Agua Viva en el Libro de Ester (3/3)

Agua Viva en el Libro de Ester

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3



AGUA VIVA EN EL LIBRO DE ESTER:

La gente a la que el rey desea honrar

 

Ester 6:11 Y Amán tomó el manto y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo llevó a caballo por la plaza de la ciudad, y pregonó delante de él: Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar.

 

El libro de Ester es uno de los libros más fáciles de leer de la Biblia, porque es toda una historia que se ha llevado a la gran pantalla, que se ha llevado a series, que tiene como en la buena literatura, introducción, nudo y desenlace. Una introducción donde se presentan los personajes, un nudo donde todo se complica. De manera que hay una espada de Damocles sobre el pueblo de Israel, sobre los judíos, que están en el tiempo de su cautiverio. Y el rey Asuero da permiso a un malvado para que sean exterminados, y parece que no hay solución posible hasta que llega el desenlace, el desenlace sobrenatural, divino. Solo Dios puede dar una salvación, como vemos aquí en el libro de Ester. Y me maravilla también cuando leo el libro de Ester y veo que Dios ya tenía todo preparado: antes del problema, la solución. ¡Cómo se anticipa Dios! Y si hablamos de una estrategia militar, él tiene estudiado los movimientos; de una partida de ajedrez, él ya ha colocado sus fichas estratégicamente.

 

Espero que haya leído el libro de Ester. Vamos a pasar un poquito por encima en esta historia. De cada capítulo extraeremos una verdad o una enseñanza. 

 

CAPÍTULO 1: SE ACABÓ EL TIEMPO DE VASTI

 

Capítulo uno y verso 19. “Si parece bien al rey, salga un decreto real de Vuestra Majestad y se escriba entre las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado, que Vasti no venga más delante del rey Asuero, y el rey haga reina a otra que sea mejor que ella”. 

 

Terminó el tiempo de Vasti. 

Ella fue una mujer muy honrada. La reina de un rey que era más que un rey, era un emperador. Un rey de reyes que gobernaba sobre muchas provincias. Además, era una mujer bella. Tenía su propio palacio. Tenía sus propios sirvientes y sirvientas. Y cuando llega el momento en que el rey quiere presentar, en el gran día de la fiesta, el día final, a su reina, para que todos puedan ver qué afortunado es el rey Asuero, por estar casado con una mujer de ese calibre, ella dice que no; que no va a ir; que ella se queda en su propia fiesta. Una fiesta que había organizado Vasti aparte de la fiesta del Rey. 

Indudablemente, la fiesta de Asuero se viene abajo. Esto hace que toda la alegría del rey acabe. Y en su lugar, la ira se enciende en el corazón de Asuero, al punto que toma consejo de los sabios: ¿Qué hacemos con esto que ha pasado? Y responden: “Mire esto: Si usted no toma medidas, esta deshonra va a debilitar el reino y va a afectar incluso a las familias. Entonces, usted tiene que afirmar el reino. Y sería conveniente, Majestad, que busque para sí otra reina que sea digna de esa posición o digna de esa honra de estar casada con el emperador”. Y le pareció bien al rey. 

Vasti representa, para nosotros, algo muy feo. Vasti representa a alguien que cuando el rey convoca, no obedece y no responde al llamar. Alguien que tiene su fiesta aparte, alguien que tiene una gloria y una belleza, pero es vanagloria, porque en vez de usarla para el propósito del reino, la usa para su propio beneficio.

Vasti representa algo que está en el hombre. En cada uno de nosotros hay un poco de Vasti: en nuestra carne. Hay un poco de desobediencia, de buscar nuestra conveniencia, de hacer nuestra propia fiesta, de querer hacer nuestra santa voluntad. Que no es santa, por cierto. Tenemos ese germen, ese veneno que hemos heredado de Adán, del pecado, de que fácil nos ensoberbecemos y nos podemos llenar de altivez. 

Se acabó el tiempo de Vasti, se acabó el tiempo de la carne, se acabó el tiempo del pecado, se acabó el tiempo de todo eso que indigna a Dios, que no honra a Dios y que no le glorifica. 

