege de nuevas infecciones y especialmente de enfermar de forma grave en el futuro. De esta forma se llega a un equilibrio o conllevancia entre virus y humanos: infecciones leves y repetidas durante la infancia y la juventud van construyendo una buena inmunidad que nos protege de infecciones potencialmente graves en la edad avanzada.

La aparición súbita de un nuevo microrganismo rompe temporalmente este equilibrio, ya que muchas personas sin inmunidad previa tienen su primer contacto con el virus a una edad con más riesgo de enfermedad grave; este hecho, junto a la gran sincronización de muchos casos iniciales por ser toda la población susceptible, puede llevar al colapso al sistema sanitario. Por suerte, vivimos en una época donde las vacunas pueden simular esas infecciones leves iniciales y generar inmunidad en personas mayores sin los riesgos que representaría una infección natural. Lo esperable sería que, una vez vacunadas las personas vulnerables, todos nos contagiemos múltiples veces en nuestros repetidos contactos con el virus, y que este hecho vaya mejorando nuestra inmunidad tanto individual como colectiva. Cada nueva ola aumenta la inmunidad poblacional hasta lograr un equilibrio entre la evolución del virus y la capacidad de nuestro sistema inmunitario para combatirlo.

Vacunación basada en la evidencia y la equidad

Desde el principio de la pandemia sabemos que el riesgo de enfermedad grave no es homogéneo, siendo la edad avanzada el principal factor de riesgo para hospitalización y muerte. Desde finales de 2020 disponemos de varias vacunas que han demostrado ser muy efectivas para la prevención de la enfermedad grave. Los ensayos clínicos iniciales se han visto corroborados por los datos de uso en el mundo real, que han arrojado una efectividad que pocos habríamos imaginado unos meses atrás.

No obstante, aunque las vacunas siguen siendo muy efectivas contra la enfermedad grave, no lo son tanto contra la infección y la enfermedad leve, especialmente con ómicron2. 

Mientras la protección contra la infección, medida por la inmunidad humoral, tiende a disminuir con el tiempo y la aparición de nuevas variantes, la protección contra la enfermedad grave se mantiene gracias a la inmunidad celular.

Como profesionales sanitarios, debemos intentar convencer a todas las personas de riesgo de que se vacunen, muy especialmente a aquellas que aún no se han infectado, porque estamos seguros del beneficio de las vacunas. A la gente joven y sana se les debe ofrecer la vacuna, pero vacunarlos no debe ser una prioridad del sistema de salud; en este caso hay que introducir valoraciones de beneficio-riesgo y de número de personas a vacunar para evitar una hospitalización o muerte. En el caso particular de la población infantil, la vacunación debería valorarse caso a caso entre la familia y su equipo de salud.

El papel de las dosis de recuerdo debe estudiarse con más detalle para analizar en qué grupos poblaciones pueden contribuir a una disminución adicional del riesgo de enfermedad grave. Necesitamos más estudios para aclarar a quién deben administrarse, cada cuánto tiempo, y si sería conveniente hacerlo con vacunas adaptadas a las nuevas variantes. En cualquier caso, parece claro que las dosis de recuerdo deberían reservarse para las poblaciones más vulnerables.

La disminución de la protección contra infección y enfermedad leve, especialmente con ómicron, tiene implicaciones importantes para la política de vacunación2. Vacunar a toda la población, incluyendo a la de muy bajo riesgo y la infantil, no va a evitar la circulación del virus. Vacunarse o no es una decisión individual, y no se debe presionar a nadie para que se vacune en aras de un beneficio colectivo que no sabemos hasta qué punto existe y cuánto tiempo podría durar. No lo hemos hecho nunca antes y no debemos hacerlo ahora. Los certificados de vacunación para acceder a ciertos servicios, más allá de las dudas éticas sobre su implantación, carecen de evidencia científica sobre su utilidad en la disminución de contagios y casos graves.

