Cómo se hace la obra del Señor

Cómo se hace la obra del Señor
Un decálogo del buen obrero cristiano. Para agradar a Dios no solo es hacer la obra, sino cómo la hacemos.


CÓMO SE HACE LA OBRA DEL SEÑOR (Parte 1)

 

En este nuevo soliloquio quiero tratar un tema muy práctico y a la vez importante: ¿Cómo quiere Dios que hagamos su obra?

 

Al Señor no solo le interesa que hagamos su obra. Es igual de importante, y a veces hasta más, cómo la hacemos. Me voy a centrar en la actitud y aptitud del obrero a la hora de trabajar para Dios.

 

Debemos cerciorarnos, antes de hacer algo para Dios, de que sea una ofrenda que le pueda agradar. De lo contrario, mejor no hacerlo.

 

“La mies es mucha y los obreros pocos”. Pero no por ello el Señor de la mies envía a cualquiera de obrero. Él prepara a sus obreros para que cuando sean enviados puedan representar bien al Señor. Eso es lo que Jesús estaba haciendo con sus discípulos durante tres años y medio: prepararlos.

 

A continuación, os someto un decálogo básico sobre cómo debemos hacer la obra del Señor:

 

1- La obra de Dios hay que hacerla con santidad. 

 

2 - La obra de Dios hay que hacerla con el corazón de Dios.

 

3 - La obra de Dios hay que hacerla con humillación.

 

4 - La obra de Dios hay que hacerla en el espíritu.

 

5 - La obra de Dios hay que hacerla con amor y desinteresadamente.

 

6 - La obra de Dios hay que hacerla con fe y obediencia.

 

7 - La obra de Dios hay que hacerla buscando al Señor y en oración.

 

8 - La obra de Dios hay que hacerla con disposición a sufrir y a esforzarnos.

 

9 - La obra de Dios hay que hacerla con gozo y fervor.

 

10 - La obra de Dios hay que hacerla con generosidad y abundancia.

 

En este artículo resumiremos cinco de los diez puntos de nuestro decálogo, evidentemente de forma sucinta. Y la semana que viene completaremos los otros cinco.

 

1- LA OBRA DE DIOS SE HACE CON SANTIDAD

 

"Pero el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera. Pues algunos, desviándose de estas cosas, se han apartado hacia una vana palabrería". 

1 Timoteo 1:5-6 LBLA.

 

Dios quiere que crezcamos en santidad y así le sirvamos. Sin santidad no le vamos a ver en nuestro trabajo. No veremos su respaldo: "Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". (Hebreos 12:14 LBLA). También Jesús enseñó: "Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios". (Mateo 5:8 LBLA)

 

Y el salmista David reconoce en su salmo de arrepentimiento que solo recuperando su santidad volverá a ser efectivo en su ministerio: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti" (Salmos 51:10, 13 LBLA). Que los pecadores se convirtieran ante la enseñanza de David dependía de volver a tener un corazón limpio y un espíritu recto.

 

En esto Pablo es todo un ejemplo. Observa cómo servía al Dios de sus antepasados: "Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados..." (2 Timoteo 1:3 LBLA). Y testificó ante el Sanedrín lo siguiente: "Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia". (Hechos 23:1 LBLA)

 

Pablo no podía servir al Dios infinitamente santo con una conciencia sucia o un corazón torcido. Recordemos cómo en la parábola del pámpano y la vid (Juan 15) el Señor limpia y poda para que llevemos mayor fruto. Y esa es la obra que el Espíritu va haciendo en nosotros. Nos hace crecer en santidad para que llevemos mucho fruto.