 

Es necesario un reemplazo, es necesario que otra naturaleza comience a reinar: la naturaleza de Cristo. Cristo tuvo otra naturaleza. Brilló para la gloria del Padre. En todo obedeció al Padre. Siempre estaba dispuesto para el Padre. Cuando el Padre le llama, “Hijo, ven que te quiero enviar”, el Hijo dice, “Heme aquí”. Solícito, ya que la obediencia tardía no es obediencia.

La obediencia del Hijo es una obediencia pronta, siempre con diligencia. ¡Qué diferente a Vasti! Jesús no tuvo su fiesta aparte. Él buscó la gloria del Padre y Él preparó la fiesta para el Padre, la fiesta de la salvación, dando hijos al Padre que ahora estamos delante de Dios, proclamando su gloria y adorándole. 

Esa es la naturaleza que hemos recibido ahora. Una nueva herencia: la naturaleza de Cristo, que es la que debe reinar. “Ya no reine”, dice Romanos, “el pecado en vosotros, sino que reine la gracia”. Que reine el Espíritu. 

Hay una iglesia Vasti que se tiene que acabar. Que se acabe el tiempo de Vasti. 

 

Ejemplos de Vasti:

-       Cuando Dios nos llama y nos hace santa convocación y no venimos: Vasti.

-       Cuando no le damos la gloria debida a Dios. 

-       Cuando Dios nos invita a su fiesta y nosotros estamos en nuestra propia fiesta.

 

El Señor nos llama, nos necesita. Hay una urgencia. Dios quiere mostrar a su iglesia en medio de este mundo y que nosotros brillemos. Ya Cristo no está. Estamos nosotros para brillar con la gloria de Cristo. Él quiere mostrar a su reina que tiene otras características. 

 

CAPÍTULO DOS: LA DIGNIDAD DE ESTER

 

Capítulo 2 y versículo 16. “Fue, pues, Ester llevada al rey Asuero a su casa real en el mes décimo, que es el mes de Tebet, en el año séptimo de su reinado”. 

 

Llegó el tiempo de Ester. Ya no Vasti. Llegó el tiempo de Ester.

 

Sabes el nombre Ester literalmente es ‘estar escondida’. Y, verdaderamente, vemos que Ester está escondida hasta que llega el momento cuando el Señor la coloca donde la necesita. Y mientras, Ester ha estado escondida; Ester ha estado preparándose. 

Ella se dejó preparar por Dios, estuvo escondida, pero no malgastó el tiempo. Quizás hubiese tenido excusas de sobra para ser una joven amargada y de poco valor. ¿Por qué? Porque era una cautiva más, llevada a una tierra extranjera, una ciudadana de segunda, una emigrante o, desde el punto de vista de los medos y los persas, una inmigrante que, además, había quedado huérfana de padre y de madre (tragedia) y que además había sido criada por un primo, llamado Mardoqueo.

Entonces, quizás Ester podía haber sido una pobre Cenicienta: una jovencita que se lamenta y hace, de todos esos traumas, de todos esos problemas, una excusa para no servir. 

Pero hay algo que debemos entender: cuánto más difícil es tu vida, más Dios te prepara. Cuánto más difícil es el proceso, más grande es el propósito del Señor. Y no hay problemas para Dios más allá de la dureza del corazón. Ese es el gran problema para Dios. 

Para Él no importa si eres inmigrante, no importa si te has quedado huérfano, no importa si en tu infancia ha sido duro y te ha faltado el amor, el cariño y el abrazo. No importa que te consideren como alguien de segunda clase, no importa nada de eso. Somos hijos de Dios. Ester era judía. Era una hija de Dios. Tenía pacto con el Dios de Israel. Aunque padre y madre me abandonare, con todo, Jehová me recogerá. Era parte de un linaje escogido, real sacerdocio, un pueblo santo para Dios. 

Y Ester estuvo escondida. Pero algo bello hizo Dios en ella. La vemos una joven virtuosa. La vemos una joven humilde, a pesar de que era muy bella. La vemos una joven que supo honrar a su primo. Y ella estuvo sometida. Estuvo honrando. Y se fue formando como una joven educada, como una joven trabajadora y como una joven que sabía obedecer instrucción. Y como una joven que sabía caminar bajo autoridad, que sabía caminar bajo paternidad. Y Dios la puede poner en autoridad como reina. 