La situación de la vacunación a nivel mundial es profundamente inequitativa. Mientras los países ricos están vacunando a niños y niñas o administrando dosis de recuerdo a gente joven, algunos países pobres aún no han podido completar la vacunación de los mayores o los profesionales sanitarios; en África solo el 10% de la población ha completado la vacunación3. Siendo las vacunas un bien finito, entre todos tenemos el deber de racionalizar su uso en función del beneficio esperado de cada dosis administrada.

Comunicación para una sociedad adulta

Algunos gobiernos, «expertos» en COVID y medios de comunicación siguen usando el miedo como estrategia comunicativa. Los peores escenarios y las previsiones más catastrofistas siempre gozan de mayor espacio comunicativo. Errar por exceso de alarma siempre penaliza menos que errar por defecto. En general, sobra alarmismo y falta análisis y contexto.

Se retransmiten en directo cifras récord de contagios sin aclarar que la mitad son asintomáticos y que la inmunidad conseguida y la llegada de ómicron han roto por completo la relación entre contagios, enfermos, ingresos y muertes. Nunca antes ha existido tanta confusión entre el número de personas contagiadas, detectadas, contagiosas y enfermas. Tenemos que dejar de contar y reportar el número de infecciones diarias, que ya no tienen ningún interés: la sexta ola puede haber infectado a más del 10% de la población en pocas semanas, mientras que los casos graves se han mantenido en valores relativamente bajos1.

Lo importante siempre deberían haber sido las defunciones, y en este sentido nunca volveremos a la situación catastrófica de marzo y abril de 2020. En la comunicación de las defunciones es importante introducir conceptos como el exceso sobre la mortalidad esperada, los años potenciales de vida perdidos, y distinguir si las defunciones son por COVID o con COVID. Por otro lado, tendremos que admitir como sociedad (igual que hacemos con la gripe, el tabaquismo, los suicidios o los accidentes, entre otras muchas causas) que durante los próximos años habrá un número de defunciones por o con COVID que serán inevitables. La pandemia no acabará cuando no haya defunciones, sino cuando los medios y gobiernos les den el mismo tratamiento que al resto de causas.

Se ha usado también el miedo a un posible colapso hospitalario que obligue a demorar la atención a otras patologías, como sucedió durante la primera ola. Esa situación no se ha vuelto a producir o lo ha hecho de forma muy puntual, aunque continúa siendo cierto que una proporción muy pequeña de casos graves en un contexto de un número muy grande de infecciones simultáneas puede acabar por causar un número importante de hospitalizaciones. Habrá que homogeneizar protocolos de ingreso tanto convencional como a unidades de críticos, así como distinguir si hablamos de ingresos por COVID (cuadros de infección grave), con COVID (descompensaciones de otras patologías), hallazgos casuales (por ejemplo en las pruebas de ingreso por otros procesos) o infecciones nosocomiales. Conocer la estancia media y el porcentaje de pacientes que requieren ventilación mecánica también ayudarían a comprender mejor la dimensión del problema, así como la ocupación hospitalaria global (no solo el número de pacientes con un test positivo). Sea como fuere, ha habido tiempo suficiente para elaborar planes de contingencia que permitan ampliar la capacidad hospitalaria del sistema público de forma rápida si fuera necesario; no podemos colapsar la Atención Primaria indefinidamente y seguir hipotecando la vida social y económica del país para evitar un hipotético colapso hospitalario en el futuro.

Al miedo se le une a menudo la culpabilización. Contagiarse o contagiar un virus respiratorio no es culpa de nadie. Si los casos suben, no es porque «nos hayamos relajado» o porque «nos portemos mal». Como se ha visto, la dinámica de una epidemia es mucho más compleja y en ella influyen multitud de factores. No se pueden obviar además los determinantes sociales que contribuyen a la infección: imposibilidad de teletrabajar, necesidad de desplazarse en transporte público, hacinamiento o imposibilidad de aislarse en la vivienda, dificultad laboral para hacer aislamientos y cuarentenas, etc. Los gobiernos no pueden traspasar a los ciudadanos sus responsabilidades en estos ámbitos.