 

Cuando llevaba poco tiempo sirviendo al Señor y era tan solo líder de unos pocos jóvenes que asistíamos a la iglesia el Señor me confrontó con mi testimonio y santidad. La ira, la pereza y otras cosas del viejo hombre me estaban venciendo, y yo sentía que era uno en la iglesia y otro diferente en casa, con mis hermanos y padres (aún no estaba casado con Vanessa). Entonces hablé con mi pastor y le dije: "pastor no estoy en victoria con mi vieja vida. No puedo seguir liderando a los jóvenes ni predicando, porque siento que deshonro al Señor si lo hago así como estoy; dame un tiempo para arreglar estos problemas". Efectivamente, descansé de mi servicio en la obra para madurar y enfrentar esas taras en mi carácter. Creo que al Señor le agradó esto porque me ayudó a conquistar las áreas en las que no vencía y cuando volví al liderazgo me respaldó poderosamente. Desde entonces aprecio mucho vivir y trabajar para Dios con una limpia conciencia. He visto el respaldo del Espíritu por cuidar mi santidad con Dios y mantener un buen testimonio ante los hombres.

 

"Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1 LBLA)".

 

Si la obra es de Dios, entonces es santa. Todo lo de Dios es santo. Y debemos trabajar para Él en conformidad con su carácter y naturaleza: con santidad. No hay otro camino que este. Nunca abandonemos la senda de la rectitud y todo lo que hagamos para Dios será una ofrenda acepta y digna de Él.

 

2- LA OBRA DE DIOS SE HACE CON EL CORAZÓN DE DIOS

 

Esto es también muy importante. Debemos pedirle al Señor el sentir de su corazón. Hace poco me contaron que el siervo de Dios, David Wilkerson, fue a Rusia para unas campañas de predicación. Sin que él lo supiera pusieron un gran cartel con su foto gigante y su nombre en grande. Además, títulos como 'profeta a las naciones', etc. Cuando subió a predicar no pudo hacerlo. Solo comenzó a llorar y a hacer confesión de los pecados de la iglesia. "Hemos puesto los nombres de los hombres en grande cuando el único nombre grande es el tuyo... Perdónanos Señor" y cosas así confesaba. ¿Por qué Wilkerson no se puso a predicar sin más? Porque era un varón que estaba afinado con el sentir del corazón de Dios. Y Dios sin duda estaba entristecido por la adulación con la que había sido recibido en Rusia, ocupando Wilkerson el foco de atención y no Cristo.

 

Debemos preguntarnos: ¿qué siente el corazón de Dios ante los perdidos? ¿Y ante las injusticias? O frente al pecado. Con los abusos del liderazgo y tanta gloria de hombres.

 

Cuando vamos a ayudar a una familia, a enseñar a su pueblo o a orar por un enfermo... ¿Qué hay en el corazón de Dios? Para que nosotros sintamos con su corazón. Que estemos afinados con su sentir. Yo no quiero reír cuando Dios llora. Tampoco llorar cuando Dios ríe. Si Él está indignado me quiero indignar con él. Si Dios se compadece quiero ser un canal de su compasión.

 

¿Has visto alguna vez a una presentador dar una noticia triste con la misma expresión indiferente con la que acaba de informar sobre la bolsa? Yo he llegado a ver hasta una sonrisa incoherente para decir que hay más jóvenes emborrachándose (por ejemplo). ¿Y qué pensamos? Pues que estamos ante un mal profesional. Hasta puede indignarnos.

 

Dios se indigna con sus siervos que no son capaces de ser uno con su corazón: eso es lo que sucedió con Jonás. ¡Estaba triste porque Nínive se había arrepentido y eran salvos de la ira de Dios! Todo lo contrario a lo que nos dice el Señor de que Él se alegra cuando un pecador se arrepiente.

 

De hecho, Jesús luchó constantemente con los religiosos judíos porque no tenían compasión de los enfermos o de los pecadores. Solo se emocionaban o preocupaban con sus cosas religiosas. ¡Qué triste!