Oiga, nunca Dios te va a poner en autoridad si no sabes caminar bajo autoridad. No vas a ser buena paternidad si no sabes ser un buen hijo. No te va a dar honra si no sabes honrar. Son principios del Reino de Dios.

A la postre, el que gana es Dios. ¿Por qué? Porque lo fácil no muestra la gloria de Dios. Lo difícil muestra la gloria de Dios. Lo imposible muestra la gloria de Dios. Así que considerad, hermanos, vuestro llamamiento, dice el apóstol Pablo. No hubo muchos sabios, ni poderosos ni ricos ni nobles, sino considerad que Dios ha escogido lo pobre, lo vil, lo menospreciado, lo débil, lo que no es, para avergonzar a lo grande, para que nadie se jacte delante de Dios y toda la gloria sea a Él.

Dios escogió entre todas las mujeres. Y eso dice: ahora verás lo que yo soy capaz de hacer con esta huerfanita. 

Si eres fiel en lo poco, Dios te prepara para ponerte en un poco más. José fue fiel en la cárcel y Dios lo puso en el trono. Ester fue fiel en su casa con Mardoqueo. Dios la puso al lado del rey. Reina de los medos y los persas. Tú no sabes para qué te está preparando Dios. Tú no sabes qué puerta puede abrir Dios. Tú no sabes de qué manera el Señor está trabajando en. Ester fue colocada en una manera estratégica. Reemplazó a Vasti. 

Ester estuvo escondida. Escondida en el anonimato. Nadie la veía, pero estaba creciendo. Estaba formándose. Y Jesús igual. A los 12 años tenemos una fotografía de él. Pero, por lo demás, de sus 30 primeros años escondido. Pero estuvo igual que Ester: sujeto a sus padres. Pegadito a la Palabra de Dios. Llenándose de Dios, trabajando, aprendiendo a ser responsable como hermano, como ciudadano, como judío, como carpintero, como vecino. Y cuando aparece con 30 años ¿qué dice Dios? Este es mi Hijo amado, en el que tengo contentamiento. Y Dios lo podía usar. 

¿Te podría levantar y usar Dios? Que cada decisión que tomemos, que cada paso que demos, lo demos para agradar a Dios. De manera que Dios diga: ahí tengo un hijo mío, amado, en el que estoy contento, ahí tengo una hija, mi amada, y yo estoy contento con ella. 

 

He escogido este versículo porque me encanta el lenguaje tipológico y de números de la Biblia. Fue, pues, llevada al rey Asuero a su casa real en el mes décimo: es perfección. ¿Y en qué año? En el año séptimo. Plenitud. 

 

Ahora bien, no solamente la seleccionan, sino que estuvo un año en mirra, en perfumes, preparándose, y entonces llegó el punto que estaba madura. Igualmente, toda la vida del cristiano es una preparación. Siempre nos estamos preparando, porque tú no sabes cuándo llega tu gran día. Tú no sabes de qué manera el Señor te puede usar. Y te usa hoy el Señor y te sigues preparando, de manera que lleguemos a plenitud, a madurez, a perfección. 

Hay muchas cosas que Dios está trabajando en mí. ¿Cuántos están en la escuela del Espíritu? Hay muchas cosas que Dios está confrontando y Dios nos mete mirra. La mirra abre los poros y te purifica. Y el Señor muchas veces te abre el corazón para que vea las cosas que están feas y que salgan las impurezas, y que te pueda penetrar la unción y que te pueda penetrar el perfume. 

Estaba preparada, preciosa. Así Dios quiere a la iglesia. Él está perfeccionando a la iglesia para que sea una iglesia sin mancha, sin arruga, gloriosa, una iglesia digna del Rey.

 

Se acabó el tiempo de Vasti, llegó el tiempo de Ester. 

Y en nuestra vida esto representa lo de Cristo. La naturaleza nueva. Ester, si tiene gloria, no es para brillar ella, sino para que brille Dios: para la gloria de Dios, para el propósito de Dios. 