Recuperación de la (vieja) normalidad

Durante 2020 y 2021 se han ensayado multitud de medidas poblacionales para tratar de reducir la interacción social, con la asunción de que eso reduciría la circulación del virus y por ende las formas graves de la COVID-19. Estas medidas incluyen desde el confinamiento domiciliario inicial hasta confinamientos perimetrales, limitación de aforos o cierre de negocios, toques de queda, uso obligatorio de mascarillas, educación superior no presencial o limitación de reuniones. Los distintos países y comunidades autónomas han ensayado varias de estas medidas en distintos momentos, sin que hasta el momento tengamos una evaluación clara y rigurosa de cuál es la efectividad de cada una de ellas en términos de hospitalizaciones y defunciones, y cuáles son sus potenciales efectos nocivos: pérdidas económicas y de puestos de trabajo, conculcación de derechos fundamentales (circulación, reunión, propia imagen, educación), aumento de trastornos de salud mental, etc. En definitiva, ha faltado una correcta evaluación de la relación beneficio-riesgo de cada una de las medidas adoptadas y un verdadero debate social sobre su implantación. En el momento actual ya no tiene sentido mantenerlas y debe planificarse su eliminación, empezando por la absurda recuperación de la obligatoriedad de la mascarilla en espacios exteriores4.

Los gobiernos deben centrar sus esfuerzos en proteger a las personas más vulnerables en lugar de tratar de frenar, probablemente con poco éxito, la circulación del virus a nivel poblacional, circulación que, por otra parte, sabemos que mejora nuestra inmunidad. Esta protección focalizada se puede conseguir a partir de tres ejes: vacunación de las personas de riesgo, recomendaciones específicas para las personas vulnerables (minimizar contactos cercanos con personas con sintomatología respiratoria, valorar el uso de mascarillas FFP2 en situaciones de alto riesgo de contagio en momentos de incidencia elevada) y actuaciones específicas en ámbitos como las residencias geriátricas, que en algunas comunidades autónomas han concentrado más de la mitad de todas las defunciones por COVID-19. Cualquier política de salud debe contemplar la correcta atención a las residencias como una de sus prioridades.

Debemos recuperar cuanto antes la «vieja» normalidad, es decir, la vida como la conocíamos antes de marzo de 2020: sin mascarillas ni limitaciones de la interacción social. La prevención cuaternaria también debe aplicarse a la salud pública, y es especialmente urgente en el ámbito escolar. Sabemos que los niños y niñas no sufren las formas graves de la enfermedad ni son transmisores particularmente efectivos5, pero a pesar de ello tuvimos las escuelas cerradas durante meses, y luego les hemos impuesto las medidas más severas: uso de mascarilla durante toda la jornada, prohibición de mezcla entre grupos y pruebas y cuarentenas cada vez que se detecta un positivo. Estas medidas provocan dificultades en el aprendizaje y la socialización, además de dificultar la conciliación familiar al no existir ninguna ayuda para mantener las cuarentenas infantiles. El balance beneficio-riesgo es desfavorable y en estos casos la prudencia no es hacer muchas cosas, sino que, como sabemos en Atención Primaria, a menudo lo prudente es no hacer nada.

Dejar de hacer para poder hacer

La mayoría de países, entre ellos España, han implantado un sistema de control individual de los contagios basado en el testeo de los casos sospechosos y su aislamiento domiciliario en caso de resultar positivos, junto con el rastreo y cuarentena domiciliaria de sus contactos. Este sistema consume mucho tiempo y recursos y, como se ha vuelto a demostrar en la sexta ola, cuando aumenta de forma importante el número de casos deja de ser viable y colapsa rápidamente.