 

Debemos cultivar una intimidad con Dios y ser verdaderamente sus amigos, de manera que expresemos el sentir de su corazón. Él es amor; Él es celoso; es santo; es compasivo y clemente; es sencillo; es bueno... Pero no siempre responde por igual ante las circunstancias de la vida del hombre. Su corazón se deja ver en unos momentos de una forma y en otros de otra. Es importantísimo recoger el sentir de su corazón para servirle en acuerdo a su Espíritu. Y es el Espíritu quien nos va a comunicar lo profundo de Dios. El Espíritu nos puede guiar (1 Corintios 2:10-12 LBLA).

 

¿Se reiría Él con un chiste grosero? ¿Sería indiferente ante un niño que se le acerca? ¿Apartaría la necesidad de alguien que le busca? ¡Claro que no! Y tampoco debemos hacerlo nosotros. Porque somos sus siervos. Hemos de representarle bien. Hemos de hacer su obra con el sentir de su corazón. También predicar con su espíritu, con su corazón. Es muy diferente cuando lo que comunicamos es lo nuestro; lo del hombre. No solo hay que dar el mensaje de Dios, debemos hacerlo con el corazón de Dios.

 

Os confieso que para mí es igual de importante saber lo que Dios quiere hablar, que comunicarlo con el sentir de su Espíritu, con su corazón. Pasar tiempo en la Presencia de Dios y oír al Espíritu es el único método que funciona para esto.

 

Que Dios nos ayude.

 

3- LA OBRA DE DIOS HAY QUE HACERLA CON HUMILLACIÓN

 

Pablo habló mucho sobre esto. Él no se creía suficiente. No se quiso apoyar en nada del hombre. Estaba quebrantado y dependiendo del Señor constantemente. Por eso el poder de Dios se podía perfeccionar en su debilidad.

 

Así resume su ministerio de tres años en Éfeso: "...Vosotros bien sabéis cómo he sido con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que estuve en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíos..." (Hechos 20:18-19 LBLA).

 

Y en Corinto sigue en la misma actitud durante 18 meses: "Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría, pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor" (1 Corintios 2:1-3 LBLA).

 

Lo mismo encontramos en Tesalónica. Pablo llega en gran quebrantamiento para anunciar allí el evangelio: "Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en vano, sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como sabéis, tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablaros el evangelio de Dios en medio de mucha oposición" (1 Tesalonicenses 2:1-2 LBLA).

 

Cuando hacemos la obra del Señor necesitamos las fuerzas que Dios da y las palabras que el Espíritu nos pone (1 Pedro 4:11 LBLA). Si así servimos al Señor la gloria será para Él, quien se usó de nosotros. Pero no puede trabajar con hombres altivos o suficientes y sabios en su propia opinión. Por eso hemos aprendido que Dios capacita descapacitando y fortalece debilitando. Es en la sequedad de nuestra humanidad donde el fuego de su Espíritu arde mejor.

 

Si para trabajar, evangelizar, predicar, llevar la alabanza, hacer un programa, liderar un ministerio o cualquier otro servicio que hagamos en su Reino nos sentimos débiles e incapaces, y hasta (cómo Moisés) le pedimos al Señor que lo haga con otros, pues nosotros no nos vemos idóneos, quizás estamos más cerca de poder ser usados por Dios de lo que nos imaginamos. Casi siempre Dios nos lleva a esa debilidad.

 

4- LA OBRA DE DIOS HAY QUE HACERLA EN EL ESPÍRITU

 

"Continuó él, y me dijo: Esta es la palabra del SEÑOR a Zorobabel: "No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu"-dice el S EÑOR de los ejércitos" (Zacarías 4:6 LBLA).

 

La verdad es que podríamos resumir todo el decálogo en este único requisito: cuando servimos en el espíritu (en el hombre nuevo o nueva naturaleza a la imagen de Dios) vamos a hacerlo con amor, santidad, humillación, fe, etc. Pero es bueno especificarlo ya que a veces se nos olvida que nuestra carne es enemiga de Dios y no puede heredar el Reino de Dios. Abraham tuvo un hijo de la carne, Ismael. Pero no podía heredar la promesa ni quedar en la casa. Todo lo que es fruto de nuestra carne es desechado por Dios. Tiene que llegar el milagro de Isaac, por obra del Espíritu para que se cumpla la promesa y se active el plan de Dios.