 

A Ester la vemos obediente: primero a Mardoqueo y luego al eunuco. Cuando se tiene que vestir no elige ella la vestidura, sino que muy sabia le dice: “Tú conoces al rey, ¿cuáles son los gustos del rey? Vísteme tu”. Eso representa la obediencia al Espíritu Santo. Que tú le digas al Espíritu Santo: Espíritu Santo, tú sabes lo que le gusta a Cristo. Cámbiame, embelléceme, adórname. 

 

Qué diferente Ester a Vasti. No es solamente obediente para ir a la presencia del rey cuando es llamada, cuando le toca el día, sino que Ester va cuando no es llamada. Ester sabía dónde estaba el secreto de la liberación y de la victoria: en ir a Dios. Tres días en ayuno, en oración y después ir ante el Rey para interceder. 

Esa es la iglesia que el Señor está levantando. Una iglesia del secreto. Una iglesia que ayuna, que ora. Una iglesia que va a buscar a Dios, aunque Dios no me tenga que convocar solemnemente, porque es mi estilo de vida. Pero si Dios me convoca solemnemente, más voy a estar ahí. 

 

Vamos a ser más Ester y menos Vasti.

 

CAPÍTULO TRES: UNA GUERRA DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

 

Capítulo tres, versículo cinco. “Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él. Y se llenó de ira”

¿Quién es este Amán? El nombre Amán significa ‘rabioso y el iracundo’. Así es. Él es hijo de Agag. Un agagueo, un descendiente de Agag. ‘Dominar’ significa el nombre Agag. ‘Enseñorear’. Y vio Amán que Mardoqueo, que era judío, ni se arrodillaba, ni se humillaba delante de él. Y se llenó de ira. 

Aquí vamos a hablar de una guerra de generación en generación. ¿Por qué una guerra? ¿Por qué de generación en generación? Porque esto tiene su historia. Amán era amalecita. ¿Os acordáis de Amalec, que se opuso al trono de Dios, que se levantó contra el trono de Dios y dijo Dios, yo tendré una guerra contra Amalec de generación en generación? ¿No os acordáis de que cuando iba Israel por el desierto y los amalecitas se opusieron e hicieron guerra, y el espíritu era Amalec? Entonces hubo una guerra entre Israel y Amalec. ¿Os acordáis cuando Moisés mantenía las manos en alto y prevalecía Israel? Y dice Dios: “Yo tengo una guerra con ese espíritu de oposición a mi trono, ese espíritu enemigo. Yo tengo una guerra de generación en generación”. 

Este Amán es amalecita. Pero es que además este Amán, es agagueo. Ahora mira esto. Qué interesante es que Mardoqueo es descendiente de Saúl y Amán es descendiente de Agag. Debemos ir para atrás y remontarnos a la historia de Saúl. Cuando Dios le dijo, por medio del profeta Samuel, que tenía que acabar con los amalecitas y Saúl desobedeció y dejó con vida lo mejor del rebaño, y dejó con vida al rey llamado Agag. Ahí es cuando Samuel le dice “¿tú no sabes que la obediencia es mejor que los sacrificios, y prestar atención a la voz de Dios es mejor que los holocaustos? ¿Por qué le has guardado la vida al rey Agag, tu enemigo? Por eso tú no sirves para ser rey”. 

Generaciones después, tenemos ahora un segundo asalto, un nuevo enfrentamiento entre un descendiente de Agag, llamado Amán, amalecita, que quiere matar a todos los judíos, y un descendiente de Saúl, de la familia de Benjamín, de la familia de Cis y, por lo tanto, pariente de Saúl. 

Escucha: lo que nosotros no vencemos lo dejamos como tarea pendiente a las siguientes generaciones. Por favor, ten en cuenta esto. Cuando David fue vencido por el pecado de la iniquidad sexual, les dejó esa guerra maldita a todos sus hijos, a generaciones y generaciones. Cuando Abraham fue vencido por la mentira, y mintió diciendo que Sara era su hermana y no su esposa, esa raíz de mentira luego la vemos en Isaac y en Jacob. 