En España, el sistema pivota sobre la Atención Primaria. La detección de casos, el estudio de los contactos más cercanos, la prescripción de las bajas correspondientes y la atención a los enfermos de COVID-19, añadida a la atención habitual, han supuesto una carga en muchas ocasiones insoportable para los centros de salud. Esta sobrecarga, añadida a una ya muy precaria situación anterior, ha hecho imposible mantener nuestras señas de identidad: accesibilidad, longitudinalidad, presencialidad y equidad. Mantener el sistema de testeo y rastreo, gestionar los casos positivos por autodiagnóstico en asintomáticos, asumir la vacunación y afrontar las consecuencias de la pandemia han desplazado las actividades preventivas, el diagnóstico de nuevas enfermedades graves o el control de enfermedades crónicas6. Las consecuencias negativas de todo ello se verán en un futuro inmediato.

Como apuntaba Juan Simó en una excelente entrada en su blog7, ha llegado el momento de dejar de hacer para poder hacer: dejemos de visitar y testar a personas sanas con síntomas menores, dejemos de rastrear y testar a sus contactos, abandonemos los aislamientos y las cuarentenas. Todas estas actividades, que tuvieron sentido en el pasado, se han visto superadas con la inmunidad adquirida (tanto por infección como por vacunación) y la llegada de ómicron.

El objetivo debe ser tratar la COVID como hacemos con la gripe: diagnóstico clínico y recomendaciones generales sobre autocuidado y prevención de contagios a personas vulnerables, reservando la atención sanitaria para las personas que lo necesiten por su sintomatología o vulnerabilidad. Solo así podremos atender debidamente a quien de verdad lo necesite, por COVID o por cualquier otra dolencia.

La sexta ola y el colapso que ha producido en la Atención Primaria y en Salud Pública en muchas partes del país nos han hecho avanzar en esta dirección. El Consejo Interterritorial ha propuesto medidas8 como establecer criterios de priorización para el testeo en función de la sintomatología o la vulnerabilidad, la limitación del rastreo a ámbitos vulnerables, el acortamiento de los aislamientos o la eliminación de las cuarentenas en las personas vacunadas. Estas medidas deben consolidarse y mantenerse más allá de la actual situación de colapso, además de establecer un calendario realista para el cese progresivo del sistema de control de contagios. Es necesario un mensaje contundente y coordinado desde todas las instituciones para revertir la necesidad que hemos creado de realizar diagnóstico etiológico de las infecciones respiratorias leves, ya sea en los centros de salud o con test de autodiagnóstico; el diagnóstico etiológico debe reservarse solo para los sistemas centinela de vigilancia epidemiológica. La incapacidad temporal merece una mención especial: es el momento de apostar definitivamente por las bajas autodeclaradas para la patología aguda leve, como ya se hace en otros estados, asegurando la equidad de acceso.

Ni el sistema de salud ni la sociedad en su conjunto pueden permitirse continuar testando a personas asintomáticas o con síntomas leves y aislando a todos los positivos, con las consecuencias que ello conlleva a nivel social y económico por las bajas laborales masivas de personas sanas. Debemos acabar con la excepcionalidad: la COVID-19 debe ser tratada como el resto de enfermedades. La inmunidad adquirida y la llegada de ómicron así lo permiten.

En definitiva, 2022 debe ser el año de la recuperación no solo de la Atención Primaria, sino de nuestra vieja normalidad.

Feliz año a todos.

Bibliografía

 

  1. 1. Instituto de Salud Carlos III. Informes COVID-19. Disponible en: https://www.isciii.es/QueHacemos/Servicios/VigilanciaSaludPublicaRENAVE/EnfermedadesTransmisibles/Paginas/InformesCOVID-19.aspx
  2. 2. UK Health Security Agency.  Research and analysis COVID-19 vaccine weekly surveillance reports (weeks 39 to 51). Disponible en: https://www.gov.uk/government/publications/covid-19-vaccine-weekly-surveillance-reports
  3. 3. Oxford Martin School. University of Oxford.Statistics and Research Coronavirus (COVID-19) Vaccinations. Disponible en:  https://ourworldindata.org/covid-vaccinations
  4. 4. European Centre for Disease Prevention and Control. Using face masks in the community: first update - Effectiveness in reducing transmission of COVID-19  Disponible en: https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/using-face-masks-community-reducing-covid-19-transmission



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