 

En la carne somos vasos de deshonra, lo mismo que el resto de los hombres. Pero en el espíritu somos vasos de honra y de misericordia que contienen el poder de Dios.

 

Todos necesitamos suscribir estas palabras de Romanos 1:9: "Pues Dios, a quien sirvo en mi espíritu en la predicación del evangelio de su Hijo.... Eso no quiere decir que mi alma (con mi inteligencia, emociones, creatividad, etc.) y mi cuerpo (templo del Espíritu) no están igualmente al servicio del Señor. Pero en el orden correcto: no le sirvo según me encuentro en mi cuerpo o por lo que siento en mi alma. Le sirvo en mi espíritu y presento mi cuerpo y alma como ofrenda a Dios (Romanos 12:1 LBLA).

 

Yo he experimentado lo que es dar una conserjería en mi carne (mis fuerzas, mi inteligencia) a darla en el espíritu (la capacidad de Dios). Es muy diferente.

 

Los líderes estamos para resolver problemas. Si no quieres problemas mejor no le sirvas a Dios. Somos provisión del Cielo para las necesidades de la Tierra. Pero los problemas me pueden llegar a abrumar cuando los enfrento en mi carne. En cambio, en el espíritu se puede liberar todo el potencial de Dios.

 

Muchas veces hemos pensado en Pablo y Silas alabando al Señor en la cárcel de Filipos: eso es locura en la carne, pero en el espíritu es una delicia. Concluimos pues que: "... el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" para el servicio de Dios (Mateo 26:41 LBLA).

 

5 - LA OBRA DE DIOS SE HACE CON AMOR Y DESINTERESADAMENTE

 

Para el Señor es muy importante que trabajemos en su obra por amor y no por interés. Aunque nos interesa servirle ,porque no hay nada más bendecido que estar a las órdenes del Señor Todopoderoso, pero sería muy triste que esa fuese nuestra motivación.

 

Escuchemos el consejo del Nuevo Testamento: "Todas vuestras cosas sean hechas con amor" (1 Corintios 16:14 LBLA).

 

"Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos" (Hebreos 6:10 LBLA).

 

"Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros" (Juan 13:14-15, 34-35 LBLA). Y cuando Pablo habla de su ministerio y cómo él servía dice: "en pureza, en conocimiento, en paciencia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero" (2 Corintios 6:6 LBLA).

 

Hay personas que al trabajar en el Reino buscan realización, identidad, reconocimiento u otro tipo de intereses. Eso es muy peligroso. Puede que las personas que caigan en esta trampa en verdad no estén sirviendo al Señor sino, hasta cierto punto, a sus necesidades y aspiraciones. Luego pasan las cosas que pasan. Personas que no están dispuestas a pagar el precio que servir a Cristo requiere. Otros que no tienen amor genuino a los demás y no están dispuestos a ser siervos como lo fue el Maestro, quien se ciñó la toalla para lavar los pies. También es muy común los que pasan una factura por lo que han hecho en la iglesia o para Dios. Por lo tanto, no lo hicieron por amor sino con otra motivación.

 

Pedro les escribe a los pastores y les advierte que deben pastorear la grey con un corazón libre de egoísmo: "... pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo... (1 Pedro 5:2 LBLA).

 

En fin, podríamos dar muchas citas, pero es más que evidente que todo lo que Dios hace es por amor, porque Él es amor y espera que nosotros le sirvamos por amor y gratitud. No por obtener algo a cambio.