Lo que tú no venzas, y lo que tú permitas que te venza lo vas a dejar como una guerra para tus descendientes. Y, por el contrario, lo que tú le cortes la cabeza, lo que tú venzas, eso va a ser libertad para tus generaciones. ¿Entiendes? Cuando tú te dañas, estás dañando a tus generaciones espirituales y naturales. Si tú has heredado problemas de alcoholismo, si tú haces problemas de promiscuidad sexual, problemas de depresión, problemas de autoestima, problemas de temor, cualquier tipo de herencia que tus padres o tus ancestros no pudieron vencer es la hora de que tú lo venzas. Y él hará que tú lo venzas para decirle a tus hijos: “Hijo, yo te voy a dar una herencia de libertad, yo te voy a dar una herencia de victoria”. 

 

Hay una guerra de generación en generación. 

 

Cuando uno hace una lectura crítica del libro de Ester, puedes pensar, “este Mardoqueo, qué orgulloso, vaya un problema, porque cuando llegaba Amán, todo el mundo se postraba delante de Amán y Mardoqueo no se postraba”. No solamente porque él era un judío que sólo se postraba ante Dios, sino porque Mardoqueo sabía que ahí había un enemigo espiritual. Y que su ancestro, Saúl, por temor al hombre, había sido descalificado. Mardoqueo decía: “Yo no puedo suspender donde suspendió mi padre, o mi tatarabuelo, o mi abuelo. Yo debo tener más temor de Dios que temor del hombre. No me voy a inclinar ante él”. Y le presionaban día tras día para que se incline. Y él día tras día dice: “No lo voy a hacer. Voy a mantener firme”. 

Entonces, ¿qué dice Amán? A ese lo voy a ahorcar, pero a todo su pueblo lo voy a masacrar. No me quedo contento solamente con matarlo a él. Yo quiero acabar con todos lo judío. ¿Qué había detrás? El espíritu de Amalec. Un genocidio. Porque hay una guerra de generación en generación entre el linaje de Dios y el linaje del diablo. El diablo, de alguna manera, mata, roba y destruye a todo el mundo, pero tiene especial saña contra Israel, porque es una nación amada por Dios y en pacto con Dios; y contra la Iglesia; son los grandes enemigos que sobran en el planeta Tierra.

Pero Dios está a favor de su pueblo. Con Dios somos mayoría. Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo. 

Ahora, nuestra guerra no es contra carne ni sangre. Ama a ese jefe. Pero ata el espíritu de Amalec. Yo sé lo que hay detrás. Es una guerra de generación en generación. Pero tú mantente firme. ¿Sabes qué? ¿Sabes cuál es la verdad? Que este Amán había ascendido en el trono y tenía la semilla de Amalec: antes o después, por un motivo u otro, iba a ir contra el pueblo de Israel.

 

Hermanos nuestros alrededor del mundo y por generaciones han dado su vida; el mismo Señor, y apóstoles y profetas. Así que bien orgullosos si por causa de Cristo nos rechazan o nos persiguen, o tenemos cualquier tipo de guerra en casa. Ya lo dijo Jesús: no he venido a traer paz, sino espada. Eso no es que detenga la espada, eso es que te está avisando. 

 

Hermano, no te dobles. Sin perder la dignidad. Pero defiende los principios. Protejamos nuestras generaciones. Luchemos por la verdad. Por la causa de la humildad, de la justicia. No te dobles. Aunque parece que perdemos, porque al principio (aquí empieza el nudo) parece que Israel perdía. Pero Dios ya estaba Dios por delante, anticipándose en todas las cosas. Amén. 

 

CAPÍTULO CUATRO: Y SI PEREZCO, QUE PEREZCA

 

Capítulo cuatro y verso 16: “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día. Yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley. Y si perezco, que perezca”. 

 

En la ley de los medios y los persas, si alguien venía a molestar al rey sin que el rey lo hubiera llamado, aunque fuese la reina, era culpable. Así de entrada era culpable de muerte. A no ser que el rey extendiese el cetro y absolviese esa vida. Entonces Ester tiene que ir a interceder por su pueblo. Mardoqueo le dice ¿Quién sabe si para esta hora has llegado al reino?

 

Evidentemente sí. Era la gran hora de Ester. Entonces, le podía costar la vida. Dice: Ayunad por mí. Orad a Dios tres días por mí. Yo también lo voy a hacer. Y después voy a la presencia del rey. Y si perezco, que perezca. 

 

Y aquí es donde yo veo, hermanos, que esta Ester tenía una entrega al propósito total. Sin temer a la muerte. Y eso es lo que Dios necesita en su iglesia hoy en día, que estemos de verdad entregados al propósito de Dios. Yo veo que estamos tan acomodados. Sí, yo soy cristiano, pero que no me pidan mucho. Sí, yo estoy dispuesto a obedecer al Señor. Pero hasta aquí. Y nos engañamos a nosotros mismos. 

Cristo se entregó hasta la muerte. Cristo obedeció y se entregó por completo. No puedes seguir a Cristo si no tomas la cruz y le sigues; sino si no le amas más que todo. Tu cristianismo no es auténtico si no estás dispuesto a decir como Ester “y si perezco, que perezca”.

 

Pero si Dios me pide algo, tengo que estar dispuesto a decir: “Heme aquí, Señor, aunque sea sufrir o negarme, o perder en un momento dado mi comodidad”. Pero no, no quiero salir de mi área de confort. ¿Cómo Dios puede usar a su Ester así, si no estamos dispuestos a pagar un precio mínimo de buscarle en oración o de testificar, aunque nos vayan a rechazar? ¿De ser fieles y perseverar en la Iglesia? ¿Cuánto más si el Señor tiene planes más fuertes? 

Dios dice: ¡Ay! ¡cuánto de Vasti! Todavía tengo aquí mucho de Vasti. 

 

Tú sabes que Dios te ha puesto en un lugar clave: a trabajar en un lugar, naciste en una familia, estás en esta tierra. Y es que Dios coloca su fichas, mueve sus soldados, tiene sus estrategias, y tú eres parte de su ejército, tú eres parte de su estrategia. Pero ahora es necesario que tú le digas al Señor como Ester “Y si perezco, que perezca”.

 

Entrega total.

 

CAPÍTULO CINCO: ENTRE BANQUETE Y BANQUETE OCURREN LOS MILAGROS

 

Capítulo cinco y versículo ocho: “Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si place al rey otorgar mi petición y conceder mi demanda. Que venga el rey con Amán a otro banquete que les prepararé, y mañana haré conforme a lo que el rey ha mandado”. 

 

Yo lo he titulado así. Entre banquete y banquete ocurren los milagros. 

Esto es interesante. Ester halla favor. Y el rey le dice: “Hasta la mitad de mi reino te doy”. Y de entrada no le pide nada, sino que le dice: Mi petición es que usted tenga un banquete con Amán que le voy a preparar, y le hace un banquete.

 

Y el rey por la noche pierde el sueño. Entre banquete y banquete ocurre un milagro. El rey no puede dormir por la noche. ¿Qué le había echado Ester al banquete? ¿Que había puesto ahí? ¿Algo que le produjera cafeína e insomnio? No, lo que pasa es que todo esto es sobrenatural. Dios está interviniendo. Hay una gran dosis de Dios, aunque en este libro no se menciona la palabra Dios, pero la Providencia está ahí. 

Y le dice Esther. ¿Qué tal está el banquete? ¿Está usted contento? Sí y qué bien he comido, ¡qué a gusto estoy! ¡qué bien todo! Ester, pídeme, pídeme. Mi petición es que venga usted a otro banquete mañana. Y entonces el rey declaró que sí, un placer. Y en esa noche cambia todo. En esa noche comienza a suceder algo maravilloso. 

 

¿Y sabes, qué? Nosotros tenemos que ser una iglesia de adoración. De banquete en banquete. Que sepamos tener contento a nuestro Dios. El diablo está trabajando, preparando sus horcas, haciendo sus planes de maldad. Mientras, nosotros, hagámosle banquete al rey. Entre banquete y banquete sucederán milagros. 

Sepamos tener contento el corazón de Dios. Mientras que nosotros estamos haciéndole banquete al Señor, el Señor está peleando batallas. El Señor está moviendo ángeles que están en medio de la alabanza. 