 

Quiero terminar diciendo que todo va a ser probado con fuego y que los fundamentos van a ser expuestos. Los corazones van a quedar manifestados. Dios va a probar nuestras vidas y nuestro trabajo para que se manifieste si es por interés, con egoísmo, por algún tipo de recompensa personal, etc. O es un servicio digno de Él: no por lo que me pueda dar sino por todo lo que ya me ha dado. No por lo que pueda hacer por mí sino por todo lo que ya ha hecho.

 

De todas formas, nuestro Señor es tan bueno que no dejará nuestro servicio sin recompensa. ¡Merece la pena servirle! Cada obra de amor y sacrificio por Jesús será honrado por el Padre.

 

Ahora vivo para Él y le sirvo como un esclavo de amor. Un siervo voluntario de su casa. Oremos para que nuestro trabajo en el Señor sea excelente... Aquí en la Tierra como se le sirve en el Cielo.


CÓMO SE HACE LA OBRA DEL SEÑOR (Parte 2)

Seguimos con el decálogo que nos permite analizar cómo Dios quiere que le sirvamos y hagamos su obra.

INTRODUCCIÓN

La obra de Dios no es cualquier cosa. Para nuestro Maestro, Jesús, la prioridad más alta de su vida era llevar a cabo la obra que el PADRE le había encomendado:


Juan 4:34 Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.

Juan 6:38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Juan 5:17 Pero Él les respondió: Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo.


Jesús como siervo y obrero del Padre fue perfecto: la obra de Salvación y la restauración del Reino en la Tierra fue un propósito que prosperó en su mano (Isaías 53:10). Él se dedicó completamente a su llamado. No dejó que otros temas le desviaran la atención de su verdadera labor: los negocios, la voluntad, la misión que recibió de su Padre.

La obra del Hijo en la tierra fue realizada con esmero, unción y diligencia: una obra primorosa, perfecta y digna de Dios. ¡Pero no es una obra acabada!

Las labores de Cristo siguen a través de nosotros (su pueblo, sus hijos). Nosotros hemos entrado a sus labores:

Juan 4:37-38 Porque en este caso el dicho es verdadero: “Uno es el que siembra y otro el que siega.” Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y VOSOTROS HABÉIS ENTRADO A SU LABOR.


Así como el Padre le envió a Él, Él nos envía a nosotros: Juan 20:21-22. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.


De manera que, si queremos continuar con su obra de forma efectiva necesitamos hacerla con la misma dedicación y diligencia, con similar sujeción y dependencia del Espíritu, como la hizo el Señor Jesús. Por eso les instruyó tanto y les dio ejemplo. Además, les dotó con la llenura del Espíritu Santo.


A lo largo de los tiempos muchos han pensado que hacían la obra del Señor y sólo estaban sirviendo a la religión o a sí mismos. Engañados, cegados o mal cualificados, han manchado el nombre de Jesús y no han hecho que la voluntad del Señor prospere en sus manos. De esos falsos o malos obreros el mundo está lleno, y la historia tiene mucho que decir, pero ya el Señor advirtió a sus discípulos que un día juzgaría a los tales: Mateo 7:15-23. Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”. Y el mismo Pablo tuvo que advertir a los cristianos de las diferentes iglesias para que no cayeran en las garras de esos obreros fraudulentos: Romanos 16:17-18.


Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre de estar cerca de esos malos obreros, que causan tropiezo y dañan la obra del Señor. Filipenses 3:2: Cuidaos de los perros, cuidaos de los malos obreros, cuidaos de la falsa circuncisión. Y digo más, que el Padre nos guarde de nuestra propia carne para que nosotros no acabemos descualificados o indignos de su llamamiento. ¡Cuidémonos a nosotros mismos y a la grey de Dios! ¡Estemos alerta con los peligros de afuera y de nuestro propio corazón engañoso!


Hechos 20:28-32 Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre.