 

Cuando la iglesia está fuerte, en honra, en amor, en entrega, en adoración, en ayuno hay ángeles con nosotros peleando, moviéndose. Hay un ambiente de Dios. Hay un ambiente de milagros. Amén. Y por supuesto que vamos a actuar. Vamos a hacer lo que nos toca hacer. Pero el problema de la iglesia es hacer, hacer, pedir, pedir, pedir y no saber hacer banquete. 

 

Nosotros debemos orar así: mientras que la rebanada de arriba tiene que ser oración, la de abajo oración, entre medias adoración y por ahí alguna petición.

 

CAPÍTULO SEIS: LA GENTE A LA QUE EL REY DESEA HONRAR

 

Capítulo seis y versículo seis: “Entró, pues, Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí?”.

 

Entonces aquí está el título del mensaje: Aquellos cuya honra desea el rey. 

 

Aquellos cuya honra desea el rey. ¿Qué es lo que nos quiere hablar aquí el Señor? Lo que sucede es que Mardoqueo, dentro de sus funciones, como siervo en la corte, descubre que hay unos eunucos o unos funcionarios del rey que quieren matar al rey; lo quieren envenenar. Eran parte de un golpe de estado. En aquellos tiempos saben cómo mataban a los reyes. Había intrigas palaciegas. 

Dios permite que Mardoqueo escuche y descubra un complot para matar al rey. Mardoqueo era un hombre ejemplar: en este libro es un tipo de Jesucristo. Mardoqueo podía haber dicho: que se lo carguen, este pagano impío, sinvergüenza, que anda de fiesta en fiesta, no va conmigo la cosa... a ver si llega otro mejor. Pero Mardoqueo era un hombre íntegro. Mardoqueo no podía actuar así contra la autoridad. Entonces, él va donde el rey, donde los cercanos al rey, y descubre el complot y le salva la vida al rey. Entonces. ¿Qué pasa con Mardoqueo? Todo sigue igual. Yo me imagino que ese día llegó Mardoqueo a la casa de después del día de trabajo. ¿Qué tal ha ido, Mardoqueo, el día? Muy bien. Le salvé la vida. ¿De verdad? De verdad. ¿Y qué pasó? ¿Qué te honraron de alguna manera? ¿Te ascendieron? No. 

Nosotros no hacemos las cosas para ser vistos. Nosotros no hacemos las cosas por la recompensa. Colosenses capítulo tres, versículo 22: Siervos obedeced a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”. 

 

¿Quién es el que da la recompensa? El Señor. Todo lo que hagamos, hacedlo de corazón, como para el Señor. ¿Entonces estás tratando bien al que te trata tan mal? Y quizás dice. ¿Pero qué busca? ¿Qué quiere? ¿Una subida de sueldo? ¿Un ascenso? ¿Qué interés tiene? Porque estamos acostumbrado a que todo el mundo lo hace todo por interés. La verdad no; yo no busco nada. Yo no soy un siervo de usted. Yo soy un siervo de Cristo. Y todo lo que yo hago, lo hago bien, para mi Señor. ¿Me pone a limpiar un baño para mi Señor? Lo voy a hacer lo mejor posible. Por ejemplo, en los esposos sirvamos por amor y honra, pero hagámoslo todo como para el Señor. Tengo la oportunidad de servir a mis hijos, de servir a mis padres, de servir, de servir aquí en la Iglesia. Cuando tú haces las cosas para Cristo hay un perfume de adoración. Cuando tú haces la cosa para el hombre, hay un perfume de adulación que es diferente.

 

El Señor toma nota de todo lo que haces. Amén. Él no duerme. Él toma nota de todo. Él no es injusto para olvidarse del amor y del servicio que tú has hecho para los santos Hebreos 6:10. Él no es injusto. Él toma nota. Y sabes que Él es un Dios que honra a los que le sirven. 

 

Dijo Aman: ¿A quién querrá honrar el rey más que a mí, que soy su favorito? Pero no sabía, Amán, que entre banquete y banquete ocurren los milagros. Que en esa noche el rey había perdido el sueño y estaba aburrido. Y dijo: ¿Qué hay más aburrido? ¿Qué me pueden leer que sea tan aburrido que me duerma? Las crónicas reales. Y está el Rey ahí esperando que su secretario le empiece a leer. Y de repente habla de cómo un hombre llamado Mardoqueo ha deshecho un complot, le ha salvado la vida y vuelve en sí. El rey Asuero vuelve en sí, dice: ¿Y qué se ha hecho para honrar a ese? ¿Cómo se llamaba? Mardoqueo. ¿Y qué se ha hecho para honrar ese Mardoqueo? A ver, Majestad, déjeme que vea en la crónica. Nada, nada. ¡Si me salvó la vida! ¿Pero cómo que no había hecho nada? Pero no sabemos lo que ha pasado, Majestad. 