BUENOS OBREROS DE JESUCRISTO

Para ser fieles obreros debemos seguir el ejemplo de nuestro Maestro, y de los padres espirituales que nos han precedido. No podemos conformarnos con menos que el nivel espiritual y poderoso de los auténticos siervos de Dios:


2 Timoteo 2:15 Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad.


Para ser buenos obreros vamos a tener que poner todo nuestro empeño: procura con diligencia... Le exhorta Pablo a su hijo espiritual Timoteo. Este no es un examen que vamos a aprobar sin prepararnos y esforzarnos. No es suficiente ser hombres comunes, buenos hombres o mujeres. Es necesario ser hombres y mujeres de Dios. Espirituales, maduros, llenos del Espíritu, gente capaz y diligente que se toma en serio esta obra, pues a Jesús le ha costado mucho traer el Reino a la tierra, y nos lo ha confiado ahora a nosotros.


En el soliloquio anterior pudimos ver cinco características del servicio que a Dios le agrada:

1- La obra de Dios hay que hacerla con santidad.

2 - La obra de Dios hay que hacerla con el corazón de Dios.

3 - la obra de Dios hay que hacerla con humillación.

4 - La obra de Dios hay que hacerla en el espíritu.

5 - Y la obra de Dios hay que hacerla con amor y desinteresadamente.


Ahora podemos completar la enseñanza con el resto de los elementos imprescindibles en nuestro servicio cristiano:


6 - LA OBRA DE DIOS SE HACE CON FE Y OBEDIENCIA


Toda la vida del justo es por fe. Lo que no es de fe es pecado. Siempre que vamos a servir al Señor debemos hacerlo en un espíritu de fe. De lo contrario es imposible.


Cuando estoy tratando de ayudar a una persona debo creer en lo que Dios es capaz de hacer con esa vida. Si estamos ministrando en una ciudad mi trabajo ha de estar lleno de fe en lo que el Señor levantará en ese lugar. Para hacer un programa de televisión necesito confiar en la obra del Espíritu a través de nosotros, que Dios quiere salvar y revelarse a través de ese espacio.

Casi siempre, lo que guía mi camino no es lo que veo, sino la obediencia y fe en el Señor.


Cuando los discípulos estaban con Jesús constantemente su fe era desafiada. Él los entrenó para creer en grandes cosas. Creer que Dios podía hacer todo lo que pidieran. ¡Debían estar llenos de fe y del Espíritu!


No necesitamos una gran fe sino una gran disposición a servir al Señor con obediencia diaria: ¡en ese camino de servicio nuestra fe se va a ir desarrollando sobrenaturalmente!

De hecho, la fe debe ser la cara y la obediencia la cruz. Son dos aspectos de nuestro servicio inseparables, como el fondo y la forma.


Para obedecer necesito fe. Hacer todo lo que el Señor me pida es un ejercicio de confianza. Por otra parte, sin obras la fe está muerta. Para la fe necesito obediencia. Mi fe es una fuerza dirigida por mi obediencia al Señor.


Nota bien que los dos pecados que impidieron a Israel entrar en Canaán fueron la incredulidad y la desobediencia. Ese corazón les descualificó para conquistar la Tierra Prometida. Y esas cosas fueron escritas para nuestra enseñanza. ¡Dios no podrá cumplir su propósito en mí si mi corazón es desobediente o incrédulo! En cambio, me llevará a conquistar todo lo que tiene para mí si cada día busco hacer sus obras lleno de fe en su Palabra:


Hebreos 3:12, 18-19 Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.


7- LA OBRA DE DIOS SE HACE BUSCANDO AL SEÑOR Y EN ORACIÓN


2 Crónicas 31:20-21 Así hizo Ezequías por todo Judá; y él hizo lo bueno, lo recto y lo verdadero delante del Señor su Dios. Y toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios por ley y por mandamiento, buscando a su Dios, lo hizo con todo su corazón y prosperó.


Hay prosperidad para Ezequías. ¿Por qué? Porque se mantuvo en una búsqueda de Dios, de su Palabra, de cómo agradarle y de su Presencia. Así es como el Señor mismo se encarga de prosperar a sus siervos.