Dios tiene el tiempo de tu levantamiento. Dios tiene el tiempo de tu honra. Él lo tiene todo fríamente calculado. Entonces dice el Rey: Este es uno que yo quiero honrar. Y así el título de este mensaje: aquellos cuya honra desea el rey. 

 

Todo eso era lo que Amán quería recibir. Este es el cambio de suerte: que la horca que Amán había preparado para Mardoqueo no sabía que era la horca que se iba a poner en su cuello, y que la honra que él deseaba era la honra que el rey deseaba para su siervo Mardoqueo. Tú vas a ser el que va a llevar la cuerdita y vas a pregonar delante de mi siervo Mardoqueo, y tú te vas a encargar de vestirle, de poner la corona, de montarle y de ir pregonando... Igual nos ha pasado a nosotros con el Diablo. LO QUE ÉL PRETENDÍA, ESA HONRA, NOS HA SIDO DADA EN CRISTO Y EL MAL QUE NOS DESEABA SERÁ SU DESTINO FINAL.

 

Y ahí va el enemigo, hermano, pregonando: Así se hará al hombre que el rey quiere honrar. ¿Cómo iría Mardoqueo con la corona, con la túnica, con la cabalgadura, siendo servido por aquél al que le habían obligado a postrarse y que era el enemigo que quería masacrar a todos los judíos? ¿Cómo iría Mardoqueo alabando a Dios? ¡Aleluya! ¡Gloria a ti, Señor! ¿Porque cuando nosotros nos dan honra, a quién le damos la honra? A Yahveh, al Dios de Israel, al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. 

 

ÁNIMO FINAL:

A veces haces cosas. Tú hazlo, no para el ojo ni para nadie. Hazlas de corazón, para el Señor. Que el Señor todo lo ve. Cualquier detallito. 

Sé cómo los ángeles. Los ángeles no paran de hacer cosas a nuestro favor. Y tú no dices: “Me ayudó Miguel. Me ayudó Rafael. Me ayudó Gabriel...”. Tú no sabes qué Ángel fue. Y en última instancia, se le da la gloria a Dios. Y nosotros tenemos que ser igual. Hemos de ser siervos anónimos. Pero sabiendo que el Señor tiene sus crónicas reales y dice: ¿Qué han hecho por mi obra? ¿Y qué honra le hemos dado? Todavía nada. Pues tengo un tiempo para la recompensa. Y así, con cada uno de nosotros. 

Dios desea... Somos la gente que Dios desea honrar. Cuando Dios ve tu integridad, cuando Dios ve que no mientes, cuando Dios ve que no te doblas. Cuando Dios ve que tú le sirves. Cuando Dios ve que tú te mantienes fiel. Cuando Dios ve todo eso, se está preparando la bendición para tu vida. 

 

Dios está en el cielo y todo lo ve. Y a su tiempo el Señor nos va a dar la recompensa. En esto no hay acepción. Aman tuvo su recompensa. Mardoqueo tuvo su recompensa.

Aquellos cuya honra desea el rey. Yo voy a ser uno de esos. Amén. 

 

CAPÍTULO SIETE: EL CAMBIO DE SUERTE

 

Y terminamos en el capítulo siete y versículo diez: “Así colgaron a Amán en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo. Y se apaciguó la ira del rey”. 

 

El cambio de suerte, Purim. Es la fiesta que celebran los judíos, que, de ser Israel masacrado, acabó siendo Israel bendecido; de ser Amán honrado, Amán fue ahorcado. Y el judío Mardoqueo levantado. 

 

La gente íntegra, la gente del secreto, la gente que Dios puede poner en lugares estratégicos porque es gente preparada va a ser usada y honrada por el Señor.

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