Recuerdo el caso en el que David llevó el arca a Jerusalén y la puso en carro nuevo. No buscó en la ley, ni tomó consejo a los expertos, ni consultó al Señor en oración sobre cómo debía hacerlo. El resultado fue la muerte de Uza, la confusión de todos y la tristeza.


David tuvo que volver a Jerusalén y pasar tiempo consultando: ¿cómo traeré a mí el arca del Señor? Hasta qué descubrió que debía ir en los hombros de los sacerdotes. Fue una gran enseñanza para David (y para nosotros con él) de que no sólo se trata de hacer cosas buenas para Dios, sino de hacer las cosas que Dios quiere que hagamos y como Dios manda que se hagan.


Así qué hacer la obra de Dios implica una constante consulta al Señor en cuanto a qué quiere que hagamos y cómo,  y sobre qué nos enseña Su Palabra de esas cosas. Esto hace al hombre depender de Dios: El Señor es el estratega; Él es el rey y quiere gobernar; Él tiene una agenda y un plan para cada cosa.


Por otra parte, la obra del Señor se hace en un ambiente de piedad y devoción. Si hay poco espíritu de oración hay poco temor de Dios, y sin Su Presencia la debilidad y hasta el fracaso nos esperan a la vuelta de la esquina. Jesús siempre oraba. Pasaba tiempo con el Padre, a pesar de ser el hombre más ocupado de todos los tiempos y de tener entre manos el destino eterno de toda la Humanidad. Sin embargo (o por eso mismo) pasaba noches enteras, horas específicas y hasta días en oración ferviente a Dios. Sus discípulos, ante tal vida de oración, le pidieron "enséñanos a orar", y Él gustosamente lo hizo.


Más adelante vemos que el modelo de liderazgo de sus discípulos era semejante al del Maestro: ellos no querían descuidar la oración y la palabra, a pesar de estar en pleno avivamiento y con miles de recién convertidos que cuidar:


Hechos 6:3-4 Por tanto, hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra.


8- LA OBRA DE DIOS SE HACE CON DISPOSICIÓN A SUFRIR Y CON ESFUERZO


Esa es la verdad. No hay tal cosa como lo fácil y cómodo. Si quieres un estilo de vida de tranquilidad y placer mejor no pienses en servir a Dios.

Pablo es un vivo ejemplo de esto. Desde el comienzo el Señor se lo dejó claro, a través de Ananías le dijo:


Hechos 9:15-16 Pero el Señor le dijo: Ve, porque él me es un instrumento escogido, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre.


Y tras unos años sirviendo al Señor él mismo enumera los "spa y momentos relajantes de su ministerio": 2 Corintios 6:3-5 No dando nosotros en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no sea desacreditado, sino que en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos...


Pablo llevaba las marcas del Señor Jesús y sabía perfectamente que debía completar el número de sus padecimientos: Gálatas 6:17 De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo 

llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.


Para todos los servidores fieles del Señor hay una honra enorme que el Padre nos ha otorgado y vamos a tener recompensa en el Cielo por nuestra labor en la tierra, pero el sufrimiento y la negación serán ineludibles. Aunque Jesús ya está a la diestra del Padre, Él sigue sufriendo y recibiendo heridas a través de nosotros que somos su cuerpo. Cada uno de los que le representamos participamos de una cuota de padecimientos. Pero hemos de recibirlo como dentro de nuestra herencia, es decir, un privilegio sufrir por Cristo:


Filipenses 1:29-30 Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El, sufriendo el mismo conflicto que visteis en mí, y que ahora oís que está en mí.


En una ocasión el Señor me ministró tres pasajes sobre esforzarme como ministro. De nuevo usando las cartas de Pablo. Me habló (y fue un gran ánimo para mí) sobre:


1º ¡Esfuérzate en la salvación de los perdidos! (Y ahí va el pasaje):

1 Timoteo 4:10 Porque por esto trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes.


2º ¡Esfuérzate para discipular y formar hombres y mujeres maduros en Cristo! Esto es el mayor desafío para mí, trabajar con gente imperfecta, que está en un proceso de maduración y que, a veces, no terminas de saber si acabará dando un buen fruto o "morirá en el intento". ¡Es un gran esfuerzo y tremendo desafío! (El pasaje):

Colosenses 1:28-29 A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.


3º Por último, ¡esfuérzate en el ministerio específico que has recibido! Y trabaja:

1 Corintios 15:10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.


Esfuerzo y trabajo; trabajo y esfuerzo; no hay otro camino para que la obra de Dios avance en la tierra.


9- LA OBRA DE DIOS SE HACE CON GOZO Y FERVIENTEMENTE


Romanos 12:11-12 no seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, gozándoos en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración.


Un día estaba en oración y el Señor me habló muy claro y contundente: "en tu servicio estás pecando contra mí". La verdad es que me extrañó que me dijera esto porque yo sentía que estaba "dejándome la piel" por su obra y que, en todo caso, cabía esperar una palabra de aliento y consuelo, no de reproche. "¿Por qué Señor?", le pregunté extrañado. La respuesta fue una gran enseñanza hasta el día de hoy:


"Porque cuando me sirves preocupado, sobrecargado y triste demuestras incredulidad. La obra es mía. Confía en Mí. Haz tu parte, pero descansa en mi poder. Cuando te preocupas tanto parece que todo dependiera de ti y pierdes tu gozo".


Ayúdanos Señor a servir con ese espíritu ferviente, con gozo y en el descanso de la fe. Para esto no conozco otro secreto sino el de 1 Tesalonicenses 5:16-18 Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.


La oración constante (como estilo de vida) y los tiempos en la Presencia de Dios nos renuevan el gozo, porque en Su Presencia hay Plenitud de gozo (Salmo 16). Y el gozo del Señor es nuestra fortaleza; así vamos a poder dar gracias por todo porque veremos cómo Dios hace que todo coopere para bien en el cumplimiento de su Propósito en nuestra vida (Romanos 8:28).


10- LA OBRA DE DIOS SE HACE CON GENEROSIDAD Y ABUNDANCIA


Es decir, no podemos ser escasos para con Dios. Él merece siempre lo mejor. Él espera de sus servidores que lo demos todo así como Él lo da todo. Cuando mandó que le amemos dijo: Deuteronomio 6:4-5 Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.


Una entrega con totalidad. Un amor con todo. Y un servicio abundante y generoso. Sin esperar nada a cambio. Sin pasarle factura. No por lo que me pueda dar sino porque Él nos amó primero y nos lo ha dado todo ya con el Hijo.


1 Corintios 15:58 Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.


Abundando siempre en la obra del Señor. Que si Jesús viniese esta próxima semana (o nos lleva a su Presencia) podamos haber vivido así nuestros últimos momentos, sirviéndole con generosidad, abundando. Y que nos diga: bien, buen siervo y fiel. En cambio, nos advierte sobre el que escondió el talento y no le sirvió en su ausencia: un siervo malo y perezoso a quien el Señor reprenderá. 


Que nosotros seamos de los primeros: de los que entran en el gozo de su Señor, porque primeramente hemos entrado al gozo de servirle en nuestros días aquí en la tierra.


CONCLUSIÓN

Solo nos queda determinar en el corazón si queremos ser los obreros de la mies que el Señor está buscando: porque la mies es mucha y los obreros pocos. Y que le pidamos al Señor de la mies, no solo que envíe obreros, sino que capacite a esos obreros para que hagan la obra como debe ser hecha.

Te aseguro que esa oración no quedará sin respuesta.

Comentarios

Entradas populares

Los nombres de Dios en la Biblia (ordenados por orden de aparición)

Venciendo a Madián

Los siete 'Heme aquí' de la Biblia